El Espíritu Santo en este momento hace el trabajo de discernir claramente las verdaderas enseñanzas de las falsas en la palabra de Dios. Él predica el evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos dio, a las almas que están agonizantes debido a la iniquidad de este tiempo de confusión para salvarlos. Nosotros debemos saber que hay muchos profetas falsos que trabajan dentro del cristianismo hoy a lo largo del mundo. Aunque ellos tienen el pecado en sus corazones, siguen haciendo mal: hablando en lenguas, realizando maravillas falsas, y teniendo visiones. Para la confusión de las almas en esta era, el Espíritu Santo, “el Consolador” convence al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio (Juan 16:8). En primer lugar, el Espíritu de verdad convence a la humanidad de pecado. Pecar a la vista de Dios es no creer en el evangelio del agua y el Espíritu que Dios nos dio. Él declara culpables a aquellos que no creen en el bello evangelio del bautismo de Jesús por Juan Bautista y su sangre en la cruz, advirtiéndoles que ellos son pecadores destinados para el Infierno. Él también da testimonio de la justicia de Dios. Aquí el significado de “la justicia de Dios” consiste en que Dios envió a Jesús a este mundo en la apariencia de hombre para que él acepte todos los pecados del mundo. Él ayuda a las personas que creen en Jesús a recibir el perdón de pecado creyendo en el evangelio del agua y el Espíritu. Él también advierte que aquellos que no obedecen el verdadero evangelio a pesar de conocer la voluntad de Dios mas tarde serán juzgados por sus pecados. Al principio, cuando Dios creó el mundo con su palabra, el Espíritu Santo trabajó con él y después hizo brillar la luz de la verdad en los corazones vacíos y desconcertados de la humanidad para iluminar el evangelio del agua y el Espíritu (Génesis 1:2-3) Así el Espíritu Santo ilumina las almas desconcertadas de esta era, de sus pecados, en la justicia de Dios y en el juicio por sus pecados.