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Tema 15: Gálatas

[Capítulo 5-4] Los deseos del Espíritu Santo y los deseos de la carne (Gálatas 5, 13-26)

Los deseos del Espíritu Santo y los deseos de la carne(Gálatas 5, 13-26)
«Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros. Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros».
 


¿Qué significa vivir según los deseos del Espíritu Santo?


En el pasaje de las Escrituras de hoy el Apóstol Pablo dijo: «Andad en el Espíritu». ¿Qué significa para los nacidos de nuevo el seguir los deseos del Espíritu ante Dios? Vivir el tipo de vida que complace a Dios, es decir, predicar en Evangelio del agua y el Espíritu a otras almas para que reciban la remisión de los pecados. Lo que despierta los deseos del Espíritu y nos hace vivir según esos deseos es la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Para conseguir esta fe todo el mundo debe escuchar el Evangelio del agua y el Espíritu. Si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón, se despertarán los deseos del Espíritu en nosotros. Una vez el Espíritu Santo viva en nuestros corazones, despierta Sus deseos para que podamos seguir la voluntad de Dios.
Sin embargo parece que los nacidos de nuevo son más propensos a detectar los deseos de la carne que los deseos del Espíritu Santo. Muchas veces no somos sensatos para detectar los deseos del Espíritu Santo y dejamos que se nos escapen. Así que debemos ser conscientes de los deseos del Espíritu Santo en nuestros corazones y una vez los detectemos, no debemos dejar que se escapen sino que debemos seguirlos por fe.
De hecho, vivir una vida de fe es vivir según los deseos del Espíritu Santo. Todos los días, nos preguntamos cómo difundir el Evangelio del agua y el Espíritu a todas las almas. Es nuestro gozo ver que nuestros prójimos son salvados gracias al Evangelio que predicamos, pero una vez disfrutamos de esta alegría, nos preguntamos cómo predicar el Evangelio no sólo a las almas de nuestro entorno, sino a todas las naciones del mundo y sabemos que es necesario. Así que consideramos si necesitamos panfletos o libros y cómo encontrar trabajadores en todo el mundo. Para ello hacemos reuniones para salvar almas en una región específica. Todos estos pensamientos salen de los deseos del Espíritu.
Los que siguen los deseos del Espíritu son los que están dispuestos a hacer todo para difundir el Evangelio. Los justos deben vivir según los deseos del Espíritu, predicando la Palabra a través del ministerio de literatura o las reuniones. Si seguimos los deseos de la carne en vez de los deseos del Espíritu, nos convertiremos en gente carnal, pero si seguimos los deseos del Espíritu seremos los siervos del Evangelio que lleva a otras almas a la salvación.
¿Se han despertado los deseos del Espíritu Santo en sus corazones? ¿Siguen los deseos del Espíritu cuando se despiertan? Ustedes y yo debemos obedecer la voluntad del Espíritu Santo. «¿A quién debería predicar el Evangelio del agua y el Espíritu hoy y llevarle a la salvación?». Estos deseos del Espíritu Santo son indispensables y todos debemos vivir según ellos. La razón por la que hemos organizado una Mission School es para seguir los deseos del Espíritu Santo y salvar almas. Nuestra Mission School no es un lugar para aprender oratoria o para aprender a predicar, sino que se trata de enseñar a seguir los deseos del Espíritu Santo y andar en ellos, obedecer los deseos del Espíritu y predicar para salvar almas. Estas son las metas de la Mission School.
El Apóstol Pablo dijo que los justos que han recibido la remisión de los pecados no deben aprovecharse de la libertad que Dios les ha dado para satisfacer los deseos de la carne, sino que deben ayudarse los unos a los otros con fe. Por eso dijo: «Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Gálatas 5, 14). Obedecer esta Palabra que nos ordena que amemos al prójimo como a nosotros mismos, los nacidos de nuevo vivimos para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a todas las almas que todavía no han escuchado este verdadero Evangelio. Estos son los deseos del Espíritu Santo.
Si nos envidiamos los unos a los otros según nuestros deseos carnales, acabaremos compitiendo en vano y moriremos. Así que Pablo nos advirtió: «La ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros» (Gálatas 5, 15). Y continuó: «Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne» (Gálatas 5, 16). Si servimos al Evangelio del agua y el Espíritu de Dios como nuestra primera prioridad, los deseos de la carne nunca se apoderarán de nosotros. Sin embargo si seguimos los deseos de la carne en vez de los deseos del Espíritu, acabaremos satisfaciendo los deseos de la carne. Por eso ustedes y yo debemos vivir según los deseos del Espíritu, poniendo nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Si damos prioridad a las obras espirituales los deseos de la carne desaparecerán espiritualmente. Por otro lado, si no andamos en los deseos del Espíritu, acabaremos andando en los deseos de la carne. El Apóstol Pablo dejó claro en el Libro de Gálatas que andar en los deseos del Espíritu es andar en el Evangelio del agua y el Espíritu. Los deseos del Espíritu Santo nos empujan a seguir el Evangelio del agua y el Espíritu y a unirnos a la Iglesia de Dios. Si los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu seguimos los deseos de la carne, acabaremos dejando todo lo espiritual. La única razón por la que algunas personas no se unan a la Iglesia de Dios después de haber nacido de nuevo es que siguen sus deseos carnales, en vez de los deseos del Espíritu Santo.
Por tanto, si uno ha nacido de nuevo, a no ser que siga los deseos del Espíritu Santo, no podrá vivir con fe correctamente y su fe se irá a pique al final. Siempre tenemos dos tipos de deseos: los del Espíritu y los de la carne; ambos son opuestos, así que si seguimos los deseos del Espíritu primero, podemos evitar los deseos de la carne. En otras palabras, si andamos en los deseos del Espíritu, predicaremos el Evangelio del agua y el Espíritu a otras almas más aún y cuanto más lo prediquemos, menos posibilidades de andar en los deseos de la carne tendremos. Así viviremos una vida más espiritual. Por eso Dios nos dice que caminemos en el Espíritu Santo.
¿Qué significa andar en el Espíritu? Pensemos en lo que estamos haciendo ahora. Estamos sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu, trabajando sin cesar para difundir este Evangelio y rezando por su proclamación. Aunque estemos cansados de dedicar nuestras vidas a difundir el Evangelio, nuestras mentes siguen estando alerta y vivimos según los deseos del Espíritu Santo. Incluso en este momento mientras escuchan este sermón, es imposible seguir los deseos de la carne. Podemos dormirnos a la hora de adorar, pero si esto ocurre, no podremos escuchar la Palabra y por eso nos mantenemos despiertos para escucharla. Esto se debe a que ustedes y yo tenemos los deseos del Espíritu Santo y a queremos obedecer el mandamiento de Dios de vivir según los deseos del Espíritu y queremos encontrar la verdadera satisfacción cumpliendo los deseos del Espíritu.
Mis queridos hermanos, a veces nuestros corazones quieren servir al Señor y predicar el Evangelio. Pero otras veces estos deseos desaparecen completamente de nuestros corazones y no nos quedan más que los deseos de la carne que quieren hacer obras de la carne, ¿no es así? En estas ocasiones, sigan los deseos del Espíritu. Entonces los deseos carnales no podrán atacarles.
Los corazones de los nacidos de nuevo son como una esponja, que absorben todo lo que se les acerca. Si seguimos los deseos de la carne, estaremos empapados de deseos carnales. Pero si seguimos los deseos del Espíritu nuestros corazones estarán llenos de los deseos del Espíritu. Cuando predicamos el Evangelio según los deseos del Espíritu Santo, servimos al Evangelio, apoyamos su difusión, y salimos a predicarlo nosotros mismos, nuestros corazones estarán llenos de buenas obras y no habrá lugar para los deseos de a carne. Si por el contrario hacemos las obras de la carne, nuestros corazones estarán empapados de los deseos de la carne, del mismo modo en que una esponja absorbe el agua. Tenemos que darnos cuenta de que dependiendo de nuestros intereses y los deseos que seguimos, nuestros corazones están completamente inmersos en ellos y por tanto debemos seguir los deseos del Espíritu.
Jesús nos dijo: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 19, 19). Por eso debemos dedicar nuestros corazones a salvar almas sin descanso y andar según los deseos del Espíritu Santo para que toda alma escuche el Evangelio del agua y el Espíritu. Cuando salgamos a dar testimonio de este verdadero Evangelio, veremos que hay muchas necesidades. Hay muchas cosas que debemos preparar para servir al Evangelio del agua y el Espíritu. Desde nuestras voces hasta nuestras posesiones, nuestro tiempo y nuestra devoción y plegarias, todo esto se necesita para salvar una sola alma.
Por eso les pido a nuestros nuevos estudiantes en la Mission School que primero sigan los deseos del Espíritu en sus vidas. Y a todos los hermanos y hermanas nacidos de nuevo por todo el mundo les pido lo mismo.
Tenemos que seguir los deseos del Espíritu Santo hasta el final, pero, ¿podemos conseguirlo? Si caminamos sin cesar en los deseos del Espíritu podremos vivir por fe hasta el final. Debemos vivir según los deseos del Espíritu Santo que se despiertan en nuestros corazones. Debemos vivir según los deseos santos que Dios nos ha dado. Me gustaría dejar claro a todos, desde los estudiantes de la Mission School hasta nuestros hermanos y hermanas, que es absolutamente indispensable vivir según los deseos del Espíritu. Sólo entonces podemos vivir con la fe correcta.
 


¿Cómo podemos diferenciar los deseos del Espíritu correctamente?


Debemos darnos cuenta de lo que son los deseos del Espíritu. Sólo si lo averiguamos podremos seguir los deseos del Espíritu. El deseo en sí mismo no es el problema; sin ningún deseo nuestras vidas serían solitarias y aburridas. Así que por lo menos debemos tener un tipo de deseo, y este debe ser el del Espíritu. Si alguien tiene los deseos del Espíritu Santo, es una persona perfecta.
Con el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios ha borrado los pecados de todas las almas. Sin embargo el problema es que mucha gente no ha escuchado esta buena noticia y están destinados al infierno.
El otro día vi algo muy bonito: una fuente que echaba columnas de agua de las que caían gotas de agua blancas. La vista de esta fuente a la luz del día era realmente bonita. Gotas de agua caían por todos lados. Cuando el agua salía disparada de la fuente y luego caía, no había sólo una columna. Gracias a los diferentes ritmos cuando una columna de agua bajaba, chocaba con la otra y salpicaba, todo orquestado. Era tan bonito que pensé: «¡Oh, cómo me gustaría que el Evangelio del bautismo y la Cruz de Jesús cubriera el mundo de esta manera tan bonita!». Después me preguntaba: «¿Qué debería hacer para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo y cubrir el mundo con este Evangelio?».
La humanidad tiene dos tipos de deseos: los del Espíritu Santo y los de la carne. Según el tipo de deseo que sigamos, podemos convertirnos en siervos de Dios o siervos del mundo. Cuando el Apóstol Pablo se dio cuenta de esto, dijo: «Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne», y todos los nacidos de nuevo debemos entender el significado de este pasaje y creer en él. Este pasaje es crucial que todos nosotros, desde los estudiantes de la Mission School hasta todos nuestros hermanos y hermanas, los siervos de Dios y yo mismo, debemos entenderlo y apreciarlo de corazón.
Debemos tener los deseos del Espíritu. Si no los tenemos, acabaremos viviendo con una fe falsa en vano. Si no tenemos los deseos del Espíritu después de nacer de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, somos gente de la carne. En realidad los justos no son nadie si no tienen deseos del Espíritu. Debemos tener los deseos del Espíritu. Quien no tenga los deseos del Espíritu es un siervo del Diablo.
 

¿Cuáles son los deseos del Espíritu?

Los deseos del Espíritu Santo son los de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a las almas que no han nacido de nuevo para salvarlos. Así se cumple el mandamiento del Señor: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Es un buen deseo que queramos guiar a todas las almas del mundo para que reciban la remisión de los pecados. Gracias a los deseos del Espíritu Santo nos preguntamos: «¿Qué ayudará a difundir el Evangelio?». Y por eso estamos impacientes por predicar el Evangelio y trabajamos para difundirlo.
Pero, ¿qué pasa con los que no tienen los deseos del Espíritu Santo? Alardean de lo grande que es su congregación y lo que han recogido en las ofrendas semanales. Les satisfacen esas cosas. Esto se debe a que su objetivo en la vida no es la salvación del alma y viven según el orgullo de la carne y sus deseos. Todos los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y no han nacido de nuevo viven según su codicia de la carne, ya sean pastores o laicos. Esta gente se alimenta de los deseos de la carne, no de los deseos del Espíritu.
No pueden seguir los deseos del Espíritu aunque lo intenten. Esto se debe a que no han recibido la remisión de sus pecados y por tanto el Espíritu Santo no vive en sus corazones. Si el Espíritu Santo no vive en sus corazones, ¿cómo pueden tener los deseos del Espíritu Santo en sus corazones?
Sin embargo los que tienen los deseos del Espíritu predican el Evangelio del agua y el Espíritu. Al hacer esto salvan almas y las llevan hacia el Espíritu Santo, al tiempo en que enseñan a los nacidos de nuevo a llevar una vida de fe verdadera. Viven según los deseos del Espíritu, producen frutos del Espíritu como amor, amabilidad, paz y autocontrol, y dedican sus vidas a salvar otras almas, soportando persecuciones y ejercitando la paciencia.
Todo el que ha nacido de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu debe tener los deseos del Espíritu. La Biblia dice: «Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte» (Santiago 1, 15). Mientras que los deseos de la carne dan lugar al pecado y el pecado trae consigo la muerte, los deseos del Espíritu hacen que las almas reciban la vida eterna. Los deseos del Espíritu Santo son indispensables para los nacidos de nuevo.
Durante un tiempo pensé que todos los deseos eran malos. Hay un viejo proverbio coreano que dice: «Trata el oro como si fuera piedra». Desde pequeño me tomé muy en serio este proverbio. Día tras día grabé este proverbio en mi corazón y me prometí que no me entregaría al materialismo. Intenté no ser codicioso porque pensaba que mi corazón se corrompería y me convertiría en un hombre malvado si me dejaba llevar por el materialismo.
Sin embargo una vez recibí la remisión de mis pecados y leí la Biblia, averigüé que había un tipo de deseo que debía tener. Estos eran los deseos del Espíritu que me decían que viviera según ellos.
Muchos nacidos de nuevo siguen a la Iglesia bastante bien porque no saben nada de la vida de fe al principio. Aunque no tengan deseos del Espíritu, siguen a la Iglesia hasta donde les lleve. Sin embargo si quieren vivir como obreros de Dios deben dar un paso más hacia delante que es reconocer los deseos del Espíritu Santo y seguirlos por su propia voluntad. Sólo entonces se unen a los deseos del Espíritu y los siguen: «Quiero que otras almas también sean salvadas. Debo salvarlas. Debo preparar lo que sea necesario para salvar otras almas». Estoy eternamente agradecido por tener los deseos del Espíritu en nuestros corazones.
Cuando estos deseos espirituales aparecen en nuestros corazones, no debemos ignorarlos. No debemos extinguir los deseos del Espíritu. Si aniquilamos los deseos del Espíritu Santo cuando aparecen, no tendremos nada. Esto se debe a que los justos no debemos perder los deseos del Espíritu. Cuando estos aparezcan en nuestros corazones, debemos darnos cuenta que no nos van a causar ningún daño, sino que producirán grandes beneficios en nuestras almas; y cuando los deseos espirituales aparezcan debemos seguirlos. Cuando se despierta el deseo de predicar el Evangelio, debemos predicarlo y cuando se despierte el deseo de servir al Evangelio con todas nuestras fuerzas, debemos servir al Evangelio con todas nuestras fuerzas.
Servimos al Evangelio de diferentes formas y a veces ofrecemos nuestro dinero a la Iglesia para la difusión del Evangelio. A veces los deseos del Espíritu Santo nos hacen dar más. En esos momentos, si suprimimos este deseos o decimos que no, estamos extinguiendo los deseos del Espíritu Santo.
Debemos seguir los deseos del Espíritu Santo hablando claro. Si se despierta el deseo de servir al Señor de cualquier forma, debemos servir al Señor como criaturas inocentes. Sólo entonces podremos dar los frutos del Espíritu. Cuando nuestros corazones desean difundir el Evangelio, debemos salir y predicarlo; cuando deseamos dedicar toda nuestra vida al Evangelio y a sus obreros, debemos convertirnos en obreros y ofrecer nuestra vida a Dios; y cuando queremos servir al Señor completamente desde dondequiera que estemos, debemos servir al Señor de esa manera. Esto es seguir los deseos del Espíritu.
Muchas veces hacemos caso omiso a los deseos del Espíritu. Somos demasiados sensibles para sentir y entender el deseo del Espíritu Santo y seguirlo. Aunque Dios despierta algunos deseos espirituales, no los seguimos. Cuando seguimos los deseos del Espíritu, ¿no se quedan atrás y van con desgana para mantener el ritmo? Cuando el Espíritu Santo despierta un deseo, ¿no dudan mucho tiempo antes de seguirlo?
Cuando el Espíritu Santo despierta un deseo en nosotros, debemos seguirlo inmediatamente y cuando a este le siguen otros deseos, podremos seguirlos más fácilmente. Pero a pesar de esto, si andamos con desgana y no seguimos lo que Espíritu Santo nos dice cuando nos inspira y no alcanzamos una meta, ¿no será esto frustrante para el Señor? El Señor dijo que echaría a quien no fuera ni frío ni caliente, sino tibio. El Señor aborrece a los tibios.
Podemos escuchar los deseos del Espíritu Santo si este vive en nuestros corazones. El Espíritu Santo despierta Sus deseos en nosotros. En otras palabras, el Espíritu Santo desciende sobre los que han nacido de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu y Dios despierta los deseos del Espíritu sólo en los que tienen el Espíritu Santo en sus corazones. Por tanto, sólo los que han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu quieren servir a Dios, predicar Su Evangelio y seguir obedientemente los deseos del Espíritu Santo.
Cuando alguien que sigue los deseos del Espíritu intenta trabajar con alguien que no los sigue, estará frustrado, enfadado y furioso. Si los que deberían vivir según la voluntad de Dios no siguen al Espíritu Santo, ¿cómo podemos seguir adelante con esta gente? Pero al mismo tiempo, los líderes de la Iglesia no pueden abandonarles, y por eso es tan frustrante. Moisés, que sacó al pueblo de Israel de Egipto, no podía seguir los deseos del Espíritu solo y dejar al resto detrás diciendo: «Seguidme o no, hacer lo que queráis». Como líder suyo Moisés tenía que guiarlos.
Cuando Moisés dijo: «Jehová nos ha dado la tierra de Canaán. ¡Vamos!» los israelitas se quejaban a sus espaldad e iban a regañadientes. Se quejaban: «¿Por qué nos has traído al desierto para que muramos de hambre? ¿No había sitios donde enterrarnos en Egipto y por eso nos has traído al Mar Rojo para morir en el agua?». Los que seguían a Moisés de cerca, vieron milagros y lo siguieron sin dudar, alabando al Señor. Pero los que le seguían de lejos le seguían porque no tenían otra alternativa, mientras blasfemaban a Dios, culpándole y acusándole. ¿Y ustedes? ¿Qué tipo de gente son? Como los que siguieron al siervo de Dios, Moisés, de cerca y disfrutaron todo lo bueno, nosotros también debemos unirnos a la Iglesia del Señor y seguir a nuestros líderes en la dirección en la que nos lleve.
Si dependiera de mi, lo hubiera hecho todo. De hecho hay muchos aspectos similares a una dictadura cuando hacemos la obra de Dios. Porque al fin y al cabo Dios es un dictador. Dios nos dijo que sólo debemos glorificarle a Él sólo, que sólo Él es el objeto de nuestra adoración, nuestro único Salvador y el único omnipotente. Del mismo modo en que nos ha salvado porque quiso salvarnos y nos creó porque quiso salvarnos, Dios lo hace todo según Su voluntas y nos demuestra esto a través de Sus siervos. Cuando alguien dice: «Esta iglesia dice ser la Iglesia de Dios, pero parece una dictadura», yo le digo: «¿Por qué te ha costado tanto darte cuenta? La Iglesia es una dictadura por naturaleza. Quien está bajo un dictador es otro dictador, un dictador que sigue los deseos del Espíritu. Un verdadero líder es alguien que no permite nada más que los deseos del Espíritu».
Ahora, queridos hermanos, sigamos los deseos del Espíritu. Dios despierta en nosotros deseos espirituales y cuando lo hace, deben seguirlos. En vez de extinguir los deseos del Espíritu, deben seguirlos. Dios nos advirtió que no debemos mordernos y devorarnos los unos a los otros, sino que debemos seguir los deseos del Espíritu para no ser consumidos.
Si en vez de querer difundir el Evangelio del agua y el Espíritu y estar interesados en salvar almas, estamos demasiado ocupados exaltándonos a nosotros mismos, discutiendo quién es mejor, obstruyendo la difusión del Evangelio o estropeando la reputación de los demás con rumores, estaremos en contra del Espíritu Santo. Esto es pedir la destrucción y seguir los deseos de la carne. Las muchas religiones del mundo y los valores seculares no nos dejan en paz a los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Como no seguimos los deseos de la carne, somos débiles en términos carnales. Así que deberíamos darnos cuenta de cómo el mundo intenta atacarnos en estos puntos débiles. Les pido que no permitan que nada les lleve por el mal camino.
La Biblia llama a los seguidores de las religiones del mundo «cazadores vigorosos» (Génesis 10, 9). Un cazador dispara a un animal, pero un cazador vigoroso caza las almas de la gente. Estos no son más que los siervos del Diablo. Su ministerio principal es oponerse a la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu e impedir que se difunda. Son los seguidores de los deseos de la carne que consideran que construir una iglesia grande para reunir a muchos miembros es un ministerio con éxito.
Si alguien predica el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios, debemos respetarle. No hay otra obra tan preciosa y que valga tanto la pena como difundir el Evangelio del agua y el Espíritu. Aunque hay mucha gente de este mundo invoque la Palabra de Dios cuando predica, pocos predican la Verdad de la remisión de los pecados con el Evangelio del agua y el Espíritu. Por muy bueno que sea un pastor predicando sus sermones, si no predica el Evangelio del agua y el Espíritu en ellos, no se le puede considerar un buen predicador.
Por muy bueno que sea un predicador, no es tan valioso como los que predican el Evangelio del agua y el Espíritu. Así que mucha gente propaga falacias porque no saben lo que es valioso y cuál es la verdadera voluntad del Señor. Andar en el Espíritu Santo y seguir Sus deseos es la voluntad de Dios, pero esta gente no se da cuenta y siguen discutiendo día tras día sobre cuestiones triviales, se levantan contra Dios e intentan hacer daño a los que difunden el Evangelio del agua y el Espíritu. Esto no es lo que deberían estar haciendo y ustedes no deben ser como esta gente. En vez de hacer daño a los que predican el Evangelio del agua y el Espíritu, deberíamos darles el respeto que se merecen.
Para no seguir los deseos de la carne y no satisfacerlos debemos seguir los deseos del Espíritu. Si seguimos estos deseos, será imposible que satisfagamos los deseos de la carne, porque nadie puede satisfacer completamente dos deseos opuestos a la vez. Cuando salen a testificar a la hora del almuerzo, ¿pueden echarse una siesta al mismo tiempo? No, no pueden. Si siguen los deseos del Espíritu, es sólo cuestión de tiempo que no puedan seguir los deseos de la carne. En otras palabras, si seguimos los deseos del Espíritu, los deseos de la carne desaparecen naturalmente, porque nadie puede predicar la Palabra y pecar al mismo tiempo.
Superamos los deseos de la carne, pero no con nuestros propios esfuerzos, diciendo: «Lucharé y superaré los deseos de la carne». En realidad cuando seguimos los deseos del Espíritu ya no caminamos en los deseos de la carne. Cuando seguimos los deseos del Espíritu, los deseos de la carne ya no pueden actuar y los deseos del Espíritu vencen. Si estuvieran en un combate de boxeo y su rival no apareciera, ganarían y el cinturón del campeón sería suyo. Del mismo modo si hacemos la obra de Dios diligentemente, no habrá tiempo para satisfacer los deseos carnales y por tanto los deseos del Espíritu nos gobernarán.
Cuando salimos a dar testimonio, ¿cómo podemos sentarnos en una cafetería de un centro comercial? Cuando estamos trabajando duro para reunir recursos para servir al Evangelio, ¿cómo podemos encontrar tiempo para ir a ver una película el fin de semana? Como no hay tiempo para esto, abandonamos los deseos de la carne. Así es como podemos vencer los deseos de la carne fácilmente. Por eso debemos seguir los deseos del Espíritu y fomentarlos. «Aunque esto es todo lo que puedo hacer para servir al Señor por ahora, quiero servirle más». Debemos alimentar este deseo.
Los deseos del Espíritu se despiertan en mí muy a menudo. El día en que el Señor volverá está cerca. Así que es muy frustrante no poder satisfacer todos los deseos del Espíritu. Publicar tantos libros como sea posible es un deseo del Espíritu Santo. ¿Con qué recursos económicos podemos publicar los diferentes tipos de literatura sobre el Evangelio y libros de crecimiento espiritual? Si fomentamos y alimentamos estos deseos del Espíritu Santo, no hay ninguna razón por la que no podamos encontrar estos recursos económicos, ni por la que no podamos publicar nuestros libros por todo el mundo en todos los idiomas.
Hasta ahora hemos publicado 200 títulos en docenas de idiomas. Hemos invertido mucho dinero en este ministerio. Todo esto es el resultado de los deseos del Espíritu. Levantar iglesias también es el resultado de los deseos inspirados por el Espíritu. Nos preguntábamos cómo establecer iglesias por toda Corea, pero como nuestros corazones tenían los deseos del Espíritu, alcanzamos nuestro objetivo. Decididos a cumplir esta obra, establecimos nuevas iglesias por fe, porque queríamos salvar a muchas almas. Gracias a los deseos del Espíritu que surgen en nosotros enviamos misioneros a China para salvar al pueblo chino del pecado.
El que intentemos predicar el Evangelio por todo el mundo es el resultado de los deseos que nos provoca el Espíritu Santo. Como nuestro Señor dijo: «Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hechos de los Apóstoles 1, 8), nuestro Dios quiere salvarnos a todos de nuestros pecados. Para apreciar y obedecer la voluntad de Dios debemos seguir los deseos del Espíritu. Por eso no debemos tener ningún deseo carnal, sino un gran deseo provocado por el Espíritu Santo en cuestiones espirituales.
Nuestra Misión empezó su ministerio en el mundo bastante tarde. Pero a pesar de ello, ha crecido hasta hacerse más grande que cualquier otra organización misionera. No estoy alardeando de que nuestra iglesia sea más grande que cualquier otra comunidad cristiana, pero como hemos seguido los deseos del Espíritu hemos podido predicar el verdadero Evangelio por todo el mundo. Los cristianos del mundo no tienen el Evangelio del agua y el Espíritu, y por tanto no pueden progresar espiritualmente.
Si trabajamos duro durante 3 años más, cubriremos el mundo entero con el Evangelio del agua y el Espíritu. Esto se cumplirá sin falta, porque es el deseo del Espíritu Santo. Sin embargo las iglesias del mundo no están guiadas por el Espíritu Santo ni tienen líderes espirituales. Nosotros, por el contrario, creemos en la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto cumpliremos la voluntad de Dios según los deseos del Espíritu.
Deseamos predicar esta Verdad, el Evangelio del agua y el Espíritu, a todo el mundo y lo estamos haciendo. Y queremos predicar este Evangelio en Corea para que todos escuchen este Evangelio del agua y el Espíritu sin excepción. Como la lluvia que cae del cielo para humedecer la tierra y todas las formas de vida se refrescan con ella, nosotros predicaremos el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo para que todos escuchen este verdadero Evangelio por lo menos una vez. Queremos que todo el que quiera nacer de nuevo obtenga la remisión de los pecados. Deseamos que todo el mundo sea salvado de sus pecados. No queremos perder ni un alma. Queremos que todos escuchen el Evangelio del agua y el Espíritu. Estos son los deseos del Espíritu Santo que surgen en nuestros corazones.
Todos nosotros debemos vivir según los deseos del Espíritu. Como la gente no vive según estos deseos, sino según los deseos de la carne, están muriendo.
Si seguimos los deseos del Espíritu Santo todo lo podemos en Cristo porque nos fortalece (Filipenses 4, 13). Cuando construíamos un refugio, nuestra situación económica era tan precaria que tuvimos que parar la construcción por faltarnos unos pocos miles de dólares. Entonces oré a Dios para que nos diera 30 millones de dólares para predicar el Evangelio por todo el mundo. Mis compañeros me decían que cuando escuchaban mis plegarias, se preguntaban: «¿De dónde sacaremos tanto dinero?». Sin embargo, hasta ahora Dios nos ha proporcionado muchos recursos económicos de maneras increíbles que nos han permitido seguir con nuestra obra. Ahora, cuando pienso en ellos, siento no haberle pedido más dinero.
Debemos tener deseos espirituales. Debemos vivir con los deseos del Espíritu Santo. En vez de envidiarnos los unos a los otros o pelearnos por los méritos o desméritos de la carne, debemos vivir según los deseos del Espíritu, por nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. De verdad debemos andar en los deseos del Espíritu. Para nosotros vivir según los deseos del Espíritu Santo es lo bonito y precioso. Hemos encontrado esta gracia de Dios. Por eso el Apóstol Pablo nos pidió que viviésemos según los deseos del Espíritu Santo que Dios nos ha dado.
Ahora mismo estamos estudiando en la Mission School y la razón por la que estamos llevando a cabo esta tarea es que queremos que vivan por los deseos del Espíritu. Y ahora nosotros estamos viviendo según los deseos del Espíritu. Si hubiéramos confiado en las ofrendas para construir nuestro ministerio, ¿habríamos podido establecer la Iglesia de Dios por todo el mundo o publicar y distribuir tantos libros sobre el Evangelio? No. Hoy en día nuestros santos lo tienen difícil para seguir adelante y por eso no pueden traer muchas ofrendas a la iglesia. A no ser que hayan dedicado toda su vida a servir al Señor, tienen que cuidar de sus familias y traer lo que les sobre como ofrenda, por eso tienen un límite. Como no pueden traer ofrendas sin cuidar de sus familias, tienen un límite. Así que si lo dejamos todo en manos de las ofrendas de los santos, no podemos hacer nada y por eso los obreros debemos encontrar recursos económicos para hacer nuestro propio trabajo.
Gracias a que nuestros obreros dedican sus vidas a servir al Evangelio, trabajan juntos para encontrar recursos económicos y los ofrecen para apoyar nuestro ministerio, siempre tenemos fondos. Pero los recursos de nuestra misión siempre disminuyen. La razón es simple: estamos tan llenos de los deseos del Espíritu que lo gastamos todo en salvar almas. Cuando los deseos del Espíritu abundan en nuestros corazones, los recursos económicos aumentan. No trabajamos para construir una mega iglesia con montones de gente, sino que queremos predicar el Evangelio de Verdad a otras almas para llevarlas a la salvación y guiar a los salvados hacia vidas justas, y por eso Dios está contento con nosotros y nos proporciona abundantes recursos económicos. Por el hecho de haber difundido el Evangelio en Corea construyendo iglesias y predicando el Evangelio por todo el mundo gracias a nuestro ministerio de literatura, nuestras vidas como justos se deben dedicar a construir iglesias, publicar y difundir libros para el crecimiento espiritual de todo el mundo.
Hay un proverbio occidental que dice: «Si un hombre sabio no lee un libro aunque sea sólo un día, le sale una llaga en la boca». Del mismo modo, si no hacemos la obra de Dios aunque sea por un día, no tenemos motivos para vivir en este mundo. Hagamos lo que hagamos, debemos llevar a cabo la obra de Dios y sólo entonces tendremos gozo en nuestras vidas. Ya publiquemos libro o busquemos recursos económicos, debemos hacerlo por la difusión del Evangelio de Dios. Sólo entonces tendrán sentido nuestras vidas; si por el contrario, vivimos por nuestra carne, no tendremos apetito. Esto se debe a que el Espíritu Santo dentro de nosotros no se complace si los justos viven sólo por la carne.
Todos los que han nacido del nuevo por el agua y el Espíritu deben vivir según los deseos del Espíritu.