Fue porque Juan bautizó a Jesús, a través de él aceptó que los pecados del mundo pasaran a Él. En Mateo 3:15, vemos a Jesús tomar todos los pecados del mundo sobre sí mismo al estar recibiendo el bautismo por Juan. La razón por la que Juan bautizó a Jesús fue porque Él tuvo que cargar en sus hombros los pecados del mundo a través del bautismo. Era porque este era el propio deseo de Dios, según lo indicado en Isaías 53:10, “Con todo eso, Jehova quiso quebrantarlo...”. Por lo tanto, el propósito de Dios al enviar a Cristo a esta tierra era “quebrantarlo” debido a la carga de nuestros pecados y muerte.
Dándose cuenta de este amor, el apóstol Juan dijo, “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10). Obedeciendo la voluntad de Dios, Cristo por lo tanto desechó inmediatamente el camino cómodo, que Él era más que capaz de tomar con Su majestad y poder, y no vaciló en evitar la compasión de sus discípulos y de la gran recepción de la gente. Puesto diferente, porque había una manera para que Él aceptara todos los pecados del mundo al ser bautizado, El murió por nosotros, que, como Isaías 53:6 nos dice, “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas”, y de tal modo se ha abierto “por el camino nuevo y vivo” (Hebreos 10:20). Jesús, es decir, tuvo que abrazar Su bautizo por Juan para satisfacer la justicia de Dios, sin importar si la gente lo reconociera o no, esto era el mismo deseo del Padre. Esta es la razón por la cual Él hizo frente a la maldita y aterrorizante muerte de la Cruz.
Porque Sus sufrimientos eran la voluntad de Dios, Él seguía estando totalmente silencioso mientras sufría. Isaías 53:7 indica, “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja que delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”. Como tal, Él seguía silencioso, incluso cuando lo acusaron falsamente, revolcado, despojado de su barba, y escupido, porque Él había aceptado que pasaran sobre Él los pecados de la humanidad desde que Juan lo bautizó.
No solo esto pero además, porque era la voluntad del Padre, ser bautizado y morir así, Él murió por el bien de aquellos que creen. Solamente después de ser bautizado por Juan a la edad de 30 y de tal modo tomar sobre Sí Mismo los pecados del mundo, nuestro Señor fue crucificado a la edad de 33 y derramó su sangre. Él entonces se levantó de entre los muertos, y se ha convertido en el Salvador eterno para aquellos de nosotros que creen en esta verdad.
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