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उपदेश

Tema 16: Evangelio de Juan

[Capítulo 6-22] ¿Por qué debemos vivir? (Juan 6, 63-69)

(Juan 6, 63-69)
«El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar. Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente».


¿Por qué cosa vivimos ustedes y yo ahora? No estamos trabajando por algo que no perecerá, sino por algo duradero que nunca perecerá. En otras palabras estamos trabajando para salvar a las almas perdidas por todo el mundo y vivimos para dar vida a los corazones de la gente. Estamos haciendo lo que es justo y necesario.
¿Están viviendo por lo que es eterno? De las 24 horas del día, ¿cuántas horas vivimos por lo eterno? Puede que simplemente unas pocas horas. ¿En realidad no estamos trabajando más horas por lo que perece? Excepto lo que hacemos para vivir por lo que no perece, todo lo demás es de la carne. Si trabajan duro para su propia carne, esto se pudrirá y estarán malgastando su tiempo.
Por supuesto a veces buscamos lo que aparentemente parece de la carne porque lo necesitamos para llevar a cabo nuestro ministerio. Pero si lo necesitamos para el Evangelio, no es de la carne. Lo que beneficie al Evangelio es espiritual. Mis queridos hermanos, a no ser que vivamos por el Evangelio no podremos llamarnos discípulos de Jesús. Si somos discípulos de Jesús que creen en las obras justas que Jesús hizo en la tierra, debemos saber cómo vivir nuestras vidas. Aunque estamos en un cuerpo corruptible, podemos llevar a cabo obras incorruptibles.
A menudo observo qué parte de mi vida está dedicada a lo eterno, a lo que nunca perecerá. De 24 horas que tiene el día, cuando miro cuántas horas paso haciendo la obra que no perece y cuántas haciendo la que perece, descubro que no paso tantas horas haciendo la obra que no perece. Un ministro de nuestra Misión contó cuántas horas trabajaba por el Evangelio, sin contar las horas de sueño, las comidas, las visitas al baño y similares, y descubrió que sólo eran unas pocas horas. Las horas que la gente pasa viviendo por lo que no perece son muy pocas. Incluso si pasásemos el día entero por lo que no perece, todavía no sería suficiente. Incluso si dedicamos todas nuestras vidas, no sería suficiente. En otras palabras, se pasan pocas horas viviendo por lo que no perece.


¿Están difundiendo el Evangelio del agua y el Espíritu?


Nuestro Señor dice que es el Espíritu quien da vida. Debemos considerar cuántas almas estamos salvando. ¿Hay algún alma que haya recibido la remisión de los pecados gracias a ustedes por haber predicado el Evangelio del agua y el Espíritu? Sólo esta obra salva almas y puede ser descrita como una obra espiritual y eterna. El Señor nos está diciendo que difundir el Evangelio del agua y el Espíritu para que reciban la remisión de los pecados es la única obra eterna que no perece.
En Juan 6, 51 el Señor dijo: «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre». Entonces siguió diciendo: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente» (Juan 6, 53-58).
El capítulo sexto de Juan habla de cómo el Señor vino siendo el pan de vida y de cómo nos ha dado la vida eterna. En otras palabras, este capítulo explica que quien coma la carne de Jesús y beba Su sangre recibirá la vida eterna. Aquellos de nosotros que conocemos esta Verdad y creímos antes que otros, debemos difundir este Evangelio de salvación a todo el mundo. Sólo entonces estamos llevando a cabo la obra eterna. Si difundimos nuestras propias ideas, éstas morirán. Sólo cuando predicamos lo que el Señor ha hecho por nosotros, es decir Su carne y Su sangre, podemos trabajar por lo que nunca perecerá y haremos la obra que salvas a las almas. Difundir lo que el Señor ha hecho por nosotros es obrar por la comida que no perece.
Sólo porque difundamos nuestro propio conocimiento no significa que se salven almas. Sólo cuando predicamos al Señor hacemos la obra de la salvación. Por tanto, al hacer sólo lo que el Señor nos ha pedido que hagamos estamos haciendo esta obra eterna. En otras palabras, difundir nuestro propio mensaje no significa nada.
Cuando el Señor dijo: «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo», los judíos que estaban junto a Él no lo entendieron y por eso murmuraron diciendo: « ¿Cómo puede este Hombre darnos Su carne para comer?». Durante la época de la Iglesia Primitiva los que no creían entendieron mal a los cristianos por este pasaje. En aquel entonces los cristianos eran perseguidos y se escondían en cavernas llamadas catacumbas para adorar a Dios, y la gente que iba a la Iglesia se quedaba sorprendida al escuchar a un predicador decir en su sermón: «Quien coma la carne del Señor y beba Su sangre recibirá la vida eterna». Algunas personas pensaron: « ¿Son caníbales estos cristianos? ¿Cómo pueden devorarse los unos a los otros por muy hambrientos que estén?». Por culpa de la mala interpretación de algunos, muchos cristianos fueron ejecutados en aquella época de la Iglesia Primitiva.
La Iglesia Católica lleva a cabo la Sagrada Comunión en todas las misas. Los fieles comen la ostia que les da el sacerdote. Creen que cuando el sacerdote bendice la ostia, este trozo de pan se convierte en el cuerpo de Jesús. También creen que cuando el sacerdote reza sobre la copa de vino, el vino se convierte en la sangre de Jesús. Esta doctrina se denomina «transustanciación». Así que los católicos creen que pueden recibir la vida eterna si participan en la Comunión al comer el pan y beber el vino, y así es como practican su religión.
Sin embargo esto no tiene ningún fundamento. Creer que Jesús vino al mundo encarnado, que cargó con nuestros pecados al ser bautizado, murió en la Cruz y así nos ha salvado de nuestros pecados, esto es comer la carne y beber la sangre de Jesús. Él nos ha salvado de nuestros pecados a través del Evangelio del agua y el Espíritu y nos ha dado la vida de Dios. Al aceptar el Evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos ha dado en nuestros corazones estamos comiendo la carne de Jesús y Su sangre. Este Evangelio es el verdadero pan que salva nuestras almas.


Examinémonos para ver qué parte de nuestras vidas estamos dedicando al Señor


¿Por qué viven en este mundo? ¿Viven por posesiones materiales? No. Vivimos en este mundo para salvar a otras almas. La Biblia dice: «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Corintios 10, 31). Este pasaje significa que debemos vivir por la obra que salva almas. En otras palabras, en vez de vivir en este mundo por lo que perece, debemos vivir por la obra que salva a las almas muertas.
Mis queridos hermanos, ¿qué nos hace seguir viviendo? Si sus vidas están completamente vacías, eso quiere decir que están haciendo algo mal. Deben saber por qué están viviendo y darse cuenta de por qué siguen con sus vidas. Sólo entonces sus vidas tendrán sentido. Deben decidirse y saber que el objetivo de sus vidas es obedecer la Palabra de Dios y hacer la obra que Él les ha confiado y deben vivir por fe según la voluntad de Dios. No hay nada con menos sentido que trabajar sin un objetivo y sin saber por qué hacen lo que están haciendo ahora.
Hermanas, ¿están viviendo sólo para cuidar de sus hijos y que estos tengan éxito cuando crezcan? ¿Pero qué pasa si se vive por esto? Que después de cuidar de sus hijos morirían y sus hijos harían lo mismo que ustedes, es decir cuidar de sus hijos y luego morir. ¿Qué es esto? Este no es el tipo de vida dedicada a lo eterno. Mientras estén vivos deben conocer a Jesús y recibir la remisión de sus pecados. Entonces deben trabajar para salvar otras almas. Deben correr hacia la meta, hacia la obra eterna. Si no saben por qué están viviendo ahora, es decir si sus vidas no tienen sentido, entonces sus vidas no valen para nada.
Pero a pesar de esto la mayoría de la gente del mundo no sabe para qué vive. Así que mucha gente cae en la trampa del alcohol o las drogas porque sus corazones están vacíos. Precisamente como no saben por qué deben vivir, viven días sin sentido hasta que mueren. La Biblia dice que una vida sin sentido es como la de una bestia que perece (Salmo 49, 20).
¿Y qué hay de ustedes? ¿Por qué viven? ¿Viven sólo porque todavía siguen respirando y sus corazones siguen latiendo? Deben tener claro en qué dirección ir en sus vidas y también por qué viven y para qué deberían vivir. Nuestras vidas son diferentes de las de los animales ya no sólo en cómo comemos, nos reproducimos y dormimos. No vivimos para acumular más riqueza y vivir bien, ni para cuidar de nuestros hijos. Si estos fueran los únicos objetivos de nuestras vidas, ¿qué miserables seríamos? Cuando alimentamos a nuestros hijos para que crezcan y tengan éxito, ellos se creen que crecieron por su cuenta. Es una vida vacía y sin sentido.
Desde el momento en que nacen sus vidas no son más que una sucesión de pasos que les llevan a la tumba. ¿No es esto triste? ¿Qué esperanza hay en esa vida? Nuestro Señor dijo: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece» (Juan 6, 27). En otras palabras, nos dice que trabajemos por lo eterno. También dijo: «El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha». Nuestro Señor vino al mundo para salvarnos y darnos la vida eterna. Y nos dijo que debemos vivir por lo que dura para siempre. Nos está diciendo: «Debéis vivir como Yo. Vivid por el Evangelio, proclamar Mi nombre y haced la obra del Padre que permite a todo el mundo recibir la remisión de los pecados. Después de todo eso, venid a Mí».
Como Jesús curó a los enfermos y alimentó a los hambrientos mediante el milagro de los panes y los peces, miles de personas se reunieron a Su alrededor como una nube que le seguía a todas partes. Aunque seguían al Señor por un motivo carnal, Jesús en realidad quería darles bendiciones espirituales. Por eso Jesús les dijo: «Mi carne es verdadera comida, y Mi sangre es verdadera bebida». Les estaba diciendo que tenían que recibir la vida eterna al creer en Su obra. Él dijo también: « El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha », pero cuando la gente escuchó esta Palabra, se fue. Incluso los discípulos le dejaron sólo como está escrito: «Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él» (Juan 6, 66).
En otras palabras, aunque muchas personas habían recibido la comida de la carne y estaban siendo curadas de sus enfermedades cuando seguían a Jesús, con Sus Palabras Jesús les echó un cubo de agua fría en sus corazones porque buscaban sólo las cosas de la carne. Él les dijo: «Es el Espíritu el que da vida; la carne no beneficia para nada. No vine al mundo sólo para daros pan. No os daré pan nunca más. Yo quiero salvar vuestras almas y daros la vida eterna; no estoy obrando para llenar vuestros estómagos». Cuando la gente escuchó esto, se alejó de Jesús pensando: «Supongo que eso era todo, ya no conseguiré nada de Él».
Entre los cristianos de hoy en día hay muchos que creen en Jesús sólo para prosperar en la carne. En otras palabras, muchos cristianos creen en Jesús para que su familia esté en armonía, sus cónyuges tengan éxito y sus hijos vayan a una buena universidad, en resumen, creen en Jesús para prosperar materialmente en el mundo. Sin embargo Jesús vino al mundo para salvar los espíritus de este mundo, no para dar prosperidad a la carne. Hoy en día muchos cristianos tienen unas creencias confusas.
Jesús vino al mundo para borrar nuestros pecados. Vino para resucitar los corazones que estaban bajo el control del pecado. Por tanto, si creen en Jesús para satisfacer sus deseos mundanos, están cometiendo un pecado serio. Es un pecado muy grave creer en Jesús de una manera incorrecta (Juan 16, 9). Así que si creen en Jesús sólo para prosperar en el mundo, deben recoger sus cosas y dejar a Jesús ahora mismo. Estarán mucho mejor viviendo en el mundo. Si viven así toda su vida por lo menos podrán comprar una casa para tener un techo y podrán ahorrar dinero para su jubilación.
Asumamos que ganan 2000 dólares al mes en su trabajo. Incluso si sólo gastan 1000 dólares en gastos y ahorran los otros 1000 todos los meses, para poder comprarse un apartamento decente en el área metropolitana tendrían que ahorrar durante 30 años. Además si enferman o tienen algún accidente acabarán gastando todo lo que han ahorrado. Incluso si ahorran durante toda su vida, todo lo que podrán dejar a sus hijos será una casa y un coche. Después de morir y dejar la herencia a sus hijos, ¿qué tendrán para enseñar a Dios? No tendrán nada. ¿Podrán decir al Señor: «He ganado un millón de dólares en el mundo»? No, no tendrán nada que enseñarle.
El Señor dijo: «Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa» (Marcos 9, 41). El Señor recordará que han trabajado por Él. Pocas personas hacen la obra eterna que no perece. Entre los muchos pastores del mundo, es extraño encontrar a alguno que haya hecho a alguien nacer de nuevo. La gran mayoría no hace nada durante toda su vida. Como estos pastores viven por lo que perece y hacen que los demás vivan por las cosas que perecen, todos serán enviados al infierno para siempre. Les pido que recuerden que nuestro Señor dijo que es «el Espíritu el que da vida». Él nos ha confiado la obra que da vida.
Volvamos a Juan 6, 67-68: «Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna». Jesús dijo a los discípulos: «Si queréis ir con ellos, id. Es el Espíritu quien da vida. He venido para salvar las almas de todo el mundo y no para curar vuestras enfermedades». Podemos ver aquí que Pedro nació de nuevo. Cuando Pedro dijo: «Señor, ¿a quién debemos ir? Tú tienes las palabras de la vida eterna», estaba confesando lo siguiente: «Tu Palabra es la Palabra de la vida eterna, la Palabra que nos salva. Tu Palabra es la Palabra de Dios. Según Tu Palabra vivimos para siempre y según Tu Palabra hemos recibido la remisión de nuestros pecados. Nuestra felicidad y prosperidad eterna se las debemos a Tu Palabra». Por eso Pedro confesó: «Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Juan 6, 69). Lo que Pedro creyó es la Palabra de la vida eterna.
Debemos conocer y creer en lo que nuestro Señor nos ha dicho y debemos vivir según eso. Les pido que no malgasten sus vidas en vano como un cerdo obsesionado con comer y beber sólo para acabar muriendo. Por supuesto antes de que naciésemos de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu vivimos así. ¿Por qué? Porque no sabíamos cuál era la vida correcta. Sin embargo, ahora que hemos nacido de nuevo, sabemos que el Señor nos ha puesto en el mundo para que vivamos con sentido, por lo eterno y por lo que salva a las personas de sus pecados. Por eso Dios nos ha dado Su Iglesia, nuestras familias y nuestros trabajos. Les pido que crean que Dios ha permitido nuestras circunstancias para llevar a cabo la obra que salva a las almas. Debemos comprender esto en su sentido espiritual por fe.
¿Todavía son inmaduros espiritualmente y su mente está puesta en las cosas de la carne? « ¿Cómo tendré éxito y viviré bien en este mundo? Ahora que no tengo pecados, ¿qué debería hacer para vivir felizmente con mi familia?». ¿Acaso no es eso lo que ustedes quieren? Les pido que se den cuenta de que no estamos en el mundo por estas cosas perecederas. Existimos en este mundo para hacer la obra que salva a las almas de las personas, por la obra de dar testimonio de la Palabra de Dios y por la obra de difundir el Evangelio. Deben entender que Dios les ha hecho nacer de nuevo y les ha puesto en este mundo para encargarles la Gran Comisión, que es difundir el Evangelio. Debemos vivir por la obra de salvar a las almas humanas. Y debemos saber que la carne no beneficia para nada. Aparte de la obra de proclamar el Evangelio de Dios todo lo demás desaparecerá. Nuestros espíritus se salvan al creer en Jesús. Aunque nuestros seres carnales mueran, nuestros seres espirituales se renuevan día tras día (2 Corintios 4, 16). Debemos vivir por la obra que salva a las almas. Debemos vivir el resto de nuestras vidas por el tesoro que no desaparecerá nunca. Ya estemos en casa o en el trabajo debemos hacerlo todo por la obra de salvar almas, y debemos concentrarnos plenamente en esta tarea. Hagamos lo que hagamos debemos hacer la obra del Espíritu. Mis queridos hermanos, comamos o bebamos, quiero que vivamos por la obra que el Señor nos ha confiado.
¿Por qué nos salvó Dios? Si todo lo que quieren de sus vidas de fe es ser ricos en la carne, entonces dejen la Iglesia. Si, por el contrario, quieren vivir para difundir el Evangelio y ser ayudados por Dios, deben unirse a la Iglesia. Si alguien que ha nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu vive sólo por la carne, su corazón nunca estará satisfecho. Y Dios no le dejará sólo para que viva así. Si alguno de los amados de Dios se enamora del mundo, Dios le hará volver a Él como sea.
Mis queridos hermanos, nuestra Iglesia no es una iglesia mundana. Si quieren vivir felizmente en el Señor, deben vivir haciendo la obra que salva a las almas. Si esto es lo que quieren, deben quedarse con nosotros, pero si no es así, recojan sus cosas y váyanse.
Por supuesto, a veces perseguimos las cosas mundanas. Sin embargo, nuestro objetivo debe estar claro. Aunque no siempre podemos vivir según la voluntad de Dios, al menos debemos saber cuál es la meta adecuada de nuestra vida. El hecho de que todavía seamos insuficientes es diferente a no saber el objetivo de nuestras vidas. Estamos orando para salvar a las almas y predicamos el Evangelio y expandimos el Reino de Dios. Este es nuestro único objetivo. Los justos deben creer sólo en la justicia de Dios y deben vivir por esta justicia únicamente.