(Mateo 14, 13-33)«Oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado; y cuando la gente lo oyó, le siguió a pie desde las ciudades. Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos. Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer. Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer. Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces. El les dijo: Traédmelos acá. Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud. Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas. Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios».
Cuando Jesús vivió entre nosotros, oró a menudo. Esto se debe a que nuestro Señor también vivía dentro de la carne. Aunque Jesucristo es Dios, se encarnó en un cuerpo carnal para salvar a todos los pecadores del mundo de sus pecados. En otras palabras, se convirtió en hombre para cumplir la voluntad de Dios Padre. Al venir al mundo, tuvo que ser bautizado, crucificado, derramar Su sangre, morir en la Cruz, y levantarse de entre los muertos. Mientras Jesucristo estaba en el mundo, fue bautizado por Juan el Bautista, para cumplir la voluntad de Dios y la justicia del Padre.
Pudo cumplir la justicia de Dios al obedecer la voluntad del Padre, que era que fuese bautizado por Juan el Bautista. Si Jesús no hubiese sido bautizado por Juan el Bautista, no podría haber cargado con los pecados del mundo, ni podría haber derramado la sangre en la Cruz. Para salvar a los pecadores de sus pecados, era absolutamente necesario que Jesús fuese bautizado por Juan el Bautista, y que así tomase los pecados del mundo para siempre. Al nacer en este mundo, para que Jesús pudiera cumplir todo eso, tuvo que ser bautizado, morir en la Cruz, y levantarse de entre los muertos, para seguir la voluntad del Padre. Así sufrió muchas dificultades en Su mente, y por eso Jesús tuvo aún más motivos para orar a Dios Padre para que le ayudase.
Como Jesús, nuestro Dios, es justo, tuvo que nacer encarnado en un hombre. Para cargar con los pecados de la humanidad, Jesús tuvo que ser bautizado por Juan el Bautista. Tuvo que entregar Su cuerpo en la Cruz para pagar el precio de nuestros pecados con Su sangre, porque la condena del pecado solo podía acabarse si se pagaba correctamente. Aquí debemos darnos cuenta de que Jesús tuvo que sufrir mucho para cumplir con toda justicia, y que Su agonía fue tan grande que no nos la podemos ni imaginar. Cuando miramos a la humanidad de Jesús, vemos que era un ser muy frágil. ¿Por qué fue Jesús a un lugar desierto cuando escuchó que Juan el Bautista había sido decapitado? Porque quería pedirle a Dios Padre que le apartase la amargura de Su muerte, y para poder escapar de la muerte en la Cruz, si podía, ya que Él también era humano.
El contexto del pasaje de las Escrituras de hoy es el siguiente. Una gran multitud se reunió alrededor de Jesús cuando escuchó que estaba en un lugar desierto. Jesús vio a toda esa gente y tuvo compasión por ella. Entonces, los discípulos de Jesús se le acercaron y le dijeron: «Despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer». Pero Jesús les dijo a Sus discípulos: «No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer». Pero los discípulos solo tenían cinco panes y dos peces, lo que no era suficiente ni para un solo hombre.
Jesús les dijo a los discípulos que le trajesen los dos peces y los cinco panes, y los bendijo. Aunque los discípulos solo le trajeron a Jesús dos peces y cinco panes, cuando Jesús los bendijo, se multiplicaron tanto que fueron suficientes para alimentar a 5000 hombres. Antes de que Jesús bendijera los alimentos, solo habrían sido suficientes para un hombre. Pero como el Señor bendijo esta pequeña cantidad de comida, mucha gente pudo comer e incluso hubo sobras. Así que la Biblia dice que había más de 5000 hombres, más las mujeres y los niños, y todos pudieron comer.
Este milagro nos demuestra que Jesús es el Hijo de Dios y que es Dios mismo.
Si Jesús no hubiese sido el Hijo de Dios y el verdadero Dios, no podría haber hecho semejante milagro. Podemos encontrar en Génesis 1 y en Juan 1 que Jesús creó el universo al principio, con Su Palabra. Todo en este universo fue creado al principio con la Palabra de Jesús.
Jesús pudo alimentar a más de 5000 personas en un campo desierto con tan solo un poco de comida. Esto no habría sido posible si no hubiese sido el Hijo de Dios. ¿Cómo no seguirle después de haber visto este milagro? Si ustedes hubiesen estado allí, le habrían seguido también. Cuando Jesús bendijo los cinco panes y los dos peces, los partió y los dio a Sus discípulos, fueron suficientes para alimentar a todo el mundo. Este suceso manifiesta la divinidad de Jesús, reveló que Jesús es el Hijo de Dios y Dios mismo para nosotros.
En los años 1980 fue famoso un hombre llamado Uri-Geller. Él decía tener poderes sobrenaturales, que podía hacer que las agujas del reloj fueran en dirección contraria, con tan solo el poder de su mente. Hace mucho tiempo, vino a Corea e hizo milagros en televisión. Incluso permitió que los televidentes doblasen cucharas con poderes sobrenaturales. Pero ni siquiera Uri-Geller puede alimentar a 5000 personas con dos peces y cinco panes. (De hecho, James Randi, que es famoso en todo el mundo por desmitificar sucesos paranormales, afirmó que había descubierto los trucos de Uri-Geller).
En el cristianismo actual, hay mucha gente rara, que dice tener el poder de hacer milagros. (El mismo James Randi que se ha mencionado anteriormente, vino a Corea una vez y prometió 1 millón de dólares a quien pudiera hacer un milagro demostrable científicamente. Pero todos los que hacen milagros en Corea quedaron en silencio mientras él estuvo en Corea). Sin embargo, por mucho poder que digan tener, no pueden alimentar a 5000 hombres con un solo almuerzo. Solo Dios, quien creó los cielos y la tierra, puede alimentarnos con el pan de vida, tanto en cuerpo como en espíritu.
Podemos darnos cuenta de que Jesús, el verdadero Dios, vino encarnado en un hombre. El nombre de Jesús significa «Salvador que salva a los pecadores». Para salvarnos de todos nuestros pecados, Jesús vino al mundo encarnado en un hombre, como nosotros, fue bautizado y derramó Su sangre.
El Señor nos ha permitido difundir el Evangelio del agua y el Espíritu, el Pan de salvación, por todo el mundo
Nuestro Señor hizo el milagro de los cinco panes y los dos peces, para que Sus discípulos supiesen quién era y creyesen en Su ministerio. Este milagro manifestó que Dios nos daría Su gracia de salvación a todo el mundo. En la Biblia, el número cinco simboliza la gracia de Dios, es decir, el don de Dios, y el pez simboliza la Iglesia de Dios. Durante la Iglesia Primitiva, los cristianos utilizaron el símbolo de un pez como señal de identidad. Cuando se encontraban dos cristianos, dibujaban un pez en el suelo para demostrar su fe. Los que dibujaban los peces, se estaban diciendo: «Creo que el Señor es el Hijo del Dios viviente, y mi Salvador». Entonces, el que Jesús hiciese este milagro de los panes y los peces, nos dice que Su Iglesia será más que suficiente para alimentar espiritualmente a todo el mundo.
El ministerio de la Iglesia de Dios se manifestó a través del milagro de los cinco panes y los dos peces. Dicho de otra manera, Dios ha bendecido el Evangelio del agua y el Espíritu, el pan de vida, y a Su Iglesia, para que Su Iglesia comparta el pan de vida con todos los pecadores del mundo. A través de este ministerio bendito, Dios ha permitido a Su Iglesia salvar a todos los pecadores de sus pecados. A través de Su Iglesia, Dios está alimentando a multitudes por todo el mundo, con el pan de vida. Las almas que han comido del pan de vida, es decir del Evangelio del agua y el Espíritu, están siendo salvadas de sus pecados.
Jesús caminó sobre las aguas
Aquí ocurrió otro suceso. Los discípulos de Jesús estaban en el mar, muy lejos de tierra, porque querían cruzar al otro lado de la orilla con su barca. El viento empezó a soplar cada vez más fuerte y las olas eran cada vez más altas, entonces los discípulos empezaron a temer por sus vidas. Las olas altas se chocaban contra la barca y la llenaban de agua, y el viento soplaba tan fuerte que, por mucho que remasen, no podían moverse en la dirección deseada. Los discípulos de Jesús estaban aterrorizados y preocupados. Mientras intentaban achicar el agua, a la hora cuarta de la noche Jesús apareció ante ellos.
En general, los judíos dividían la noche (de las 6 de la tarde a las 6 de la mañana) en cuatro partes. Por tanto, la cuarta parte era de las 3 a las 6 de la mañana, y por eso estaba oscuro. Cuando los discípulos de Jesús estaban en la barca, por la noche, con las olas altas, vieron a Jesús caminar hacia Él. Los judíos de aquel entonces llevaban túnicas. Así que con los vientos fuertes, la túnica de Jesús seguramente se agitaba con el viento. Cuando vieron que alguien caminaba hacia ellos, entre las olas y el mar furioso, piensen lo asustados que estarían. Así que empezó a cundir el pánico, porque pensaron que estaban viendo un fantasma.
Pero el Señor se les acercó y dijo: «¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!». Entonces Pedro le dijo: «Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas». Cuando Jesús dijo: «Ven», Pedro salió de la barca y caminó por el agua. Nadie en este mundo, a parte de Jesús y Pedro, puede caminar sobre el agua. Cuando Pedro caminaba hacia Jesús, escuchó el sonido del viento, sintió miedo y perdió su fe, por lo que se hundió; pero inmediatamente Jesús lo sacó del agua y lo metió en la barca con él. Entonces le dijo a Pedro: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?». Así que, cuando Jesús y Pedro se metieron en la barca, el viento cesó y los que estaban en la barca adoraron a Jesús, diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios».
En realidad, Jesús es el Hijo de Dios, quien puede caminar sobre el agua, quien no está sujeto por las leyes naturales de este mundo físico. Él es el verdadero Dios. Es el verdadero Hijo de Dios.
Jesús quería darles a Sus discípulos la fe clara y verdadera. Para demostrarles que es el Salvador y Dios en esencia, Jesús hizo milagros. Lo que debemos aprender del pasaje de las Escrituras de hoy es que, para probar el milagro de los panes y los peces, y para seguir al Señor, debemos orar sin cesar, porque viene acompañado de muchas dificultades. Cuando nos encontremos con dificultades, debemos orar al Señor, nuestro Dios, para que nos ayude.
Además, cuando oramos, primero debemos tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos tener fe en la Verdad de que el Señor es el verdadero Dios y es el Hijo de Dios, que nos ha salvado. Jesús era Dios mismo, pero para salvarnos de nuestros pecados, vino al mundo como nuestro Salvador, y a través del Evangelio del agua, la sangre y el Espíritu, nos ha salvado de todos nuestros pecados.
Jesús es fundamentalmente Dios, existe en el Cielo como Dios mismo, y es el Dios que ha venido a nosotros como el Espíritu, vive en nosotros y nos ayuda. Nuestro Señor es el Pastor de los creyentes. Como Dios mismo, nos cuida como nuestro Pastor, y también se ha convertido en nuestro amigo, y reina como nuestro Rey.
Es muy importante tener fe en la verdad de que Jesús es el verdadero Dios. Sus ministerios dan testimonio de que es Dios. Así que, cuando creímos que es el verdadero Dios y nuestro Salvador, podemos confiar en Él. Cuando seguimos al Señor después de conocerle con el verdadero Evangelio, a veces nos encontramos con dificultades, porque hay muchos peligros. En tiempos como estos debemos orar a Jesucristo, nuestro Dios, y confiar en Él.
Debemos tener fe en el Señor. Para darles a sus discípulos una fe fuerte en Él, Jesús permitió que estuviesen en una situación peligrosa. Pero no les dejó solos. Caminó hacia ellos sobre el agua, le dijo a Pedro que caminase hacia Él, y cuando Pedro se hundió por falta de fe, Él lo salvó y se metió en la barca con los discípulos. Jesús hizo milagros para enseñarles a Sus discípulos la verdadera fe.
Este milagro nos dice que tenemos una fe fuerte en Jesús, cuando llevamos a cabo la tarea de predicar el Evangelio por todo el mundo. Nosotros tampoco estaremos libres de problemas, sino que nos encontraremos con dificultades en nuestro camino sirviendo al Evangelio. En estos momentos, no debemos convertirnos en gente de fe, ni frustrarnos, caer en el mundo y morir, sino que debemos orar a Dios para que nos ayude al creer que Jesucristo es Dios. Al hacer esto podemos resolver nuestros problemas y complacer al Señor con nuestra fe, que es esencial para todos los que queremos servir al Evangelio hasta el día en que venga nuestro Señor.
Al hacer esto, demostró claramente quién era. Pedro confesó, después de haber vivido este episodio: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Mateo 16, 16). Nosotros también debemos confesar nuestra fe: «Señor, de verdad eres Dios. Eres el Salvador que vino como Hijo de Dios para librar a los pecadores de los pecados del mundo, y de todas las iniquidades. Eres el Dios de la salvación. Aunque viniste en la carne de un hombre para salvarnos, eres Dios».
Nosotros, también, debemos creer en Jesucristo correctamente.
Mientras creemos en el Señor y le seguimos, también somos tentados por Satanás, y se nos presentan todo tipo de dificultades. Pero en estos momentos de lucha, debemos confiar en Dios en todo y orar con fe en Él. Entonces Dios resolverá todos nuestros problemas y podremos seguir sirviendo al Evangelio con una fe firme como un árbol plantado a la orilla de un río.
Al orar a Dios, debemos tener fe en Él. Cuando oremos, debemos orar con fe en que Jesucristo es el Dios viviente y nuestro Salvador. Solo entonces, cuando tenemos esta fe, podemos tener éxito. Si no tenemos esta fe, no podremos seguir al Señor hasta el final.
Como somos tan débiles e insuficientes, a veces perdemos la confianza. Pero, sean cuales sean las circunstancias, debemos conocer la divinidad de Jesús y Sus ministerios, y creer en Él. Debemos creer que es el Salvador, que fue bautizado y crucificado en este mundo, y que ha borrado todos nuestros pecados y nos ha salvado. Debemos creer que es el Hijo de Dios y debemos presentarnos ante Él con fe. Por nuestra fe, ustedes y yo estamos bendecidos por Dios. Al vivir con fe y seguir la voluntad del Padre, cuando pasamos por la adversidad, necesitamos ayuda para resolver los problemas con fe, con la fe viva que debemos tener siempre.
Está escrito: «Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar» (1 Pedro 5, 8). Satanás tiene sus ojos abiertos, y está buscando a gente de Dios para devorarla. Cuando se encuentra con alguien débil, lo acecha como un león fiero. En estos momentos, cuando no tienen fe en el Señor, acaban siendo víctimas de Satanás.
Satanás intenta a todas horas destruir la fe de los nacidos de nuevo, diciendo: «¿Cómo pueden creer en Dios si tienen tantas insuficiencias?». Por tanto, deben tener una fe firme, y deben decir: «¡Aléjate de mí, Satanás! Puede que sea verdad, pero el Señor me ha salvado».
Al haber recibido la remisión de nuestros pecados, mientras seguimos al Señor, hay veces que nos preocupamos mucho, y tenemos muchos problemas. Cuando nos ocurre esto, debemos orar más, y creer que Jesucristo es Dios, y al tener esta fe, debemos buscar Su ayuda. Si tenemos fe, podemos ver cómo Dios nos ayuda.
Debemos creer que el Señor hizo el milagro de los panes y los panes para enseñarnos lo que es la fe. Debemos aprender a tener fe a través de la Palabra de Dios, la Verdad. No podemos permitirnos vivir sin fe, tanto para ser salvados como para predicar el Evangelio. Debemos creer en la Palabra de Dios. Debemos tener fe en que todo se cumplirá según la Palabra de Dios. La Biblia, la Palabra de Dios, es la Verdad.
Últimamente me siento pesado y me preguntó por qué. De repente descubrí que era porque había estado trabajando con alguien que no había nacido de nuevo, y me había engañado. Este problema me estaba dando dolor de cabeza. Así que cuando analicé todos los factores, llegué a la conclusión de que todo venía de haber trabajado con una persona que no había nacido de nuevo. La Biblia dice: «No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?» (2 Corintios 6, 14). Esta es la verdad, que no sabía de dónde venía ese problema. Cuando trabajamos con gente que ha nacido de nuevo, Dios nos ayuda, y por eso, si oramos a Dios para que nos ayude, todo sale bien con Él. Pero intentar trabajar con alguien que no ha recibido la remisión de los pecados nos causa problemas. De hecho, los justos no deben trabajar con los que no han nacido de nuevo.
Podemos encontrar otra lección en el Antiguo Testamento. Cuando Israel fue dividido en dos reinos, el norte y el sur, uno de los reyes del sur se alió con el del norte para invadir a otra nación. La fe del reino del norte se había corrompido, porque su primer rey, Jeroboam, había creado becerros de oro para adorarlos, y había alterado el sistema de sacrificios. Por tanto la alianza entre los dos reinos se formó por culpa de la iniquidad. Por eso muchas personas fueron asesinadas y sufrieron mucho.
No debemos tomarnos la Palabra de Dios a la ligera. Sino que debemos temerla. A través de mi propia experiencia, me he dado todavía más cuenta de que la Palabra de Dios es cierta, y me arrepentí de mi pecado. Entonces oré a Dios para que me ayudara a resistir la tentación. Espero que tengan la misma fe en Dios y en Su Palabra.
¿Quién es Jesús? Es el Hijo de Dios y nuestro Salvador. Es el Señor de la vida, que creó el universo y nos creó a nosotros, y que ha borrado todos nuestros pecados con la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Mientras siguen al Señor, deben tener fe en Jesús, el verdadero Dios. «Eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente». Debemos tener esta fe en nuestros corazones.
Debemos tener fe en nuestros corazones, y debemos estar firmes ante Dios con esta fe. Jesús es nuestro Pastor, y el Padre de Jesucristo, y nuestro. Por tanto, cuando les pedimos a Dios Padre y a Jesucristo que nos ayuden, Dios escucha nuestras oraciones según Su voluntad, y nos ayuda. Como somos el pueblo de Dios y Sus hijos, y como es nuestro Padre y Pastor, nos ayuda. Debemos tener esta fe firme. De hecho, como tenemos esta fe, podemos vivir espiritualmente. Todos los nacidos de nuevo deben vivir por fe.
Debemos resumir el pasaje de las Escrituras en dos oraciones: «Jesús fue a orar» y «Jesús hizo milagros y señales». En otras palabras, esto nos demuestra que Jesús tiene humanidad y divinidad en Su esencia. Como vemos que Jesús era humano y divino, debemos tener una fe fuerte en la verdad, en que Dios es el Cordero de Dios que vino en un cuerpo humano para ser nuestro Salvador. Debemos confiar en Él, como el Dios Omnipotente y vivir por esta fe.