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Tema 13: Evangelio de Mateo

[Capítulo 1-1] La genealogía de Jesucristo (Mateo 1:1-6)

La genealogía de Jesucristo(Mateo 1:1-6)
«Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham. Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos. Judá engendró de Tamar a Fares y a Zara, Fares a Esrom, y Esrom a Aram. Aram engendró a Aminadab, Aminadab a Naasón, y Naasón a Salmón. Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí. Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías».
 
 
Para formar parte de la genealogía de Jesucristo debemos creer en Su Salvación. En otras palabras, creer en Su Salvación es la única manera de formar parte de su genealogía.
Nuestro Padre no mandó ángeles para salvarnos, sino que mandó a nada menos que a Su único Hijo. Fue Jesucristo a quién envió nuestro Padre Dios para salvarnos de nuestros pecados. Hizo una alianza para que todo el que creyera en Jesús, que es el Hijo de Dios y nuestro Salvador, fuera perdonado por todos sus pecados de una vez por todas. En este contexto Mateo 1:1 dice: «Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham». Aquí “la genealogía de Jesucristo” se refiere al mundo espiritual, a cómo podemos convertirnos en hijos de Dios creyendo en Jesucristo, siendo salvados del poder de la oscuridad.
Este pasaje describe qué es lo que necesita un pecador para ser salvado de sus pecados y convertirse en un hijo de Dios. En otras palabras, para convertirse en un hijo de Dios, se necesita tener la misma fe que tuvo Abraham. ¿Qué tipo de fe se necesita para entrar en el Reino de Dios? Tenemos que creer en la Palabra de Dios exactamente como Abraham lo hizo. ¿Cómo complació a Dios la fe de Abraham? Creyendo en la Palabra de Dios en su integridad y esperando lo que era imposible según la razón humana. Abraham creyó en la Alianza de Dios tal y como Él la hizo, aunque fuera más allá de la imaginación humana. Este es el completo alcance de su fe. Aunque la mujer de Abraham había pasado ya la edad de tener hijos y por tanto era imposible que concibiera un hijo, Abraham creyó en la Alianza que Dios había hecho con él, de que su descendencia sería tan extensa como las estrellas del cielo. Dios consideró este hecho como justicia y estuvo contento con él. Así fue como Abraham se convirtió en el padre de los justos a través de la fe.
Hoy en día, ustedes y yo admiramos a Abraham como el padre de los creyentes porque creyó exactamente todo lo que Dios le dijo. De esta manera, debemos tener la clase de fe que Abraham tuvo para entrar en el Reino de Jesús. Esta es la única manera de recibir la remisión de los pecados y convertirse en una persona justa. Llegamos a entrar en el Reino de Dios y a recibir Su Salvación al aceptar a Jesús como nuestro Señor y Salvador.
¿Cómo debemos creer en Jesús como nuestro Salvador para formar parte de la genealogía de Jesucristo? En otras palabras, ¿cómo debemos creer en la Salvación de los pecadores? Tenemos que creer en el Evangelio del agua y el Espíritu tal y como es.
Nuestro Padre mandó a Su Hijo Jesús a este mundo para ser el Salvador y quitar todo el pecado del mundo. Por tanto, debemos admitir que Jesús quitó todo el pecado de los pecadores al ser bautizado en el río Jordán.
Y la verdadera fe consiste en creer que Él fue crucificado por nuestros pecados, sangró y murió en la Cruz, se levantó de entre los muertos y salvó a los que creían en Él. «Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él» (Mateo 3:15-16).
Este pasaje muestra la verdad de cómo Jesús tomó todos los pecados del mundo en Su bautismo. Nuestro Dios Padre envió a nuestro Señor Jesús a los pecadores e hizo que Él tomara todos nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista para dejar nuestros pecados más blancos que la nieve y para abrir las puertas del Reino de Dios. Podemos convertirnos en los justos al aceptar Su Palabra en nuestros corazones y formar parte de Su familia. Cualquiera que crea en la obra de Jesús puede pasar de ser un pecador a estar sin pecado. La manera de formar parte de la familia de Dios es creer en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Para que un pecador se convierta en un hijo de Dios, debe tener la fe que cree que Jesús es el Salvador de los pecadores. En las Escrituras, “el hijo de David” indica que Jesús es descendiente de Judá. En el Antiguo Testamento, Dios hizo la Alianza de que habría reyes en la tribu de Judá, hijo de Jacob (Génesis 49:10). David es un hombre de la tribu de Judá de quien se habló en el Antiguo Testamento. Y Jesús nació de la tribu de Judá como el Rey. Como Abraham, formamos parte de la familia real al creer en la Palabra de Dios. Nos convertimos en hijos de Dios espiritualmente. Y cualquiera que haya pasado a formar parte de la genealogía de Jesucristo a través de su fe, se ha convertido además en un hijo de Dios. Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y sus hermanos y continuaron engendrando a sus descendientes. La gente que cree en la Palabra de Dios continúa engendrando a los hijos de Dios.
Todos los que llegaron a formar parte de la genealogía de Jesús a través de la fe fueron aquellos que habían recibido la misericordia de Dios; y no fueron aquellos que tenían algo de lo que jactarse. Ellos eran humildes y débiles, pero creían en la Palabra de Dios. Por tanto, formaron una familia con el Rey verdadero.
Al formar parte de Su genealogía por la fe, necesitamos saber lo siguiente: que en la genealogía de Jesucristo hubo una prostituta llamada Rahab, así como una mujer llamada Rut, de los moabitas, los gentiles. Entonces, ¿cómo pudo una prostituta formar parte de la genealogía de Jesús? Fue por la fe de Rahab que ella pudo entrar en el Reino de Dios. Dios nos dice que la única manera de que un pecador se convierta en un hijo de Dios es creer en Su Palabra. Esto significa que la verdadera fe no consiste en vivir una vida recta, realizando buenas obras, sino en creer en la Palabra de Dios. ¿Cómo puede una prostituta vivir de acuerdo con la Voluntad de Dios? Sin embargo, Dios perdonó incluso los pecados de una prostituta, que había pecado, mediante la Salvación del Señor. Hasta una prostituta se pudo convertir en un hijo de Dios por tener fe en la verdad de la Salvación de Dios. Esto quiere decir que todo pecador en este mundo puede convertirse en un hijo de Dios.
La Biblia nos habla de la fe que cree en Él y Su Palabra. En Mateo 1, la Biblia habla de la fe de Tamar. ¿Quién es Tamar? Ella era la nuera de Judá, que se acostó con su suegro. Si lo miramos desde el punto de vista moral, ¿cómo pudo una mujer que mantuvo una relación sexual con su suegro formar parte de la sagrada genealogía de Jesús? Sin embargo, Tamar fue aprobada por su fe, porque creía en la Alianza en que su suegro creía. Pasó a formar parte de la genealogía de Jesús a través de su fe en la Palabra que su suegro le había transmitido.
Era costumbre en Israel que cuando el primogénito moría, el segundo hijo se daba en matrimonio a la esposa del primero. Si el primogénito moría sin descendencia, el suegro tenía la responsabilidad de dar su segundo hijo en matrimonio a la esposa. Tamar estaba casada con el hijo primogénito de Judá. Pero este hijo era malvado a los ojos del Señor, y Dios lo mató. Así que, según la costumbre, Judá dio su segundo hijo a Tamar. Sin embargo, el segundo sabía que la herencia no sería suya y para no engendrar hijo eyaculaba fuera de su mujer, así Dios lo mató también. El suegro tuvo que dar su tercer hijo a su nuera. No obstante, este hijo era demasiado joven, así que el suegro prometió que se lo daría cuando éste hubiera crecido. Tamar esperó al tercer hijo, pero el suegro no se lo dio, así que Tamar ideó un plan.
Llegó el día anual del esquileo de las ovejas. Entonces Tamar se quitó sus vestidos de viuda, se envolvió en un velo y se sentó en un espacio abierto. En Israel las prostitutas debían taparse la cabeza y la cara con un velo. Cuando Judá la vio de cuando iba de camino al esquileo de ovejas, quiso acostarse con ella. Así que le dio su sello, su cordón y su cayado como señal y se acostó con ella. Judá no sabía que esta mujer era su nuera. Meses más tarde, el embarazo de Tamar empezó a notarse. Se consideró adulterio, ya que era viuda por aquel entonces. En Israel, los adúlteros tenían que ser castigados siendo apedreados o quemados. Judá planeaba lapidarla, pero Tamar dijo entonces: “Estoy embarazada del hombre al que pertenecen este sello y este cayado.” Estos eran la señal que Judá dejó a la prostituta. Por tanto, Judá los reconoció y Tamar pudo engendrar hijos para continuar el linaje.
Eso nos demuestra que Dios bendice a la gente que cree en Su Palabra de Alianza y vive según ella. Del mismo modo, todo aquel que entra a formar parte de la genealogía de Jesús, lo hace a través de la fe en la Palabra de Dios. Como está escrito en el pasaje: “Judá engendró a Fares y a Zara en Tamar”, Tamar dio a luz gemelos y continuó la genealogía de Jesús por su fe en la alianza que Dios hizo con Judá. Aquí, ningún israelita criticó a Tamar diciendo “has hecho mal”. En cambio alababan a Tamar por su fe, diciendo que era una fe de bendición. Del mismo modo, Dios acepta la fe de aquellos que creen en Su Palabra. Tamar pudo formar parte de la genealogía de Jesús porque creyó en la alianza de Dios. Si creemos en la Palabra de Dios, también nosotros podemos convertirnos en sus hijos.
No nos hacemos justos mediante nuestras buenas acciones. Todo pecador puede convertirse en una persona justa y formar parte de la familia de Dios si cree en el evangelio de la Justicia de Dios. La Biblia nos dice que no es nuestro buen comportamiento lo que nos hace ser hijos de Dios. En cambio, nos convertimos en hijos de Dios por nuestra fe en la Palabra de Alianza de Dios. Nos convertimos en hijos de Dios y entramos en el Reino de Jesús mediante nuestra fe que cree en la Palabra de Dios. Nos convertimos en hijos de Dios a través de la fe en la Palabra de Dios. Debemos saber y creer que somos justos y sin pecado cuando creemos en Jesús.
La Biblia nos dice que la fe que cree en las Escrituras tal y como están escritas es la fe que cree en la Justicia de Dios. Para ser justos al aceptar en Jesús, tenemos que creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. La palabra “Santificación” se usa a menudo en todas las religiones del mundo. Sin embargo, Jesús nos dice que no hay nadie que haya entrado en el Reino de Dios después de haber sido santificado por sí mismo. Examinemos las Escrituras. Abraham presentó a su esposa como si fuera su hermana por el peligro que corría su seguridad. Isaac hizo lo mismo con su mujer. Abraham traicionó a su mujer e Isaac hizo lo mismo con la suya. Tamar y Rahab son también algunos ejemplos de personas que no podrían haber sido incluidas en la genealogía de Jesús de no haber sido por su fe. En el cristianismo, santificación significa hacerse santo gradualmente. No obstante, Tamar mantuvo relaciones sexuales con su suegro, Rahab era una prostituta, y Rut era una gentil. Ninguna de estas mujeres tenía el estatus para formar parte de la genealogía de Jesús desde una perspectiva humana. Sin embargo, la razón por la cual fueron llamadas justas y entraron a formar parte de la genealogía de Jesús es su fe absoluta en la alianza de Dios. Esta es la fe que nos lleva a ser hijos de Dios. A través de la Palabra de Justicia de Dios, llegamos a conocer el Evangelio del agua y el Espíritu por la fe que cree que Jesús es nuestro Salvador. En otras palabras, el hecho de que nos encontráramos sin pecado no se debe ni en un 0,0001% a nuestros propios esfuerzos. Nos encontramos sin pecado al creer en Jesús como nuestro Salvador, que es el Hijo de Dios, y en la Palabra escrita de Dios, esto es, el Evangelio del agua y el Espíritu.
Nos convertimos en los hijos de Dios al aceptar a Jesús como nuestro Señor y nuestro Salvador. Dios, Nuestro Rey, nos dice que aquellos que viven con el Espíritu Santo son Su pueblo. Él llama a la gente como nosotros que tienen fe en el Evangelio del agua y el Espíritu “Mis hijos, los nacidos de nuevo”. En la Biblia, los hijos justos de dios son distintos a la gente normal que no ha sido salvada de sus pecados. Aquellos que han aceptado el Evangelio del agua y el Espíritu son diferentes del resto de la gente que todavía no ha recibido la remisión de sus pecados. Hemos sido salvados de todos nuestros pecados porque creemos en Jesús, que es nuestro Salvador, el Salvador en nuestros corazones. Sabemos que hemos recibido la remisión de nuestros pecados porque creemos que el Señor vino a este mundo donde fue bautizado y derramó Su sangre. Por tanto, nos convertimos en los hijos de dios a través del Hijo de Dios y de creer en esta Verdad.
¡Aleluya! Demos gracias a nuestro Dios que nos ha dado este Evangelio del agua y el Espíritu, la Justicia de Dios.