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उपदेश

Tema 18: Génesis

[Capítulo 3-13] ¿Por quién deberíamos vivir? (Génesis 3, 17-21)

¿Por quién deberíamos vivir?(Génesis 3, 17-21)
«Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él;
maldita será la tierra por tu causa;
con dolor comerás de ella
todos los días de tu vida.
Espinos y cardos te producirá,
y comerás plantas del campo.
Con el sudor de tu rostro comerás el pan
hasta que vuelvas a la tierra,
porque de ella fuiste tomado;
pues polvo eres,
al polvo volverás.
Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes. Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió».
 
 
Cuando el primer hombre pecó, la humanidad dejó de recibir las bendiciones de Dios. Los seres humanos entonces tuvieron que trabajar duro para comer el fruto de la tierra. Como el hombre no obedeció el mandamiento de Dios, ahora tenía que trabajar duro para ganarse la vida. Este sufrimiento sobrevino a la humanidad por no creer en la Palabra de Dios. En otras palabras, no creer en la Palabra de Dios es pecar contra Él y alejarse de Él, y cuando dejamos a Dios de lado, la consecuencia es vivir con nuestros propios esfuerzos.
 
 

¿Por qué fuerza estamos viviendo los justos?

 
La humanidad había vivido en las bendiciones de Dios, en properidad abundante sin ningún esfuerzo. La gente de hoy en día está tan acostumbrada a vivir por su propia fuerza que probablemente este mensaje no les parezca interesante. Después de que el hombre cayera tuvo que sobrevivir por su propia fuerza, y ahora esto está a la orden del día.
Sin embargo, el que todo el mundo coma y sobreviva por su propia fuerza no es lo que Dios quería para la humanidad, sino que es una maldición. Los que no confían en la Palabra de Dios incluso después de haber nacido de nuevo del Evangelio del agua y el Espíritu, viven por su propia fuerza. Pero como los nacidos de nuevo han restaurado su relación con Dios, para ellos es normal vivir con las bendiciones de Dios.
En realidad, por mucho que lo intenten no consiguen nada a no ser que Dios se lo de. Un granjero puede trabajar en el campo durante un año, pero justo cuando va a recoger la cosecha, puede llegar una riada y llevársela. El trabajo del hombre tiene que ir acompañado de las bendiciones de Dios.
Los que están separados de Dios morirán de hambre a no ser que trabajen. Para muchas personas es difícil ganarse la vida y tienen pocos recursos para servir a los demás. Esta es la vida maldita que ha resultado de no creer en la Palabra de Dios. Deben entender que dejar a Dios de lado sólo nos lleva a vivir una vida maldita. Es un atajo hacia las maldiciones pensar lo siguiente: «No me importan las bendiciones de Dios. Yo no estoy hecho para este tipo de fe. Tendré éxito por mi cuenta». Los que han dejado la Iglesia después de haber creído en el Evangelio del agua y el Espíritu y haber nacido de nuevo están malditos. Si alguien no puede hacer ninguna obra justa, y está satisfecho con trabajar con sus propias manos, está viviendo una vida maldita.
Mis queridos hermanos, los que se han separado de las bendiciones de Dios no tienen nada que comer si no trabajan. Esta es la vida maldita. Pero los pecadores no se dan cuenta de que esto es una maldición. Como están acostumbrados a vivir por su propia fuerza, han dejado de intentar vivir confiando en Dios. Se les puede comparar con un avestruz que ha dejado de intentar volar. Por eso Dios incluyó al avestruz en la lista de aves impuras que no se deben comer (Levítico 11, 16).
Si los seres humanos no creen en la Palabra de Dios y viven por su propia fuerza, acabarán siendo un puñado de polvo cuando mueran. El hombe salió del polvo y debe vivir en polvo y volver al polvo. Esta es la Verdad que Dios ha establecido. Cuando nos preguntamos si es normal vivir por nuestra propia fuerza, la respuesta es no. La vida normal para un cristiano se vive en Dios por Su justicia al creer en Su Palabra.
Está escrito: «Si Jehová no edificare la casa,
en vano trabajan los que la edifican;
si Jehová no guardare la ciudad,
en vano vela la guardia» (Salmo 127, 1).
Si Dios nos hace trabajar, tabajamos duro, pero también esperamos que nos de más bendiciones, a parte de los frutos de nuestra labor. Estas son las bendiciones de Dios. Si sólo recibiésemos aquello por lo que trabajamos, no tendríamos nada que compartir con los demás. Aunque somos débiles, Dios nos da a los que creemos en Su Palabra todo lo que necesitamos en este mundo para comer y beber. Sin embargo, los que no creen en Dios no consiguen casi nada por mucho que trabajen. Hubo multitud de personas en este mundo que vivieron sin fe en la justicia de Dios y murieron en vano.
Cuando trabajaba en una empresa, ganaba 50 $ al día. Tenía que arreglarme con sólo 50 $ al día, y no me quedaba casi dinero después de pagar el alquiler, comprar comida y pagar las facturas. Odiaba mi vida. Yo también nací del polvo, pero no me gustaba esa vida sin sentido. Quería vivir en la justicia de Dios y en Sus bendiciones, según la voluntad de Dios. Así que esperaba que Dios me permitiera servir al Evangelio del agua y el Espíritu en Su Iglesia.
Dios dijo que allí donde se recuerde el nombre de Jehová, Él haría descender Sus bendiciones. Y yo creí que esto significa que Dios bendice al que predia el Evangelio del agua y el Espíritu. Así que mi corazón quería predicar este Evangelio. Quería vivir en las bendiciones de Dios, y librarme de una vida que se limitaba a los frutos de mi esfuerzo. Quería vivir como alguien que predica el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Entonces Dios me permitió escapar de esa vida maldita que estaba viviendo.
Los que siguen intentando vivir por su propia fuerza incluso después de nacer de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, no se dan cuenta de lo abundante que es la vida bendecida por Dios. Rechazan la vida que Dios les ha dado. Dios no quiere que vivamos por nuestra fuerza humana. Los humanos somos seres honorables, y debemos hacer la obra honorable y vivir en las bendiciones de Dios hasta que nos encontremos con Él cara a cara. Pero mucha gente vive sin saber que se tiene este honor, lo que resulta ser una maldición.
Es absurdo volver a nuestras vidas antiguas y cuidar de nosotros mismos y nuestras familias después de haber sido librados de nuestros pecados. Resulta frustrante ver como algunos siervos vuelven a sus vidas antiguas. Lo hacen porque no tienen fe en Dios, aunque yo intente decirles: «Eso es todo lo que podéis ver. Si de verdad les importan sus familias, entonces deben vivir por fe y salvar a sus familias como hizo José. ¿Por qué quieren volver a esa vida maldita?».
 
 

Dios bendice la fe de los siervos que se han unido a Su justicia

 
Si algunas personas justas trabajan con el sudor de su frente para sobrevivir y están satisfechos con ello, se debe a que sus ojos espirituales están cerrados y no creen en la justicia de Dios y a que no se dan cuenta de que las bendiciones de Dios abundan por la fe. Los nacidos de nuevo no pueden vivir sólo con la satisfacción de la carne. Por eso los obreros de Dios y nuestros alumnos en la Mission School deben vivir por fe.
Había un cierto obrero que seguía sus propios deseos. Cuando hicimos una reunión especial en su iglesia, dijo que no había dinero para las flores. Así que me surgieron algunas dudas y pensé: «¿Acaso es tan pobre esta iglesia que ni siquiera se puede permitir pagar por las flores¿». Más tarde me enteré de que este ministro sólo quería satisfacer sus propios deseos. Cuando su iglesia tenía dinero, no lo enviaba al cuartel general de nuestra organización, sino que se lo quedaba. La iglesia en la que era ministro nunca hacía ninguna contribución a la Misión para el Evangelio del Señor, sino que era la Misión la que tenía que proporcionarle dinero a él.
Al principio pensé que estaba teniendo problemas porque su iglesia era nueva, y por eso envié a otro obrero y a su esposa para que le ayudasen. Sin embargo, las cosas no cambiaron. ¿Qué pasaba por la mente de este obrero? Esto es lo que tenía en la mente: «Debería gastarme lo que he ganado. ¿Por qué ofrecer dinero para la difusión del Evangelio? No creo que sea nada malo gastarme el dinero que me ha ganado con el sudor de mi frente». Por eso su ministerio se arruinó. Los santos de esa iglesia habían trabajado mucho para él.
Entonces ocurrió algo y le regañé. También hice que le desplazaran y lo destinaran a otro puesto más cerca de mí para poderlo controlar y abrirle los ojos a la verdadera fe. Pero se negó a obedecer e incluso su mujer me dijo que debería pensarmelo. Nunca he visto un ministro así en la Iglesia, ni a una mujer de un ministro como aquella.
Este matrimonio me dijo: «Reverendo, no podemos seguir con nuestro ministerio». Estaba completamente incapacitado para servir al Evangelio del Señor. Todo lo que le importaba era ganar dinero para ganarse la vida, y su fe era falsa. No tenía ningún deseo de confiar en la justicia de Dios ni de servir al Evangelio del agua y el Espíritu. Como el Señor nos dijo: «A un árbol se le conoce por sus frutos», para ser exactos, sólo fingía creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, pero no creía de corazón.
Quien diga que es justo poder gastarse lo que gana para sí mismo, vive sólo para su carne. Esta gente no cree que sea necesario servir al Señor o predicar el amor de Dios a otras almas; ni tampoco está bendecida por Dios, ni quiere estarlo. Y todo lo que quieren es vivir por su cuenta. Al hacerlo no se dan cuenta que la espina del sufrimiento está creciendo en sus corazones. Este es el sufrimiento que deberán soportar.
Les pido que se den cuenta de que intentar vivir por sus propios esfuerzos es la prueba de que no son leales seguidores de Dios, Quien no quiere que gente así le sirva, ni tampoco les bendice.
Antes de la maldición de Dios, el hombre no tenía que labrar el Jardín del Edén. Como Dios le había dado al hombre todo tipo de frutos, él sólo tenía que comer. Sin embargo, por culpa del pecado, el hombre tuvo que arar el campo, plantar semillas, fertilizar el suelo, recoger la cosecha y entonces comer del fruto del suelo. Esta labor tan dura debía repetirse una y otra vez, y esto sigue en pie hasta hoy en día.
Ustedes y yo debemos creer de corazón en la Palabra de Dios que ha venido por el Evangelio del agua y el Espíritu. Y debemos renovar nuestros corazones. Quien intente vivir por su propia fuerza no cree en la justicia de Dios. Y quien no crea en la Palabra de Dios está cometiendo un gran pecado a los ojos de Dios.
La Biblia dice: «Y todo lo que no proviene de fe, es pecado» (Romanos 14, 23). Debemos arrepentirnos y dejar nuestros pensamientos carnales. No debemos vivir con una mente estrecha, ni debemos vivir por nuestros propios medios. Lo que debemos hacer es vivir por fe, creer en la justicia de Dios y Su poder. El Apóstol Pablo confesó: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4, 13).
Debemos vivir ante Dios creyendo en el poder de Su justicia y recibir Sus bendiciones, pero sin confiar en nuestra fuerza carnal. ¿Cómo puede alguien que ha nacido de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu volver a sus padres o hermanos, a su antigua vida? Si queremos salvar a nuestros padres o hermanos, debemos vivir por fe y creer en la justicia de Dios. Al vivir por nuestra fe, debemos llevar a nuestras familias a la salvación. Si dejamos de servir al Señor, estaremos matando a nuestras familias, en cuerpo y en espíritu. Esta es la razón por la que debemos seguir la justicia de Dios. Debemos darnos cuenta de que una vida maldita es inevitable para los que confían en su propia fuerza después de haber creído en el Evangelio del agua y el Espíritu y de haber nacido de nuevo.
Es una maldición vivir confiando en nuestra propia fuerza en vez de creer en la justicia de Dios. No debemos caer en los deseos carnales sin aprender acerca de la fe en la justicia de Dios y Su poder, y pr eso debemos vivir por fe en la Iglesia de Dios. Sólo entonces podemos darnos cuenta de lo insuficientes que somos, y podemos aprender acerca de la fe en la verdadera Palabra de Dios y unirnos a ella. Quien haya nacido de nuevo debe servir de nuevo al Evangelio en la Iglesia de Dios.
Ustedes y yo creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, hemos nacido de nuevo, y deseamos ser obreros de Dios. ¿Vivirán entonces por la fuerza de su carne? No. Cuando creemos en la Palabra de Dios, servimos al Evangelio unidos a Su Iglesia y vivimos en Su dominio por fe, estamos bendecidos. Debemos decidirnos a vivir por nuestra fe en la justicia de Dios.
Todos los días de nuestras vidas están llenas de sufrimiento y de trabajo (Salmos 90, 10). La humanidad debe volver al polvo. ¿Creen que hay algo bueno en la vida de los seres humanos? No somos más que un puñado de ceniza cuando morimos. ¿Han visto alguna vez una incineración? Cuando sus cuerpos son incinerados, sólo queda un puñado de cenizas. Nosotros trabajamos hasta la muerte, y entonces ¿qué queda de nosotros? Volvemos al polvo. Como Dios dijo: «Porque polvo eres y en polvo te convertirás», debemos darnos cuenta de qué tipo de vida maldita debemos de evitar y que para ello debemos creer en la justicia de Dios.
Dios dejó Adán llamase a su mujer Eva y la hizo madre de todos los vivientes. Y Dios hizo túnicas de piel para Adán y Eva y los vistió con ellas. Esto implica que Dios ha salvado a los seres humanos y los ha vestido con nueva vida. Al hacerlo, Dios les permitió vivir con rectitud y los renovó y restauró.
Pero a pesar de esto, si viviésemos por nuestra propia fuerza, incluso después de nacer de nuevo, ¿no sería esto una maldición? Como Dios ha preparado todas nuestras bendiciones y nos ha dicho que creamos, si no lo hacemos y vivimos por nuestra propia fuerza, estaremos malditos. Por muy capaces que seamos de vivir por nuestra cuenta, debemos decir: «Dios, no puedo vivir por mí mismo. No puedo vivir si no hago la obra justa. Quiero vivir en Tus bendiciones». Esta es la vida bendia de fe que complace a Dios.
Hay gente que no ha dejado de lado sus mentes aunque esté en la Iglesia de Dios. Cundo las circunstancias lo permiten, esta gente se inventan todo tipo de excusas para volver al mundo. Debemos pensar lo siguiente: «Si vivo, lo haré en la justicia de Dios. Y si muero, moriré en la justicia de Dios. Viviré en la Iglesia de Dios y seré enterrado en la Iglesia». A no ser que hagamos esto, incluso los nacidos de nuevo volverán al mundo con todo tipo de pretextos si las circunstancias lo permiten.
¿Serviremos a nuestra carne o al Espíritu? Debemos escoger. Todo el que ha nacido de nuevo debe decidirse a servir a la justicia de Dios por fe. Nuestra carne debe dejarse guiar por el Espíritu de Dios y ser bendecida. La gente no lo entiende, pero nosotros debemos saber lo maravilloso que es vivir en Cristo, lo gratificante que es y cuánto gozo nos aporta.
Los que no entienden esto y quieren vivir sólo por la carne, deben dejar la Iglesia de inmediato. Una vez hayan vivido en el mundo por sí mismos, se darán cuenta de que vivir por fe es mejor, y por eso les decimos que vayan al mundo. El pueblo de Israel vivió esclavizado en Egipto haciendo ladrillos de mortero todo el día. Esta es la vida que se vive en el mundo. Cuando los nacidos de nuevo sólo sirven a su carne, en vez de servir a la justicia de Dios, que es la Palabra de Dios, se levantan contra Dios y su vida está llena de sufrimiento y maldiciones.
Por tanto debemos darnos cuenta de que vivir con Dios en Su Iglesia es la mejor manera de vivir. Adán y Eva no se dieron cuenta de que era bueno vivir al creer en la Palabra de Dios, pero cuando empezaron a vivir bajo la maldición, se dieron cuenta de lo que habían perdido. Sólo entonces pudieron cambiar.
 
 

«Quita las escorias de la plata, y saldrá alhaja al fundidor» (Proverbios 25,4)

 
Para fundir oro o plata y hacer anillos, hay que separar el metal de las impurezas. Cuando el horno se enciende y se calienta el crisol, las impurezas flotan en la superficie y entonces se deben quitar. Después de repetir este proceso, el oro y la plata son puros al 99 %. El oro y la plata líquidos se verten sobre un molde para hacer artículos de joyería fina.
Para que podamos ser utilizados por Dios, hay que quitar las impurezas de nuestros corazones y deben tener una fe pura que cree en la Palabra de Dios por completo. Nuestros pensamientos varían de vez en cuando, pero en el fondo de nuestros corazones debemos pensar: «Viviré con el Evangelio y el Señor». Y debemos creer que todo se cumplirá según la Palabra de Dios al tiempo en que tenemos fe en la Iglesia.
La Iglesia es un lugar maravilloso donde un miembro cubre las insuficiencias de otro para servir al Señor. Aunque seamos insuficientes, debemos vivir en la Iglesia cubriendo las insuficiencias de los demás y recibiendo las bendiciones de Dios.
¿Creen que esta vida está bendecida? ¿Quieren vivir este tipo de vida? Yo quiero esa vida. Así que, aunque soy insuficiente, sigo viviendo por fe, hago la obra del Señor y les pido a mis hermanos que hagan la obra justa. Sólo cuando vivo con los nacidos de nuevo por fe, el Señor nos bendice. Si tuviera que aliarme con los que no han nacido de nuevo por mis circunstancias, dejaría de recibir las bendiciones de Dios y tendría que vivir por mi propia fuerza. No quiero vivir así.
Yo sólo trabajo con los que han nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por muy inteligentes y brillantes que sean los que no han nacido de nuevo, su fuerza tiene un límite, y por eso no les sigo, sino que confío en el poder de Dios. Losque no creen del todo en el Evangelio del agua y el Espíritu, tienden a hacer la obra de Dios porque las circunstancias se lo imponen o por su propia gloria.
Yo les digo a esta gente: «Si no quieren trabajar conmigo, deberían irse ahora mismo». Entonces me preguntan que por qué les digo que se vayan, ya que siguen siendo útiles. Yo les digo: «Hay muchas otras personas a las que Dios puede utilizar». Ellos se creen que siguen siendo útiles. Pero Dios no piensa así. Dios dice que los que confían en su propia fuerza son inútiles. Y Dios busca a los que tienen un corazón humilde ante Dios para poder utilizarlos.
Intenten vivir con la fe que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu. Entonces descubrirán la paz que se encuentra en ella. Aunque es duro para mi carne, viviré con fe y creeré y serviré a la justicia de Dios, rezando cuando me sienta insuficiente y confiando en la Palabra de Dios con paciencia. Entonces Dios me bendice de muchas maneras.
Estoy agradecido a Dios por haber recibido la fe en Su justicia y en Sus bendiciones. Es simplemente maravilloso. Dios ha hecho la maravillosa obra de salvación en nuestras vidas. Estoy asombrado por cómo he podido vivir con tantas bendiciones.
Todo el mundo vive confundido. Algunas personas se creen Dios, mientras que otras dicen que la Biblia no es más que una colección de parábolas y simbolismos. Los que no han nacido de nuevo viven por su propia fuerza, incapaces de tener una fe completa. Pero nosotros, aunque seamos insuficientes, vivimos creyendo en la justicia de Dios. Vivimos por fe porque sabemos cuál será el fin de los que confian en su propia fuerza en vez de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y porque sabemos que el origen de todas las bendiciones es Dios.
Dios nos ha hecho nacer de nuevo a través del Evangelio del agua y el Espíritu mediante la fe. Dio nos ha dado la perfecta sabiduría y la fe. Nos he permitido vivir sin pecado, y vivir guiando a otras almas hacia Jesucristo para unirles en matrimonio. A no ser que Dios nos de esta fe, ¿cómo podemos vivir este tipo de vida? De las 24 horas que tiene el día, Dios nos ha permitido pasar la mayor parte del tiempo pensando en Su obra, orando por la obra del Evangelio, y haciendo la obra justa. Hagamos lo que hagamos, ya bebamos o comamos, lo hacemos por la gloria de Dios. Dios nos ha dado esta vida bendecida por Su gloria. Doy gracias a Dios por enseñarnos esta Verdad.
Ahora que hemos nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos vivir el resto de nuestras vidas confiando en la justicia de Dios. Al hacerlo, debemos ayudar a los que no conocen al Evangelio del agua y el Espíritu a nacer de nuevo y debemos vivir con todas las bendiciones de Dios. Aunque sólo tuviésemos un día más de vida, deberíamos vivirlo por la justicia de Dios. Si vivimos sólo por la carne, quizá debiésemos dejarlo ahora mismo.
No estoy sugiriendo auí que los que no han nacidode nuevo deban morir ahora mismo. Lo que quiero decir es que la humanidad debe vivir una vida que valga la pena. Cuando nacemos, nos hacemos viejos, enfermamos y al final morimos, nos guste o no. ¿Entonces para que alargar el sufrimientos si vivimos una vida sin sentido? Si vivimos en vano, es mejor cambiar y vivir una vida que valga la pena.
¿Qué más hay en la vida a parte de los placeres carnales? El rey Salomón concluyó que vivir por la carne es en vano. Todos los días, la gente tiene que levantarse pronto, ir a trabajar, volver a casa, levantarse al día siguiente y repetir la misma ruina una y otra vez. Puede que se vayan de vacaciones un par de veces al año, pero cuando vuelven, encuentran la misma rutina de trabajo, para al final encontrarse con la muerte inevitable. Si esto es todo lo que hay en la vida, no tiene sentido vivir.
Sin embargo, esta vida sin sentido no es lo que Dios nos ha dado, sino que nos ha dado una vida nueva que es mucho mejor. Dicho de otra manera, Dios nos ha permitido vivir con Sus bendiciones. Dios nos ha dado una vida bendecida. A través de la Palabra de Dios y al permitirnos probar la dureza de la vida, Dios nos ha permitido darnos cuenta de que la vida está vacía.
Si no fuese por la Palabra de Dios, ¿cómo podríamos saber cómo es el final, y cómo podríamos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de Dios bendita? ¿Puede la filosofía del hombre hacer noble a la humanidad? ¿Puede la ciencia bendecir la vida del hombre? No, sólo Dios nos permite vivir con todas las bendiciones.
Estoy agradecido a Dios por permitirnos vivir esta vida bendita. Puede que tengamos insuficiencias, pero aún así somos renovados todos los días por fe. Por supuesto que hay buenos y malos momentos en las vidas de los justos. Algunas veces caemos en los pensamientos carnales, pero cuando la Palabra de Dios nos da fuerzas y vivimos por fe, podemos vivir una vida espiritual, como las águilas que extienden sus alas. Una vida que sigue la justicia de Dios es una vida bendecida, porque se vive por el Señor.
Espero que sus vida no vuelvan al polvo. Quiero que crean en el Evangelio del agua y el Espíritu y nazcan de nuevo para confiar en la Palabra de Dios y vivan por fe, y así puedan recibir todas las bendiciones de Dios con gozo. Si mueren, mueren por el Evangelio del agua y el Espíritu en Cristo, y si viven, viven en el Evangelio del agua y el Espíritu para servir a este Evangelio.
Dios nos ha dado la vida de fe. Les pido que crean que cuando tenemos fe en el Evangelio del agua y el Espíritu y vivimos unidos con la Iglesia de Dios recibimos todas las bendiciones de Dios. Cuando vivimos unidos a la Iglesia de Dios, podemos conseguir todo lo que deseamos. Pero muchos hermanos y hermanas todavía intentan vivir por su propia fuerza, y esto me preocupa.
El hecho de que estemos sentados ahora en la Iglesia de Dios por nuestra fe en Su justicia es algo maravilloso. Si no fuera por esta fe, no podríamos enseñar ni aprender nada mientras estamos aquí sentados. Como Dios nos ha dado fe y nos ha bendecido con Su gracia, podemos sentarnos y escuchar la Palabra de Dios. Y Dios nos ha dado esta gracia sin que la merezcamos.
En mí país, Corea el Sur, cuando un chico cumple 20 años, tiene que pasar un examen físico y al cabo de un año tiene que hacer el servicio militar obligatorio. Ustedes han sido reclutados por el ejército de Dios, quien vio a los que estaban decididos a servirle y los recluyó en Su Iglesia, llamándoles obreros Suyos. La carta de reclusión la envía la Iglesia de Dios y es una invitación bendita porque nos invita a vivir como soldados de Dios. En la Iglesia de Dios, incluso si nacemos de nuevo, si no nos negamos a nosotros mismos, nunca podemos ir a la Mission School. Algunos de estos santos pueden entrar en esta escuela, pero al final la dejarán.
Por muy eruditos que seamos en el conocimiento secular, no nos sirve de nada en el campo de la fe. No comparen nuestra Mission School con los seminarios teológicos de este mundo. Todos ellos juntos no se pueden comparar con nuestra escuela. No hay nada que aprender en los seminarios.
Un seminario no es un lugar donde se aprende sobre la Palabra de Dios en la Biblia. Entonces ¿qué aprenden los alumnos allí? Aprenden filosofía teológica formulada por teólogos famosos, y doctrinas humanas. Enseña lo siguiente: «Después de graduarse en la Universidad de Oxford, Livingston dedicó toda su vida a las gentes de África y por eso ustedes deben ser como Livingston y pagar la deuda que deben por el amor de Cristo». Multitud de personas invierten todas sus vidas en estudiar la teología, pero es completamente en vano.
¿Acaso los teólogos del mundo creen en la divinidad de Jesús? No pueden vivir así, porque no tienen el Espíritu de Dios. Incluso los líderes religiosos del mundo no creen en la divinidad de Jesús. Sólo consideran a Jesús como un hombre.
La teología se trata de lo siguiente: ¿Quiénes son los teólogos más famosos? ¿Cuál es su opinión sobre la salvación? ¿Qué hacen? ¿Qué opinan sobre la divinidad de Jesús? ¿Cómo creyó Calvino en Jesucristo y qué dijo Lutero? Esto es de lo que trata la teología. Los estudiantes dejan de lado la Biblia y aprenden de libros de textos llamados Teología Sistemática o Introducción al Nuevo Testamento e Introducción al Antiguo Testamento. Todo lo que los estudiantes deben hacer para obtener créditos es aprender un poco de hebreo y griego y escribir distintos trabajos a lo largo del curso académico.
¿Han aprendido sobre Génesis 1, 1 en un seminario? No pueden aprender la Verdad del primer capítulo de Génesis porque no se enseña en los seminarios. Además los seminarios no pueden hablar de todos los matices de la Biblia. Y además los estudiantes no quieren aprender.
Cuando me realizaron una entrevista para entrar en un seminario, un profesor me preguntó: «¿Por qué quieres entrar en un seminario». Yo contesté: «Quiero aprender más sobre la Biblia». El profesor que me entrevistó me dijo que mi respuesta era incorrecta. Dijo: «Aquí no hacemos eso. Esta es una institución donde se forman pastores». Me quiso enseñar la respuesta correcta diciéndome: «Un seminario es un lugar donde se hacen pastores». Entonces me volvió a hacer la pregunta y me hizo repetir la respuesta que él me dio. También me preguntó: «¿Tienes un espónsor? Si es así, ¿es fiable?». Así que yo le dije: «Mi madre es la directora de un centro de oración de retiro en nuestra denominación» y así me aceptaron en el seminario.
El evangelista Um, que era uno de nuestros estudiantes en la Mission School, había estudiado en un seminario baptista, y su justicia quedó por los suelos muchas veces durante sus días en nuestra escuela. Yo le decía: «Puede que te enorgullezcas de haber ido a un seminario, pero eso no significa nada. Lo que has aprendido en el seminario no se aproxima a la Verdad. Sólo porque conozcas las ideas teológicas de algunos teólogos, no puedes graduarte en nuestra escuale. Debes tener fe en la Palabra de las Escrituras. Sólo entonces aprobarás». La Mission School dentro de la Iglesia e Dios no es un lugar donde se enseñen técnicas para predicar o teorías, sino que es un lugar donde se aprende sobre la fe.
Dios nos ha dado bendiciones maravillosas. Nos ha dado la Iglesia, la Mission School y un lugar donde trabajar. Las bendiciones de nuestro Señor son maravillosas. Deben tener fe en la justicia de Dios, creer en Su Palabra por completo, confiar en la Iglesia y creer que Dios está con nosotros, que nos bendice y obra con nosotros. Esta fe debe estar en sus corazones.
Deben saber lo que Dios hace a través de la Iglesia y lo que le dice a la Iglesia. Deben darse cuenta de que el Espíritu Santo les guía personalmente, les enseña y les refina. También deben saber que el Espíritu Santo, que no se ve con los ojos, está obrando en sus vidas. Deben hacerlo para poder comparecer ante Dios.
Yo les digo a los futuros estudiantes de la Mission School: los que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu no están cualificados para venir a este lugar. Los que tienen pecados en sus corazones no pueden entrar en la Mission School. Y si fuesen aceptados, saldrían por su cuenta. Aunque no imponemos ninguna restricción, y sólo eneñamos la Biblia tal y como es, muchos dejan la escuela. Es sorprendente.
Mis queridos hermanos, cuando nacemos de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, debemos vivir una vida bendita en la Iglesia de Dios con fe en la justicia de Dios.