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Tema 18: Génesis

[Capítulo 1-17] La razón por la que Dios nos hizo a Su imagen y semejanza (Génesis 1, 24-31)

La razón por la que Dios nos hizo a Su imagen y semejanza(Génesis 1, 24-31)
«Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así. E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno. Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así. Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto».
 
 
Después de crear todo lo que hay en este mundo, lo último que Dios creó fue la humanidad. La Biblia dice que cuando Dios creó la humanidad, la creó a Su imagen y semejanza. A través del pasaje de las Escrituras de hoy del Génesis podemos descubrir al Dios de la Trinidad.
El Dios en que creemos es Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Cuando Dios creó los cielos y la tierra, estas tres Personalidades de Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo), crearon la humanidad a Su imagen y semejanza. De lo que Dios dijo aquí: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza», deberíamos poder descubrir al Dios de la Trinidad. Dios creó a la humanidad a Su imagen. Y quien creó este mundo y la humanidad fue el Dios de la Trinidad: Dios Padre, Jesucristo, Su Hijo y el Espíritu Santo. Este Dios creó los cielos y la tierra, todo lo que hay en ellos y la humanidad también.
El sexto día, el último día de la creación, Dios creó a la humanidad según Su imagen mediante la obra del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza» y lo creó así.
¿Qué es el hombre? ¿Quiénes son los seres humanos? Son los que están creados a la imagen y semejanza de Dios. ¿Significa esto que cuando Dios creó la humanidad a Su imagen quería crearnos como Sus hijos e hijas desde el principio? Sí. Debemos darnos cuenta y entender correctamente el plan de Dios para crear a la humanidad a Su imagen. Desde el principio, Dios creó a los seres humanos a Su imagen y semejanza, para disfrutar Su poder y Su gloria.
Debemos darnos cuenta de que el motivo por el que Dios creó al hombre y a la mujer fue establecer Su Iglesia. El que Dios creara a la mujer de la costilla del hombre predice el hecho de que Dios Padre cumpliría Su voluntad a través de Jesucristo. Esto revela el plan de Dios a través de Su Iglesia, y el que cumplió este plan es el Dios de la Trinidad.
Dios creó todo a Su imagen y semejanza y esto es así para que Dios pudiera cumplir Su voluntad. Antes de la creación del mundo, Dios Padre ya había planeado salvar a Sus hijos a través de Su Hijo Jesucristo. Para cumplir el plan de Dios Padre, Su Hijo Jesucristo vino al mundo, fue bautizado por Juan el Bautista, cargó con los pecados del mundo, murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos y así ha completado la voluntad del Padre. El Espíritu Santo, por otro lado, garantiza la salvación que Dios Padre y Jesucristo cumplieron. Jesucristo completó la voluntad de Dios Padre en obediencia.
 
 

¿Cómo se cumplió la voluntad de Dios Padre?

 
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el mismo Dios. La Biblia proclama que Dios Padre nos escogió y nos predestinó en Jesucristo incluso antes de la creación del mundo y que cumplió Su voluntad en Jesucristo (Efesios 1, 3-5). En otras palabras, Dios Padre ha predestinado Su voluntad hacia nosotros en Jesucristo y la ha cumplido. Esto significa que en Jesucristo, Su Hijo, Dios Padre nos creó a Sus hijos a Su imagen y semejanza. Dicho de otra manera, Dios cumplió esto con la colaboración del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Así el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo planearon crearnos gloriosamente y lo cumplieron.
Dios Padre planeó crearnos como hijos Suyos, y Su Hijo Jesucristo, en obediencia a Su Padre, fue bautizado por Juan el Bautista, murió en la Cruz y se levantó de entre los muertos. Al ser bautizado por Juan el Bautista y tomar todos los pecados del mundo y al morir en la Cruz cargando con estos pecados y al levantarse de entre los muertos, Jesucristo borró los pecados de la humanidad y así cumplió la voluntad de Dios. El Padre quiso crearnos como hijos Suyos, así que todos los que creen en Su Hijo, reciben el derecho de convertirse en Hijos Suyos.
¿Cómo nos restauró Dios a los seres humanos hechos a Su imagen y semejanza? Lo hizo mediante la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando Dios creó los cielos y la tierra, creó al hombre y a la mujer y así cumplió Su voluntad. Lo hizo al salvarnos y al crearnos como Hijos Suyos a través de Su Hijo Jesucristo. Por eso creó a la humanidad a Su imagen y semejanza.
Dios creó a los seres humanos, al hombre y a la mujer, a Su imagen y semejanza y dijo: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Génesis 2, 24). Esta es Su voluntad y Él quiere que los seres humanos sean uno con Él al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso cuando Dios creó los cielos y la tierra y creó la humanidad, creó al hombre y a la mujer. Cuando Dios los creó, tenía en mente a los justos, a los salvados y planeó salvarnos mediante Jesucristo.
Gracias a Su voluntad, los que creen en Jesucristo como Su Salvador pudieron conseguir el objetivo de la existencia por fe. Volvemos a nacer como hijos de Dios a través del Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos ha dado. En otras palabras, los pecadores de este mundo sólo pueden convertirse en hijos de Dios cuando creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesucristo nos ha dado y por tanto reciben la remisión de los pecados. Dios nos da el derecho a convertirnos en Sus hijos.
Cuando nos convertimos en hijos de Dios al creer en Su Evangelio del agua y el Espíritu, Dios nos da todo lo que pertenece al Cielo. El Señor se convierte en nuestro Maestro. Así que no cabe duda de que nos hayamos convertido en los que están hechos a la imagen y semejanza de Dios.
¿Cómo hemos llegado a reflejar la imagen y semejanza de Dios? A través del Evangelio del agua y el Espíritu se cumplió el objetivo de Dios de crear a la humanidad a Su imagen y semejanza desde el principio. Desde el principio Dios planeó crear a los seres humanos como hijos Suyos y este plan de Dios Padre lo cumplió Jesucristo.
Si Dios nos hubiera creado como hijos Suyos sin la intervención de Jesucristo, todas las demás criaturas se hubieran rebelado. Esto no significa que Dios temiera la rebelión de Sus propias criaturas, sino que Dios no quiso ser un Dios injusto. Como el nombre de Dios no debe ser dañado, tuvo que idear un plan para nuestra salvación en Jesucristo desde el principio. A esta luz, es una bendición de Dios que se encuentra en Jesucristo el que naciésemos en este mundo como criaturas.
Dios nos ha hecho Sus hijos y estamos en el mismo nivel que Su Hijo Jesucristo. ¿Cómo nos ha puesto Dios Padre en el mismo nivel que Jesucristo, como Sus hermanos y hermanas? Dios Padre ha encontrado la manera de convertirnos en Sus hijos dentro del Evangelio del agua y el Espíritu que Jesús ha completado. Por tanto debemos conocer correctamente el Evangelio del agua y el Espíritu, que es la cristalización del amor de Dios.
Ante todo debemos darnos cuenta de cuál es el plan de Dios. Dios Padre planeó nuestra salvación en Jesucristo antes de la creación del mundo, y la cumplió de una vez por todas mediante la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Efesios 1, 4-5 da testimonio de esto: «Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad». Nuestra salvación se ha completado mediante el plan de Dios. Este es el plan que Dios reveló en el capítulo 1 de Efesios. Así es como hemos reflejado la imagen de Dios en Jesucristo. En otras palabras, Dios Padre creó la humanidad en este mundo a su imagen y semejanza.
En general, los denominados fundadores de las religiones del mundo intentan deificarse a sí mismos. Vemos que mucha gente intenta llegar a un estado de divinidad en vano. Sólo cuando conocemos a Jesucristo a través del Evangelio del agua y el Espíritu podemos recibir la gracia de la remisión de los pecados y convertirnos en el pueblo de Dios. Este es el objetivo por el cual Dios creó a los seres humanos e hizo que nacieran en este mundo, y esta es la Verdad que se cumple para todos los que creen en Dios y siguen Su Palabra.
El que hayamos nacido en este mundo y hayamos conocido a Jesucristo, que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, es tal bendición que no hay nada más que podamos desear. Esto significa que la razón por la que nacimos en este mundo ha sido completada, y que la voluntad de Dios también se ha cumplido. Por eso podemos disfrutar del verdadero descanso en el plan de Dios y descubrir el verdadero significado de nuestro nacimiento. En el Evangelio del agua y el Espíritu podemos encontrar la razón por la que nacimos en este mundo y el significado de nuestra existencia.
 
 

Cuando Dios creó la humanidad, ¿por qué creó al hombre y la mujer?

 
Dios creó primero a Adán e hizo que se durmiera, entonces tomó una de sus costillas y creó a la mujer de esa costilla. Así Dios creó al hombre y a la mujer. ¿Para qué los creó? Para bendecirlos a través de Jesucristo. Dios Padre quiso convertirnos a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu en Sus hijos e hijas a través de Jesucristo que estaba en el Padre. Dios entregó a Su único Hijo por Su amor hacia nosotros y Jesucristo, el Hijo de Dios vino al mundo, fue bautizado por Juan el Bautista y por ello pagó la pena de los pecados del mundo. Al cargar Jesucristo con los pecados del mundo, tuvo que derramar Su sangre y morir en la Cruz, y al levantarse de entre los muertos, cumplió la voluntad del Padre. En otras palabras, a través de Su Hijo, Dios nos creó como Sus hijos.
Dicho de otra manera, Dios Padre nos creó de este Hombre, Su Hijo. Con la costilla que tomó de Adán, Dios creó a la mujer, es decir, nos creó en Jesucristo. Y el Hombre (Jesucristo) amó a la mujer (nosotros) mucho. Así que cuando Adán fue presentado a Eva, dijo:
«Esto es ahora hueso de mis huesos
y carne de mi carne;
ésta será llamada Varona,
porque del varón fue tomada» (Génesis 2, 23).
Cuando creemos en Jesucristo como nuestro Salvador y cuando recibimos la remisión de nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, podemos nacer de nuevo como hijos de Dios. Cuando Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista, Dios Padre dijo: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3, 17). En otras palabras, Dios Padre amó a Jesucristo más que a cualquier otra criatura de este mundo.
Gracias a Jesucristo, que vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, nos hemos convertido en hijos de Dios. ¿Quién envió a Jesucristo al mundo? Dios Padre nos envió a Su único Hijo y Él nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Dios amó tanto al mundo que entregó a Su único Hijo, es decir que decidió salvarnos a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Para salvarnos de nuestros pecados, Dios Padre envió a Su Hijo amado, Su único Hijo, como una criatura.
Para poder reflejar la imagen y semejanza de Dios, envió a Su Hijo al mundo y a través del Evangelio del agua y el Espíritu que Su Hijo alcanzó, borró todos los pecados del mundo. Y decidió salvar a todos los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esta es la salvación de la humanidad que Dios Padre ha conseguido en Su Hijo Jesucristo, y es el misterio de salvación que ha revelado a través de Su Iglesia.
 
 

Los que todavía no han recibido la remisión de sus pecados no puede entender el plan de Dios

 
Dios sabía todo sobre nosotros y al enviar a Su Hijo al mundo, completó la obra de salvación de los pecados del mundo. En otras palabras, Dios Padre sabía lo que Satanás haría más tarde y por eso nos hizo según Su Plan. Antes de la creación del mundo, Dios Padre nos escogió en Jesucristo y ha diseñado nuestra salvación antes de nacer en este mundo incluso antes de que el universo fuera creado. Y Dios cumplió Su plan de salvación en Jesucristo. En otras palabras, cumplió este plan y alcanzó nuestra salvación de una vez por todas mediante el Evangelio del agua y el Espíritu.
Dios creó al ser humano, hombre y mujer, a su imagen y semejanza. Esto significa que Dios quiso revelar Su voluntad a través del Hombre (Jesús) y la mujer (nosotros) que puso en este mundo. Dios padre tenía un plan para hacer que todos los pecadores del mundo se convirtieran en Sus hijos a través de Jesucristo. Así que sólo cuando nos damos cuenta de cuál es la voluntad de Dios para nosotros a través del Evangelio del agua y el Espíritu podemos entender la Santa Trinidad.
Dios dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza». Entonces creó al hombre y a la mujer y les confió la creación para que reinaran sobre todo.
¿De verdad nos hizo Dios a Su imagen y semejanza? ¿Es la imagen de Dios como la imagen del hombre? El Apóstol Juan vio la imagen de Jesucristo y la describió con: «ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido» (Apocalipsis 2, 18). La frase «a la imagen de Dios» no significa que nos parezcamos físicamente a Dios, porque Dios es Espíritu, sino que se refiere a Sus atributos divinos e implica que Dios hizo a los hombres con Su naturaleza divina (2 Pedro 1, 4).
El pueblo de Dios ha recibido la remisión de sus pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Ahora participan de la naturaleza divina.
¿Cuál es la naturaleza de Dios? Ante todo es amor. Nuestro Dios es un Dios misericordioso que nos da Su amor abundante. Dios tiene compasión por las almas de los pecadores y tiene misericordia a los que no tienen fuerzas. Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, que han recibido la remisión de los pecados, poseen los atributos de Dios.
No hay mal en Dios. Un aspecto en el que Dios es diferente a la humanidad es que Dios no puede mentir. Dios es justo. En los corazones de los nacidos de nuevo está la justicia de Dios. Dios es perfecto. No tiene defectos. Y Él nos ha hecho a los nacidos de nuevo perfectos en Cristo. Por fe la humanidad se hace perfecta por Dios. Por eso Dios le dijo a Abraham: «Anda delante de mí y sé perfecto» (Génesis 17, 1). Los justos tienen corazones puros.
Dios Padre planeó todas estas cosas y quiso cumplir Su plan a través de Su Hijo. Así que, a través de Jesucristo, Dios nos salvó de nuestros pecados, mediante el Evangelio del agua y el Espíritu. Al cumplir nuestra salvación Jesús ascendió a la mano derecha del trono de Dios y volverá como el Señor en la segunda venida. Dios Padre planeó nuestra salvación y Jesucristo nos ha salvado de nuestros pecados a través de Su agua y Su sangre. Cuando aceptamos esta Verdad de salvación en nuestros corazones, Dios Espíritu Santo aprueba nuestra fe y nos marca con un sello diciendo: «Tienes razón. Soy Tu Dios. Sois Mis hijos». Así que existe el Dios de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y estas tres Personalidades de Dios son el mismo Dios para nosotros que estamos hechos a Su imagen y semejanza.
La doctrina de la Trinidad es la más importante de la Teología. Pero los pecadores, cuyos corazones no han sido librados del pecado, no entienden en concepto de la Santa Trinidad. No podemos entender este concepto espiritual a no ser que el Espíritu Santo nos lo haga entender. Sin tener al Espíritu Santo en nuestros corazones, no podemos reconocer a Jesucristo como nuestro Salvador. Si no fuera por el Espíritu Santo, no podríamos tener a Jesucristo como Salvador en nuestros corazones y no podríamos llamar a Dios Padre «Abba, Padre». Por tanto, si no tenemos fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, no podemos entender la Santa Trinidad correctamente.
Por supuesto que con sus palabras pueden decir que Jesucristo es su Salvador, pero sin el Evangelio del agua y el Espíritu, no pueden hacer la verdadera confesión de su fe, de que Jesucristo es su Salvador. Otras palabras, a través de la Palabra de las Escrituras Dios nos está hablando del plan del Padre y de la salvación de Jesucristo que nos ha salvado. Dios nos marca con el sello del Espíritu Santo para afirmar que nos ha hecho justos.
Al salvarnos y hacernos justos a través del Evangelio del agua y el Espíritu, Dios está diciendo: «No tenéis pecados. Sois Mis hijos. Sois hijos de Dios». Así que al salvarnos de los pecados del mundo, Dios nos ha permitido darnos cuenta de este plan del Dios de la Trinidad. Dios dijo que planeó nuestra salvación a través del Evangelio del agua y el Espíritu que cumplió nuestra salvación a la perfección a través de Jesucristo y también de que selló a los que creen en esto con el Espíritu Santo. Dios Dijo que nunca nos dejaría a los que están en Jesucristo y por tanto han sido salvados a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
El Apóstol Pablo dijo: «Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 8, 38-39). Dios nos ha salvado perfectamente y nos ha hecho hijos Suyos. Esta es la voluntad de Dios que ha cumplido al salvarnos del pecado. En otras palabras, nuestra salvación se consigue mediante la Palabra de Verdad perfecta de Dios y así nos hemos convertido en hijos de Dios.
Esta Verdad de salvación no se aprende del hombre. Tampoco sale del hombre ni por el hombre. Sólo se puede alcanzar la salvación si se cree en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu de Jesucristo. La Biblia dice que nos hemos convertido en hijos de Dios por la providencia de Dios Padre, por el sacrificio de nuestro Jesucristo y por la inspiración del Espíritu Santo.
Si Dios no hubiera planeado nuestra salvación en Jesucristo, entonces Él no habría sido bautizado por Juan el Bautista por nosotros, ni habría ninguna necesidad de ser crucificado cargando con los pecados del mundo y mucho menos de levantarse de entre los muertos. Y por supuesto, no habría necesidad de ascender a la mano derecha del trono de Dios o de volver. Jesucristo, el Hijo de Dios Padre, vino al mundo para salvarnos de los pecados del mundo y al librarnos de los pecados del mundo a través del Evangelio del agua y el Espíritu nos ha convertido en el pueblo de Dios.
Aunque Jesucristo nos ha salvado de los pecados del mundo y nos pide que creamos en esto, si no creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, el Espíritu Santo no nos sellará para aprobarnos al final. Por tanto, a no ser que nuestra fe sea perfeccionada en el Evangelio del agua y el Espíritu, todo es en vano. Al predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a los demás, cuando creen, el Espíritu Santo sella sus corazones. Así ellos también tienen el testimonio de ser hijos de Dios. En otras palabras, el Espíritu Santo y la Palabra de Dios aprueban a los que han recibido la remisión de los pecados, diciendo: « ¡Tenéis razón! ¡No tenéis pecados!».
Aunque todo lo que hicimos fue aceptar el Evangelio del agua y el Espíritu, el Espíritu Santo vive ahora en nuestros corazones. Nuestra salvación se alcanzó en el Dios de la Trinidad. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Dios y este Dios es el mismo Dios para nosotros.
Debemos aceptar en nuestros corazones que Jesucristo nos ha salvado a través del Evangelio del agua y el Espíritu según el plan que Dios Padre diseñó para nosotros. Entonces nos convertiremos en hijos de Dios. Sabemos y creemos que Dios tiene tres Personalidades, que el Padre de Jesucristo es nuestro Padre y que también es nuestro Pastor. Cuando creemos que Dios Padre planeó mandarnos a Jesucristo al mundo en la carne de un hombre, y que Jesucristo nos ha salvado de nuestros pecados a través de Su agua y Su sangre, nos convertimos en hijos de Dios.
Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu ahora hablan del Dios de la Trinidad con facilidad y creen en Él sin ningún problema. De hecho, para los justos la Verdad sobre Dios no es tan difícil. «Dios nos amó. Por eso nos envió a Su Hijo, por Su amor hacia nosotros. Dios nos ha salvado del pecado a través de Su único y más amado Hijo. Así que al creer en la sangre y el agua de este Jesucristo, hemos sido salvados. No sólo hemos sido salvados del pecado, sino que también nos hemos convertido en hijos de Dios».
El principio de nuestra salvación es como el del matrimonio. Del mismo modo en que cuando un hombre y una mujer se aman en este mundo nace un niño, Dios Padre nos hace hijos Suyos a través de Su Hijo. Por eso el Apóstol Pablo dijo, comentando sobre el matrimonio: «Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia» (Efesios 5, 31-32). Nuestra salvación es como un matrimonio: cuando un hombre y una mujer se casan es como si Dios nos casara. Como Dios nos ha convertido en hijos Suyos, nos hemos convertido en un solo cuerpo con Él.
Sin embargo, para los pecadores no hay manera de explicar la Trinidad de Dios. No podemos comprender la Santa Trinidad a no ser que recibamos la remisión de nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Incluso cuando alguien ha recibido la remisión de sus pecados, si el concepto del Espíritu Santo se le explica de manera demasiado complicada, sólo le causaría un dolor de cabeza. Sólo se puede entender este concepto cuando se explica en términos fáciles; de lo contrario, cuando se hace demasiado complicado, es difícil de entender.
El corazón humano tiende a ser cruel a veces. Incluso cuando los nacidos de nuevo puedan parecer insensibles en ocasiones, en realidad son muy amables. Los justos no quieren hacer daño a nadie. Esto se debe a que han nacido de nuevo y son nuevas criaturas hechas a la imagen y semejanza de Dios (2 Corintios 5, 17). Los que hemos recibido la remisión de los pecados tenemos el corazón de Dios.
El sexto día de la creación Dios creó la humanidad y nos creó a Su imagen. Durante seis días Dios creó el universo y todo lo que hay en él y el séptimo día descanso. El que Dios descansara el séptimo día manifiesta que ha completado nuestra salvación de una vez por todas. El número siete manifiesta la perfección de Dios y significa que Dios planeó nuestra salvación y creó un modelo de salvación sólido. Así que de esta manera, Dios creó a la humanidad a Su imagen. Somos la obra que Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo crearon juntos.
Los que no creen en Jesucristo no creen en la Trinidad de Dios. No creen que Jesucristo sea el Hijo de Dios, ni que sea Dios. No pueden entender este concepto espiritual y por ello quieren saber dónde se encuentra la base bíblica de la Santa Trinidad.
Pero la sustancia de la Trinidad de Dios se encuentra aquí mismo en Génesis 1, 26: «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza». ¿Dijo Jehová, Dios Padre aquí: «Voy a hacer al hombre a Mi imagen y semejanza»? No, dijo: «Hagamos al hombre a Nuestra imagen y semejanza». Estas palabras en plural nos demuestran que Dios tiene tres Personalidades.
Repito, Dios dijo: «Hagamos al hombre a Nuestra imagen». Esto se refiere a al Dios de la Trinidad, es decir al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Así que los que creen en Jesucristo como su Salvador dicen que Jesucristo es su Señor. Dicen que el Señor es el Dios que les creó y que les ha salvado del pecado. ¿Qué hay del Espíritu Santo? También le llaman Dios Santo. Como el Espíritu Santo vive en nosotros, nos guarda y nos guía. Así que la Biblia dice que sin el Espíritu de Jesucristo no somos Su pueblo.
Por eso decimos que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el mismo Dios para nosotros. Estas tres Personalidades de Dios nos han salvado perfectamente. Jesucristo no completó nuestra salvación por Sí mismo, sino que nos salvó según la voluntad del Padre. Cuando Jesús estaba en este mundo, vivió según la voluntad del Padre. Dijo: «Pero a los que le recibieron, les dio el derecho a convertirse en hijos de Dios, a los que creen en Su nombre».
Así es cómo Dios nos creó como hijos Suyos. Dios Padre planeó borrar nuestros pecados y hacernos Sus hijos a través de Su Hijo Jesucristo, y para cumplir este plan, Jesucristo vino al mundo, fue bautizado, murió en la Cruz y se levantó de entre los muertos en tres días y así ha borrado nuestros pecados completamente. Ahora, a los que creen en Jesucristo como su Salvador, Dios los aprueba y les dice: «Sois Mis hijos. Todas las demás criaturas son simples criaturas, pero vosotros sois Mis hijos».
Dios quiere aceptar a todo el mundo como hijos Suyos (1 Timoteo 2, 4). Pero como mucha gente escucha las palabras del Diablo y no acepta la salvación de Dios y no cree que Dios nos haya salvado a través de Su Hijo para dejarnos sin pecado, no pueden convertirse en hijos de Dios y acaban siendo hijos del Diablo.
Ahora deberían entender la Trinidad de Dios. La salvación del pecado no viene por casualidad. Nuestra salvación fue planeada y conseguida por el Dios de la Trinidad y por eso todo lo que tenemos que hacer es creer en la Verdad. Como el Espíritu Santo garantiza nuestra salvación diciendo: «Sois Mis hijos» le llamamos nuestro Abogado, el que nos ayuda.
Cuando alguien se arruina, la persona que le hubiera avalado debe pagar la deuda, pero en nuestro caso es el Espíritu Santo quien garantiza nuestra salvación. Por muchas insuficiencias que tengamos y por mucho que Satanás nos acuse de tener pecado, el Espíritu Santo garantiza nuestra salvación diciendo: «Yo soy vuestro aval. Sois hijos de Dios de verdad. No tenéis pecados». Dios planeó que nos convirtiésemos en justos y lo cumplió a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Esta es la obra que Dios hizo el sexto día de la creación.
Dios nos dijo: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra». ¿Cómo podemos fructificar y multiplicarnos? Sólo podemos multiplicarnos si nos casamos con Jesucristo.
Dios nos dijo: «Llenad la tierra». ¿Llenan los seres humanos la tierra ahora? Sí, si tenemos en cuenta que la población mundial sobrepasa los 6000 millones, ¿no es obvio que la tierra está llena de seres humanos? ¿Acaso no se cumplió la Palabra de Dios? Si que se cumplió la Palabra de Dios.
Dios también dijo: «Tened dominio sobre toda cosa viviente». ¿Acaso no tienen dominio los seres humanos sobre todas las criaturas vivientes? Por muy grande que sea una bestia, está dominada por los seres humanos. No hay bestia que pueda vencer a la humanidad. Una bestia puede vencer a los seres humanos durante un tiempo mediante su fuerza bruta, pero ninguna de ellas puede vencer a la humanidad por completo, ya que ésta es sabia y sabe cómo usar sus herramientas. No hay bestia que sea más lista que los seres humanos. Por eso Dios dijo que nos había hecho a Su imagen y semejanza.
Todo lo que hay en la tierra es una sombra de lo que hay en el Cielo. Al habernos creado, Dios nos dijo que reináramos sobre Su creación. Y también dejará que reinemos en el Reino de los Cielos para disfrutar este dominio majestuoso, bello y eterno, tan maravilloso que las palabras no lo pueden expresar. A través de Jesucristo, Su único Hijo, Dios creó a los seres humanos a Su imagen y los tomó como Sus propios hijos y llenará el Reino de los Cielos con estos hijos para que lo disfruten. Este es el plan de Dios. Es Su plan eterno. Por eso Jesucristo dijo: «Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez» (Juan 14, 1-3). Él nos prometió que viviría con nosotros.
Para permitirnos disfrutar de las bendiciones de la vida eterna en el Reino de los Cielos Dios nos ha creado y nos ha salvado. Así creer en Jesucristo es recibir bendiciones maravillosas.
¿Quién se planearía salvarnos, sacrificarse a Sí mismo para librarnos, dejaría el trono de gloria y nos salvaría a través de Su agua y Su sangre y nos daría la misma gloria y autoridad como la Suya? ¿Qué dios o qué criatura podría hacer esto? Sólo Dios lo hizo porque nos amó. Por eso estamos tan contentos de haber recibido la remisión de nuestros pecados. Nadie está tan contento como los que han recibido la remisión de los pecados. Tras haber reunido todos los tesoros celestiales para nosotros, Dios nos está esperando. Dios nos hizo nacer en este mundo para darnos todos los tesoros del Cielo y Su Reino entero. Y a través de Jesucristo, nos ha hecho hijos Suyos.
Creer en Jesucristo es estar bendecido. Mientras vivamos en este mundo, habrá diferentes estaciones, primavera y verano, otoño e invierno. Sin embargo, Dios nos ha bendecido en todos los aspectos de nuestras vidas. Hemos recibido las bendiciones celestiales. Dios nos ha dado bendiciones espirituales del Cielo que no se pueden explicar con palabras. Ustedes las han recibido todas. Los que ahora creen en el Evangelio del agua y el Espíritu han recibido maravillosas bendiciones.
En el Reino de Dios no hay diferencia de sexo. Los hijos de Dios, tanto hombres como mujeres, reinarán para siempre. Seguiremos siendo hijos de Dios durante toda la eternidad. Seremos señores de los ángeles. Los ángeles nos dirán: «Bienvenido, maestro» y nosotros les diremos: «Súbeme y vamos a dar una vuelta». Recibiremos estas bendiciones.
Aún es más, Dios nos ha escogido como Sus testigos. Somos los testigos del Evangelio que Dios ha escogido para recibir las bendiciones eternas y para hacer la obra valiosa de Dios en este mundo.
Creemos en la justicia de Dios y le damos gracias. Cuando Dios nos creó, nos hizo con el objetivo de convertirnos en Sus hijos. Si Dios nos hubiera creado como criaturas normales y lo hubiera dejado ahí, no seríamos nada. Dios tiene y gran plan para nosotros, hace grandes cosas, nos ha confiado todo y nos ha dado autoridad para gobernar sobre todo. Nos ha dado todo esto a través de Jesucristo y a través de la Iglesia. El que Dios nos haya dado estas bendiciones a través de la Iglesia significa que a través de Jesús y los siervos de Dios que creen en Jesucristo Dios está dispensando todas las bendiciones espirituales del Cielo a Sus creyentes.
El Apóstol Pablo nos describió: «Como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo» (2 Corintos 6, 9-10).
Nosotros somos esta gente. Puede que parezca que no somos nada, pero somos muy importantes. No se entristezcan si los asuntos del mundo les hacen sufrir. Todos están viviendo una vida muy valiosa. Somos los únicos del planeta que han recibido la remisión de los pecados. Esta maravillosa bendición no nos llegó por nuestros propios méritos, sino gracias a Jesucristo.
Como creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y como lo estamos predicando, hemos sido salvados, Dios nos ama y somos Sus valiosos siervos. Sólo nosotros somos el pueblo amado de Dios.
Le doy gracias al Dios de la Trinidad que nos ha salvado de nuestros pecados.