(Romanos 3:10-31)
“Como está escrito: ‘No hay justo, ni aún uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; Su boca esta llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; Quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos’. Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento de pecado. Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los Profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles. Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircunsición. ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley.”
Los seres humanos no tienen nada de que jactarse En la carne
Romanos 3:10-12 afirma, “Como está escrito: No hay justo, ni aún uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.” Delante de Dios, todos estamos llenos de pecado debido a la carne. ¿Puede uno acaso, llegar a ser justificado por sus propios medios con la carne? ¿Puede existir justificación natural por la carne ante Dios? Un ser humano nunca podrá ser justificado con la carne. La carne nunca puede ser justificada sin haber sido liberada de sus pecados a través de Jesucristo.
Aquellos cuyos pecados han sido borrados no tienen nada de que jactarse en la carne. Nosotros cuyos pecados han sido borrados, no podemos hacer otra cosa en nuestra carne que desviarnos, ya que no tenemos la habilidad de hacer el bien. No podemos decir que vivimos buenas vidas, excepto cuando servimos al Señor y hacemos el trabajo espiritual. Como dijo Jesús, “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6), la carne sólo quiere caminar en sus deseos y el espíritu, en el Espíritu. La carne nunca podrá ser transformada en espíritu.
Todos los seres humanos nacen en pecado, viven bajo el pecado, mueren en vano y eventualmente serán lanzados en el lago de fuego en el infierno. No tendrían esperanza si Dios no hubiera enviado a su Hijo Unigénito al mundo a salvarlos de todos sus pecados. Si existe alguna esperanza para nosotros, es porque Dios nos dio una esperanza verdadera. Si no fuera por Dios, no tendríamos ni justicia, ni esperanza. Esto es cierto, cuando investigamos el destino de cada individuo, incluyéndote a ti y a mí.
Aunque nos llaman “los señores de toda la creación, estamos destinados a nacer llenos de pecados, a pesar de nuestras voluntades, vivir en vano e ir al infierno. ¡Que momentáneos somos! Normalmente identificamos la efímera vida de los seres humanos con el insecto que vive toda su vida en un día, muere y regresa al polvo en vano. No tenemos esperanza sin Jesús. Las únicas cosas necesarias que los seres humanos hacen es nacer, comer, beber, morir e ir al infierno, sin importar lo famoso que hayan sido o lo grande de sus hazañas. Vivimos en vano y desaparecemos en vano y estamos destinados a recibir el juicio eterno.
Sin embargo, Dios nos Dios la ley para darnos el conocimiento del pecado y después gratuitamente nos justificó por su gracia a través de la remisión de pecados en Jesucristo. Él envió a su Hijo Unigénito Jesús, quien tomó todos los pecados y fue crucificado, para ser propiciación a aquellos que creen en el bautismo y la sangre de Jesús. Dios envió a Jesús a ser la propiciación de nosotros y hacernos justos.
¿Como pueden aquellos que tienen la remisión de pecados llegar a ser justos? ¿Acaso nosotros, que tenemos la remisión de pecados, tenemos la remisión de la carne? ¿Tenemos algo de lo que nos podamos jactar ante Dios? No tenemos nada de que jactarnos en la carne. Debido a Dios, el Señor, estamos gozosos y le damos gracias porque tenemos la remisión de pecados, la confirmación de la salvación y la vida eterna.
Nosotros los que tenemos la remisión de los pecados somos nada sin Dios. ¿Acaso la carne de un ser humano tiene algo de que jactarse? ¿Tiene la carne algo de justicia? ¿Tenemos algo de que jactarnos en los 70-80 años de nuestras vidas? Nada es justo en un ser humano. ¿de que podemos jactarnos ante Dios? Finalmente la carne no tiene nada de que jactarse. La carne no tiene nada de que jactarse ante Dios, ni aún el 0.1%.
La única cosa de la cuál podemos jactarnos es de la Justicia de Dios
De lo que podemos jactarnos es que el Señor nos salvo de nuestros pecados, como esta escrito, “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y los Profetas.” El Señor es nuestra vida eterna y Salvador. Él nos justificó. Somos justificados por la salvación perfecta de Jesús. No tenemos nada de que jactarnos en la carne o en las obras de la ley. Estamos agradecidos y alabamos al Señor por haber sido bautizado y por haber lavado todos los pecados del mundo para así cumplir toda justicia.
Llegamos a tener la justicia de la fe. El Señor salvó a toda la gente en el mundo de sus pecados, sin dejar a nadie fuera. La salvación del Señor nos hace felices y nos da esperanza. Nos da un poder nuevo. No tenemos de que gloriarnos, sino en el Señor. Lejos de jactarnos de nuestra justicia ante Dios, estamos avergonzados. Mucha gente trata de ofrecerle sus esfuerzos a Dios con orgullo por sus obras y por su propia justicia, pero sus egos auto-justificados son como ropa sucia. Puede que tengan algo de que jactarse entre ellos o para sí mismos, pero nada ante Dios.
El Señor es el perfecto Salvador para nosotros. ‘Jesús’ quiere decir ‘el Salvador’ y se dice que también él es Cristo. Esto quiere decir que el Salvador que vino en semejanza de hombre era Dios. A él lo llamamos “Jesucristo.” Jesús es nuestro Salvador y Dios. Damos gracias al Señor, Lo alabamos. Hacemos obras de justicia ante él y tenemos vidas fieles porque él nos salvó completamente. Sólo los creyentes en Dios pueden realizar obras de justicia.
Podemos trabajar en justicia, sin pecado, porque el Señor quitó todos los pecados del mundo y llegó a ser nuestro Salvador, quien nos salvó de todos nuestros pecados. No podemos resolver el problema del pecado por nosotros mismos. Un ser humano, ni puede eliminar sus pecados, ni guardar la justicia de Dios, haciendo buenas obras en la carne.
Dios borró todos nuestros pecados y recibimos la justicia de Dios. Somos justos. ¿Podemos conservar nuestra justicia, santificando nuestra carne con obras virtuosas de nuestra parte? Si uno pudiera hacer eso, él/ella se convertirían en un hermano/hermana mayor para Jesús. Jesús nunca podría ser el Salvador de tal persona. Tenemos un instinto para conservar nuestra propia justicia, con la habilidad de nuestra carne y emociones, sin darnos cuenta de ello. La carne actúa por instinto. Instintivamente luchamos para no estar en peligro cuando nos encontramos con el, quiere comer mucho cuando ve comida deliciosa, y quiere jugar cuando ve algo interesante.
Instintivamente queremos guardar la justicia de Dios en la carne, ya que esta actúa por instinto. Sin embargo, nosotros no podemos. El que nosotros seamos salvos, no es a través de nuestra propia justicia. Nunca podemos ser salvos por guardar bien la ley, hacer buenas obras en la carne o por consagrarnos a Dios. Nuestras proezas no están incluidas en la justicia de Dios, ni siquiera el 0.1%. Somos justificados, creyendo que Dios vino al mundo en semejanza de hombre y recibiendo el bautismo de Juan el Bautista, antes de que él fuera crucificado, para cumplir toda justicia la cuál nos salvo perfectamente de nuestros pecados.
El Señor quien nos salvó, es el perfecto Salvador
El Señor cumplió toda justicia, tomando todos los pecados que los seres humanos cometieron antes de morir, llego a ser el perfecto Salvador y nos justificó. Dios nos hizo perfectos al cumplir toda justicia. Dios nos capacitó para trabajar espiritualmente. Tenemos el derecho de trabajar espiritualmente ante Dios, porque hemos recibido su justicia, somos limpios aunque nuestra carne, continúa trabajando carnalmente. Sin embargo, aquellos cuyos pecados no han sido borrados, no pueden trabajar espiritualmente. No están calificados para hacerlo.
Estamos calificados para hacer cosas espirituales por Dios. Ahora podemos hacer las cosas del Espíritu. Podemos hacer el justo trabajo de Dios, aparte de las cosas de la carne. ¡Que perfecto es que Dios sea nuestro Salvador! Dios, quien creo todas las cosas, así como a los seres humanos, es revelado a nosotros como el Señor de la salvación., porque él vino al mundo y cumplió toda justicia. En sus relaciones con nosotros, Dios llegó a ser nuestro Señor y Salvador quien nos salvó.
La salvación sería imperfecta si alguien que es débil y que no tiene la habilidad nos salvara. Alguna vez cabría la posibilidad de falla. Al contrario, Aquel que nos salvó no es tal persona. Él es Dios y el Creador que hizo todas las cosas. Juan 1:3 afirma, “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que sido hecho, fue hecho.” ¿Quien es Jesús? El Salvador. ¿Quién es el Salvador? Él es Dios, el Creador. Dios nos salvó perfectamente. Nuestra salvación es perfecta porque él nos salvó. Permanece para siempre. Sin embargo, nuestra salvación sería imperfecta si él no fuera el Creador, una persona entre las criaturas, no duraría mucho y su justicia sería como un trapo sucio. Si uno usa ropas de perfecta piel, nunca se gastarán, ni aún si uno juega fútbol o si se lanza por una resbaladilla. Pero si no fueran ropas de buena calidad, se gastarían de inmediato.
El Dios que nos salvó de nuestros pecados no es imperfecto. El Señor que nos salvó es Dios, quien es perfecto. La salvación de Jesús, quien fue bautizado para llevar todos nuestros pecados, crucificado, levantado de nuevo de entre los muertos y que esta sentado a la diestra de Dios, nunca se invalidará, sin importar cuan débil pueda ser la carne del creyente. Esta es la salvación que Dios nos dio.
Nuestra propia justicia debe ser quebrantada por Nosotros, para vivir por fe
En la Biblia, aquellos que estaban llenos de su propia justicia pasaron a través de varias dificultades porque Dios quería romper su justicia, a través de esas dificultades. Existen muchos pasajes como, “Sin embargo, los lugares altos no fueron quitados” en las historias de los reyes. Quiere decir que un ser humano, por sí mismo, no es perfecto en su carne, pero él/ella son justos creyendo en el Señor.
Amados santos, nuestro Dios nos salvó perfectamente, sin importar que tan débiles seamos. Moriríamos si vivimos por nuestra propia justicia. Pero, Dios el Señor nos salvó completamente de nuestros pecados. Él se regocijará sobre nosotros si vivimos por la justicia del Señor, sin importar lo débil que seamos. Isaías 53:5 afirma, “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre el,, y por sus llagas fuimos nosotros curados.” Dios quitó nuestras iniquidades de una vez y para siempre. No debemos ser cuidadosos por temor de que nuestra justicia se quiebre.
Algunas personas tienen personalidades como vasos de vidrio. Conozco a una hermana que fue a América. Siempre que la veía, era tan noble; hablaba cuidadosamente y nunca maldecía. Solía decir “¡Oh! Don hombre malo,” a un hombre increíblemente malvado, aunque había recibido la remisión de los pecados. Ella recibió el perdón de los pecados creyendo en el bautismo de Jesús y su sangre sobre la cruz, aunque ella estaba llena de su propia justicia. Sin embargo, después de que ella recibió la remisión de pecados, seguía llena de su propia justicia, así que era extremadamente cuidadosa al expresarse por temor a que su propia justicia se quebrará, existe mucha gente que es como ella. ¿Durará mucho su justicia? Pronto será quebrantada.
¿Tiene tú carne debilidades aunque seas salvo? Si. ¿Vives una vida perfecta? Podemos vivir perfectamente después de la remisión de pecados, si caminamos con el Espíritu. Sólo las obras justas están calificadas como buenas delante de Dios. Somos dignos de alabanza cuando trabajamos y caminamos con el Espíritu. No tenemos nada plausible en la carne. Alguna gente entre los santos, que tienen la remisión de pecados, trata de guardar su justicia por temor a que se rompa.
Sin embargo, el Señor no se regocija en ellos. De todas formas la justicia humana será quebrantada. Sería mejor si se rompe pronto. De todas formas se romperá dentro de 10 o 20 años. Por lo tanto, será mejor si el hombre externo es quebrantado ahora, para que el hombre interno pueda vivir por fe. La gente trata de no romper su justicia, aunque de cualquier forma se romperá.
El Señor se hizo nuestro Salvador. ¡Cuán perfecto es nuestro Salvador!. El Señor se ha hecho nuestro Salvador. Él salvó a ambos, a ti y a mí. ¿Volverías a ser un pecador debido a las iniquidades de la carne? No. Dios cumplió toda justicia. Después de que nacemos por el agua y el Espíritu, nuestra justicia es quebrantada muchas veces. Nuestra maldad es revelada muchas veces mientras seguimos al Señor. En el caso de un introvertido es revelada a él mismo y en el caso de un extrovertido es revelada a otros. Cuando nuestra justicia es revelada, sólo esta es quebrada, mientras que la justicia de Dios permanece firme.
Lo que nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es
Yo quiero que creas que Dios el Señor se hizo nuestro perfecto Salvador. Por lo tanto, debemos vivir por fe. Dios quiere que se rompa nuestra propia justicia y él se agrada de esto. Juan 3:6 afirma, “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” La carne no puede llegar a ser espíritu. En el Budismo, existe “la doctrina de la emancipación de la experiencia mundana.” Insiste en que la carne puede llegar a ser espíritu. La carne nunca podrá llegar a ser espíritu. No, no puede. ¿Quién puede hacerlo? Vamos. Nadie puede hacerlo.
Sung-chul, un famoso monje Coreano del Budismo contemporáneo, murió hace algunos años. Él buscó la verdad a través de la meditación, mientras miraba una pared durante casi 2 décadas. Ni siquiera se recostó para dormir durante una década tratando de alcanzar la iluminación espiritual. Aún durmió sentado durante esos 10 años, y solo trato de tener una buena mente, derrotando a los malos pensamientos, adulterio, fornicación, asesinato, robo, perversidad, orgullo y las tonterías que salían de su interior. Mucha gente pensó que él era un Buda viviente. Sin embargo, él mismo sabía que para nada podía extinguir los deseos de su carne, así que él dejo un pedazo de un poema Nirvana cuando estaba cerca de la muerte, después de cultivar su mente por casi 2 décadas en el corazón de las montañas:
“He engañado a muchos hombres y mujeres durante el tiempo de mi vida, mis pecados son más grandes que la montaña más alta. Caeré en el infierno sin final, Y mi lamentación será dividida en diez mil caminos. Un pedazo de sol rojo desciende detrás de las montañas azules.”
Toda la gente religiosa del mundo admiraba su personalidad sublime y enseñanzas aparentemente profundas. Sin embargo, él mismo dijo que iría al infierno.
La carne nunca podrá ser espíritu, pero nuestras almas se vuelven hijos de Dios cuando nacemos de nuevo, creyendo en su salvación. Recientemente fuimos hechos nuevas criaturas por la gracia de Dios, quien nos resucitó en su justicia. Un ser humano nunca podrá ser renovado por sus propios esfuerzos.
Los ministros, los monjes y los padres católicos que participan en ministerios en las prisiones, aconsejan a los prisioneros que vivan vidas virtuosas por el resto de sus vidas. Sin embargo, la carne nunca cambia. Dios quiere que abandonemos nuestra propia justicia y que firmemente creamos que el Señor es nuestro Salvador. Cree en el bautismo y la cruz de Jesús. Entonces tendrás una fe grande en la salvación.
Dios busca creyentes ahora
El Señor se hizo propiciación para nosotros. Él fue bautizado para quitar todas las cosas que separaban a Dios el Padre de los seres humanos. Él fue crucificado para pagar la deuda de nuestro pecado, fue juzgado en nuestro lugar, y nos salvó de todos nuestros pecados. Dios se hizo propiciación para nosotros.
Él dice, “A quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Romanos 3:25-26).
Dios vino al mundo y cumplió toda justicia. Todo el mundo está sin pecado. Nadie va al infierno si él/ella creen en la perfecta salvación de Dios. Él/ella van al infierno debido a su incredulidad. Uno puede ser salvo si él/ella abandonan su propia justicia e hipocresía y aceptan a Dios como el Salvador, creyendo en el bautismo de Jesús y la muerte sobre la cruz. Vivimos en un estado de no pecado desde el punto de vista de Dios, porque él tomó todos los pecados del mundo sobre él y los eliminó.
Yo creo en Dios. Y tú también. Él es el Salvador. No tenemos pecado. Dios el Señor nos salvó perfectamente. El único problema que nos queda a nosotros es como vamos a vivir el resto de nuestras vidas. ¿Cómo debemos vivir? Deberíamos caminar con el Espíritu. No tenemos razón para preocuparnos acerca de la eliminación de nuestros pecados. Las palabras, “A causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,” quieren decir que Dios no nos condena por nuestros pecados. No tenemos pecado y nada de que juzgarnos, ya que Dios nos salvó de nuestros pecados, recibiendo el bautismo de Juan el Bautista para quitarlos y siendo crucificado. Por lo tanto, Dios no nos condena por nuestros pecados. Él busca a aquellos que creen esta verdad con su corazón.
La Biblia dice que no hay ningún justo, pero que somos justificados por la fe en Dios. Dios dice, “Como está escrito: ‘No hay justo, ni aun uno; no hay quién entienda, no hay quién busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quién haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; Quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos’” (Romanos 3:10-18).
Dios vino al mundo y quitó todos los pecados de aquellos que hacen toda clase de maldad mientras viven en este mundo y no tienen justicia y se hicieron inútiles en el río Jordán. ¿Lo crees?
Ahora, Dios busca gente que crea que él los salvó de todos sus pecados. Los ojos de Dios están sobre los justos. Él nos motiva, a los justos. Él nos cuida, siempre está con nosotros, nos guarda y trabaja con nosotros. Dios nos confió con obras justas. Jesús se dolerá más que nosotros, si nosotros nos dolemos con la maldad de nuestra carne. “Porque te dueles de tus pecados cuando Yo ya te salvé de ellos.”
Lo que tenemos que hacer ahora es creer en Dios, caminar con el Espíritu y predicar el evangelio para cosechar almas. Esas son las cosas que tenemos que hacer ahora. ¿Crees esto? No muestres tú propia justicia, ni tampoco trates de establecerla, comparando con otros tu justicia para exhibirla. No calumnies a la persona que no es justa por sí misma. De hecho, no existe por naturaleza un ser humano justo.
Damos gracias al Señor quien nos salvó a través de Su bautismo y la cruz
No tenemos nada de que jactarnos ante Dios, excepto de su amor, el cual nos salvó a la perfección. Todo lo que tenemos que hacer es jactarnos de la salvación de Dios, alabarla, darle gloria a él, y predicar el evangelio del agua y el Espíritu. No tenemos que preocuparnos por el pecado o por ir al infierno. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1) Nunca. ¿Lo ves? Uno va al infierno si él/ella no se une al hecho de que el Señor lo salvó con su acto de justicia. Sin embargo, uno no necesita preocuparse acerca de ir al infierno si él/ella lo creen.
Dios el Señor nos salvó de todos los pecados con el bautismo y la sangre de Jesús. ¡Cuán agradecidos estamos! “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley. ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles” (Romanos 3:28-29).
Dios no es solamente el Dios de los judíos, sino también el Dios de los gentiles. Él es Dios de todos los seres humanos. Dios el Señor nos salvó de todos nuestros pecados. Para poder hacer eso, él vino al mundo, fue bautizado para llevar todos nuestros pecados, y fue crucificado para ser juzgado por todos los pecados. Por lo tanto, él se hizo el Dios y el Salvador de todos los seres humanos. Esta es la conclusión de Romanos capítulo 3. El apóstol Pablo creía esto también.
El apóstol Pablo no solamente habla de las debilidades de la carne, sino también de la justicia de Dios aparte de la ley. No podemos ser salvados por las obras de la ley. ¿Por qué podemos ser liberados? Por la fe en la salvación de Dios. Dios el Señor se hizo la propiciación para nosotros y paso por alto los pecados previamente cometidos. Por lo tanto, los incrédulos serán juzgados por el pecado de estar en contra del Espíritu Santo. Él no juzga los pecados que fueron cometidos por la debilidad de la carne, ya que no existe pecado en el mundo.
Por lo tanto, debemos creer en el Señor Dios. No existe condenación ni juicio para los creyentes. Dios es el Dios de los creyentes, así que debemos pasar el resto de nuestras vidas caminando con el Espíritu, ya que todos los pecados fueron perdonados, aunque nuestra carne quiere vivir con deseos. El Señor Dios es el Dios de ambos, los judíos y los gentiles. También es el Dios de ambos, los creyentes y los incrédulos. Esto quiere decir que Dios quiere que todos los seres humanos sean salvos de sus pecados. Él no puede llegar a ser el Dios de los incrédulos. Él ya se hizo el Dios de los creyentes.
Yo doy gracias al Señor Dios desde el fondo de mi corazón. Que miserable sería yo, si Dios el Señor no hubiera sido mi Salvador, si él no hubiera venido a este mundo en semejanza de hombre, y si él no hubiera sido bautizado en el río Jordán para quitar todos nuestros pecados, Si él no se hizo nuestro perfecto Salvador, seríamos pecadores de nuevo después de recibir la remisión de pecados, ya que somos débiles hasta el día que morimos. Yo doy gracias a Dios el Señor.
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