Search

उपदेश

Tema 18: Génesis

[Capítulo 2-11] La Iglesia establecida por Dios (Génesis 2, 18-25)

La Iglesia establecida por Dios(Génesis 2, 18-25)
«Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él. Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban». 
 
 
Dios creó el Jardín del Edén, el Paraíso. Dios creó el Paraíso y creó todo tipo de cosas placenteras en él y le pidió a Adán que no comiese del árbol del conocimiento del bien y del mal. Dios dijo: “El día que comáis de él, moriréis”. Esto implica que la persona que no crea en la justicia de Dios no puede vivir en al Jardín del Edén. También significa que solo la persona que haya nacido de nuevo por la Palabra de Dios puede vivir en el Jardín del Edén. 
Dios creó el Jardín del Edén, pero solo los que han nacido de nuevo pueden vivir en el Paraíso. Esta Palabra puede parecer contradictoria pero no lo es. Dios creó el Jardín del Edén en esta tierra e hizo que solo la persona que cree en la Palabra de Dios pueda vivir en el Paraíso y la persona que no cree en Su Palabra sea expulsada. Por tanto, esto es justo. Dios hizo que pudiésemos ir al Reino de los Cielos a través de la fe en la Palabra de Dios. 
Adán vivía solo en el Jardín del Edén. Eva todavía no estaba allí. Pero Dios no estaba contento viendo a Adán solo en Su Reino. Esto implica que Dios quería estar junto con Su Hijo y nosotros. Dios quiso vivir con Su Hijo y con los que han recibido la remisión de los pecados y convertirnos en hijos de Dios en el Jardín del Edén para siempre. Dios quiso que el Jardín del Edén estuviese lleno de las personas justas. Hizo que pudiésemos vivir en el Reino de Dios juntos como lo hacemos ahora en este mundo. Jesucristo no vive solo con Dios Padre y el Espíritu Santo, sino que vive con los que se han convertido en hijos de Dios al creer en el Evangelio de Dios, el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios quiso vivir con los que se convirtieron en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, los que tienen el Espíritu Santo en sus corazones. Por tanto, Dios vio que no era bueno que Adán estuviese solo en el Jardín del Edén. Y Dios decidió crear una compañera para ayudar a Adán. 
Adán era el maestro del Jardín del Edén en aquel entonces. Adán nombró todas las cosas del Jardín del Edén. Y Adán nombró a todos los seres vivos. Y el Señor Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él». Aquí, debemos entender por qué Dios quiso crear una ayudante para Adán. ¿No es mejor estar acompañado que solo? Un hombre está más contento con su esposa que solo. Por tanto, la Palabra de Dios es correcta física y espiritualmente. 
Entonces, ¿cómo creó Dios a la mujer? Adán no tenía una esposa que le ayudara y por tanto Dios sumió a Adán en un sueño profundo. Entonces, Dios tomó una de las costillas de Adán y la llenó de carne y así creó a Eva. Entonces Dios se la llevó a Adán. Adán vio a la mujer y exclamó: 
«Esto es ahora hueso de mis huesos 
y carne de mi carne; 
ésta será llamada Varona, 
porque del varón fue tomada». Está escrito: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban» (Génesis 2, 24-25). 
Nuestro Dios creó la Iglesia de Dios. ¿Cómo creó Dios a las esposas de Jesucristo? Dios las creó con una parte del cuerpo de Jesús. Cuando Dios creó a la mujer de Adán, cuando Dios creó a Su pueblo, no los creó con la tierra. Dios creó a Eva de la costilla de Adán. Esto significa que Dios nos hizo hijos Suyos al darnos a Su único Hijo Jesucristo; nos adoptó como hijos Suyos a través del sacrificio de Su hijo al eliminar nuestros pecados y darnos la salvación. Por tanto, Dios tomó una costilla de Adán y creó a Eva. Dios creó a la esposa de Adán del propio Adán. Dios nos creó con Su amor. Por Su amor, Dios creó a Su pueblo y a Sus hijos. 
 
 

Dios nos dio el Espíritu Santo

 
Dios nos dio el Espíritu Santo a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Dios creó a la Eva espiritual. En otras palabras, Dios quiso crear Su Iglesia. Desde el principio de Su creación, Dios quiso plantar Su Iglesia donde la gente que ha recibido la salvación y donde los hijos de Dios viven juntos y alaban a Dios. Esto significa que Dios quiso crear Su Iglesia donde las esposas viven juntas. Dios creó a Eva para que viviese con Adán. Dios creó primero a las personas sin pecado para hacernos novias de Su Hijo, el verdadero Dios. ¿Cómo nos creó Dios como novias Suyas? ¿Cómo nos convertimos todos en novias de Jesucristo? Dios borró todos nuestros pecados para hacernos novias de Jesucristo espiritualmente. Solo las personas que no tienen pecados pueden vivir con Dios. Por eso Dios eliminó nuestros pecados. El Señor eliminó nuestros pecados. 
Debemos convertirnos en las esposas de Adán por fe. Adán simboliza a Jesucristo espiritualmente (Romanos 5, 14). No debemos tener pecados si queremos convertirnos en novias de Jesucristo. Por eso nuestro Señor vino a este mundo y recibió todos nuestros pecados en Su carne a través de Su bautismo y recibió el juicio en nuestro lugar. Las Escrituras dicen: «Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía» y esta es la Palabra de la revelación que dice que el Señor sufriría el sacrificio para redimir todos nuestros pecados. 
Dios ha borrado nuestros pecados. Dios nos hizo Sus hijos a través de Jesucristo, quien es parte de Dios Padre. Dios sumió a Adán en un sueño profundo y después tomó una de las costillas de Adán y creó a la mujer. Un hijo es la otra parte del padre, ¿no? Así que Jesucristo era parte de Dios Padre. Esto quiere decir que Dios Padre nos creó a través de Su Hijo, quien es parte de Él. 
Cuando leemos el Libro del Génesis, los que no tienen el Espíritu Santo no entienden lo que quiere decir. La Palabra que dice que Dios creó a Eva significa que Dios creó la Iglesia de Dios. Sin embargo, algunas personas cuestionan por qué esta Palabra significa eso. Por tanto, debemos intentar interpretar esta Palabra según el comentario de las Escrituras, por ejemplo, Efesios 5, 22-33. Hay mucha Verdad y revelación espiritual en las Escrituras. Sin embargo, los que no creen en la Palabra de Dios no pueden recibir la salvación del pecado aunque les demos las revelaciones de Dios claramente antes sus ojos una por una. Esto se debe a que la carne es carne y el espíritu es espíritu. 
Adán vio a Eva y dijo: «Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada». Dios llamó a la mujer Eva. Eva significa madre de la humanidad. Dios nos llama santos porque hemos sido purificados de nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Y la Iglesia de Dios es la reunión de todos los santos. 1 Corintios 1, 2 dice: «A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro». Así que solo los que se han convertido en justos al creer en la Palabra de Dios, los que han sido redimidos de sus pecados a través de Jesucristo, son santos. Las Escrituras ahora declaran: “Será llamada varona”. ¡Qué Verdad tan maravillosa! Dios nos llama santos después de recibir la salvación en Jesucristo. La palabra santo significa una persona que no tiene pecados y por tanto es pura. Así que la palabra santos significa el pueblo elegido de Dios. 
La última parte de las Escrituras de hoy dice: «Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban». Es natural que un hombre deje a sus padres espiritualmente. Está bien que una persona deje a sus padres de la carne y viva como una persona justa al ir a Jesucristo y recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿Lo entienden? Una persona que nace en este mundo en la carne no debe vivir solo como un ser humano, sino que debe casarse con Jesucristo a través del Evangelio del agua y el Espíritu y vivir con el Salvador Jesucristo. Debemos convertirnos en un cuerpo con el Señor al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y convertirnos en el pueblo de Dios y en los santos del Reino de Dios. Y las Escrituras dicen: «Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban». Un matrimonio no se avergüenza de estar desnudo en la intimidad, y la gente que ha recibido la remisión de los pecados no se avergüenza aunque sus debilidades y fallos se revelen ante el Señor. 
En Génesis 2, Dios creó a los santos y formó la Iglesia. Dios creó a Adán en el Jardín del Edén y le hizo vivir en el Paraíso al comer del fruto del árbol de la vida. Esta es la Verdad. Es la voluntad de Dios que no haya una manera de vivir en el Reino de Dios si no creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Una persona que no haya nacido de nuevo por el Evangelio del agua y el Espíritu no puede vivir en el Jardín del Edén. Y Dios hizo que no fuese posible convertirse en una persona justa a través de los pensamientos carnales. Podemos convertirnos en personas nacidas de nuevo solo a través de Jesucristo. De la misma manera en que Eva fue creada del cuerpo de Adán, nuestra salvación se cumple a través del Evangelio del agua y el Espíritu cumplido por Jesucristo. Dios perfeccionó nuestra salvación a través de Su Hijo Jesús. Ni siquiera un 0,001% de nuestros esfuerzos pueden afectar nuestra salvación. Una persona no puede ser justa a través de sus esfuerzos, y el pecado no se redime al ofrecer oraciones de penitencia, diciendo: “¡Perdóname por este pecado! Señor, perdona mis pecados”. Si una persona insiste en que ha recibido la remisión de los pecados a través de sus esfuerzos, no es la salvación sacada de las costillas de Adán. Esto es como insistir en que Dios tomó la sustancia de la tierra y creó a Eva de ella. 
 
 

Dios tomó una de las costillas de Adán y creó a la mujer

 
Esto nos dice que Dios nos creó a través de Jesucristo, que estaba en el seno del Padre. Dios Padre borró todos nuestros pecados a través de Jesucristo. Los justos somos obras maestras de Dios. Si un 0,0001% de nuestros elementos humanos entran en nuestra salvación, no puede ser perfecta ni completa. En otras palabras, nuestros pecados no desaparecen solo por pedirle a Dios que nos perdone. La noción de que un hombre se hace perfecto a través de sus esfuerzos es una mentira de los pensamientos humanos. Nos hemos convertido en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y estar limpios. Ni una jota de los esfuerzos humanos ha contribuido a la salvación de Dios. Sin embargo, la gente ofrece oraciones de penitencia para recibir la remisión de los pecados incluso después de creer en Jesús, porque no conoce la Palabra de Dios bien y no cree en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esta es la doctrina que va en contra de la Palabra de Dios. 
¿Desaparecen nuestros pecados solo por ofrecer oraciones de arrepentimiento? Los que creen en esta doctrina son personas que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Nuestros corazones se limpian por fe al creer en que Jesucristo ha borrado nuestros pecados. La Palabra en Hechos de los Apóstoles 2 dice: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo».
Recibimos la remisión de los pecados a través de la fe. Recibimos la remisión de los pecados a través de la fe en Jesucristo porque no podemos recibir la salvación a través de nuestros méritos. Todo el mundo recibe la salvación de los pecados y se convierte en esposas de Jesucristo al creer en la perfecta salvación que Dios creó con las costillas de Adán. Todo el mundo se convierte en esposas de Jesús al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y en parte del pueblo de Dios. 
A través del pasaje de las Escrituras de hoy, debemos entender la Palabra de Dios que nos enseña que Dios Padre creó Su Iglesia y a los santos. Y debemos entender cómo es la Iglesia de Dios. La iglesia de Dios es el lugar donde la gente que se ha convertido en el pueblo de Dios a través de la Palabra de Dios se reúne y adora a Dios. La Iglesia de Dios es el lugar santificado por la Palabra de Dios. Dios tomó una costilla de Adán y creó a Eva y después la llenó con la carne. Eva fue creada de una de las costillas del hombre. 
Como está escrito en Juan 1, 14: “Y la Palabra se hizo carne y vivió entre nosotros”, Jesucristo vino en la carne de un hombre y nos salvó de todos nuestros pecados. Jesucristo nos salvó a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Dios tomó una de las costillas de Adán y cerró la carne en su lugar. Esto se refiere a la parte que nos habla de como Dios nos creó, la Iglesia de Dios. Debemos entender que Dios nos ha hecho miembros de Su Iglesia. 
Entonces, cuando preguntamos qué es la Iglesia de Dios y qué tipo de persona es un santo, podemos decir que la Iglesia es el lugar donde los santos que han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu viven juntos. La Iglesia de Dios es el lugar donde adoramos a Jesucristo y vivimos con Él, y es correcto que la gente de Dios deje a sus padres y vaya a Jesucristo y reciba la salvación. Está escrito en el pasaje de las Escrituras de hoy: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» y esto significa que debemos unirnos con la Iglesia de Dios, que es el cuerpo de Cristo, y unirnos a la Palabra de Dios. La persona que ha recibido la remisión de los pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu es santa. Dios dijo: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» y quien se una a la Iglesia, que es el cuerpo de Jesucristo, puede convertirse en un solo cuerpo con Él. 
Jesucristo nos ha salvado a través de Su Iglesia. Jesucristo obra en todas las áreas dentro de la Iglesia de Dios, el cuerpo de Cristo. El que una persona reciba la salvación o no depende de si se une a la Iglesia de Dios o no. Por tanto, la persona que se levanta contra la Iglesia de Dios está contra Dios y se distancia de Dios. 
Dios nos habla sobre cómo unirnos. Dios nos está diciendo que debemos unirnos después de recibir nuestra perfecta salvación. Así que Dios dice: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne». Dios lo ha cumplido todo. Dios creó a Su Iglesia y Sus santos. Dios creó a Eva y se la llevó a Adán; e hizo que el hombre dejase a sus padres y se uniese con su mujer en un cuerpo. 
Debemos unirnos con la Iglesia de Dios. Si quieren convertirse en la esposa de Jesucristo, debemos unir nuestros corazones con la Iglesia, la Esposa de Cristo. Debemos unir nuestros corazones con los santos de Dios y con Sus siervos. Esta es la verdadera unión. Los nacidos de nuevo que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu deben librarse de sus pensamientos humanos, deshacerse del mal, la suciedad y la incredulidad que hemos heredado de Adán y unirse con la Iglesia de Dios, el cuerpo de Cristo. Y debemos unirnos con los líderes de la Iglesia. Debemos entender lo importante que es esta unión. No podemos convertirnos en un cuerpo con Jesucristo si no nos unimos con Su Iglesia. 
Unirse a la Iglesia es el secreto para convertirse en uno con Jesucristo. Convertirse en una persona con Jesucristo es un atajo par recibir las bendiciones del Cielo. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, nos hemos convertido en hijos de Dios, en uno con Jesús, y en hijos de Dios porque Jesucristo es el Hijo de Dios. Hay muchos cristianos que no se han unido con la Iglesia de Dios, y hay muchas iglesias que no son de Dios. Cuando no se unen a la Iglesia de Dios, no pueden convertirse en uno con el Señor y se distanciarán de Dios. ¿Acaso no hay personas que se levantan contra ustedes? Se distancian de Jesucristo cuando no se unen con nosotros, los que hemos nacido de nuevo de verdad. Por eso Jesucristo dijo: «A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos» (Juan 20, 23). 
El Señor dio la autoridad de perdonar los pecados de la gente a la Iglesia de Dios. Aunque Jesucristo eliminó todos los pecados del mundo, es la Iglesia de Dios, el cuerpo de Cristo, quien predica las buenas noticias de que Cristo ha borrado todos sus pecados. La Iglesia de Dios hace esta obra. En otras palabras, los siervos de Dios hacen esta obra. La gente iría directamente al infierno si los siervos de Dios se callasen. Por tanto, espero que entiendan lo importante que es unirse a la Iglesia de Dios. Deben entender lo importante que es unirse con la Iglesia de Dios que Dios aprueba, la Iglesia en la que el Espíritu Santo está obrando. Por tanto deben aprender a unirse con la Iglesia. 
Dice: “Se convertirán en una carne”. Nos hemos convertido en las esposas del Señor y los siervos de Dios al unirnos con Cristo. Debemos entender lo importante que es está unión. ¿Creen que se han convertido en quienes son con sus propias fuerzas? ¿Creen que se han convertido en personas perfectas al convertirse en Sus esposas cuando recibieron el Evangelio? Cuando no se unen a la Iglesia, las aguas vivas de la vida no entran en ustedes continuamente y se secan enseguida. La rama se seca y muere cuando no está unida a la viña. 
Dios levanta a Su pueblo y a Sus obreros para establecerlos como Sus siervos. Dios obra en Su Iglesia a través de Sus siervos en Sus manos. A menudo experimentamos cosas inusuales en la Iglesia. Uno de nuestros ministros me dijo una vez que había visto a Dios obrar con él y ayudarle muchas veces mientras trabajaba en la Mission School. Y dijo que no había apreciado a la Iglesia mientras estaba allí, pero después de pasar algún tiempo solo en el campo de las misiones, quiso con todas sus fuerzas estar con la Iglesia, y por tanto, estaba muy agradecido a Dios por haber llegado a la Iglesia y haber escuchado la Palabra. Esa es la unión con la Iglesia: los siervos de Dios que han creído primero deben unirse a Dios, y los que han creído después también deben unirse a ellos. Entonces, Dios corrige sus fallos y les hace obreros Suyos, las estrellas del cielo. Los que se han unido con el Señor son las estrellas que iluminan la oscuridad de la noche. Dios proporciona cosas materiales y obra en la gente que se ha unido a la Luz. Esto es maravilloso. 
Dios nos ha hecho Sus siervos. Debemos quedarnos quietos hasta que Dios nos establezca como Sus siervos. Y todavía hay un orden mientras nos hace Sus siervos. Dios obra en la Iglesia a través de todas las partes del cuerpo. Las Escrituras dicen: «Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.» (Efesios 4, 15-16). 
Jesucristo es la cabeza de la Iglesia. A través de la cabeza, cada miembro de la Iglesia recibe una orden, se mantiene conectado y ayuda a satisfacer las necesidades de los demás mientras reciben fuerzas los unos de los otros mientras viven por fe. Vivir con fe de esta manera es la unión con la Iglesia. Entienden lo que es unirse, ¿verdad? Debemos unirnos y predicar el Evangelio. Dentro del orden, dentro de la Palabra, dentro de la Verdad, debemos predicar esto uniéndonos a Jesucristo. 
Dios ha obrado en nosotros. Todavía me parece un milagro cuando pienso en cómo Dios me ha traído hasta aquí. Ni siquiera podría haber soñado con venir a esta congregación. Hace 25 años estaba en un hospital católico. Estuve en un hospital de la Iglesia Católica durante 9 meses porque estaba enfermo. En el hospital había muchas monjas. La directora del hospital era una monja y yo me enfadé mucho cuando escuché el contenido de lo que les enseñaba a los pacientes. Pensaba: “Eso no está bien. ¡Qué ladrones! Puede que curen las enfermedades del cuerpo, pero están llevando a las almas al infierno. ¿Cómo pueden hacer eso?”. Y entonces una ira justa surgió en mi corazón. Así que oré a Dios sinceramente: “Dios, por favor, sálvalos. Sálvalos de esta trampa. ¿Cómo puede pasar esto en este mundo? ¿Cómo pueden darle un trozo de pan a la gente pera destruir sus almas?”. 
Durante 9 meses me di cuenta de que tenía que salvar a estos católicos. No iba a la misa demasiado a menudo. Iba junto a la chimenea detrás de la cocina a la hora de la misa porque era un invierno frío. Solía sentarme en una bolsa de paja y orar. Y estudié durante los 9 meses que estuve en el hospital. Leí muchos libros de San Damián o San Francisco. Había una biblioteca y leí muchos libros protestantes y católicos durante los 9 meses. Entendí a la perfección el cristianismo en mi estancia en el hospital. Simplemente comía y leía los libros a diario. Me dijeron que me hiciese sacerdote. Pero les dije que no quería. Me dijeron que entonces me echarían. Les dije: “Adelante. Echadme si queréis. Pero os estoy hablando desde mi corazón”. Pero luego les empecé a caer bien. Y me curé por completo y estudié todo lo que quise durante 9 meses. Oré: “Dios, sálvame. Ayúdame a compartir el Evangelio con estos católicos”. Y aunque pasó mucho tiempo, les llegué a conocer a ustedes, los que salieron de la Iglesia Católica como oré. 
Después de salir del hospital católico, entré en un seminario teológico, me casé y serví al Señor, pero una vez más me sentí desilusionado estudiando teología. Las enseñanzas del seminario estaban llenas de cosas sin sentido y me sentí confuso y lleno de conflictos internos. En los seminarios no tienen que aprender, sino simplemente conseguir los créditos necesarios. Si hay una cosa que he aprendido espiritualmente es que no puedo hacer nada si no conozco la Palabra de Dios. Y me di cuenta de que no conocía las Escrituras; y que no podía escapar de mi nivel porque no entendía nada de la Palabra por mucho que leyese las Escrituras. Así que empecé a estudiar las Escrituras en profundidad. 
En aquel entonces agonizaba tanto por mis pecados y cuanto más creía peor me sentía por los pecados de mi corazón. Sufría tanto por mis pecados personales que leía muchos libros para apagar el fuego de la agonía con el conocimiento de las Escrituras, pero al final no podía dejar de leer los libros. Solía leer la Biblia con un corazón puro y buscaba otras referencias cuando había algo que no entendía, pero no podía encontrar respuestas aunque buscase en todo tipo de libros de Teología. Busqué en los libros de referencia con la esperanza de encontrar algo, pero no encontraba respuestas. Estaba muy decepcionado. Todas esas figuras famosas en la comunidad cristiana no sabían nada. Cuando quería buscar la respuesta a algo que no sabía, no había respuesta. Me pasaba lo mismo con todos los predicadores y teólogos. Todos sus libros populares eran iguales. Así que empaqueté todos esos libros y los guardé. 
Estaba preocupado por los pecados de mi corazón, pero no había nadie que me pudiera dar una solución. Había muchos profesores y pastores que eran reconocidos como hombres de fe que conocían las Escrituras bien. Intenté escuchar sus enseñanzas y buscar pistas que me llevasen a las respuestas, pero no las encontré. Por tanto, no me sometí a las enseñanzas de ningún teólogo famoso. Refutaba sus enseñanzas con la Palabra cuando no hablaban basándose en la Palabra. Cuando hablaba con la Biblia abierta, no me echaba a través por muy famosa que fuese la persona con la que hablaba. Se quedaban sin habla cuando veían a alguien como yo en la comunidad cristiana en esos días. Pero los pecados de mi corazón no desaparecieron. Era inútil conversar con ellos sobre diferentes temas de la Palabra. 
Sabía muchas cosas además del Evangelio del agua y el Espíritu. Me di cuenta de que todo lo que sabía no era más que basura y lo dejé todo ante el Señor y oré sinceramente. Me rendí ante Dios y empecé a examinar mi fe. Entonces escuché la Palabra en una reunión de resurgimiento en una iglesia. Predicaron el Evangelio diciendo: “Como Jesús ha cargado con todos los pecados del mundo, todos sus pecados del pasado, presente y futuro han sido eliminados”. Pero en realidad, esa es la enseñanza de los evangélicos. No me sentí desorientado porque no lo sabía. 
Así que le pregunté a uno de los hermanos que estaba siendo formado en la reunión que compartiese el Evangelio conmigo. Entonces, me explicó el sistema de sacrificios del Tabernáculo del Antiguo Testamento y pasó al Nuevo Testamento y me pidió que leyese Mateo 3, 13-17. Mientras leía el pasaje, el Espíritu Santo me quitó las vendas de los ojos espirituales. “Oh, al haber hecho esto, Dios dijo que debía cumplir toda justicia. Jesús tomó todos los pecados sobre Sí mismo al ser bautizado”. Entonces le dije al hermano que estaba predicando que parase y caí profundamente en la Palabra. La piedra de la Verdad cayó en el lago de mi corazón. Entonces una ola de serenidad empezó a propagarse por mi corazón. “Ah, Dios ha cumplido nuestra salvación a través de este ministerio”. 
Entonces, leí Juan 1, 29 de nuevo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Y calculé. Cuando una persona comete pecados, llamamos a esos pecados “pecados personales”, pero distinguir nuestro pecado original de nuestros pecados personales no sirve de nada. Cuando una persona nace, es normal que sus pecados le molesten. ¿Les molestan sus pensamientos malvados? ¿Sienten agonía cuando tienen pecados malvados? No. He cometido muchos pecados hasta ahora. Todos los pecados que he cometido desde que tenía 1 año hasta los 10, desde los 11 hasta los 20, y todos los pecados de mi vida deben estar incluidos en los pecados del mundo, pero pensaba que Jesús había borrado solamente mi pecado original y que todavía tenía pecados personales. Pero, todos los pecados fueron eliminados completamente con la Palabra: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. A través del bautismo de Jesús que recibió mediante la imposición de manos, todos mis pecados fueron pasados a Jesús junto con los pecados del mundo. Mi corazón fue completamente liberado de los pecados. Mi corazón fue lavado completamente. Y el Espíritu Santo entró en mi corazón después de esto. 
Después me di cuenta de que todas las cosas que había aprendido eran simplemente levadura y no justicia. Y les decía a la gente que su fe era correcta o incorrecta según el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto, no pude permanecer con mis colaboradores del pasado. Yo era una persona muy agradable. Pero tuve muchas peleas después de recibir la remisión de los pecados. Empecé a predicar el Evangelio después de que los pecados de mi corazón fuesen eliminados. Muchas personas empezaron a aceptar en sus corazones el siguiente mensaje: «Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio» (Hechos de los Apóstoles 3, 19). 
Pero los que volvieron a su antigua iglesia después de recibir la remisión de los pecados dijeron cosas como: “¿Quién puede estar sin pecados? No lo puedo creer”. Yo les dije: “Entonces, vamos. Vamos a hablar con el pastor de vuestra iglesia. Vamos a tener una conversación. Si Jesús eliminó los pecados, no hay pecados. Decir que todavía hay pecados es solo su opinión”. Yo solía discutir tanto que no podía ser educado con la gente que rechazaba el Evangelio con tanta resistencia. Tenía que pelear con ellos porque estaban matando continuamente a la gente que había recibido el Evangelio. Por tanto, libré muchas batallas espirituales. Me dolía tanto que quería morir cuando me echaban atrás porque eran más que yo. Me dolía porque se me tiraban encima con la fuerza de sus denominaciones aunque tenía la Verdad. Quería maldecirles y decir: “Sucios cobardes”. 
Solía discutir tanto que no podía ser educado con las personas que estaban rechazando el Evangelio. Tenía que discutir con ellos porque seguían matando a las personas que habían recibido el Evangelio. Por tanto, luché muchas batallas espirituales. Estaba tan dolido que quería morirme cuando me empujaban hacia atrás. Estaba dolido porque se tiraban sobre mí con la fuerza de sus denominaciones aunque tuviera la Verdad. Quería maldecirles y llamarles cobardes sucios. 
Pero Dios me hizo predicar este Evangelio por todo el mundo. Después de algunas vueltas del destino acabé viviendo en una pequeña ciudad portuaria llamada Sokcho, en la parte noreste de Corea. Mi familia tenía problemas económicos, el viento soplaba muy fuerte y mi corazón estaba desolado y solitario. La ciudad era como una zona rural en las afueras de la gran ciudad en la que crecí. Oré a Dios: “Dios, no puedo vivir en este tipo de ciudad. No estoy hecho para este tipo de vida en una ciudad pequeña. Dios, siempre he vivido en grandes ciudades. ¿Cómo puedes hacer que viva en una ciudad así? ¿Me has abandonado? ¿Por qué me has enviado a un lugar así?”. Pero el Señor no me abandonó. 
Al principio, no sabía por qué el Señor me ha había enviado a esa ciudad. Así que oré: “Dios, por favor, dame un trabajo, dame una casa” porque no tenía nada para vivir. No podía encontrar una habitación para alquilar porque no tenía dinero. Vivía por el Evangelio de Dios, por esta Verdad, pero tenía que mantener a mi familia. Así que tenía que ganar dinero. Empecé a trabajar en una Iglesia, pero no tenía ni un solo creyente. Oré: “Bien. Dios, no tengo dinero y no tengo nada. ¿Puede un predicador del verdadero Evangelio deshacerse de su mujer y su hijo? No, no puedo hacerlo. Dame dinero. No sé cuánto necesito, pero dame dinero. Dame dinero para alquilar una habitación pequeña y dame un trabajo”. Es fácil hablar de esto, pero no saben lo desesperado que estaba entonces. No podía ni estarme quieto para orar. Solía caminar de un lado a otro de Sokcho con una bolsa orando. 
Dios me dio coraje y sabiduría para superar mis dificultades y me dio dinero. Cuando sometí todas mis dificultades a Dios, me guió y me permitió vivir. No hice nada. Pero Dios me dio bendiciones materiales. Entonces empecé a vivir por fe y Dios me dio bendiciones materiales. Oré para que me diese más bendiciones. “Dios, dame una casa. Dame una casa grande. Quiero plantar una Iglesia si me das una casa grande. No tengo dinero, por favor, ayúdame”. Oré con fe ante la presencia de Dios y Dios me dio un hogar. Dios me dio una casa que no era muy cara, pero era grande, así pagué el alquiler con el dinero que había ahorrado. Viví allí y empecé una familia de Iglesia y pronto alquilé un edificio para la Iglesia en las afueras de la ciudad. 
Prosperaba hiciese lo que hiciese con fe en que Dios lo había cumplido todo. Y entonces conocí a los miembros de la Iglesia Messiah, que salieron de la Iglesia Católica. Así que lo dejé todo y empecé la Mission School el enero pasado. Algunos evangélicos me dijeron: “¿Cómo puede tu iglesia prosperar así? No puede ser”. Pero empecé a trabajar por el Evangelio por fe diciendo: “No puedo fracasar si Dios está conmigo. Veréis que el poder está en Jesucristo y no en un ser humano. Si Dios obra con nuestra Iglesia, todo se cumplirá. Ríanse todo lo que quieran, pero yo no me río de ustedes. Pero, esperen un poco. Sus labios se quedarán sin palabras”. Y Dios obró milagrosamente para dejarles sin palabras. 
Al principio no lo sabía, pero Dios tenía un plan para nosotros y me dio un deseo ardiente para salvar a los que estaban en el hospital católico mientras estaba hospitalizado allí, y Dios había planeado que pudiese conocerles a los que tenían una reunión separada después de salir de la Iglesia Católica. Por tanto, todo fue gracias a la providencia de Dios. Entender y creer en la providencia de Dios y seguirla es unirse a Dios. 
A veces nos regañan y escuchamos todo tipo de cosas extrañas. Pero siempre he sido humilde ante Dios. Dios me ha permitido tener experiencias amargas con personas que han intentado interferir con la predicación del Evangelio en vez de unirse. Yo también he llegado a creer que ser perseguido por el Señor es la gloria ante Dios, que está mal intentar evitar ser perseguido y que vivir con fe es lo correcto. Me di cuenta de que no podía hacer la obra de Dios por mi cuenta. Todas las cosas están completamente bajo la autoridad de Dios. Cuando Dios levanta algo, entonces debe ser levantado y si Dios lo rebaja, debe ser rebajado, y los seres humanos no pueden hacer nada por su cuenta. Dios me enseñó que los seres humanos no pueden hacer nada por su cuenta, y el Señor me enseñó que una persona no puede levantarse por sí sola aunque lo intente. El Señor me enseñó que lo esencial es tener fe. 
Cuando una persona dice que quiere dejar nuestra Iglesia y predicar el Evangelio por su cuenta, le digo que lo haga. Pero primero debe ver si su corazón está unido a Dios o no. Dios obrará a través de esa persona si su corazón está unido con Dios y se romperá después de un tiempo si no está unido a Dios. En primer lugar, es importante que su corazón se una a Dios. Dios obrará a través de esa persona si su corazón está unido a Él. 
¿Se unirán a Dios a pesar de las dificultades? Es difícil decir que sí, ¿pero pueden imaginar todas las dificultades y dolor que habrá cuando sigamos al Señor? ¿Me creerían si dijera que no podía alquilar una habitación porque no tenía ni 30 dólares? ¿Pueden imaginar lo doloroso que era? Incluso los que tenían trabajos físicos duros ganaban 30 dólares en aquel entonces. Pero, ¿tiene sentido que un siervo de Dios sufriese porque no tenía ni 30 dólares para el alquiler? Pero Dios obró en medio de esas dificultades económicas y me ha guiado hasta ahora. Estoy muy agradecido por eso, y puedo dar testimonio de que los justos vivirán por fe porque yo puedo dar testimonio de ello. 
Somos honorables porque Dios ha guiado nuestra Iglesia. No tenemos vergüenza ante Dios diga lo que diga la gente. No llegamos a existir así como así, sino que existimos gracias a la providencia de Dios. Por eso estamos orgullosos y sin vergüenza. Esto significa que en todo lo que hacemos está la voluntad de Dios. 
Le doy gracias al Señor por hacer que nos unamos con Él, y por haber preparado a muchas personas que se unirán a Su Iglesia. Sé muy bien que hay muchas personas que se levantarán contra la Iglesia mientras que otras se unirán a la Iglesia. Debemos unirnos a Su Iglesia como está escrito: “Se convertirán en una carne”. 
Nuestro Dios nos ha hecho creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Así que hemos nacido de nuevo y nos hemos convertido en santos que se unen a la Iglesia en la que está Dios. En Su Iglesia, no hay pecados. Las Escrituras dicen: «Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban». Cuanto más entendemos a Dios, menos vergüenza tenemos, y cuando más conocemos a Jesucristo, más rápido desaparece nuestra vergüenza y nuestras fallas. No estamos avergonzados aunque estemos desnudos ante Dios cuando nuestra naturaleza básica ha sido expuesta ante Dios. Cuanto más se revela nuestra naturaleza básica, antes desaparece nuestra vergüenza. 
Si intentamos cubrir nuestras debilidades, nos avergonzamos aún más de ellas. Cuando deciden esconder sus apariencias, cuando intentan esconder sus debilidades y transgresiones, al final caerán en la oscuridad. Es bueno que nuestros pecados o debilidades queden expuestos porque han sido erradicados en Cristo. Nuestro Dios hizo que pudiésemos vivir una vida nueva en Cristo. 
La gente dice muchas palabras que no tienen nada que ver con Dios. Sus palabras no tienen nada que ver con nosotros. Las Escrituras dicen que Enoc caminó con Dios durante 300 años, y la persona que se une con Dios vive con nuestro Señor hasta que vuelva. Sé que caminaremos con Dios durante el resto de nuestras vidas. Iremos al Reino de Dios si nuestra carne muere mientras caminamos con Dios. Algunos de ustedes oirán que fulanito caminó con Dios durante 60 años. Si es así, habrán vivido con Dios más que yo. Entreguen sus vidas al Señor y caminen con Él. Yo también voy a caminar con el Señor hasta el último día de mi vida. Voy a caminar con el Señor hasta que muera aunque el Señor me lleve antes de Su regreso. 
Tengo fe. No creo que este mundo dure mucho. Sé que el Señor volverá pronto para buscarnos. Viviré con fe ante el Señor hasta el último día en que vaya a Él. Como vivimos en el fin de los tiempos, debemos unirnos con el Señor de corazón en vez de perder nuestro centro; y podemos someter lo demás a Dios y vivir por el Señor y el Evangelio por fe. 
Cuando tengamos pensamientos malvados y surja la mente carnal, den la espalda a los pensamientos malvados y recuerden que el Señor va a venir pronto y que iremos al Cielo cuando vuelva. El corazón que quiere vivir por la carne es simplemente carne y es malvado. Sé que debo vivir el tiempo que me queda por el Señor aún más diligentemente, compartir el pan de la vida con la gente y plantar Iglesias al tiempo en que envío a siervos de Dios. Quiero ser un siervo fiel de Dios que trabaja con sus colaboradores, no solo, y abrir nuevos caminos para que los colaboradores trabajen bien ante Dios. Quiero convertirme en un siervo de Dios que comparta el pan de vida con las ovejas. Estoy agradecido al Señor por darme este corazón. 
 
 

Somos uno con Jesucristo

 
El pasaje de las Escrituras de hoy habla de la verdad de que Dios nos ha dado Su Iglesia a nosotros. ¿Cómo se manifestó la Iglesia de Dios en este mundo? La Biblia dice que la Iglesia existió a través de Jesucristo, el Hijo de Dios Padre, como está escrito: «Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada» (Génesis 2, 21-23). 
¿Cómo se estableció la Iglesia de Dios en este mundo? La Iglesia de Dios nació a través de las personas que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu porque Jesucristo vino a este mundo y borró nuestros pecados para siempre y nos limpió. La palabra iglesia es έκκλησία (Ekklesia) en griego, que significa la reunión de los que han sido separados del mundo, el Egipto espiritual. Nos hemos convertido en hijos de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu para siempre, al separarnos del poder de la oscuridad. Por tanto, la Iglesia de Dios es el lugar donde la gente que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu se reúne para servir a Dios y a Su Evangelio. Por eso Adán miró a la mujer y dijo: “Esta es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Este pasaje nos muestra que Dios nos ama, a Su Iglesia. Jesús nos ha salvado a los seres humanos de todos los pecados para siempre para hacernos hijos de Dios, y la Iglesia de Dios es el lugar donde Sus hijos se reúnen para hacer la obra de Dios. 
Las Escrituras dicen: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne». Un hombre deja a sus padres y se une a su mujer para formar un hogar. De esta manera, nos hemos convertido en hijos de Dios al unirnos a Jesucristo. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, ustedes pueden convertirse en un cuerpo con Jesucristo y ser siervos de Dios. 
Es natural que Adán le pareciese solitario a Dios. Así que Dios le creó una ayudante comparable a él. El SEÑOR Dios sumió a Adán en un sueño, y se durmió; y tomó una de las costillas de Adán y creó a Eva para él. Dios creó a Eva para Adán porque vio que Adán estaba solo y pensó que eso no era bueno. Dios dijo: “Le haré ayuda idónea para él”, y creó a Eva para Adán. Dios hizo que Adán cayese en un sueño profundo y tomó una de sus costillas, y esto significa que Dios nos ha salvado con Su propio Hijo. 
 
 
Debemos ponernos las vestiduras de la justicia de Dios
 
Las Escrituras dicen que Adán y Eva no estaban avergonzados aunque estaban desnudos. En realidad, un matrimonio no se avergüenza de estar desnudo en la intimidad. Al principio puede darles un poco de vergüenza, pero cuando se conocen bien ya no se avergüenzan. Una pareja de recién casados al principio discute por la diferencia en carácter y personalidad. Pero las discusiones disminuyen con el tiempo porque se empiezan a entender mejor. Las cosas por las que discuten no son importantes si se conocen bien, pero el marido suele ser autoritario mientras que la mujer intenta defender su orgullo, y por eso acaban siempre discutiendo. Entonces el marido se rinde cuando la mujer se enfada. Todo lo que tienen que hacer es disculparse y reconciliarse, pero la discusión se alarga durante mucho tiempo porque no se quieren disculpar. De todas formas, cuando un hombre y una mujer se casan y se convierten en un matrimonio, no están avergonzados el uno delante del otro cuando están desnudos. 
Las Escrituras dicen: “Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban”. La palabra desnudos aquí no simboliza la desnudez física. Se refiere a la desnudez espiritual. Las vestiduras implican la ética, los modales y el prestigio de la carne. Cuando se quitan estas vestiduras, pueden decir todo lo que tienen en su corazón sin vergüenza. Entonces la distancia se acorta. 
¿Cómo de fácil sería la relación de un matrimonio si se quitasen las vestiduras del corazón desde el principio? Pero es difícil porque tienen un caparazón exterior del corazón durante mucho tiempo contra su cónyuge con orgullo egoísta. Yo también pasé muchas dificultades. Solía estar despierto y lleno de energía para trabajar después de medianoche. Así que era muy difícil para mí trabajar con alguien a mi lado. Cuando mi mujer estaba durmiendo en la habitación, me llevaba los materiales de estudio al estudio y trabajaba allí con una taza de té y un poco de comida. Y pronto se hacían las 2 o 3 de la mañana. Así que mi mujer me dijo: “No te has casado conmigo. Te has casado con Jesús. No te has casado conmigo. Te has casado con el ministerio literario”. 
Pero hoy en día vivo en la habitación de la esquina después de habernos mudado al edificio de la iglesia. Estoy tan aburrido y solo. Antes de mudarme, solo tenía que abrir la puerta y ahí estaba la cocina y el baño, pero ahora vivo en esta habitación de la esquina y tengo que caminar mucho hasta llegar a mi mujer. Así que intento no ir a esa habitación porque me siento solo. Digo: “Cariño, ¿qué haces? Déjame que me quede aquí un rato”, y mi mujer contesta: “¿Por qué? ¿Por qué no te vas?”. Yo digo: “¿No me puedo quedar aquí?” y ella responde: “Tengo sueño. ¿Por qué te quieres quedar?”. Y digo: “Déjame quedarme un rato. Quiero ver la TV aquí y verte un rato”. Entonces mi mujer contesta: “No te casaste conmigo. Te casaste con Jesús para hacer Su obra. Vete a tu habitación. Fuera”. 
Así que he cambiado mi estrategia. Bromeo con ella y le cuento una historia graciosa. Por lo menos no me dice que me vaya cuando le hago reír, pero mi costumbre de irme a la cama tarde todavía me mantiene despierto. Estoy acostumbrado a dormir solo y no me puedo dormir cuando estamos juntos. Entonces me voy a mi habitación. Puedo dormirme cuando estoy en mi habitación. Me siento cómodo durmiendo en mi habitación cuando me tapo con la manta o me tumbo encima de la manta, o cuando pongo los pies encima de las mantas, o me duermo en cualquier postura, porque no puedo dormir con alguien a mi lado o cuando tengo que dormir en completo silencio. 
Está escrito: “Y ambos estaban desnudos, el hombre y su mujer, y no se avergonzaban”. Vivir juntos como pareja es bastante obvio, así que deben quitarse las vestiduras de sus corazones. Cuando una pareja se casa, no está avergonzada de nada porque se conocen el uno al otro. De la misma manera, no hay nada de lo que avergonzarse de nuestros pecados si nos unimos a la Iglesia de Dios de corazón. Es bastante normal que una pareja no se avergüence. De la misma manera, no debemos avergonzarnos de nada cuando nos unimos a la Iglesia de Dios. Una persona que no se ha unido a Dios tiene mucha vergüenza, pero no la persona que se ha unido a Dios. No debemos estar avergonzados de nuestras debilidades si nos unimos a Jesucristo. No estamos avergonzados porque somos uno con Jesucristo espiritualmente. 
Pero un santo se avergüenza y se vuelve oscuro si no se une a la Iglesia de Dios. El santo se hace una persona oscura pensando: “¿Qué pensarían de mí los hermanos y hermanas o el ministro si conociesen mis debilidades?”. Pero Dios nos ha dado Su Iglesia a nosotros y nos ha pedido que nos unamos a los miembros de la Iglesia. Debemos unirnos a la Iglesia de Dios. Dios obra a través de Su Iglesia. Nos hace vivir por fe a través de la Iglesia. En realidad, debemos hablar con sinceridad acerca de nuestros puntos débiles a Dios. Debemos decirle abiertamente: “Dios, yo soy así”, confesando todo lo que tenemos en nuestro corazón al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. 
No debemos avergonzarnos si nos unimos a Dios. debemos tener la fe que cree en la justicia de Dios, diciendo: “Tenemos debilidades. Pero Tú, mi Dios, me has amado así. Me has aceptado como Tu esposa. Eres mi marido y yo soy Tu esposa porque no tengo vergüenza ante Ti. La persona que se ha unido a la justicia de Dios no está avergonzada. Las fallas que tiene mi esposa, yo también los tengo, y sus debilidades también. Por tanto, no hay nada de que avergonzarse si nos hemos unido como matrimonio. Esto se debe a que la pareja se ha unido como uno”. 
Los santos somos las esposas que ayudamos a Dios. La Iglesia de Dios es la organización que hace la voluntad de Dios. Y una mujer es la esposa que ayuda al marido. Una mujer hace lo que quiere a través del marido, y su trabajo es ayudar al hombre. Cuando un marido ha decidido cuál es el camino recto a seguir, su mujer debe apoyarle y ayudarle. La pareja que se ha convertido en un solo cuerpo con la misma fe espiritual debe buscar la misma meta. Y entonces no hay muchas cosas sobre las que discutir si se aman el uno a otro en la carne. 
De la misma manera, podemos servir y apoyar la obra del Señor como Sus esposas cuando nos unimos al Señor y a la Iglesia de cerca. Espero que todos los santos y siervos de nuestra Iglesia se unan a Dios y le den gloria a Dios.