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Tema 17: La relacion entre el ministerio de Jesus y el de Juan el Bautista

[Capítulo 17-9] La relación entre la obra de Juan el Bautista y el Evangelio del perdón de los pecados (Mateo 21, 32)

La relación entre la obra de Juan el Bautista y el Evangelio del perdón de los pecados(Mateo 21, 32)
«Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle».


Juan el Bautista, el enviado de Dios


En Juan 1, 6-7 se dice de Juan el Bautista: «Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan. Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él». En este pasaje, el Apóstol Juan da testimonio de la importancia del bautismo que Juan el Bautista dio a Jesús en relación con el Evangelio de salvación.
Aquí, Jesús dice, refiriéndose a Juan el Bautista: «Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz». En este pasaje, el Señor da testimonio de que Juan el Bautista le pasó todos los pecados del mundo mediante el bautismo. Juan el Bautista dio testimonio de Jesús para «que todos creyesen por él». El Apóstol Pablo nos dice que, a través del testimonio de Juan el Bautista, todo el mundo pudo creer en la Verdad que dice que Jesús nos ha salvado a todos mediante el bautismo y la sangre derramada en la Cruz.
En otras palabras, este pasaje significa que, si Juan el Bautista no hubiese dado testimonio de la salvación del agua y el Espíritu, la gente no habría podido conocer la salvación mediante la que Jesús ha salvado a todos los pecadores por el bautismo y la sangre derramada en la Cruz. Por lo tanto, la fe que no se basa en el conocimiento de por qué Juan el Bautista bautizó a Jesús, es una fe inútil. Sólo los que han encontrado a Jesús a través del Evangelio del agua y el Espíritu pueden tener la verdadera fe.


¿Qué tipo de persona es Juan el Bautista?


Cuando el sacerdote Zacarías y su esposa Isabel eran ya de edad avanzada, tuvieron a Juan el Bautista por la providencia de Dios y por ello le cantaron alabanzas: «Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados» (Lucas 1, 76-77). Cuando el profeta del Altísimo, el representante de la humanidad, Juan el Bautista, pasó todos los pecados del mundo a Jesús mediante el bautismo, hizo que la gente creyera en Jesús al predicar este Evangelio a través del cual la gente reciba la salvación.
El profeta Juan el Bautista predicó la buena nueva para decirnos que fuimos salvados del juicio gracias al bautismo de Jesús y que el bautismo de Jesús era la remisión de los pecados. Dios envió a Juan el Bautista a este mundo como representante de la humanidad para hacer la obra de pasar los pecados del mundo a Jesús. En Lucas 1, 78 está escrito: «Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto la aurora». Aquí «con que» significa que toda la humanidad ha visto la salvación a través de Juan el Bautista, de la misma manera en que el sol sale desde arriba sobre los que han estado sentados en las tinieblas y en la sombra de la muerte.
Jesús ha perdonado los pecados de toda la humanidad. En este mundo, ¿quién nos guía por el camino de la paz? Jesús. Como Juan el Bautista ha pasado los pecados a Jesús a través del bautismo, Juan el Bautista nos ha guiado hacia el Evangelio mediante el cual el Señor ha borrado nuestros pecados.
Examinemos más a fondo quién es Juan el Bautista según las Escrituras. Estas son las palabras de Lucas 1, 1-14: «Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido. Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elizabet. Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. Pero no tenían hijo, porque Elizabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada. Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase, conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor. Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora del incienso. Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso. Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elizabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento».
Lucas, un ministro compañero del Apóstol Pablo, predicó el Evangelio a un gentil llamado Teófilo, un hombre con un alto cargo. Sin embargo, como este hombre no conocía las Escrituras, Lucas tuvo que explicarle la Biblia con todo detalle, y por eso Lucas empezó a escribir el Evangelio desde la aparición de Juan el Bautista. Para poder explicar el Evangelio era necesario que Lucas recordara la genealogía de Juan el Bautista y los detalles de su nacimiento. A través de estas palabras, intentaremos investigar en profundidad el nacimiento de Juan el Bautista y su ministerio.
Si leemos el pasaje anterior, veremos que uno dice: «Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elizabet» (Lucas 1, 5). Está claro que la madre de Juan el Bautista era descendiente de Aarón, pero el linaje de su padre, Zacarías, no está tan claro. Debemos averiguar en cuál de las naciones de Israel nació. El padre de Juan el Bautista era Zacarías. Y Lucas escribe que era un sacerdote de la clase de Abías.
¿Quién era entonces Abías, antecesor del sacerdote Zacarías? Si leemos el primer Libro de Crónicas 24, 10, hay un pasaje que dice: «La séptima a Cos, la octava a Abías». Dios guió al pueblo de Israel mediante Moisés, y Dios nombró a Aarón, hermano mayor de Moisés, Sumo Sacerdote. Dios hizo que los descendientes de Aarón llevaran a cabo los sacrificios del Tabernáculo. Pero Nadab y Abiú, los dos hijos de Aarón, murieron cuando ofrecieron un fuego extraño ante Dios durante un sacrificio (Números 26, 61).
Tras la muerte de los dos hijos, los otros dos hijos de Aarón, Eleazar e Itamar, llevaron a cabo el sacerdocio. Pero estos dos tuvieron muchos hijos, así que, durante la época de David, se hizo necesario reorganizar la institución del sacerdocio para entrar en el Tabernáculo y servir a Dios. Y por eso se dividió el sacerdocio en 24 grupos cuyos líderes eran los descendientes de Eleazar e Itamar.
Entonces, como está escrito: «Y David, con Sadoc de los hijos de Eleazar, y Ahimelec de los hijos de Itamar, los repartió por sus turnos en el ministerio. Y de los hijos de Eleazar había más varones principales que de los hijos de Itamar; y los repartieron así: De los hijos de Eleazar, dieciséis cabezas de casas paternas; y de los hijos de Itamar, por sus casas paternas, ocho. Los repartieron, pues, por suerte los unos con los otros; porque de los hijos de Eleazar y de los hijos de Itamar hubo príncipes del santuario, y príncipes de la casa de Dios» (1 Crónicas 24, 3-5), David instauró la división en el sacerdocio para servir dentro del Tabernáculo.
Dentro de esta división está «la octava a Abías» como dice 1 Crónicas 24, 10 y el pasaje Lucas 1, 5: «Un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías». Lucas demuestra que este Zacarías era un sacerdote de la clase de Abías, descendiente del Sumo Sacerdote y que Elizabet era una de las hijas de Aarón. Entonces Juan el Bautista es claramente descendiente del Sumo Sacerdote Aarón (Lucas 1, 5) porque su padre, Zacarías, era sacerdote de la clase de Abías. Como Isabel también era descendiente de Aarón, Juan el Bautista, que nació de los dos, también era descendiente del Sumo Sacerdote Aarón. 
Lucas tuvo que explicar esta parte para que Teófilo entendiese que Juan el Bautista había pasado los pecados del mundo a Jesús como representante de la humanidad. Ahora busquemos en las Escrituras el pasaje que dice que los descendientes de la casa de Aarón llevaban a cabo las tareas del Sumo Sacerdote.


Juan el Bautista que nació en una familia de sumos sacerdotes


El hijo de un Sumo Sacerdote heredaba la tarea de ofrecer sacrificios expiatorios. En el Libro de Números 20, 28-29 dice: «Y Moisés desnudó a Aarón de sus vestiduras, y se las vistió a Eleazar su hijo; y Aarón murió allí en la cumbre del monte, y Moisés y Eleazar descendieron del monte. Y viendo toda la congregación que Aarón había muerto, le hicieron duelo por treinta días todas las familias de Israel». Dios dio el sacerdocio de la nación de Israel a Aarón y a sus hijos y dijo que sería un estatuto eterno (Levítico 16, 34). Por eso Aarón y sus hijos ofrecían los sacrificios que redimían al pueblo de Israel ante Dios.
Está escrito en Éxodo 28, 1-2: «Harás llegar delante de ti a Aarón tu hermano, y a sus hijos consigo, de entre los hijos de Israel, para que sean mis sacerdotes; a Aarón y a Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar hijos de Aarón. Y harás vestiduras sagradas a Aarón tu hermano, para honra y hermosura».
Además, en Éxodos 29, 1-9 está escrito: «Esto es lo que les harás para consagrarlos, para que sean mis sacerdotes: Toma un becerro de la vacada, y dos carneros sin defecto; y panes sin levadura, y tortas sin levadura amasadas con aceite, y hojaldres sin levadura untadas con aceite; las harás de flor de harina de trigo. Y las pondrás en un canastillo, y en el canastillo las ofrecerás, con el becerro y los dos carneros. Y llevarás a Aarón y a sus hijos a la puerta del tabernáculo de reunión, y los lavarás con agua. Y tomarás las vestiduras, y vestirás a Aarón la túnica, el manto del efod, el efod y el pectoral, y le ceñirás con el cinto del efod; y pondrás la mitra sobre su cabeza, y sobre la mitra pondrás la diadema santa. Luego tomarás el aceite de la unción, y lo derramarás sobre su cabeza, y le ungirás. Y harás que se acerquen sus hijos, y les vestirás las túnicas. Les ceñirás el cinto a Aarón y a sus hijos, y les atarás las tiaras, y tendrán el sacerdocio por derecho perpetuo. Así consagrarás a Aarón y a sus hijos».
Así que, en nombre de toda la nación de Israel, Dios hizo que la casa de Aarón, el hermano mayor de Moisés, llevara a cabo las tareas de Sumo Sacerdote y que ofreciera el sacrificio el Día de la Expiación. Nadie podía oponerse a esta tarea. El sacerdocio era un mandamiento de Dios para la casa de Aarón y no cualquier persona podía llevarlo a cabo. Sólo los sumos sacerdotes de la casa de Aarón podían entrar en el lugar Santísimo del Tabernáculo una vez al año y llevar a cabo las tareas de Sumo Sacerdote. Sólo ellos podían redimir los pecados de todo un año del pueblo de Israel. Por eso Dios le dijo a Moisés: «Harás llegar delante de ti a Aarón tu hermano, y a sus hijos consigo, de entre los hijos de Israel, para que sean mis sacerdotes; a Aarón y a Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar hijos de Aarón. Y harás vestiduras sagradas a Aarón tu hermano, para honra y hermosura» (Éxodo 28, 1-2).
El que sólo Aarón y sus descendientes pudiesen convertirse en sumos sacerdotes, había sido ordenado por Dios, que les dijo que llevaran a cabo las tareas del sacerdocio para siempre, desde el Antiguo Testamento hasta la venida de Jesús en el Nuevo Testamento. Los descendientes de Aarón cumplieron con esta tarea que era un estatuto eterno de salvación mediante la expiación de los pecados por parte de Dios.
Por eso Lucas describió a Juan el Bautista como el último Sumo Sacerdote del Antiguo Testamento al mencionar el hecho de que Zacarías era un hombre de la casa del Sumo Sacerdote Aarón. Con Juan el Bautista como representante de la humanidad y su tarea de pasar los pecados del mundo a Jesús, se acabó la época del Antiguo Testamento, y empezó la era de Jesús, la era de la gracia. Dios habló de la historia de la humanidad y la dividió en épocas o etapas.


Juan el Bautista bautizó a Jesucristo


Como Juan el Bautista bautizó a Jesús le llamamos Juan el Bautista. ¿Qué significa el bautismo en la Biblia? Bautismo es “βάφτισμα” (baptisma) en griego y significa «ser sumergido». Bautizar, “baptizo” en griego significa sumergir, limpiar mediante inmersión, lavar o limpiar con agua, lavarse o bañarse. También significa pasar o transferir. Al ser bautizado por Juan el Bautista, todos los pecados del mundo fueron pasados a Jesús y Él se convirtió en el Salvador para todos los fieles al tomar los pecados del mundo, morir en nuestro lugar por la pena del pecado y resucitar de entre los muertos. El Señor fue bautizado y a través de ese bautismo tomó nuestros pecados y murió en la Cruz por ellos porque el precio del pecado es la muerte.
Como el rito del bautismo se realiza a través de la inmersión y la imposición de manos, también se llama «rito de la inmersión». Ambos términos tienen el mismo significado. La palabra bautizar también significa limpiar. El bautismo de Jesús en el río Jordán era el bautismo de la remisión de los pecados por el que ha borrado todos los pecados del mundo al tomarlos sobre Su cuerpo. Como todos los pecados de la humanidad pasaron al cuerpo de Jesús mediante Su bautismo de la mano de Juan el Bautista, pudimos recibir la salvación al creer en ella. Si miramos el significado del bautismo que Jesús recibió, podemos encontrar 4 significados: ‘limpiar’, ‘pasar’, ‘transferir’ y ‘enterrar’.
La gente del Antiguo Testamento, para recibir la remisión de los pecados, traía animales para ser sacrificados, como cabras, ovejas, ganado, etcétera e imponía las manos sobre este sacrificio para pasar los pecados. Esto es lo mismo que el bautismo que Jesús recibió (βάφτισμα en griego). En el Antiguo Testamento, la gente imponía las manos sobre una cabra para pasar los pecados de la nación de Israel a ese animal, y como ese animal había recibido los pecados del mundo, tenía que pagar la pena de los pecados mediante su muerte.
En el Antiguo Testamento, el Sumo Sacerdote Aarón representaba a todo el pueblo de Israel. Al representar al pueblo de Israel, el Sumo Sacerdote transplantaba los pecados mediante la imposición de manos sobre la cabeza de una cabra, y le hacía sangrar por el cuello para luego poner la sangre en los cuernos del altar de los holocaustos. El Sumo Sacerdote ofrecía este sacrificio el Día de la Expiación en nombre del pueblo de Israel. En el Nuevo Testamento, Juan el Bautista era el representante de la humanidad. Entonces Jesús tomó los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista y para perdonar los pecados del mundo derramó Su sangre y murió en la Cruz. Al resucitar de entre los muertos, Él salva a los que creen en Él.


El mayor hombre nacido de mujer


Si miramos Mateo 11, 11, Jesús da testimonio a Juan el Bautista: «Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista». Juan el Bautista, como Sumo Sacerdote, pasó los pecados del mundo a Jesús al bautizarle según el estatuto eterno de Dios, tal y como hacía el Sumo Sacerdote Aarón (Mateo 3, 15). Juan el Bautista estaba cualificado para ser Sumo Sacerdote del Antiguo Testamento, para pasar los pecados de la humanidad a Jesús. En el Nuevo Testamento, el sacerdote Zacarías era un descendiente de la casa de Aarón y el origen del Sumo Sacerdote era el siguiente:


En 1 Crónicas 24, 10


El orden de los sumos sacerdotes que son descendientes de Aarón y que ofrecían el rito del sacrificio está descrito en el Antiguo Testamento, y el orden del sacerdote Abías está en la octava clase. Pero en el Nuevo Testamento, el sacerdote se elegía «según la costumbre del sacerdocio», como podemos ver en el Evangelio de Lucas 1, 9. De la misma forma que en el Antiguo Testamento, la persona que era elegida aquí desempeñaba las funciones de Sumo Sacerdote. Esta tradición pasaba de generación en generación desde los días del Antiguo Testamento hasta Zacarías, el padre de Juan el Bautista.
Zacarías era un Sumo Sacerdote que nació en la clase de Abías, descendiente de Aarón. Del mismo modo en que un león sólo puede concebir un cachorro de león, Dios hizo que los sumos sacerdotes sólo pudieran salir de la casa de Aarón, el Sumo Sacerdote. Y por eso, Juan el Bautista, de la casa del Sumo Sacerdote, desempeñó la función de intermediario, de sacerdote que cumpliría las profecías sobre la salvación de Dios, tal y como se prometió en el Antiguo Testamento, y pasó los pecados del mundo a Jesús, y por eso es el mayor hombre nacido de mujer. Los pasajes en Mateo 11, 11-13 dan testimonio de esto. Por eso Jesús, apuntando a Juan el Bautista, dio testimonio de que él era el Elías por venir como estaba profetizado en el Antiguo Testamento (Malaquías 4, 5).


El testimonio de los Apóstoles sobre el bautismo De Jesús, que tomó los pecados del mundo


El bautismo de Jesús era el perdón de los pecados que Él tomó. La prueba del bautismo que Jesús recibió se muestra repetidas veces en las epístolas de Pablo y Pedro y en las epístolas de Juan. Primero miremos el pasaje de las Escrituras que habla del bautismo de Jesús en las epístolas de Pablo. Leamos el pasaje de Romanos 6, 2-7.
«En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado».
La fe del Apóstol Pablo en que hemos sido bautizados y unidos con Jesús, es la fe que cree en el Evangelio del bautismo de Jesús que tomó los pecados del mundo y los hizo desaparecer. El Evangelio del perdón de los pecados mencionado en la Biblia es el Evangelio del agua y la sangre mediante el cual Jesús recibió el bautismo y fue crucificado. En la Biblia, el Evangelio del perdón de los pecados del que dieron testimonio los apóstoles, nos dice que Jesús ha quitado todos los pecados del mundo.
¿Cómo cree el Apóstol Pablo en el bautismo de Jesús y cómo lo explica? En 1 Pedro 3, 21 dice: «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo». El Apóstol Pedro nos dice que el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista corresponde a la salvación que borró nuestros pecados.
Asimismo el Apóstol Juan dijo: «¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan» (1 Juan 5, 5-8). El Apóstol Juan está diciendo que recibimos la salvación de Dios que ha perdonado nuestros pecados si tenemos fe en el Salvador que ha venido por el agua y la sangre.


¿Cómo debemos creer en Jesucristo?


Los apóstoles dijeron que el bautismo (el agua) que Jesús recibió corresponde a la salvación que redime a los pecadores, y que los nacidos de nuevo pueden vencer al mundo al creer en el Evangelio del perdón de los pecados que se ha perfeccionado mediante el bautismo y la sangre de Jesús. Así que podemos ver que hay una gran diferencia entre la fe de los apóstoles y la fe de los teólogos de hoy en día que sólo creen en la sangre derramada en la Cruz. Los teólogos de hoy en día sólo creen en la sangre de Jesús, pero la Biblia dice que los pecadores pueden ser salvados si creen en el bautismo de Jesús y en la sangre derramada en la Cruz. Por lo tanto, debemos conocer el Evangelio mediante el cual Jesús ha borrado nuestros pecados por Su bautismo y sangre. Tanto el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz, son componentes esenciales para completar el Evangelio perfecto. Este es el Evangelio que ha borrado todos los pecados del mundo. En el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento se dice que el Evangelio del perdón de los pecados es el Evangelio del bautismo y la sangre, y que éste borra todos los pecados del mundo.
Mateo, un discípulo de Jesús, dice en Mateo 3, 15-16: «Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él». Aquí Dios nos dice que todos los pecados del mundo se pasaron a Jesús cuando fue bautizado por Juan el Bautista y nos da testimonio de la justicia de la salvación que Dios ha perfeccionado a través del Evangelio a través del cual nuestros pecados son perdonados.
Al ser bautizado, Jesús tomó los pecados del mundo y dio testimonio de Su salvación durante 3 años. Después de este tiempo murió en la Cruz derramando Su sangre y resucitó al tercer día. Así ha completado nuestra salvación para los que creemos en esta Verdad, y ahora está sentado a la derecha del trono, al lado de Dios Padre.
Los discípulos de Jesús dijeron: «Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan» (Hebreos 9, 28). Este pasaje significa que el Señor aparecerá por segunda vez a los que le esperen sin pecado, es decir, a los que han recibido la salvación a través del perdón de los pecados por fe en el bautismo de Jesús y Su sangre derramada en la Cruz.
«Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3, 17). Este pasaje se refiere al hecho de que el que se le pasaron todos los pecados del mundo mediante el bautismo, y el que perdonó nuestros pecados es Jesucristo. Algunos teólogos no conocen la Verdad mediante la cual Jesús ha perdonado los pecados de la humanidad a través de Su bautismo y Su sangre. Esta gente está espiritualmente ciega, no puede recibir las aguas desde encima del firmamento, es decir, la Palabra de Dios. Por eso la gente cree vagamente que Jesús ha tomado los pecados de alguna manera, pero esta idea se debe a que no conocen el bautismo de Jesús que constituye el Evangelio del perdón de los pecados.
Pero, del mismo modo en que la nación de Israel fue librada de sus pecados en el Antiguo Testamento por medio del Sumo Sacerdote que pasaba los pecados al animal del sacrificio mediante la imposición de manos y después lo desangraba, Jesús tiene que salvar a la humanidad de esta manera, según Su promesa. Jesús era el cordero del sacrificio en el Nuevo Testamento. Él necesitaba a Juan el Bautista, el representante de toda la humanidad, que pasaría los pecados del mundo a Jesús. Por eso Dios Padre envió a Juan el Bautista al mundo 6 meses antes de enviar a Jesús.
Juan el Bautista era un siervo de Dios que había sido profetizado en el Libro de Malaquías del Antiguo Testamento. Era el mensajero de Dios profetizado en Malaquías 3, 1-3. Asimismo, si miramos Mateo 11, 10-11 del Nuevo Testamento, vemos que el Señor tenía que ser bautizado para recibir los pecados de la humanidad como Salvador, y que tenía que hacerlos desaparecer. Así que Jesús necesitaba a un siervo de Dios que le bautizase. Por eso Juan el Bautista pasó los pecados del mundo a Jesús a través del bautismo para obedecer a Jesús cuando dijo: «Dejaahora, porque asi conviene que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15).
El cordero del sacrificio en tiempos del Antiguo Testamento moría una vez había recibido los pecados de una sola persona o de toda la nación. Pero Jesucristo, el Hijo de Dios, vino al mundo e inauguró la era del Nuevo Testamento. Tomó los pecados del mundo sin dejar ni uno para hacerlos desaparecer. Entonces tuvo que morir crucificado para pagar el precio del pecado. Para que Jesús pudiera librar a la humanidad de los pecados del mundo, tenía que hacerlos desaparecer mediante el bautismo de Juan el Bautista y Su resurrección al tercer día. Dios ha salvado de los pecados a los que creen en el Evangelio del bautismo de Jesús y Su sangre.


Juan el Bautista era un mensajero de Dios

Mateo 11, 11-14 da testimonio de Juan el Bautista. Leamos el Libro de Mateo 11, 7-14: «Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están. Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti. De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir».
La gente iba al desierto para ver a Juan el Bautista, que gritaba en el desierto y llamaba a la gente a que se arrepintiera. Cuando Jesús vio que la gente iba a Juan el Bautista, dijo: «¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están». Era el profeta Juan el Bautista quien estaba en el desierto.
Estas Palabras de Jesús hablan de la Verdad de que Dios hizo que Juan el Bautista fuese el representante de la humanidad y que bautizase a Jesús. Jesús dio testimonio personal de Juan el Bautista: «¿Por qué salisteis al desierto? ¿Por qué fuisteis a un hombre vestido con piel de camello, a un salvaje? ¿Qué salisteis a ver? ¿A un hombre con vestiduras delicadas? Un hombre así es un rey, pero éste es incluso mayor que los reyes», y también dijo que era el mayor hombre nacido de mujer: «¿Por qué salisteis? ¿Para ver a un profeta? Sí, él es más que un profeta».
En los días del Antiguo Testamento, los profetas eran considerados mayores que los reyes. ¿Entonces quién era el mayor de los profetas del Antiguo Testamento? Juan el Bautista. Jesús dio testimonio de que Juan el Bautista es el representante de la humanidad y dijo que era el más grande de todos. Juan el Bautista era un siervo de Dios que fue enviado al mundo 6 meses antes que Jesús. Fue enviado para pasar los pecados del mundo a Jesús mediante el bautismo. Así que el Señor dijo: «Sí, os digo, y más que profeta. Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti». La Biblia da testimonio de Juan el Bautista de esta forma.
Juan el Bautista, de quien Jesús dio testimonio, ahora da testimonio de Jesús. «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29). Juan el Bautista, que dio testimonio de Jesús diciendo: «Jesús ha quitado los pecados del mundo y es el Hijo de Dios», es el mayor de todos los profetas. Se puede decir que Juan el Bautista era un sumo sacerdote porque sus padres eran descendientes de Aarón. Sabemos que en el Antiguo Testamento Dios escogió a Aarón para ser al Sumo Sacerdote de Israel durante 40 años y confió esta tarea del sacerdocio a sus descendientes y por eso creemos que Juan el Bautista es el representante de la humanidad porque pasó los pecados del mundo a Jesús.
El Señor Jesús siguió diciendo: «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mateo 11, 12). Este pasaje demuestra que Jesús se ha convertido en el Salvador de todas las personas al recibir los pecados del mundo a través de Juan el Bautista. Jesús ha dado testimonio personal del hecho de que Juan el Bautista le transfirió los pecados del mundo. Las Palabras en Mateo 11, 12 dan testimonio de que los pecados del mundo, todos los pecados de la humanidad, han sido pasados a Jesús mediante el bautismo. Los que creen en el Evangelio del Cielo, es decir, en el Evangelio del bautismo que recibió y Su sangre, creen que Jesús murió en la Cruz mientras cargaba con nuestros pecados que había tomado mediante Su bautismo.


El testimonio de Zacarías


Cuando Zacarías escuchó el mensaje del ángel que decía que Dios le daría un hijo, no le creyó al principio. Así que, como castigo, se quedó mudo. Más tarde, cuando vio que la Palabra de Dios se hacía realidad, llamó al bebé Juan, tal y como se lo había ordenado el ángel. Entonces su lengua se desató y pudo hablar. Entonces, lleno del Espíritu Santo, Zacarías empezó a alabar a Dios de la siguiente manera:
«Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: Bendito el Señor Dios de Israel, Que ha visitado y redimido a su pueblo, Y nos levantó un poderoso Salvador En la casa de David su siervo, Como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio; Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron; Para hacer misericordia con nuestros padres, Y acordarse de su santo pacto; Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, Que nos había de conceder Que, librados de nuestros enemigos, Sin temor le serviríamos En santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días. Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; Porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; 
Para dar conocimiento de salvación a su pueblo, Para perdón de sus pecados, 
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, Con que nos visitó desde lo alto la aurora, Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz. Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel» (Lucas 1, 67-80).
En este pasaje el padre profetizó sobre qué tipo de profeta sería Juan el Bautista, y cómo ejercería el sacerdocio. Asimismo, profetizó que Juan el Bautista sería un siervo de Dios: «Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; para dar conocimiento de salvación a su pueblo, para perdón de sus pecados» (Lucas 1, 76-77). Este pasaje profetiza acerca del Evangelio. A través del Evangelio del agua y el Espíritu, Juan el Bautista se convierte en testigo de la Verdad para los que creen en Jesús. Juan el Bautista nos dijo que hemos recibido la remisión de los pecados al creer que el bautismo y la sangre de Jesús son la remisión de los pecados. Para perdonar nuestros pecados, Jesús los tomó todos a través del bautismo de Juan el Bautista. Además, Juan dio testimonio del hecho de que había pasado todos los pecados del mundo al bautizar a Jesús. En otras palabras, a través de este testimonio, Juan el Bautista nos hizo conocer la salvación a través de la remisión de nuestros pecados.
Todo el mundo recibe la salvación de los pecados si cree en el bautismo y la sangre de Jesús. Asimismo, a través del testimonio de Juan el Bautista, todo el mundo se dio cuenta de que Jesús era el Salvador que ha perdonado todos nuestros pecados. Si la gente no hubiese conocido el Evangelio de la remisión de los pecados que Juan el Bautista llevó a cabo junto a Jesús, ¿cómo podrían haber estado seguros de que Jesús es el Salvador?
Si una persona no conoce la Verdad del Evangelio de la remisión de los pecados, no hay ni salvación ni vida eterna para esa persona. Si creyésemos en Jesús sin conocer el ministerio de Juan el Bautista, nuestra fe sería imperfecta y viviríamos una vida cristiana imperfecta. Haríamos cosas como creer en doctrinas teológicas. Sin embargo, si creemos en Juan el Bautista y en la Verdad del bautismo de Jesús para la salvación que ha perdonado nuestros pecados, seremos salvados de todos los pecados por la fe en la Verdad.
En el Libro del Génesis se recogen historias desde los días en los que no había pecado, Adán y Eva, el primer ser humano, hasta los días de Abraham, descendiente de Set y Sem, después de que Adán y Eva pecaron y hasta los días de los descendientes de Jacob. En el Libro de Éxodo se habla de la Ley. Tras cruzar el Mar Rojo, los israelitas recibieron los Mandamientos en el desierto del pecado a través de Moisés, y vivieron según esa Ley.
Y durante los días de la Ley, Dios dio al pueblo de Israel el sistema de sacrificios del Tabernáculo. Dios hizo que ofrecieran sacrificios en los que el Sumo Sacerdote pasaba los pecados del pueblo mediante la imposición de manos sobre la cabeza de un animal y a través de la muerte del sacrificio, se perdonaban los pecados.
Pero esta época de la Ley terminó cuando llegó la era de la gracia; es decir, cuando Jesús fue bautizado. La salvación prometida en el Antiguo Testamento para el perdón de los pecados se acabó cuando Juan el Bautista bautizó a Jesús. A través del bautismo de Jesús y el derramamiento de Su sangre, los pecados de la humanidad fueron perdonados y la salvación se completó a la perfección.
El sacerdote Zacarías escuchó a Dios decir que le daría un hijo. Isabel, la mujer de Zacarías, era ya mayor. Parecía imposible que una mujer de edad avanzada pudiese concebir un hijo según el razonamiento humano. Pero la mujer de Zacarías concibió un hijo tal y como Dios prometió. Seis meses más tarde, la Virgen María también concibió un hijo. Un ángel se le apareció a María y dijo: «Llena eres de gracia» y María cayó al suelo y dijo: «He aquí la sierva del Señor, hágase con migo conforme a tu palabra» (Lucas 1, 38).
Y así, tomando la gracia de Dios, María fue bendecida y dio a luz a Jesucristo. Sin embargo, este suceso, el que una virgen quedara en cinta, sólo puede ser una bendición. En realidad, era un hecho que estaba catalogado como adulterio según la ley judaica de aquel entonces. En aquella época, tener un hijo sin estar casada era una gran vergüenza, y hoy en día sigue siéndolo en muchas culturas. Podía ocurrir que nunca nadie se quisiera casar con esa mujer. Pero la gracia de Dios hizo que María disfrutara de la gloria y el honor sin tener que pasar por las agonías de la carne.
Después de confesar su fe, María quedó en cinta. Lo cierto es que la concepción de Jesús fue obra del Espíritu Santo y tuvo lugar una vez el ángel entregó el mensaje de Dios a María. Entonces Jesús, nuestro Señor, nació de la Virgen María. Ella no era descendiente de Aarón, sino de Judá. José, el prometido de María, también era descendiente de Judá. Así que Jesucristo nació en una familia de reyes. Como Jesucristo es el Rey, tuvo que nacer en una familia de reyes. De la misma manera, como Juan el Bautista vino como el último Sumo Sacerdote, tuvo que nacer en la casa de los sumos sacerdotes, de los descendientes de Aarón.
Dios envió a Jesús y antes de Jesús, envió a Juan el Bautista, el mayor profeta y siervo de Dios. Al hacer eso se cumplieron las profecías del Antiguo Testamento y pudimos creer en Dios correctamente. Como el sumo sacerdocio es un estatuto eterno de Dios, los pecados del mundo fueron pasados a Jesús mediante el bautismo a través de un descendiente de Aarón. Fue Juan el Bautista, como Sumo Sacerdote, quien llevó a cabo esa tarea.
Aarón fue el primer Sumo Sacerdote de Israel, y era el hermano mayor de Moisés. Su bisabuelo era Leví (hijo de Jacob), su abuelo era Coat, su padre era Amram, su madre Jocabed y su hermana mayor era Miriam (Éxodo 6, 16-20). Aarón llamó a sus hijos Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar (Éxodo 6, 23 y Números 3, 2). Desde el tiempo en que Moisés recibió el llamado de Dios para sacar al pueblo de Israel de Egipto en el Libro de Éxodo, Aarón le ayudó, ya que Moisés tenía problemas para hablar (Éxodo 4, 10, 7, 10). Asimismo, cuando la ceremonia de la alianza entre Dios y el pueblo de Israel tuvo lugar en el Monte Sinaí, Moisés, Aarón, sus dos hijos y los 72 ancianos de Israel, vieron a Dios y comieron y bebieron allí. Esto demuestra que representaban de manera oficial al pueblo de Israel (Éxodo 24, 1-11).
Entonces, desde el momento en que Dios ordenó que se construyera el Tabernáculo para el pueblo de Israel, Aarón y sus cuatro hijos recibieron la unción de Dios y fueron nombrados sacerdotes, después de ser consagrados (Éxodo 29, 1-9; 40, 13-16). Aarón, como primer Sumo Sacerdote de Israel, desempeñó esta tarea durante 40 años, y por esta razón, la tribu de Rubén cuestionó la autoridad de Aarón para ser Sumo Sacerdote.
Pero, según el mandamiento de Dios, en el callado de Aarón salieron flores de almendro para representar la tribu de Leví de entre las 12 tribus que había, y así se demostró que el sacerdocio era para la casa de Aarón (Números 17, 1-10). Cuando Aarón murió a los 123 años de edad, las vestimentas de Aarón pasaron a su hijo Eleazar, que se convirtió en su sustituto (Números 20, 23-29). El autor del Libro de Hebreos dio testimonio del hecho de que Aarón era el Sumo Sacerdote de la tierra y de que Jesús era el Sumo Sacerdote del Cielo (Hebreos 7, 11-28).


Está claro que Juan el Bautista era el Sumo Sacerdote que bautizó a Jesús para perdonar los pecados del mundo


Jesús da testimonio del hecho de que Juan el Bautista es el representante de toda la humanidad. Como está escrito en Mateo 11, 10-11: «Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él», Juan el Bautista llevó a cabo las tareas del sacerdocio para pasar los pecados de la humanidad a Jesús, que era el Cordero de Dios.


Las puertas del Cielo se abrieron en tiempos de Juan el Bautista


Cuando empezamos a hacer una obra, nos preparamos para hacerla bien. Del mismo modo, para borrar los pecados del mundo, Dios había preparado a Juan el Bautista. Aquí está la prueba: «Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; Enderezad sus sendas.
Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado. Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo» (Marcos 1, 1-8).
Vamos a mirar en profundidad a Juan el Bautista, que preparó el Evangelio del Cielo. Si leemos el Libro de Malaquías en el Antiguo Testamento, podremos ver que en tiempos de este profeta los sacerdotes estaban corruptos. Por esa razón, no había ni un solo sacerdote que fuera bueno a los ojos de Dios entre los israelitas antes de la venida de Jesús. Los sacerdotes eran tan corruptos que desobedecieron los estatutos de Dios, el sistema de sacrificios y los mandamientos.
Y por esa razón Dios necesitaba un sacerdote, un mensajero en este mundo. Así que envió a Su mensajero, que era Juan el Bautista, el que preparó el Evangelio del Cielo. Juan el Bautista fue enviado al mundo 6 meses antes que Jesús. Como Dios siempre utilizaba a un sacerdote representativo para pasar los pecados del pueblo al animal del sacrificio, envió a Juan el Bautista y le hizo representante de la humanidad. Pero, como Juan el Bautista no podía mezclarse con los sacerdotes corruptos, insistía a los israelitas que se arrepintieran mientras vivía solo en el desierto.
En el Evangelio de Marcos 1, 2, está escrito: «Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti». Sin embargo, el que gritaba en el desierto también predicaba a gritos el bautismo del arrepentimiento que lleva a la remisión de los pecados. Juan el Bautista bautizaba de dos maneras distintas.
La primera consistía en el bautismo del arrepentimiento que impartía al pueblo de Israel, que había abandonado a Dios, y en guiarlos hacia Cristo, que es el perdón de sus pecados. Como profeta, al hacer que la gente se diera cuenta de que eran pecadores destinados al infierno, Juan el Bautista impartía este bautismo del arrepentimiento a los que reconocían y confesaban su naturaleza pecadora. Y por eso la gente iba a Juan el Bautista para ser bautizados con agua como símbolo de reconocimiento de sus pecados ante Dios.
El segundo tipo de bautismo era el que Juan el Bautista dio a Jesús, y este era el bautismo que pasó los pecados del mundo al cuerpo de Jesús. Juan el Bautista dio testimonio a los que habían recibido el bautismo del arrepentimiento ante Dios y les dijo que creyesen en Jesús, que había cargado con los pecados del mundo mediante Su bautismo.
Cuando Jesús iba a ser bautizado por Juan, le dijo: «Deja ahora, pues asi conviene que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15). Como está escrito en este pasaje, las Palabras de la profecía de Dios que dicen que Jesús tomaría los pecados del mundo, se hicieron realidad. Todo el que cree en Jesús debe creer tanto en el bautismo como en la sangre de Jesús y en el Evangelio del perdón de los pecados. Como Juan el Bautista, el que preparó el Evangelio del Cielo, había pasado los pecados del mundo a Jesús para toda la eternidad al bautizar a Jesús como perdón de los pecados, él hizo que fuera posible ir al Cielo mediante la fe en Jesús. Él se ha convertido en el Camino al Cielo ¿Creen en esto?
En el Evangelio de Marcos, capítulo 1, versículos 14-15 está escrito: «Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio». El Evangelio significa «la buena noticia» y en griego es euaggelion. La buena noticia de que Jesús quitó los pecados del mundo al cargar con ellos en Su cuerpo cuando fue bautizado por Juan el Bautista es el Evangelio del Cielo. Todos los pecados del mundo han sido pasados a Jesús a través del bautismo que recibió Jesús. 
El Evangelio del perdón de los pecados de la humanidad era el Evangelio del bautismo que Jesús recibió y de Su sangre en la Cruz. Los pecados del mundo se refieren a los pecados que la gente comete en el mundo. Toda esta gente les incluye a ustedes y a sus futuros nietos. Sus pecados se refieren a los pecados del pasado, presente y futuro (no sólo a los que cometieron en el pasado, sino también a los que cometerán en el futuro), y estos son los pecados del mundo. Además, el mundo no se refiere sólo al planeta Tierra, sino al principio y fin del universo entero.


Juan el Bautista vino a predicar la Verdad del perdón de los pecados


Juan el Bautista vino con la Verdad de la justicia o la Verdad de la salvación por la que Dios ha perdonado nuestros pecados, tal y como está escrito: «Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle» (Mateo 21, 32). Juan el Bautista vino a predicar la Verdad de la justicia. Juan el Bautista era un profeta enviado al mundo por Dios para que llevara a la gente a la justicia. Al pasar los pecados del mundo a Jesús, todos recibimos la remisión de los pecados si creemos en esta Verdad. Al dar testimonio del «Evangelio del perdón de los pecados», mediante el cual ha pasado todos los pecados del mundo al Señor, mucha gente ha recibido la salvación del pecado al creer y tener fe en la Verdad de la salvación gracias al testimonio de Juan.
En Mateo 21, 32 está escrito: «Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle». Aquí «Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia» se refiere a la obra de Juan el Bautista, como Sumo Sacerdote del Antiguo Testamento (Mateo 11, 13), mediante la que pasó todos los pecados de la humanidad a Jesús a través del bautismo.
¿Por qué piensan que los recolectores de impuestos y las prostitutas creyeron en el bautismo de Jesús mediante el cual Juan el Bautista pasó los pecados del mundo a Jesús? Debemos pensar una vez más en por qué los publicanos y las prostitutas recibieron la salvación de todos sus pecados al tener fe en la obra justa de Jesucristo y Juan el Bautista. ¿Y por qué ha sido destruida tanta gente por no tener fe en el ministerio justo? Las prostitutas y los publicanos eran personas que habían cometido muchos pecados.
Si Juan el Bautista no hubiera pasado los pecados del mundo a Jesús de una vez por todas, las prostitutas y los publicanos no hubieran sido salvados de sus pecados, que eran tan densos como las nubes y la niebla. Los publicanos y las prostitutas creyeron de corazón que el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista era el bautismo del perdón de los pecados y por tanto recibieron la salvación. Asimismo, creyeron que Jesús era el Hijo de Dios y que recibieron la salvación eterna al tener fe en que Jesús era el Cordero que Dios envió al mundo para salvarlos de sus pecados.
Si no hubiese sido por el papel de Juan el Bautista en el Evangelio del perdón de los pecados, ¿cómo podríamos haber creído en Jesús y haber recibido la salvación? Puede que digan: «No creo en el bautismo de Jesús, pero sí que creo en Jesús». Si es así, ¿creen que Jesús puede ser su Salvador sin tener fe en que todos sus pecados han sido perdonados por el bautismo de Jesús? Si fuese así, Jesús habría muerto sin cargar con todos los pecados en Su bautismo. ¿Creen que pueden nacer de nuevo al creer en Jesús? Queridos hermanos, piensen en esto una vez más.
Para poder librarnos del pecado y el castigo de Dios, Él envió a Juan el Bautista y planeó que Jesús tomara todos los pecados del mundo a través de Juan el Bautista. Si Dios decidió pasar todos los pecados del mundo a Jesús mediante Su bautismo, no podemos recibir la salvación de Dios si nos resistimos a Su decisión. Si nos oponemos al Evangelio del bautismo y la sangre de Jesús, no podremos ser redimidos. Si nos oponemos al plan de Dios, estaremos destinados al infierno. Espero que piensen en lo que consiste la verdadera fe según la Palabra de la Verdad.
Es correcto recibir la salvación al creer en Jesús según el plan establecido por Dios. ¿Cómo son sus emociones ahora? Espero que desechen todas sus ideas y crean en la Verdad de que todos los pecados han sido borrados mediante el bautismo de Juan el Bautista. Espero que crean en la voluntad de Dios que quiere salvarnos mediante el agua y el Espíritu. 
Si creen que todos sus pecados han sido pasados a Jesús, son justos, porque están sin pecado por fe, y los justos que creen en esto van al Cielo según la ley de la gracia de Dios. Si no pueden aceptar el hecho de que todos sus pecados han sido pasados a Jesús mediante Juan el Bautista, esto quiere decir que han rechazado la salvación de Dios. ¿Van a rechazar el camino de la justicia que Juan el Bautista siguió junto con Jesús? Si se resisten a esta bendición, deben darse cuenta de que estarán rechazando todos los planes de Dios por completo y se convertirán en hijos malvados que rechazan la Verdad con su mente.
Cuando Juan el Bautista hubo bautizado a Jesús en el río Jordán, dio testimonio al día siguiente: «El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29). Jesús recibió los pecados del mundo y 3 años después murió en la Cruz como precio del pecado.
El pecado no pesa, no tienen color, ni olor, ni forma. El pecado no se percibe con los sentidos (olfato, vista, oído, tacto y gusto) y por lo tanto no podemos sentirlo por nosotros mismos. No deben intentar racionalizar que sus pecados han desaparecido con sus propios sentidos o emociones. Las emociones cambian. Pero la Palabra de Dios, la Verdad de Jesús y el perdón de los pecados del mundo, nunca cambia.
Estoy seguro de que ahora creen en la Palabra de Verdad en la que Juan el Bautista dio testimonio de lo siguiente: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29). Tres años más tarde Jesús dijo: «Yo soy el camino,y la verdad y la vida» (Juan 14, 6) y dio testimonio de que el perdón de los pecados estaba en el bautismo y la sangre de Jesús. Nos dijo a los que creemos que vivamos como discípulos y difundamos el Evangelio del bautismo y la sangre de Jesús.
Queridos hermanos, el profeta Isaías dijo: «Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados» (Isaías 40, 2). Sí, es cierto. Jesús nos ha salvado al tomar nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, al morir en la Cruz y al resucitar. La primera cosa que Dios hizo para perdonar los pecados de los humanos y salvarnos fue enviar a Juan el Bautista. Para salvarnos a los pecadores, Dios envió primero a Juan el Bautista, el embajador del Rey. Esto está escrito en la Biblia.
En Malaquías 3, 1 está escrito: «He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos». Dios prometió enviar a Juan el Bautista, un mensajero de Dios, en el Libro de Malaquías del Antiguo Testamento.
Dios hizo que los seres humanos recibiésemos la remisión de los pecados a través de Jesús y Juan el Bautista. Esta es la manera en la que se preparó el camino al Cielo al hacer que recibiésemos la remisión de los pecados, y este es el camino hacia la salvación. Y no hay ningún otro camino hacia la salvación. El Señor dijo: «Yo soy el camino,y la verdad y la vida» (Juan 14, 6).
El que Jesús borrara todos nuestros pecados a través del bautismo y la Cruz, es el camino y la Verdad que nos permite recibir la salvación. Y al creer podemos recibir vida nueva. ¿Ustedes también han pasado sus pecados a Jesús mediante el bautismo que recibió de la mano de Juan el Bautista? ¿Creen en esta Verdad? Este era el plan de Dios, que es Omnisciente. Si rechazan este plan, nunca podrán entrar en el Reino de los Cielos. Para salvarnos, Dios fue bautizado por Juan el Bautista y perdonó así todos los pecados. Espero que crean en el camino de la salvación que Jesús abrió y espero que no lo rechacen.
«Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan» (Mateo 11, 12). Sufrir violencia significa que la gente que cree que los pecados del mundo fueron pasados a Jesús cuando fue bautizado por Juan el Bautista, entrará en el Reino de los Cielos por fe porque no tiene pecados. Ahora el Reino de los Cielos pertenece a los que creen que los pecados del mundo fueron pasados a Jesús a través de Juan el Bautista. Quien cree en el Evangelio del perdón de los pecados, mediante el cual Juan el Bautista pasó los pecados del mundo a Jesús, recibirá la salvación. Queridos hermanos, ¿quién prepara el camino del Reino de los Cielos para nosotros?
El que Dios diga: «He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí» significa que había preparado a Juan el Bautista de antemano para que entrásemos en el Reino de los Cielos. Al llevar a cabo la obra de pasar nuestros pecados a Jesucristo, Juan el Bautista nos ha hecho justos e hijos de Dios. Nos preparó para que entrásemos en el Reino de los Cielos. Juan el Bautista, el mensajero que Dios envió personalmente, nos preparó el camino para que fuéramos al Reino de los Cielos. Y esto fue posible porque él era el representante de todos los seres humanos. Juan el Bautista preparó el camino para que todos nosotros naciésemos de nuevo.
«Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia» (Mateo 3, 13-17).
Juan el Bautista llevó a cabo la obra justa. El ministerio de Juan el Bautista, mediante el que pasó todos los pecados del mundo a Jesús, era una obra justa. Este es el Evangelio de la remisión de los pecados y la justicia de Dios, así como el camino a la salvación del que Juan dio testimonio. Para poder recibir la salvación, debemos creer de corazón en el bautismo de Jesús, Su sangre derramada en la Cruz y Su resurrección, que son el Evangelio de la remisión de los pecados.
Además, Jesús perfeccionó la justicia de Dios con Su bautismo. Jesús completó la salvación de la humanidad al tomar los pecados del mundo mediante el bautismo de Juan el Bautista y al morir en la Cruz después de haber cargado con todos los pecados.
En el Libro de Hebreos se dice que Jesús es el Sumo Sacerdote del Cielo, de la orden de Melquisedec. Pero Jesús no tiene genealogía y no es descendiente de Aarón. Jesucristo no es un descendiente de Adán, sino que es el Hijo de Dios. Y como Él es nuestro Creador y el que se hace llamar: «Yo soy el que soy». Él no tiene genealogía. Pero dejó la gloria del Cielo y vino al mundo para salvar a Su pueblo. Cuando los seres que Él había creado para bendecirlos, necesitaban vivir después de haber caído en el pecado, Él vino al mundo encarnado en un hombre y fue bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán para salvar a la humanidad de todos los pecados. 
Leamos Mateo 3, 15 juntos: «Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó». Jesús le ordenó a Juan el Bautista, representante de la humanidad, que le dejara hacerlo. Juan el Bautista obedeció y le contestó: «Sí, te dejaré hacerlo». Entonces Jesús puso la cabeza y Juan le bautizó. Del mismo modo en que el Sumo Sacerdote realizaba la imposición de manos sobre la cabeza de un chivo expiatorio para transferir los pecados cometidos por los israelitas durante un año, como podemos ver en el Antiguo Testamento, Juan el Bautista pasó los pecados del mundo a Jesús mediante el bautismo.


La salvación de los pecados se cumplió mediante el principio de representación


Cuando un país firma un tratado con otro país, este tratado empieza a estar en vigor cuando los jefes de estado de ambos países firman el tratado representando a toda la gente de sus respectivas naciones. De este mismo modo, nuestra salvación se cumplió mediante este principio de representación. Juan el Bautista representaba a toda la humanidad y pasó los pecados de todo el mundo a Jesús. Y Jesús recibió el bautismo de Juan el Bautista. La palabra bautismo tiene un significado espiritual: «limpiar, enterrar, pasar y transferir». En el Antiguo Testamento, cuando un pecador pasaba los pecados del mundo a un cordero mediante la imposición de manos, estos pecados se pasaban al animal y debía ser sacrificado para pagar el precio de los mismos.
Hay un pasaje en Levítico que dice: «Y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto» (Levítico 16, 21). Como dice este pasaje, cada año en el Día de la Expiación, Aarón llevaba a cabo el ritual de la imposición de manos sobre la cabeza del cordero expiatorio de acuerdo con el principio de la representación y en nombre de todo el pueblo. Y cuando Aarón imponía las manos sobre el animal, todos los pecados del pueblo de Israel pasaban al cordero a través de las manos del Sumo Sacerdote (Levítico 16, 20-22). Entonces, ¿tenía pecados el pueblo de Israel en ese momento? No. Según el mismo principio, Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, un representante de la humanidad y así cumplió la voluntad de Dios de perdonar todos los pecados del mundo.
En el Antiguo Testamento, el animal del sacrificio recibía los pecados de la gente mediante la imposición de ambas manos (Levítico 16, 21). El bautismo que Jesús recibió en el río Jordán (Mateo 3, 13-17) equivale al sacrificio del perdón de los pecados. Las palabras: «Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia» (Mateo 3, 15) significan: «Yo cumpliré toda justicia en este mundo al cargar con los pecados sobre Mi espalda mediante tu bautismo». Y «porque así» decir: «Al bautizarme Tú a Mí». Las palabras «porque así» vienen del griego οϋτως γάρ, que significa: «exactamente de esta manera», «lo más adecuado», «de ninguna otra manera».
Por tanto «porque así conviene que cumplamos toda justicia» significa: «Conviene que tome los pecados de la humanidad, de todas las personas, mediante el método más adecuado, que es el bautismo que recibiré de tu mano y así lo haré». Dicho de otra manera, el Señor está diciendo: «Todo el mundo va al infierno si tiene pecado. Todo el mundo sufre por culpa del pecado. El Diablo los utiliza. A causa del pecado no pueden recibir las bendiciones. Así que para poder bendecir a todos los seres humanos y para que puedan entrar en el Cielo, debes bautizarme. Eres descendiente de Aarón y como representante de la humanidad, debes bautizarme en nombre de todas las personas de este mundo. Yo recibiré este bautismo y así se cumplirá toda justicia». Cuando Jesús le dijo a Juan el Bautista que le bautizase, Juan el Bautista aceptó y entonces puso las manos sobre la cabeza de Jesús y le pasó los pecados. En ese momento, todos los pecados pasaron a Jesucristo por completo.
¿Pecó Jesús en algún momento? No. Jesucristo fue concebido por el Espíritu Santo y por tanto nació sin pecado. El Señor no cometió ningún pecado en este mundo. Nosotros, los seres humanos, nacemos con pecado, pero Jesús nació sin pecado. Mientras Jesús vivió en este mundo, no cometió ningún pecado ni error. Pero ¿por qué creen que Jesús murió clavado en una Cruz?
La primera obra que llevó a cabo Jesucristo durante Su ministerio público fue la de tomar todos nuestros pecados sobre Sí mismo mediante Su bautismo en el río Jordán. Y lo hizo a través del Sumo Sacerdote llamado Juan el Bautista, representante de toda la humanidad. Por eso Jesús fue juzgado y murió en la Cruz. Esto es lo que Jesucristo quiso decir cuando se encontró con la mujer adúltera durante su ministerio en la tierra cuando le dijo: «Ni yo tampoco te condeno. Ni siquiera Yo puedo juzgarte. Yo debo ser juzgado. Debo morir por los pecados en la Cruz en tu lugar».
Jesús fue al Getsemaní y oró: «No Mi voluntad, sino la Tuya». Al principio oró sin descanso: «Padre, si es Tu voluntad aparte este cáliz de Mí». Pero enseguida obedeció el plan de salvación del Padre. Aunque Jesús quería evitarlo si era posible, al final se entregó diciendo: «No Mi voluntad, sino la Tuya» y preparó Su corazón. Sabía que la voluntad del Padre era que Él muriera. Más tarde fue presentado ante Pilatos, fue torturado, flagelado con un látigo hecho para los criminales que estaban condenados a muerte, hasta que su cuerpo estuvo lleno de heridas, y antes de llegar a la Cruz ya estaba casi muerto.
Pilatos le preguntó: «¿Eres el Cristo? ¿Eres el Salvador? ¿El Hijo de Dios?» y Jesús contestó: «Sí, soy ese de quien hablas. Es cierto». Cuando Pilatos dijo: «Si dices las palabras correctas, te dejaré ir. Tengo autoridad para ello», Jesús respondió: «Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene» (Juan 19, 11), y calló como un cordero ante el esquilador.
¿Por qué creen que Jesús hizo eso? Porque tenía que sufrir en nuestro lugar en la Cruz porque había tomado todos los pecados del mundo en Su bautismo. Sólo cuando Jesús recibió el castigo de la crucifixión se acabó la guerra contra el pecado. Sólo entonces dejamos de sufrir por el pecado. Sólo entonces la humanidad se libró de la esclavitud del pecado. Este es el Evangelio del bautismo y la sangre de Jesús que ha borrado todos los pecados de la humanidad.


El Señor ha borrado todos los pecados de la humanidad por completo


En el Evangelio de Juan 1, 29, Juan dio testimonio de Jesús el día después de Su bautismo: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». Juan el Bautista bautizó a Jesús y así se borraron todos los pecados de la humanidad. Cuando Jesús fue a Juan el Bautista al día siguiente, Juan el Bautista dio testimonio diciendo: «Por favor, miradle. Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. ¡Miradle todos! Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Como pasó todos los pecados del mundo a Jesús mediante el bautismo, pudo dar testimonio de que Jesús era el Salvador. «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29). Jesús era el Cordero de Dios que quitó los pecados del mundo. El Hijo de Dios vino al mundo y quitó todos los pecados.
En Juan 1, 35-36, Juan el Bautista dio testimonio de nuevo: «El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios». El Cordero que se menciona aquí es un símbolo de Jesucristo como cordero que se convirtió en sacrificio de toda la humanidad, como ocurría en el Antiguo Testamento, cuando un animal moría por todo el pueblo de Israel.
El Hijo de Dios, nuestro Creador, vino al mundo y borró nuestros pecados, tanto el pecado original, como los pecados personales, las iniquidades y todo pecado malvado que cada ser humano haya cometido desde el día de la Creación hasta el fin del mundo. Y para ello Jesús fue bautizado y crucificado en nuestro lugar.
Hace aproximadamente 2000 años, Jesús ya borró todos nuestros pecados. Hoy en día nuestro calendario se basa en la fecha en la que nació Jesucristo, que es el Dueño de la historia. Como ya saben, nos referimos a las fechas como antes de Cristo (a.C) y después del nacimiento de Cristo (d.C).
Como en el año 30 d.C Jesús tomó los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, este dijo al día siguiente: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29). Y de nuevo, al día siguiente Juan el Bautista dio testimonio de Jesús: «He aquí el Cordero de Dios» (Juan 1, 36). Juan el Bautista dio testimonio del Evangelio del perdón de los pecados, diciendo: «Jesús tomó los pecados del mundo por completo, así que la batalla ha terminado. No tenéis pecados. Sean cuales sean vuestros pecados, el Hijo de Dios los ha borrado».
Queridos hermanos, Dios borró nuestros pecados mediante el bautismo de Jesús. Después de pasarlos todos a Jesús, Juan el Bautista dio testimonio diciendo: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29). Juan el Bautista dijo esto para que todo el mundo creyera en Jesús. Está escrito: «Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él» (Juan 1, 7). Esta es la Palabra que aparece en el Evangelio de Juan. Si no hubiera sido por el testimonio de Juan el Bautista, ¿cómo podría la gente saber si Jesús ha cargado con los pecados del mundo? Aunque la Biblia dice que Jesús murió por nuestros pecados, fue Juan el Bautista quien dijo: «Jesús ha tomado los pecados del mundo mediante Su bautismo y los ha llevado a la Cruz».
Juan el Bautista era el puente que conectaba el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Era el siervo de Dios que llevó a cabo esta tarea para que se cumplieran todas las promesas del Antiguo Testamento en Jesús. Creo en esto y por eso pido que reciban la salvación eterna. Gracias al testimonio de Juan el Bautista y al de los fieles, toda la humanidad puede creer que el bautismo que Jesús recibió es el bautismo del perdón de los pecados, y que Jesús derramó Su sangre en la Cruz para completarlo.
Le doy gracias a Dios por permitir que todos nuestros pecados fueran perdonados y por enviar a Juan el Bautista y a Jesús.