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Tema 28: Si Tienes Confusión y Vacío en Tu Corazón, Busca la Luz de la Verdad

[28-2] ¿Cómo Podemos Llegar a Ser Las Novias de Jesucristo? (Juan 2:1-11)

¿Cómo Podemos Llegar a Ser Las Novias de Jesucristo?< Juan 2:1-11 >
“Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: ‘No tienen vino’.
Jesús le dijo: ‘¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.’
Su madre dijo a los que servían: ‘Haced todo lo que os dijere’.
Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros. Jesús les dijo: ‘Llenad estas tinajas de agua’. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: ‘Sacad ahora, y llevadlo al maestresala’. Y se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, y le dijo: ‘¡Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora!’.
Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él.
Después de esto descendieron a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días.”
 

Introducción

En la lectura de las Escrituras de hoy, vemos al Señor asistiendo a una fiesta de bodas celebrada en Caná de Galilea junto con Sus discípulos. La madre de Jesús en la carne, María, también estaba presente allí. Se dice que las fiestas de bodas judías suelen durar una semana o, a veces, hasta dos semanas. El novio recibe a los invitados de la novia en su casa, donde se realizan juegos divertidos y se canta y se baila mucho. Los invitados son servidos con vino, junto con diversos platos. El novio y la novia suelen cantarse canciones de amor, creando un ambiente festivo para la fiesta. 
 

La Guía de María como Predecesora de la Fe

En las bodas Israelíes es costumbre servir vino. También se sirvió vino en las bodas de Caná, pero durante la recepción se quedaron sin vino. En aquellos días, quedarse sin vino en una boda se consideraba una grosería para los invitados que asistían a la ceremonia. Entonces, si algo como esto sucedía, los invitados tendían a menospreciar al anfitrión de la fiesta de bodas. 
Quizás por eso, María comenzó a preocuparse junto con el anfitrión de la fiesta de bodas cuando escuchó que se les estaba acabando el vino. Sin embargo, María dejó de lado sus preocupaciones y se volvió hacia Jesús, informándole que se les estaba acabando el vino. Al oír esto, Jesús le dijo a María: “Mujer, ¿qué tiene que ver conmigo tu preocupación? Mi hora aún no ha llegado.” María luego se dirigió a los sirvientes que trabajaban en la recepción y les dijo por fe: “Todo lo que Él les diga, háganlo”.
María le dijo a Jesús que se les estaba acabando el vino porque tenía fe en que Él se encargaría de este problema. Es porque María misma había experimentado el poder de la Palabra de Dios.
Cuando María era virgen, escuchó la Palabra de Dios que le decía que concebiría un Niño, y que, como está escrito en medio de Mateo 1:21, “Él salvará a Su pueblo de sus pecados”. Al principio, estaba tan sorprendida que no podía aceptar esta Palabra en su corazón por fe, pero rápidamente negó sus propios pensamientos y aceptó la Palabra de Dios en su corazón tal como se la transmitió un ángel. María había experimentado así la Palabra del Señor. 
Entonces, cuando el banquete de bodas se estaba quedando sin vino, María pudo traer este problema a Jesús y ver Su obra desarrollándose. A través de un ángel, María había oído la Palabra que decía: “También tu parienta Isabel ha concebido un hijo y ya está en el sexto mes, porque para la Palabra de Dios nada es imposible”. Por eso, María se sometió a la Palabra de Dios que le trajo el ángel, diciendo en obediencia: “¡He aquí la sierva del Señor! Hágase en mí según tu palabra”. Poco tiempo después, María concibió al Niño Jesús y lo dio a luz, y ella fue utilizada como un instrumento precioso para la obra de Dios que salvó a la humanidad de los pecados. 
Habiendo tenido tal experiencia de fe, cuando María escuchó que el banquete de bodas se estaba quedando sin vino, ella pudo volverse a su fe y pedir ayuda a Jesús. Esta fue una petición de fe que brotó de la fe de María. De este pasaje, podemos ver que cuando los seres humanos se quedan sin fuerzas y finalmente se vuelven al Señor y le piden ayuda, Dios contesta su oración. Aunque Jesús habitó con Sus discípulos mientras estuvo en esta tierra, Él es el mismo Dios Todopoderoso que creó el universo entero con Su Palabra (Génesis 1:1-3). 
Está escrito: “Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros. Jesús les dijo: ‘Llenad estas tinajas de agua’. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: ‘Sacad ahora, y llevadlo al maestresala’. Y se lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era (aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua), llamó al esposo” (Juan 2:6-9). Como está escrito aquí, en la casa de la boda se colocaron seis tinajas de piedra, según la costumbre judía de la época. En el momento crítico, cuando se acabó todo el vino, Jesús les dijo a los sirvientes que trabajaban en la boda que sacaran agua y llenaran las tinajas vacías. Antes de llevar a cabo realmente esta tarea, los sirvientes deben haberse preguntado en sus mentes por qué Jesús les estaba diciendo que llenaran las tinajas con agua. No obstante, hicieron lo que Jesús les dijo y obedecieron Su Palabra, llenando las vasijas vacías con agua. Como resultado, vieron que la Palabra de Dios convertía el agua en vino. 
Este milagro demuestra que cuando obedecemos la Palabra escrita en la Biblia y la aceptamos en nuestro corazón por fe, podemos experimentar el poder de la Palabra del Señor. La bendición que convirtió el agua en vino en la fiesta de bodas comenzó con los siervos obedeciendo la Palabra de Dios, y con esta fe de ellos pudieron ser testigos de este milagro y disfrutar de las bendiciones que el Señor les estaba dando. Al convertir el agua en vino en la fiesta de bodas, Jesús mostró que Él era el Señor que podía satisfacer completamente las necesidades de todos.
De este modo, Jesucristo nos está diciendo que Él envió a Juan el Bautista a esta tierra seis meses antes que Él para liberar a Su pueblo que vive en este mundo de sus pecados, y que Él ha lavado todos los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista y así llevar los pecados de este mundo. Así como Jesús realizó un milagro al convertir el agua en vino, llevó a cabo la obra justa de llevar los pecados de este mundo y su condenación al ser bautizado por Juan el Bautista, el representante de la humanidad, para tomar sobre Sí mismo los pecados de Su pueblo. 
Nacidos en este mundo como descendientes de Adán, todos nosotros éramos pecadores que heredamos todos los pecados, y para que personas como nosotros nacieran de nuevo como personas sin pecado, el Señor tuvo que llevar los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista, el más grande de todos los nacidos de mujer.
 
 

Juan el Bautista Fue Llamado a Ser el Representante de la Humanidad (Mateo 11:11)


Debemos darnos cuenta y creer que Jesús cargó con todos tus pecados y los míos de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Habiendo venido a esta tierra, Jesús buscó ser bautizado por Juan el Bautista a la edad de 30 años. Como se muestra en Mateo 3:13-15, Jesús tuvo que ser bautizado por Juan el Bautista para llevar los pecados de este mundo, y para salvar y lavar a Su pueblo de sus pecados. 
Para que Jesús ofreciera el sacrificio de expiación por la humanidad para redimirlos de los pecados de este mundo, lo primero que tuvo que hacer fue llevar estos pecados al ser bautizado por Juan el Bautista a la edad de 30 años (Mateo 3:15- 16). Puedes pensar que no es tan importante que Jesús lleve los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Entonces, ¿piensas que si todo lo que Jesús hizo fue simplemente derramar Su sangre en la Cruz sin llevar los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, Él no tendría ningún problema en ser tu Salvador? Necesitamos darnos cuenta de que Jesús, como Salvador de la humanidad, es fundamentalmente justo. 
Aunque Jesús vino a este mundo como nuestro Salvador, si Él no llevó los pecados de la humanidad sobre Su cuerpo al ser bautizado por Juan el Bautista y nos salvó de nuestros pecados al entregar Su cuerpo en la Cruz para ser crucificado y derramar Su sangre, entonces no podemos realmente decir que Jesús ha salvado a los pecadores con la verdadera justicia del Salvador. 
Jesús es en verdad el Hijo de Dios Padre y vino a esta tierra como el Salvador de la humanidad, pero no llevó a cabo Su obra de salvación injustamente sin dar el paso necesario de cargar con nuestros pecados. Como el Salvador justo, Jesucristo llevó todos los pecados de la humanidad sobre Su cuerpo de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista, el representante de la humanidad, y pagó la paga de los pecados de la humanidad de la manera más justa al ser crucificado. 
Necesitamos darnos cuenta aquí de que si Jesucristo nos dijera que fue crucificado y derramó Su sangre hasta la muerte en la Cruz arbitrariamente sin tomar los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista para convertirse en nuestra propiciación, y si nos dijera que debemos ser salvados simplemente creyendo ciegamente en la muerte que Él sufrió en la Cruz por nosotros, entonces Él se haría un Señor injusto. 
Por lo tanto, aquellos en esta era presente que creen solo en el Jesús crucificado que derramó Su sangre en la Cruz como su Salvador, deben darse cuenta de que no son diferentes de los practicantes religiosos de este mundo. Si Jesús insistiera en que creyeras ciegamente que Él te ha salvado de tus pecados con sólo derramar Su sangre en la Cruz sin llevar los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, ¿realmente podrías creer con tu corazón que Jesús es tu Salvador? 
Lo que tú y yo debemos darnos cuenta aquí es que la conciencia humana quiere justicia y equidad. Lo que queremos del Señor es un proceso justo, en el que el Señor lleve todos los pecados de este mundo de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista. El Señor quiere revelarse a nosotros como el Señor justo que llevó tus pecados y los míos de una vez por todas con justicia y rectitud al ser bautizado por Juan el Bautista, y que nos salvó de nuestros pecados y del juicio con justicia al ser crucificado por estos pecados y derramando Su sangre hasta la muerte. Como un Salvador justo, Jesús no insiste en que creamos ciegamente de manera grosera y arbitraria. 
Imagine por un segundo que el Anticristo ha aparecido en esta era presente. Si el Anticristo y sus secuaces fueran a gobernar en estos últimos tiempos, dependiendo de si creemos o no que el Señor nos ha salvado de los pecados del mundo al ser bautizados por Juan el Bautista y aceptar así nuestros pecados, habría una gran diferencia de fe. La diferencia entre conocer y no conocer la justicia de nuestro Señor se revela y nuestra fe se expone claramente cuando el Anticristo gobierna este mundo. 
Cuando el Anticristo reine sobre este mundo, Satanás podrá gobernar los corazones y los actos de las personas. En ese momento, entre todos los cristianos que profesan creer en Jesús como su Salvador, aquellos cuyos corazones tienen la Palabra del bautismo a través de la cual han pasado sus pecados a Jesús por fe, verán esta fe revelada claramente en su lucha contra el Anticristo y sus súbditos. Si un cristiano realmente ha pasado los pecados de su corazón a Jesús a través de la Palabra de Su bautismo, entonces este creyente podrá luchar contra ellos y convertirse en mártir, porque la muerte de Jesús y el derramamiento de Su sangre son muy relevantes para él. Si, en cambio, no tenéis la Palabra del bautismo por la que el Señor llevó justamente vuestros pecados y creéis sólo en Su sangre derramada en la Cruz, entonces el Anticristo podrá convertirte en su siervo, pues verá que no habéis recibido la remisión de los pecados. Por lo tanto, es imprescindible que preparemos la verdadera fe creyendo ahora que Jesús cargó con nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y nos salvó de los pecados del mundo. Esto es para asegurar que el Anticristo no pueda controlarnos. 
Nuestra verdadera fe es esta: Jesús llevó todos tus pecados y los míos en este mundo con justicia al ser bautizado por Juan el Bautista, el representante de la humanidad, y se convirtió en nuestra propiciación al derramar Su sangre en la Cruz. Es absolutamente importante que tengamos esta fe. Por lo tanto, es fundamental que nuestros corazones hayan recibido la remisión de los pecados al creer en Jesucristo, quien se ha convertido en nuestra propiciación, como nuestro Salvador. Si en este momento solo crees en la sangre derramada en la Cruz, entonces no conoces la justicia de Jesús y, por lo tanto, sigues siendo un pecador cuyo corazón aún no ha sido lavado de tus pecados. Los siervos de Satanás entonces sabrán de inmediato que eres un pecador que no sabe ni cree que Jesús cargó con tus pecados a través de Su bautismo, y se aprovecharán de ti para usarte para la maldad solo para desecharte. 
Por lo tanto, en esta era y tiempo, debes creer en la justa salvación que Jesús ha realizado para ti al ser bautizado por Juan el Bautista y llevar la condenación de todos los pecados en tu lugar con Su crucifixión. Aunque el Anticristo venga tras de ti en estos últimos tiempos y trate de convertirte en su siervo, si crees en el bautismo que el Señor recibió de Juan el Bautista y en Su sangre como el evangelio de la remisión de los pecados que ha hecho expiación por tus pecados, entonces tendrás la fe para pelear y vencer al Anticristo y ganar en tu batalla espiritual contra él, porque has recibido la remisión de los pecados en tu corazón al creer en el sacrificio de expiación que el Señor hizo. 
Es por eso que tú y yo debemos creer, antes de que el Anticristo venga a este mundo, que el Señor cargó con justicia los pecados de este mundo al ser bautizado, y que la sangre que derramó en la Cruz constituye la justa remisión de los pecados que ha lavado nuestros pecados y ha llevado su condenación. El Señor nos dijo que naciéramos de nuevo del agua y del Espíritu, y según esta Palabra, ahora debemos nacer de nuevo por fe. En otras palabras, tú y yo debemos ser salvos de todos nuestros pecados al creer ahora que el bautismo que el Señor recibió de Juan el Bautista y la muerte que sufrió en la Cruz constituyen la justa obra de salvación que el Señor llevó a cabo para liberarnos de nuestros pecados. 
Podemos ser lavados de todos nuestros pecados y llegar a ser justos al creer en la justa salvación de la expiación que nuestro Señor Jesucristo nos ha dado. Entonces, cuando el Señor regrese a este mundo en el que ahora vivimos, debemos ser capaces de prevalecer en nuestra batalla espiritual contra el Anticristo y sus siervos por esta fe nuestra y abrazar el martirio. 
Así como Jesús convirtió el agua en vino en las bodas de Caná, Él quiere salvar a aquellos que ahora creen en Él de todos sus pecados a través del bautismo que Jesús mismo recibió, el acto justo de llevar los pecados de este mundo, y al hacer expiación por todos los pecados de los creyentes con la sangre que Él derramó en la Cruz. El hecho de que el Señor fue bautizado por Juan el Bautista y soportó la muerte en la Cruz y todo tipo de humillaciones cuando vino a esta tierra significa que llevó a cabo Su obra de sacrificio para limpiarnos como Sus novias al llevar todos nuestros pecados justamente a través de Su bautismo y el derramamiento de Su sangre hasta la muerte por estos pecados. En otras palabras, al llevar todos tus pecados y los míos a través de Su bautismo, sufrir humillaciones y derramar Su sangre hasta la muerte en la Cruz, el Señor hizo expiación por nuestros pecados y completó la obra de salvar a los creyentes con justicia. Esta obra de sacrificio que el Señor llevó a cabo para convertir a los que creemos en Su justicia en Sus novias es una bendición de salvación realmente asombrosa. 
En las bodas de Caná, los siervos que obedecieron la Palabra de Jesús tuvieron el honor de presenciar su primer milagro. Del mismo modo, nosotros también podemos convertirnos ahora en las novias eternas de Jesucristo al creer que el Señor aceptó los pecados de este mundo de una vez por todas mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista, y que llevó la condenación de nuestros pecados justamente en nuestro lugar al ser crucificado y derramar Su sangre hasta la muerte. Esto se debe a que con Su crucifixión, nuestro Señor fue justamente condenado e hizo expiación por sus pecados y los míos que llevó a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, y Él ha dado la remisión eterna de los pecados a todos los que ahora creemos en este. 
Por lo tanto, es creyendo en la justa obra de salvación del Señor que podemos llegar a ser las esposas eternas de Cristo. No puedo dejar de agradecer al Señor que aquellos de nosotros que creemos en esta Palabra de la remisión de los pecados hemos participado en la gracia de Dios para convertirnos en las novias de Jesucristo. 
Cuando el banquete de bodas se quedó sin vino, el Señor les dijo a los sirvientes que sacaran agua y la vertieran en tinajas vacías y, en obediencia, los sirvientes hicieron exactamente lo que el Señor les había mandado. Asimismo, al pasar ahora todos nuestros pecados a Jesús en esta hora a través de la Palabra del bautismo que el Señor recibió de Juan el Bautista, hemos recibido las bendiciones de Dios para obtener la remisión eterna de los pecados por la fe. El Señor llevó tus pecados y los míos con justicia a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, y completó nuestra salvación con la sangre preciosa que derramó en la Cruz y Su muerte. Así que creamos ahora en este Señor como nuestro Salvador, y a través de esta fe seamos bendecidos para convertirnos en las novias de Jesucristo. 
Pudimos convertirnos en novias de Jesús porque fuimos lavados de nuestros pecados al creer en la Palabra de Su bautismo. Es por esta fe que pudimos experimentar el amor y las bendiciones de Dios, y así conocer las bendiciones espirituales que nuestro Dios nos ha dado. Estas bendiciones espirituales del Cielo dadas por Dios se completan en Jesús cuando entendemos el bautismo que Él recibió de Juan el Bautista y creemos en el derramamiento de Su sangre. 
Ahora mismo, podemos recibir la remisión de los pecados y la nueva vida en nuestros corazones y convertirnos en novias de Cristo al creer en la justicia de nuestro Señor. Esta es la bendición de la salvación que desciende sobre nosotros a través del bautismo que nuestro Señor recibió por nosotros, la sangre que derramó en la Cruz, Su muerte y Su resurrección. Al creer en la obra de Jesucristo que ha lavado nuestros pecados con la Palabra del bautismo que Él nos ha dado, hemos alcanzado la salvación eterna de nuestros pecados y nos convertimos en Sus novias.
Aquellos que participan en la fiesta de bodas del Reino del Señor a través de su fe en Su justicia pueden convertirse para siempre en las novias de Jesucristo. Eso es porque tenemos fe en la Palabra verdadera de que nuestro Señor cargó con todos nuestros pecados de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista. Y es posible también porque tenemos fe en la expiación que el Señor hizo por nuestros pecados al llevar el castigo de la Cruz mientras cargamos con los pecados de este mundo. Nacidos como descendientes de Adán, todos los seres humanos son fundamentalmente pecadores depravados por naturaleza, y por lo tanto nuestros corazones pueden ser verdaderamente lavados de todos nuestros pecados solo si creemos en el bautismo que el Señor recibió de Juan el Bautista y Su muerte en la Cruz, y solo si sabemos y creemos que el Señor se convirtió en nuestra propiciación. Por consiguiente, para que seamos salvas de todos nuestros pecados y lleguemos a ser las novias del Señor, es absolutamente necesario conocer y creer en la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y la expiación sacrificial de la Cruz, y así tener la fe que nos salva y nos bendice para nacer de nuevo de todos los pecados de nuestro corazón. 
Si debemos enfrentar la era del Anticristo mientras continuamos con nuestra vida en este mundo, debemos preparar la fe de nuestra salvación creyendo que Jesús quitó todos nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, y que Él ofreció el sacrificio de expiación al derramar Su sangre en la Cruz para ser castigado por nuestros pecados en nuestro lugar. Debemos convertirnos en las novias de nuestro Señor lavando nuestros pecados con fe en el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz. 
En este momento, si todavía tienes pecados en tu corazón, entonces debes admitir que serás condenado por estos pecados. Debes admitir que tu corazón todavía es pecador porque hasta el día de hoy has creído solo en la sangre preciosa de Jesús en la Cruz como los practicantes religiosos del mundo, y debes ser salvo al poner tu fe en el bautismo del lavamiento de los pecados preparados por nuestro Señor y Su sangre preciosa. Y debes creer en la salvación que ahora ha lavado los pecados de la humanidad de una vez por todas, que Jesús llevó los pecados de este mundo en Su propio cuerpo al ser bautizado por Juan el Bautista, fue a la Cruz, derramó Su sangre en ella hasta la muerte, y resucitó de entre los muertos.
Como descendientes de Adán, todos teníamos pecados en nuestros corazones y, por lo tanto, teníamos que ser condenados ante la ley de muerte de Dios que declara: “La paga del pecado es muerte”. Sin embargo, al ser lavados de nuestros pecados con nuestra fe en la Palabra del bautismo que el Señor recibió para llevar nuestros pecados, podemos convertirnos en novias de Jesús. ¡Aleluya! Porque nuestro Salvador Jesucristo cargó con todos los pecados de este mundo y los lavó con el bautismo que recibió de Juan el Bautista, y porque fue condenado por nuestros pecados como nuestra propiciación, al poner nuestra fe en esto, podemos obtener el lavado de nuestros pecados. Debemos creer con nuestro corazón que Jesús tomó los pecados de este mundo a través de Su bautismo y cargó con la condenación de nuestros pecados como nuestra propiciación. Por lo tanto, podemos saber que nos hemos convertido en novias de Jesucristo a causa de nuestra fe en que Él cargó con los pecados de este mundo a través de Su bautismo y el castigo de la Cruz. Esto significa que hemos sido bendecidos para recibir la remisión eterna de los pecados al creer en la Palabra del bautismo que el Señor recibió por nosotros y el derramamiento de Su sangre. 
 


Cuando llegue la Era del Anticristo, el Trigo y la Paja serán Revelados Entre Vosotros


Si su fe actualmente está puesta solo en la sangre derramada en la Cruz, debe pensar si realmente puede oponerse y vencer a los siervos del Anticristo con esta fe cuando venga a gobernar este mundo en los últimos tiempos. En un futuro no muy lejano, viviremos en un mundo gobernado por el Anticristo, porque pronto llegará el momento en que el Anticristo gobernará y reinará sobre el mundo tal como está escrito en el capítulo 13 de Apocalipsis. Si su fe en Jesucristo como su Salvador se basa solo en Su Cruz, hay algo que debes recordar: Esta fe tiene sus raíces en el Credo de Nicea, y aquellos que tienen tal fe creen solo en la sangre preciosa de Jesús en la Cruz y eluden el hecho de que Jesús cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, pensando erróneamente que no necesitan ni conocerlo ni creer en ello. 
Si crees así, entonces tu vida de fe está condenada a cometer un error irreversible repetidamente. Aunque trates de encontrar algún consuelo para tu corazón cuando pecas pasando la condenación de tus pecados a Jesús mientras piensas y confías en Su sangre, si encuentras consuelo en el solo hecho de que Jesús crucificado fue condenado por tus pecados, tu vida de fe está destinada a fracasar repetidamente. 
Para evitar esto, hay algo de lo que debes asegurarte absolutamente. Es el hecho de que Jesús cargó con tus pecados de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista. En otras palabras, tú y yo debemos creer que Jesús aceptó los pecados de este mundo de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista y lavar nuestros pecados. Al ser bautizado personalmente por Juan el Bautista, Jesús tomó tus pecados y los míos. Y al ser crucificado, se convirtió en nuestra propiciación. Solo si creemos en estas dos verdades podemos ser salvos de nuestros pecados. Es entonces cuando somos capaces de creer en el Señor como nuestro Salvador, servirle solo a Él y seguirle solo a Él. 
En la era del Anticristo que está por venir, nuestras circunstancias serán tales que tendremos que vivir bajo su gobierno y autoridad y la de sus seguidores. Si tu fe está puesta únicamente en la sangre de Jesús en la Cruz, ¿serás capaz de enfrentarte al Anticristo por esta fe para la gloria de Dios? Solo con esta fe en la sangre derramada en la Cruz, ¿será posible que glorifiques a Dios en tu vida? Si bien la fe que ahora tienes solo en la sangre de Jesús derramada en la cruz puede brindarte un consuelo temporal cuando pecas, con esta fe no solo es difícil, sino que en realidad es imposible que te liberes por completo de tus pecados. 
Usted necesita darse cuenta aquí que, en la era del Anticristo, tratar de lavar sus pecados con sus propias oraciones de arrepentimiento será un lujo total. Eso es porque estarás tan ocupado luchando contra el Anticristo y sus secuaces que no tendrás tiempo para tratar de encontrar consuelo para tu corazón pensando en la sangre de Jesús. En ese momento, si todavía ignoras el hecho de que Jesucristo cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, aceptó todos tus pecados y los míos, y los limpió todos, tu fe en la sangre derramada en la Cruz se desmoronará. Entonces, finalmente terminarás siendo sellado con la marca del Anticristo. 
Sin embargo, aquellos que todavía saben y creen incluso en ese momento que Jesucristo cargó con los pecados de este mundo de una vez por todas y lavó todos los pecados de sus corazones al ser bautizado por Juan el Bautista, darán gracias y gloria al Señor, porque nunca se rendirán en la guerra contra el Anticristo, se enfrentarán a él hasta el final y enfrentarán el martirio por la fe. Así, podemos ver que aquellos que creen en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu son cualitativamente diferentes del resto. ¿Qué hay de tu fe entonces? ¿Crees en las dos verdades cumplidas por Jesús?
Afirmando ser Dios, el Anticristo se opondrá a los creyentes en el bautismo y la sangre de Jesucristo nuestro Señor y les exigirá que lo reverencien y lo alaben como Dios. En ese momento, los cristianos que profesan creer en Jesús como su Salvador estarán viviendo por dos tipos diferentes de fe que los distinguen. Aquellos que creen solo en la sangre de Jesús en la Cruz estarán viviendo en sumisión a la demanda del Anticristo, mientras que otro tipo de creyentes que creen que Jesús llevó los pecados de este mundo al ser bautizados por Juan el Bautista y viven por su fe en este Señor se opondrán al Anticristo en sus vidas. Y tales personas que resistan al Anticristo de esta manera en los últimos tiempos serán martirizados por su fe por los enemigos de Jesús. Los resistentes del Anticristo serán martirizados por su fe porque son las novias de Jesucristo que creen en el bautismo del Señor y Su sangre en la Cruz, y como tales, no negarán a Jesucristo su Novio ni traicionarán su fe. Todo esto está escrito en Apocalipsis capítulo 13. 
En contraste, aquellos cuyos nombres no están escritos en el Libro de la Vida, todos se rendirán al Anticristo. Estas personas se caracterizan por el hecho de haber conocido y creído en la Cruz de Jesús mientras estuvieron en esta tierra y, por lo tanto, creen que los pecados que cometen en esta tierra se borran con sus propias oraciones de penitencia. No creen en los dos ministerios del Señor como su salvación, es decir, no creen que Jesús lavó los pecados de todos al llevar los pecados de este mundo de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, y que fue crucificado, derramó Su sangre y soportó indecibles humillaciones, vergüenza, sufrimiento y muerte. 
Entre los que profesan creer en Jesús, algunas personas dicen que han sido salvadas al creer únicamente en Su Cruz, mientras que otras creen que el Jesús crucificado que cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista es su Salvador. Tenemos la fe de este último. Somos de los que han sido lavados y salvados de sus pecados al creer en el bautismo que el Señor recibió de Juan el Bautista y la justicia de Jesús que cargó con su condenación al ser crucificado. Así, hay quienes creen que Jesús los ha salvado al ser bautizados y crucificados hasta la muerte. 
¿Qué hay de ti entonces? ¿Tiene la creencia de mantener su fidelidad en esta era venidera del Anticristo? Deberías pensar en cuál de estas dos religiones estás viviendo. Para que seamos hechos sin pecado ante Dios, debemos creer que el Señor aceptó todos nuestros pecados en Su cuerpo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y fue condenado por cada pecado con la muerte que sufrió en la Cruz. Entonces, a través de la Palabra del bautismo del Señor y Su sangre en la Cruz, debemos tener la fe para nacer de nuevo del agua y el Espíritu delante de Él. Al creer en el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista, Su muerte en la Cruz y Su resurrección, podemos ser lavados y limpiados de todos nuestros pecados de una vez por todas. 
Las "tinajas de piedra para agua" mencionadas en la lectura de las Escrituras de hoy se refieren a su corazón y al mío, y donde Jesús les dijo a los sirvientes que "llenaran las tinajas con agua", Él nos está diciendo que llenemos nuestros corazones con la fe de que Él cargó con sus pecados del mundo y los míos a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, y que fue condenado por estos pecados en la Cruz. 
Jesús dijo en Juan 3:5: “el que no naciere de agua y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. La palabra “agua” aquí en la Biblia significa que Jesús nos dice que seamos lavados de nuestros pecados creyendo en el bautismo que recibió de Juan el Bautista. Él nos está diciendo a los que vivimos en este mundo que creamos en el hecho de que Él llevó todos nuestros pecados y los míos a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. En otras palabras, Jesucristo les está diciendo a todos que crean que Él vino a este mundo según la voluntad de Dios Padre, cargó con todos nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, y fue condenado por ellos en la Cruz como nuestra propiciación. 
Es al creer que Jesús cargó con nuestros pecados a través de la Palabra de Su bautismo que podemos ser lavados de nuestros pecados, y es al creer que Jesús fue a la Cruz y se convirtió en nuestra propiciación que podemos entrar en el Reino de Dios. En la Biblia, la palabra “agua” significa el bautismo que Jesucristo recibió de Juan el Bautista para llevar los pecados de la humanidad cuando vino a esta tierra (1 Pedro 3:21). Dios nos está diciendo que creamos que podemos ser lavados de nuestros pecados de una vez por todas y convertirnos en las novias de Jesucristo por fe si creemos en el sacrificio de expiación que Él completó con el bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que Él derramó en la Cruz.
 


Debemos Predicar por Fe el Sacrificio de Expiación a Muchas Personas de Esta Era


Cada vez que predicamos el sacrificio de expiación que Jesús cumplió, lo primero que debemos recordar y enseñar a todos es que todos los seres humanos son, por naturaleza, nada más que montones de pecados a los ojos de Dios. Debido a que Adán y Eva, los ancestros de la humanidad, dudaron de la Palabra de Dios con un corazón desconfiado y cayeron en la tentación de Satanás, cometieron el pecado de desobedecer a Dios, y es por eso que toda la raza humana terminó apartándose de Dios. Incluso ahora, innumerables personas viven como pecadores porque sus corazones no creen en la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista como está escrito en la Biblia. Por lo tanto, debemos dar la vuelta ahora y creer en la Palabra como nuestra salvación, que Jesús cargó con nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y se convirtió en nuestra propiciación en la Cruz. 
Estás a punto de atravesar tiempos de hambruna y, una vez hecho esto, te enfrentarás a una era en la que este mundo será gobernado por el Anticristo. En momentos como este, debemos tener la fe para ser lavados de todos nuestros pecados y convertirnos en las novias de Jesucristo. Por lo tanto, no debemos dudar más en creer que Jesús se convirtió en nuestra propiciación al ser bautizado por Juan el Bautista. Debemos tener fe en el Señor, que Él llevó tus pecados y los míos al ser bautizado por Juan el Bautista y se convirtió en la propiciación por nuestros pecados al ser crucificado y derramar Su sangre. Jesucristo nos ha salvado al llevar nuestros pecados y ser condenado por ellos con justicia, y debemos tener la fe para aceptarlo en nuestro corazón como nuestro Salvador. 
¿En qué evangelio crees ahora? ¿No está vuestra fe puesta sólo en la Cruz? Si es así, entonces usted es solo un practicante religioso que no es diferente de otras personas religiosas en el mundo. Por supuesto, en este momento su vida de fe probablemente se caracterice por oraciones de arrepentimiento, alabanza y servicio, y probablemente esté llevando una vida religiosa muy ordinaria. Sin embargo, la Biblia dice que uno debe nacer de nuevo del agua y del Espíritu. Está escrito en las Escrituras que Jesús cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, fue crucificado y derramó Su sangre mientras cargaba con estos pecados, y así se convirtió en la propiciación por todos los pecados de la humanidad. Para que podamos librar nuestra batalla espiritual contra el Anticristo y sus secuaces ahora en estos tiempos finales, debemos recibir la remisión de los pecados de una vez por todas creyendo de todo corazón que el Señor Jesucristo, quien se convirtió en nuestra propiciación con el bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz, es nuestro Salvador.
Por el bien de todos nosotros que pecamos al desobedecer a Dios, Jesucristo aceptó los pecados del mundo sobre Su propio cuerpo al ser bautizado por Juan el Bautista, se convirtió en nuestra propiciación para borrar nuestros pecados de una vez por todas al derramar Su sangre en la Cruz, y así ha salvado a todos los que creen en esta Verdad de salvación de los pecados de este mundo. En la era del Nuevo Testamento, Dios hizo que Su Hijo Jesús cumpliera la obra de ser bautizado por Juan el Bautista y la obra de derramar Su sangre, y ahora Dios nos ha hecho a los creyentes en esta salvación del agua y el Espíritu, las novias de Jesucristo. Todos nacimos una vez en esta tierra como pecadores, pero al creer en el bautismo de Jesucristo el Hijo de Dios y en Su sacrificio expiatorio, que el Señor es nuestro Salvador, somos salvados de todos nuestros pecados para nacer de nuevo una vez más como Sus novias.
Debemos alcanzar la salvación ahora aceptando en nuestro corazón y creyendo que cuando nuestro Señor vino a esta tierra, cargó con los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista por nosotros, y se convirtió en nuestra propiciación al derramar Su sangre preciosa y morir en la Cruz. Al creer en Jesucristo, quien se convirtió en nuestra propiciación por nuestro bien, todos podemos convertirnos en Sus novias.
La fiesta de bodas en Caná en Juan capítulo 2 tenía su propia novia, pero en el Reino de los Cielos, Jesucristo es el Novio, y en los últimos tiempos, aquellos que creen que Jesús se convirtió en su propiciación al ser bautizados por Juan el Bautista, muriendo en la Cruz, y resucitando de entre los muertos se unirán a la fiesta de bodas del Señor como Sus novias. Ahora, para que califiquemos para participar en el banquete de bodas organizado por el Señor en el Reino de los Cielos, debemos tener fe en el agua de Su bautismo y Su sacrificio de expiación. 
Las personas que fueron invitadas a las bodas aquí en Caná se refieren a aquellas que han recibido la remisión de los pecados al creer en el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y Su sangre, y también se refieren a aquellas que se han convertido en las novias del Señor a través de su fe en la justicia de Jesucristo su propiciación. Debido a que usted y yo ahora creemos en la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y la Palabra de Su sangre para ser el sacrificio de expiación por nuestra salvación, estamos calificados para participar en la fiesta de bodas del Señor. Entonces, mientras seguimos con nuestras vidas, recordemos que el Señor aceptó de una vez por todas los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, se ha convertido en tu Salvador y en el mío al sufrir y morir en la Cruz, y como resultado hemos podido recibir la remisión de los pecados en nuestros corazones y convertirnos en las novias de Jesucristo. 
 


Debemos Aceptar en Nuestro Corazón que Jesús se Convirtió en Nuestra Propiciación al Ser Bautizado y Derramar su Sangre en la Cruz


Está escrito en Apocalipsis 13:8: “Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el Libro de la Vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo”. Tienes que asegurarte de que tu nombre está escrito en el Libro de la Vida del Cordero. En un futuro cercano, cuando el Anticristo se desboque por última vez, aquellos que lo adoran son aquellos cuyos nombres no están registrados en el Libro de la Vida escrito por Dios. La Biblia dice que todas estas personas adorarán al Anticristo, entonces, ¿con qué clase de fe evitarás su destino cuando llegue este momento? 
Si ahora crees en la voluntad de Dios Padre de que el Señor cargue con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista y ofrezca el sacrificio de expiación al derramar Su sangre en la Cruz, entonces han sido salvados de todos sus pecados a través de su fe en la justicia de Jesús, es decir, creen en el sacrificio de expiación que el Señor hizo con Su bautismo y Su sangre. Gracias a la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu que el Señor les ha dado, tales personas tienen la fe para nacer de nuevo antes de que el Anticristo se desboque en esta tierra, y por lo tanto no tendrán ningún problema. Se opondrán al Anticristo y prevalecerán sobre él, porque ya han pasado todos sus pecados al cuerpo de Jesucristo y creen en Su justa salvación, quien fue bautizado por Juan el Bautista y se convirtió en su propiciación. Aquellos que tienen este tipo de fe no solo no adorarán al Anticristo, sino que, por el contrario, lo despreciarán, abrazarán el martirio por la fe, y así darán testimonio de la justicia de nuestro Señor. 
Sin embargo, si su fe actual es tal que solo eres un practicante religioso, creyendo solo en el castigo de Jesús en la Cruz y tratando de ser perdonado de sus pecados con sus propias oraciones de arrepentimiento, entonces necesitas darte cuenta de que capitularás ante el Anticristo y terminarás adorándolo. Por lo tanto, mientras todavía estés viviendo en este mundo, ahora en este mismo momento y no después, debes creer que Jesús cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista y se ha convertido en tu Salvador al derramar Su sangre, y dar así gloria a Dios. Cuando el Anticristo les exija traicionar su fe, entonces podrán rechazarla poniendo su fe en la Verdad de que el Señor cargó con los pecados de la humanidad a través de la Palabra de Su bautismo, abrazar su martirio por esta fe y glorificar el nombre del novio como la novia del Señor. 
En la lectura de las Escrituras de hoy, los sirvientes en el banquete de bodas pudieron probar el vino porque llenaron las tinajas de piedra con agua en obediencia a la Palabra del Señor. Como este milagro, nosotros también podemos ser bendecidos para convertirnos en novias de Cristo creyendo de todo corazón en la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista, pasando nuestros pecados a Él a través de esta fe, y creyendo en la justicia del Señor que ofreció el sacrificio de expiación con Su sangre preciosa en la Cruz. Nuestros corazones pueden tener la fe que nos califica como novias de Jesús solo si lo aceptamos como nuestro Salvador, quien cargó con los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y resucitó. Todos los pecados que tú y yo cometemos a lo largo de toda nuestra vida fueron pasados al cuerpo de Jesús de una vez por todas a través de la Palabra del bautismo que Él recibió de Juan el Bautista, y por este acto justo, Jesús ofreció el sacrificio de expiación al ser crucificado y derramar Su sangre. Gracias a esto, podemos ser salvados de una vez por todas y convertirnos en las novias sin pecado de Cristo. Al creer que Jesucristo se convirtió en nuestra propiciación con Su bautismo y Su sangre para salvarte a ti y a mí de todos nuestros pecados, podemos convertirnos en Sus novias ahora. Aquellos de nosotros que nos hemos convertido en las novias de Cristo nos enfrentaremos al Anticristo y mantendremos nuestra fe, porque nos regocijamos de que nuestro Señor Jesucristo sea nuestro Novio. Las palabras no pueden expresar cuán feliz estoy de que podamos tener este tipo de fe en esta última era. 
En ambos testamentos de la Biblia, Jesús nos dice que se ha convertido en nuestro Salvador al ser bautizado por Juan el Bautista y al derramar Su sangre preciosa. La división del Mar Rojo en el Antiguo Testamento fue un milagro. Cuando los sacerdotes de Israel que llevaban el Arca de la Alianza entraron en el río Jordán, el agua dejó de fluir y formó muros a ambos lados. Esto también fue un milagro. Como estos milagros, el hecho de que el Señor nos haya librado de los pecados del mundo al ser bautizados y morir en la Cruz es la mayor de todas las bendiciones de Dios. En la era del Nuevo Testamento, el Señor nos ha salvado a Sus creyentes haciendo el sacrificio de expiación con la Palabra del bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz, y esta obra de salvación revela la justicia del Señor.
Es absolutamente crítico que nos demos cuenta de que creer en el bautismo de Jesús y Su sangre en la Cruz, quien ha lavado nuestros pecados, es la fe verdadera y justa que nos permite alcanzar la salvación de todos nuestros pecados. Lo que Jesús hizo cuando vino a este mundo, desde ser bautizado por Juan el Bautista hasta derramar Su sangre en la Cruz y sufrir la muerte, todo constituye la obra justa de salvación que nos libra de nuestros pecados. 
 


Debemos Creer que el Señor Nos ha Salvado Con Justicia


Hoy en el siglo XXI, mirando a todos los cristianos que van a la iglesia y profesan creer en Jesús, me entristece profundamente ver que la Palabra del bautismo de Jesús no se encuentra en ninguna parte de sus corazones, ya que solo creen en la Cruz. Debido a que los cristianos de hoy no tienen la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista en el río Jordán, su fe luchará cuando enfrenten al Anticristo en los últimos tiempos. Cuando el Anticristo venga a este mundo y los persiga por su fe, fácilmente pueden terminar negando a Jesús.
Por lo tanto, reconociendo que se acercan los últimos tiempos, la Iglesia de Dios debe creer y predicar que el Señor ha dado su justa salvación al ser bautizado por Juan el Bautista y así llevar todos los pecados del mundo, al derramar su sangre hasta la muerte y resucitar de entre los muertos Precisamente por eso ahora en el siglo XXI, la Iglesia de Dios se dedica a predicar a los cristianos de hoy la justa salvación que había sido borrada y ocultada desde el año 325 d.C. hasta ahora, proclamando que Jesús ha salvado a los pecadores cargando con los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y llevándolos a la Cruz. 
Con la Palabra de Dios, ahora estamos difundiendo la fe de que cualquiera puede nacer de nuevo como la novia del Señor creyendo en la Palabra de salvación justa, que el Señor ha salvado a los pecadores al ser bautizado por Juan el Bautista y llevarlos a la Cruz. De ahora en adelante, debemos tener la fe de que Jesús es el Señor justo que ahora nos ha dado la remisión eterna de los pecados al llevar los pecados de este mundo de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, muriendo en la Cruz y resucitando de entre los muertos. Esto se debe a que Jesucristo tomó los pecados de este mundo de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista por Su propia voluntad, derramó Su sangre en la Cruz y resucitó de entre los muertos; y para todos los que creemos en esta Verdad de la remisión eterna de los pecados, Él se ha convertido en nuestro Salvador. Al ser bautizado por Juan el Bautista y crucificado, Jesucristo trajo la salvación, se convirtió en el Novio eterno de Sus creyentes y también bendijo a los que creen en Su justicia para convertirse en Sus novias. 
Tú y yo ahora creemos en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu. ¿Entonces crees que nuestros corazones todavía son pecadores? ¡No claro que no! ¿Hay alguien aquí que se sienta incómodo al decir esto? ¿Alguien que tenga vergüenza? Si no puedes decir esto, significa que todavía no conoces la justa salvación que el Señor ha cumplido al ser bautizado por Juan el Bautista para llevar tus pecados y derramar Su sangre en la Cruz. En otras palabras, aún no conoces a Jesús, quien cargó con los pecados de este mundo, incluidos todos tus pecados. Como Jesús se ha convertido en nuestro justo Salvador al ser bautizado por Juan el Bautista, derramar Su sangre en la Cruz y resucitar de entre los muertos, debemos tener fe en este Señor como nuestro Salvador. Así, la fe que tenéis en el bautismo de Jesucristo y en Su sangre derramada en la Cruz es lo que significa creer en la Palabra de vida dada por el Señor que ha librado a la humanidad de sus pecados y de la muerte. 
¿Los pecados que has cometido por tus defectos te dan poca confianza para vivir tu vida de fe confiando en el Señor y siguiendo al Señor? Todos los seres humanos tienen defectos ante Dios. ¿Quién en esta tierra no tiene defectos? Todo el mundo se encuentra falto ante Dios. Sin embargo, aquellos que creen en la Palabra del bautismo y la sangre que el Señor nos ha dado, necesitan creer con valentía en Su justa salvación. Dado que nuestro Señor nos ha salvado justamente a través del bautismo que recibió y de la sangre que derramó, es insostenible que nos avergoncemos en lugar de creer completamente en la salvación justa que el Señor ha realizado por nosotros al borrar nuestros pecados. 
Si todavía crees solo en la sangre del Señor derramada en la Cruz y no has podido limpiar tus pecados hasta dejarlos blancos como la nieve, entonces esto se debe claramente a que has sido influenciado por la fe de los reformadores religiosos que creen en el Credo de Nicea. Esto es aún más cuando se trata de recibir la remisión de los pecados hoy al creer en la justicia de Jesús. Influenciados por el Credo de Nicea, los cristianos de hoy tienen una inclinación religiosa a tratar de ser lavados de sus pecados creyendo únicamente en la Cruz de Jesús. Quizás sea por esto, pero a pesar de que creen en Jesús como su Salvador, muchos de ellos no tienen convicción de salvación cuando dicen que han sido lavados de sus pecados con sus propias oraciones de arrepentimiento para entrar al Cielo. Esto se debe a que cuando se trata de sus pecados personales, no están completamente seguros de haber recibido la remisión de estos pecados. Para ser más específicos, es porque no tienen la fe de que Jesús cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista y se convirtió en su propiciación al ser crucificado. Tratan de recibir la remisión de los pecados con sus propias oraciones, pero no importa cuánto lo intenten, no tienen la convicción de que han sido lavados de sus pecados y, por lo tanto, siempre sienten que están viviendo como pecadores.
Entiendo por qué algunos de ustedes pueden estar viviendo una vida religiosa como esta. Sin embargo, la Biblia dice que el Señor justamente ha lavado todos tus pecados de una vez por todas con Su bautismo y Su sangre en la Cruz, así que te insto a que te des cuenta y creas en esta Verdad. De la Palabra de la Biblia, debes saber correctamente y creer de todo corazón que el Señor cargó con tus pecados de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista y te ha salvado justamente al derramar Su sangre en la Cruz. Es entonces cuando su corazón puede permanecer firme por la fe ante el Señor. Es por eso que quiero enseñarles ahora sobre el agua y el Espíritu y predicarles la Palabra de la remisión de los pecados que el Señor ha cumplido con Su justicia. 
 


Entramos al Cielo por la Fe en la Justicia del Señor


Mateo 11:12 dice: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan”. Necesitamos pensar largo y tendido sobre la frase aquí, “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora”. ¿Por qué dice la Biblia: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia”? Necesitamos darnos cuenta de que es porque el Señor aceptó todos nuestros pecados sobre Su cuerpo al ser bautizado por Juan el Bautista, y es por eso que Jesús dijo: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia.” En Mateo 3:13-16, también podemos ver que la Biblia dice que Jesús cumpliría toda la justicia de Dios al ser bautizado por Juan el Bautista.
Está escrito, “Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él” (Mateo 3:15-16). 
Aquí Jesús está explicando por qué buscó ser bautizado por Juan el Bautista. La razón es “para cumplir así toda justicia”. “La justicia de Dios” aquí se refiere a la obra justa de Jesús al llevar los pecados de este mundo de una vez por todas a través de Su bautismo y al borrar los pecados de todos. Cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, aceptó los pecados de la humanidad que le fueron pasados. Entonces, ¿adónde fueron a parar los pecados de tu corazón y el mío cuando Jesús fue bautizado? Ya que nuestros pecados fueron pasados a Jesús cuando fue bautizado por Juan el Bautista, no hay pecado en nuestros corazones. ¿No es esto cierto?
Debido a que el Señor aceptó nuestros pecados sobre Su propio cuerpo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, Él fue a la Cruz, fue crucificado, derramó Su sangre hasta la muerte y resucitó de entre los muertos; y al hacerlo, nuestro Señor ha salvado a todos aquellos que creen que Él hizo el sacrificio de expiación para lavar todos los pecados de la humanidad en este mundo de una vez por todas. Ahora podemos recibir la remisión eterna de los pecados al creer en esta Verdad, porque el Señor nos ha salvado justamente de una vez por todas de nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz.
Por eso dijo el Señor: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia”. De hecho, incluso en este momento, si crees que nuestro Señor se ha hecho cargo de nuestros pecados justamente con el bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la cruz, entonces has recibido la remisión de los pecados por esta fe, y por lo tanto podréis entrar en el Cielo. Aquellos que han recibido la remisión de los pecados en sus corazones al creer en el bautismo que el Señor recibió de Juan el Bautista y Su sangre en la Cruz ahora tienen en su posesión la llave para entrar al Cielo, todo gracias a esta fe. Entonces, si crees en el bautismo y la sangre del Señor, debes saber que tú mismo tienes la llave de la fe para entrar al Cielo. 
Para reflexionar sobre esta Palabra nuevamente, el Señor dijo en Mateo 3:15-16 cuando estaba a punto de ser bautizado por Juan el Bautista que estaba haciendo esto “para cumplir la justicia de Dios”. Entonces, ¿cuál es la “justicia de Dios” de la que Jesús está hablando aquí? La “justicia de Dios” es la “rectitud de Dios”. El significado bíblico de la justicia de Dios es el hecho de que Jesús cargó con todos los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista y así se convirtió en nuestra propiciación. Por eso el Señor dijo: “Así conviene que cumplamos toda justicia”.
Jesús nos está diciendo aquí que fue un acto justo para Él aceptar todos los pecados de la humanidad sobre Su propio cuerpo de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista. Que Jesús cargó con todos los pecados al ser bautizado por Juan el Bautista es lo que constituye la justicia de Dios. Esta es la razón por la cual Jesús fue bautizado, y es su justicia. ¿Entiendes ahora la justicia de Dios, que Jesús ha cumplido tu salvación eterna al llevar los pecados de este mundo a través de la Palabra del bautismo que recibió de Juan el Bautista y al derramar Su sangre en la Cruz? Debes darte cuenta de que puedes ser perdonado de todos los pecados que están en tu corazón al poner tu fe en esta Palabra justa de salvación, que el Señor cargó con los pecados del mundo una vez por todas a través de Su bautismo y lavó tus pecados de una vez por todas con Su sangre preciosa. Conocer este hecho es conocer la justa Palabra de salvación que el Señor nos ha dado para nacer de nuevo del agua y del Espíritu.
Para ti y para mí, el Señor ha cumplido nuestra justa salvación al llevar los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y al derramar Su sangre en la Cruz, y en consecuencia, debemos ser salvados de todos nuestros pecados ahora creyendo en esta justa Palabra de salvación. El Señor quiere que recibamos la remisión de los pecados en nuestro corazón y alcancemos nuestra salvación poniendo nuestra fe en el sacrificio de expiación que Él hizo por nosotros. La fuerza para que luchemos y venzamos al Anticristo y sus súbditos proviene de nuestra fe justa. Tal fe se pone de todo corazón en el Señor, quien cargó con justicia con nuestros pecados al ser bautizado y se convirtió en nuestra propiciación al derramar Su sangre en la Cruz.
El cristianismo de hoy cree solo en la Palabra de la Cruz, con la Palabra del bautismo de Jesús eliminada, pero es muy probable que tal fe fracase en la guerra espiritual contra el Anticristo. Es por eso que el Señor está dando testimonio a los cristianos que viven en estos últimos tiempos que Él mismo justamente ha lavado los pecados de este mundo de una vez por todas con la Palabra del bautismo que recibió de Juan el Bautista y Su Cruz. Jesús te está diciendo que creas que Él llevó los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, fue a la Cruz y cumplió con la remisión de los pecados al derramar Su sangre; y Él te está diciendo que entres al Cielo justamente por esta fe. 
Si entiendes y crees que esto es lo que Jesús quiso decir cuando dijo: “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia”, podrás entrar al Cielo. Como los pecados de este mundo pasaron a Jesús cuando el Señor fue bautizado por Juan el Bautista, y como Él derramó Su sangre en la Cruz, el Señor ha revestido a cada creyente con Su justa salvación. Por eso Jesús dijo que desde los días de Juan el Bautista, el cielo pertenece a los violentos que lo toman por fe. 
 

La Biblia Dice Que esta Era Actual Es una Era de Hambre

Este mundo en el que vivimos tú y yo está atravesando una pandemia mundial derivada del COVID-19 y sus numerosas variantes. Todos los países están luchando contra esta enfermedad, pero se ha demostrado que los países emergentes y menos desarrollados son particularmente vulnerables a esta enfermedad, y sus efectos adversos se sienten en la economía mundial. El mundo ahora enfrenta no solo un virus, sino innumerables problemas difíciles que van desde la escasez de alimentos hasta las dificultades económicas, la guerra, el cambio climático y la crisis de refugiados.
En el futuro, a medida que tales problemas continúen acumulándose hasta tal punto que cada país no pueda resolverlos por sí solo, se establecerá una organización mundial para la unidad global a través de la ONU existente, una organización religiosa global o alguna otra forma. Para abordar los muchos problemas que enfrenta el mundo entero, cada país elegirá a su representante en la organización mundial recientemente establecida y tratará de abordar los problemas globales a través de la cooperación en esta organización. En algún momento, el espíritu de Satanás entrará en el corazón del líder de esta organización global, y este líder gobernará el mundo como el Anticristo y al mismo tiempo obligará a los cristianos a adorarlo. Tal era está por delante de nosotros. 
Para estar preparados para esta era, tú y yo debemos recibir la remisión de los pecados al creer en Jesucristo, nuestra propiciación como nuestro Salvador. Jesucristo cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, y pagó todo el precio de nuestros pecados al derramar Su sangre y morir en la Cruz. Debemos recibir la remisión de los pecados al creer en este sacrificio de expiación, para que podamos tener la fe para entrar al Cielo. Cuando nos encontremos cara a cara con el Anticristo, debemos tener la fe que nos da poder para enfrentarnos a él y ser martirizados al creer en la justicia de Jesús. Por vuestro bien y por el mío, y por el bien de todo ser humano desde Adán hasta el último ser humano, el Señor pagó el precio de todos nuestros pecados con el bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz, y es absolutamente indispensable que todos nosotros tengamos fe en este hecho. 
El problema, sin embargo, es que muchos cristianos creen y predican solo la Cruz de Jesús sin ninguna fe en la Palabra del bautismo que Él recibió de Juan el Bautista, y es por eso que el cristianismo de hoy está decayendo. Podemos ver que los cristianos de hoy se están alejando cada vez más del Señor. Me preocupa que, lejos de ser la sal del mundo, el cristianismo de hoy sea visto por la gente del mundo como basura apestosa. Mi corazón se entristece aún más al ver que tantos cristianos no pueden cumplir con su llamado. Se dedican a creer y servir a Jesús como su Salvador mientras ignoran por completo el significado de la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista. Deben estar profundamente interesados en comprender la justicia de Dios, pero lejos de eso, están haciendo todo lo posible para establecer su propia justicia. Por eso estoy predicando el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista junto con la sangre que derramó en la Cruz, para dar testimonio del poder del sacrificio de expiación que Él ofreció. 
Para hacerlo, es necesario remontarse al año 325 d. C., hace unos 1.700 años, para averiguar primero la razón por la cual el cristianismo actual ha caído tan bajo. Esta caída comenzó cuando Constantino el Grande, un emperador Romano, convocó el Primer Concilio de Nicea y fundó la Iglesia Católica Romana luego de eliminar la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y promulgar el Credo de Nicea. Hasta el día de hoy, la religión universal de Roma ha estado difundiendo en este mundo sólo la Palabra de la Cruz con la Palabra del bautismo de Jesús eliminada. El fundador de esta religión fue el emperador romano Constantino, y se le unieron muchos filósofos y teólogos. Aunque afirmaron estar llevando a cabo muchas de las obras de Dios en el Primer Concilio de Nicea, lo que en realidad hicieron fue lo contrario. En particular, cuando produjeron el Credo de Nicea, que eventualmente se convirtió en el Credo de los Apóstoles, dejaron fuera la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista, y terminaron creando otra nueva religión en el mundo llamada la religión de la Cruz. 
Posteriormente, en el siglo XVI, se lanzó la Reforma, pero todavía se basaba en el Credo de Nicea que había eliminado la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista, y sus adeptos también creyeron solo en la Cruz al igual que la Iglesia católica y siguieron sus propias doctrinas teológicas. Todavía sentían que les faltaba la fe solo en la Cruz, porque el Credo de Nicea no tenía la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista. Entonces, para llenar este vacío, idearon doctrinas teológicas y tuvieron éxito en sus días para establecer y difundir sus propias denominaciones. Así surgió otra versión del cristianismo, que no se diferenciaba de la Iglesia Católica. La promulgación del Credo de Nicea en la Antigüedad tardía fue el catalizador que llevó al cristianismo actual a predicar que sólo la sangre de Jesús en la Cruz es salvación, mientras que la Palabra del bautismo que recibió permanece borrada. 
¿No te sorprende esto? Después de todo, ¿cómo podrían borrar la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista cuando está escrito en la Biblia, y luego proceder a producir el Credo de los Apóstoles sin ella? Aunque Jesús cargó con los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, quitaron esta Palabra del Credo de Nicea y corrompieron la fe de la Iglesia Primitiva, diciendo que solo la sangre en la Cruz era su salvación. Luego afirmaron haber heredado la fe de los apóstoles de la Iglesia Primitiva. ¿Sabían siquiera que al hacer el Credo de los Apóstoles de esta manera y creer solo en la Cruz como su salvación, en realidad estaban oponiéndose a la salvación real que el Señor cumplió al ofrecer el sacrificio de expiación por la humanidad cuando vino a esta tierra? Lo siento mucho por ellos. 
Debido a que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista en el Nuevo Testamento, Él llevó los pecados de este mundo de una vez por todas sobre Su propio cuerpo a través de este bautismo, y como nuestro Salvador, Él vino a ofrecer Su cuerpo a Dios Padre como sacrificio de expiación. Esto significa entonces que Jesús también aceptó y cargó con todos nuestros pecados presentes de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista, y Él nos está diciendo que, al cargar con los pecados de este mundo, derramar Su sangre y resucitar de entre los muertos, Él se ha convertido en el Salvador para todos los que ahora creemos en este hecho. Por lo tanto, debemos creer que el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y Su sangre en la Cruz constituyen nuestra salvación tal como está escrito en la Escritura, y que esta fe es la que nos salva de todos nuestros pecados. 
 


¿La Fe de los Protestantes de Hoy También Sigue el Credo de Nicea?


Hoy todos debemos creer que Jesús cargó con los pecados de este mundo de una vez por todas a través de la Palabra del bautismo que recibió de Juan el Bautista tal como está escrito en la Biblia, y debemos fortalecer y reforzar nuestro corazón con esta fe. Debemos saber que Juan el Bautista escrito en la Biblia nació seis meses antes que Jesús, que Jesús cargó con los pecados de la humanidad de una vez por todas mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista a la edad de 30 años, y que se sacrificó como nuestra propiciación al derramar Su sangre en la Cruz; y debemos creer que este Jesús es el Salvador que ha dado la remisión de los pecados a nuestros corazones.
Sin embargo, podemos ver que, aunque los creyentes de hoy en día en el Credo de Nicea creen ardientemente en Jesús como su Salvador, lo hacen ignorando el hecho bíblicamente escrito de que Jesús aceptó y cargó con los pecados de este mundo en Su cuerpo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Los cristianos en estos días creen solo en la sangre en la Cruz como su salvación, con la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista eliminada. Como resultado, siempre se encuentran como pecadores. Habiéndose convertido en practicantes religiosos mundanos como estos, no pueden nacer de nuevo, porque no saben que sus pecados fueron pasados al cuerpo de Jesús a través del bautismo que Él recibió de Juan el Bautista. Esta es la razón por la que era inevitable que el cristianismo actual se convirtiera en una religión mundana incapaz de seguir verdaderamente a Jesús aunque quisiera. 
No es demasiado tarde. Incluso ahora, todos debemos aceptar a Jesús en nuestros corazones como nuestro Salvador que cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista como está escrito en la Palabra de la Biblia. La Palabra del evangelio del agua y el Espíritu que nuestro Señor nos ha dado es la Palabra que nos da poder para ser perdonados de todos nuestros pecados por la fe en Jesús, quien aceptó nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y se convirtió en nuestra propiciación en la Cruz. Además, al creer en esta Palabra del agua y el Espíritu, podemos caminar con el Señor. 
En estos tiempos finales, debe surgir un movimiento vital de fe que proclame que nuestros pecados fueron pasados a Jesús a través de la Palabra del bautismo que recibió de Juan el Bautista como se revela en ambos testamentos de la Biblia. Para que esto suceda, no tengo más remedio que criticar la fe de los reformadores Potestantes del siglo XVI por su fracaso en llevar a la humanidad por el camino correcto. Aunque lanzaron y dirigieron la Reforma por la causa de reformar la iglesia más universal y eventualmente abandonaron la Iglesia Católica, cuando miramos su fe reformada, vemos que más o menos emularon la fe de la iglesia universal. Ellos habían seguido y creído en la teología de la iglesia universal, e incluso después de la Reforma, todavía conservaron muchos aspectos de las doctrinas teológicas de la Iglesia Católica y heredaron el Credo de Nicea en su totalidad, y por lo tanto podemos decir que son los mismos que los católicos de hoy en día predicando solo la sangre en la Cruz.
Si querían buscar una reforma religiosa genuina, primero deberían haber reformado el Credo de Nicea reafirmando el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista como está escrito en la Biblia. Su movimiento por la reforma religiosa debería haber llamado a los cristianos a volver a la fe en Jesús como propiciación por sus pecados, e instarlos a creer simultáneamente que Jesús cargó con los pecados de este mundo a través de Su bautismo y derramó Su sangre en la Cruz. Sin embargo, no lo hicieron, y esto explica el estado trágico del cristianismo hoy.
Es por eso que los protestantes de hoy, los descendientes de los reformadores religiosos del siglo XVI, creen solo en la sangre de Jesús en la Cruz, y como resultado no pueden ser lavados de los pecados de sus corazones y siguen siendo pecadores. Por lo tanto, podemos ver que, aunque los creyentes protestantes de hoy profesan creer en Jesús como su Salvador, en realidad, están atrapados en una vida religiosa mundana. Es por esta razón que ahora estoy trabajando tan duro para difundir el evangelio de la salvación del agua y el Espíritu, predicando que el Señor ha limpiado nuestros pecados como la nieve, porque Él llevó los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Todos en este mundo necesitan creer en la Palabra de que el Señor cargó con todos los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. 
Me entristece profundamente que hoy, incluso los descendientes de los reformadores protestantes no saben que Jesús cargó con los pecados de este mundo a través de la Palabra del bautismo que recibió de Juan el Bautista, y como resultado no creen en esta verdadera Palabra de salvación y en su lugar crean solo en la Cruz. En particular, es aún más triste cuando veo a los líderes protestantes afirmando haber sucedido a los reformadores religiosos. El hecho de que crean y prediquen sólo la Palabra de la Cruz de Jesús como la Verdad cristiana de salvación en sus vidas, pone en peligro sus almas. En la Palabra de la Cruz que están predicando ahora, la Palabra de que Jesús cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista se elimina y no se predica. Como resultado, los cristianos de hoy están tratando de encontrar una manera de liberarse de sus pecados ofreciendo sus propias oraciones de arrepentimiento y dirigiéndose únicamente a la sangre derramada en la Cruz, pero deben darse cuenta de que esta es la evidencia que muestra que en realidad están alejándose aún más de la Palabra de que Jesús llevó los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. 
El Apóstol Pablo dijo una vez: “No tengo de qué gloriarme sino de la Cruz”. En una ocasión, conoció a filósofos en Atenas y los involucró en un debate religioso durante todo el día. Sus conversaciones con ellos eran filosóficas. Cuando el Apóstol Pablo fue a Atenas, vio que la gente se inclinaba y rezaba ante dioses desconocidos. Entonces, frustrado por esto, debatió con los filósofos Atenienses sobre el tema de la religión, diciéndoles: “Miren, así como todas las casas que ven en este mundo tienen sus constructores, el universo y todas las cosas que hay en él existen gracias a Dios el Creador. ¿Por qué entonces te inclinas ante un dios desconocido en lugar de buscar al Dios Creador?” Sin embargo, Pablo no pudo convencer ni a un alma para que se salvara en este encuentro. Por eso dijo, en un reflejo de su enfoque evangélico: “Ya no tengo de qué gloriarme sino de la Cruz”. Esto significa que el apóstol Pablo sabía y creía que Jesús cargó con los pecados de este mundo de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista, y que Jesús crucificado se ofreció a sí mismo como sacrificio de expiación (Hechos 17:16-23). 
 


¿Creía el Apóstol Pablo en Jesús como Su Salvador sin Conocer el Significado de Su Bautismo?


¿Crees que el Apóstol Pablo fue alguien que insistió en la Cruz solamente como salvación como los cristianos de hoy, sin saber que Jesús aceptó los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista? Lejos de eso, la fe del Apóstol Pablo era tal que sabía y creía que Jesús cargó con los pecados de la humanidad a través de la Palabra del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Era un gran conocedor del Antiguo Testamento. Por eso llegó a creer que la Palabra de la imposición de manos en el Antiguo Testamento se cumplió en la era del Nuevo Testamento como el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista. No confunda al Apóstol Pablo con alguien que solo creía en la Cruz de Jesús. 
Que el Apóstol Pablo no creía ni predicaba solo el camino de la Cruz es evidente también en la Palabra escrita de Dios. Él dijo en Gálatas 3:27: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. Debe darse cuenta de que cuando el Apóstol Pablo proclamó a Jesús como el Salvador de la humanidad, su predicación de la Palabra de la cruz se basó en la Palabra de que Jesús cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Así, el Apóstol Pablo habló del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista porque conocía y creía en la Palabra de la alianza de Dios sobre el misterio del bautismo. Pablo sabía y creía en el hecho de que Jesús nos ha salvado de todos los pecados del mundo y de su condenación al llevar todos los pecados de este mundo a través de la Palabra del bautismo que recibió de Juan el Bautista, derramando Su sangre en la Cruz, y resucitando de entre los muertos. 
Cuando el Apóstol Pablo predicó la Cruz a través de la Palabra de Dios, se aseguró absolutamente de testificar que Jesucristo se ha convertido en nuestro Salvador al llevar los pecados de este mundo de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y sacrificándose a sí mismo en la Cruz como ofrenda de expiación por todos los pecadores. El Apóstol Pablo era alguien que sabía y creía que Jesús era el Señor que tomó los pecados de este mundo de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y derramó Su sangre en la Cruz para llevar la condenación de todos nuestros pecados. Por eso, cuando el Apóstol Pablo mostró su fe, dijo: “porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gálatas 3:27), demostrando su creencia de que Jesús cargó con los pecados de este mundo a través de Su bautismo. En una manifestación de su fe, el Apóstol Pablo confesó que el Jesús que fue bautizado por Juan Bautista y crucificado para derramar Su sangre en la Cruz era su Salvador, y con esta confesión buscaba dar a conocer su fe a todo el mundo. 
No solo el Apóstol Pablo, sino también el Apóstol Pedro predicó que creía en Jesús crucificado como su Salvador basado en el hecho de que Él cargó con los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Él dijo en 1 Pedro 3:21: “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo.” Pedro dijo esto para mostrar su fe, demostrando que sabía y creía que Jesús fue a la Cruz porque cargó con los pecados de la humanidad de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, y es a causa de esta fe que Pedro se convirtió en discípulo de Jesús. 
Lo que Pedro dijo aquí describe su fe fundamental como alguien que creía en la Palabra de que Jesús cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista y derramó Su sangre en la Cruz. Él está confesando su fe en 1 Pedro 3:21, diciendo que Jesús es el Salvador que llevó y lavó nuestros pecados a través de Su bautismo. Él nos está diciendo que si también creemos en el hecho de que Jesús tomó todos los pecados de la humanidad en este mundo y los lavó de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, entonces este bautismo de Jesús y Su sangre en la Cruz constituyen el antitipo de nuestra salvación.
El apóstol Pedro testificó aquí que al creer en el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista para salvar a toda la humanidad de los pecados de este mundo, debemos responder a Dios con una buena conciencia de fe. Pedro también sabía y creía que debido a que Jesús cargó con los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, fue a la cruz, derramó su sangre y resucitó de entre los muertos; y porque sabía y creía en esto, confesó su fe en Jesús como su Salvador y nos enseñó que Él se ha convertido en nuestra propiciación eterna.
El Apóstol Pedro fue el discípulo especial de Jesús que creyó en Él como el Salvador que lavó todos los pecados de la humanidad de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista. Por eso está diciendo que aquellos que creen en el bautismo de Jesús como quien llevó sus pecados tienen una buena conciencia, y por lo tanto ya no tienen vergüenza de responder a Dios. 
Entonces, el Apóstol Pedro nos está diciendo que aquellos que creen que su salvación es alcanzada por el bautismo de Jesús pueden salir delante de Él, todo gracias al Señor que se sacrificó a Sí mismo en su propiciación eterna.
En resumen, aunque tengamos muchos defectos en nuestra carne, si creemos en Jesús ahora como nuestro Salvador que llevó los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y derramó Su sangre en la Cruz, desde ese momento nos daremos cuenta de que ahora tenemos una buena conciencia y no nos falta absolutamente nada para responder a Dios. Ya que creemos que el Señor vino a esta tierra para salvarte a ti y a mí de los pecados del mundo y cumplió nuestra salvación a través del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y Su Cruz, nada nos falta para acudir al Señor por esta fe. 
Ahora tenemos fe en el bautismo a través del cual el Señor llevó los pecados de este mundo y el derramamiento de Su sangre, y no dudamos en absoluto en acercarnos al Dios santo por medio de esta fe. Esto se debe a que ahora podemos creer en Jesús como nuestro Salvador, quien tomó nuestros pecados a través de Su bautismo y llevó su condenación con Su sangre en la Cruz. Por eso podemos confesar nuestra fe al Señor, diciendo: “Señor, tú eres mi novio y yo soy tu novia”. El bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista fue la obra que Él llevó a cabo para llevar todos nuestros pecados, y todos los que creemos en esta Verdad ahora tenemos una buena conciencia en nuestro corazón, y por lo tanto no nos falta absolutamente nada para acercarnos al Señor. ¡Aleluya! 
El Apóstol Juan escribió 1 Juan, y cuando pasamos al capítulo 5, vemos que la Biblia continúa hablando del agua del bautismo de Jesús. Debemos lavar todos nuestros pecados inmundos con el agua del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista. Las cosas sucias que se queman con fuego significan el juicio de Dios. La Palabra del bautismo que lava todos los pecados de este mundo es la Palabra de que Jesús llevó tus pecados y los míos de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista en el río Jordán, y llevó estos pecados a la Cruz y fue condenado por ellos en nuestro lugar. Aquellos que han sido lavados de todos sus pecados a causa de su fe en esta Palabra del bautismo de Jesús son los bienaventurados cuyos pecados han sido limpiados a la vista de Dios. Como discípulo de Jesús, el apóstol Juan también creyó en Jesús como su Salvador, quien cargó con los pecados de este mundo de una vez por todas mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista y los llevó a la cruz, y testificó que él podía ser lavado de todos sus pecados gracias a esta fe. 
¿Por qué, entonces, hay tantos Cristianos en este mundo que no viven su fe? Todo se debe a que no tienen fe en la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista, y en cambio están tratando de ser liberados de sus pecados solo creyendo en Jesús crucificado. Tales personas creen en Jesús en vano, porque no han descubierto la Verdad de la Biblia de que Jesús cargó con todos nuestros pecados de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista.
Necesitamos darnos cuenta aquí de que estos cristianos llegaron a tener una fe religiosa porque sentaron las bases de su fe en el Credo de Nicea que el emperador Romano Constantino promulgó en el Primer Concilio de Nicea. Debido a que el Emperador Constantino eliminó el evangelio del bautismo de Jesús en el que creían los santos de la Iglesia Primitiva, es decir, creían que Jesús cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, llevó incluso a los cristianos de hoy a conocer solo la Cruz de Jesús. En la Biblia, así como todos se convirtieron en pecadores porque un hombre pecó, y así como la obediencia de un Hombre a Dios salvó a muchas personas de sus pecados, es gracias a este único hombre, el emperador Constantino, que los cristianos de hoy terminaron convirtiéndose en personas religiosas que no conocen la Verdad del lavamiento de los pecados, que Jesús cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Es porque se eliminó para siempre de este mundo la Verdad del bautismo, que Jesús cargó con los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista. 
Para salvar a los pecadores de este mundo de sus pecados, Jesús tomó todos sus pecados de una vez por todas al ser bautizado y crucificado hasta la muerte. Debido a que Jesucristo llevó los pecados de este mundo de una vez por todas a través de Su bautismo, incluso cuando fue crucificado, pudo soportar el sufrimiento con gozo y decir: “¡Consumado es!”. El capítulo 53 de Isaías dice que Jesucristo, habiendo resucitado de entre los muertos, está feliz de vernos obtener el lavado de nuestros pecados creyendo en Su bautismo y viviendo nuestras vidas de fe ante Dios como Su pueblo santo y justo. Dios nos está diciendo que cuando creemos en Jesús como nuestro Salvador, debemos ser salvos de todos nuestros pecados al creer que Cristo se convirtió en nuestra propiciación con Su bautismo y sangre, y ofrecer nuestra alabanza al Señor.
Sin embargo, el Cristianismo de hoy está sufriendo, porque no puede obtener el lavado de los pecados, ya que ha sido engañado por los artículos del Credo de Nicea que el Emperador Constantino produjo en el Primer Concilio de Nicea como un plan de Satanás. No es solo el Emperador Constantino, hay otros que también han tomado parte en el plan de Satanás para evitar que muchas almas sean liberadas de sus pecados. Esto es lo que entristece tanto a los Cristianos de hoy. A pesar de enfrentar la persecución de los emperadores Romanos y sus súbditos durante 300 años, los santos de la Iglesia Primitiva aún creían en el evangelio del agua y el Espíritu. En tales circunstancias, el Emperador Constantino revirtió la política de Roma otorgando libertad religiosa a los cristianos y tratándolos favorablemente, como devolverles sus propiedades previamente confiscadas o ascenderlos a altos cargos. Sin embargo, su política no fue más que un instrumento para construir su propia religión Romana al borrar del Credo de Nicea la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista. 
Aunque muchos santos de la Iglesia Primitiva creían que Jesús cargó con los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, la política favorable del emperador Constantino significaba que en realidad se enfrentaban a una persecución espiritual, tanto que no podían decir nada en contra de lo que estaba haciendo. Constantino detuvo la persecución física de los santos de la Iglesia Primitiva que había estado ocurriendo durante 300 años, pero en su lugar, los persiguió espiritualmente por su fe en el bautismo de Jesús. De esta manera, logró borrar la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista. A través del Primer Concilio de Nicea, también convenció a la gente a creer en el Credo de Nicea como la Verdad de la salvación.
Constantino también se aseguró de que el Credo Niceno de su creación ejercería una gran influencia incluso en los reformadores del siglo XVI. Como el hombre que eliminó la Palabra de que Jesús cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, la influencia de Constantino llega hasta el Cristianismo de hoy. Entonces, los creyentes Protestantes de hoy e incluso los teólogos, los descendientes de los Puritanos, terminaron creyendo y predicando la Cruz de Jesús sin la Palabra de que Él cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Así, hasta el día de hoy, todo creyente Cristiano se ha convertido en un practicante religioso que intenta seguir al Señor creyendo sólo en la Cruz de Jesús sin la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y por el cual llevó los pecados de este mundo. 
Dicho de otra manera, los Cristianos de hoy terminaron creyendo solo en la Palabra de la Cruz. Debido a que ignoran la Palabra de que Jesús cargó con los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, sin que ellos lo supieran, han sido excluidos de lavar sus pecados con la Palabra del bautismo. ¡Qué fraude espiritual tan atroz han sufrido! Es una triste, triste tragedia. Debido a que el Cristianismo de hoy no conoce la Verdad de que Jesús ha lavado todos los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, no puede creer en ello y, por lo tanto, no puede ser la sal del mundo. Aun así, todavía no se conoce a sí mismo. Por eso la fe de los Cristianos de hoy se ha podrido hasta la médula.
Cuando volvemos a la mitad del Credo de los Apóstoles, dice: “quien fue concebido por obra del Espíritu Santo, nació de la Virgen María, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado”. Donde está escrito aquí en el Credo de los Apóstoles, "fue concebido por el Espíritu Santo, nació de la Virgen María", esto debería haber sido seguido por, "fue bautizado por Juan el Bautista y así cargó con los pecados de este mundo". Sin embargo, muchos líderes del Cristianismo ignoran por completo la razón por la cual el Credo de los Apóstoles debe incluir la frase, "fue bautizado por Juan el Bautista y por lo tanto cargó con los pecados de este mundo".
Lo que todos debemos darnos cuenta aquí es que Jesús vino a este mundo para salvar a todos sus pecadores de sus pecados. Es por eso que Jesús cargó con los pecados de cada pecador en este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, llevó estos pecados del mundo a la cruz, derramó su sangre hasta la muerte, resucitó de entre los muertos y así ha salvado a todos los que creen en Él como su propiciación por todos sus pecados de una vez por todas. Esta es la gracia de la redención que el Señor ha concedido a la humanidad.
Cuando Jesús comenzó a ministrar en Su vida pública para salvar a los pecadores de este mundo de sus pecados, lo primero que hizo fue aceptar los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, y esto está escrito en la parte inicial de los cuatro evangelios. Entonces, los cuatro evangelios escriben que Jesús comenzó Su vida pública con la obra de tomar los pecados de la humanidad de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista.
El propósito del plan del Dios Triuno es salvar a todos los que creen en Jesús como su Salvador y hacerlos Su propio pueblo al enviar a Jesús a esta tierra para nacer aquí, llevar los pecados de este mundo de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, ser crucificado para derramar Su sangre, resucitar de entre los muertos y así ofrecerse a Sí mismo como nuestra propiciación con Su bautismo y sangre. Este plan de salvación que el Señor cumplió es el mismo evangelio del que habló en Juan 3:1-5, uno que bendice a todos para que “nazcan de nuevo del agua y del Espíritu”. Por eso el Señor nos dijo: “que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3-5), y es en esta Palabra que podemos encontrar el plan de salvación del Señor. 
Habiendo establecido Su plan para salvar a la humanidad de los pecados de este mundo en Su Hijo, el Dios Triuno envió a Su Hijo a esta tierra y lo hizo cargar con los pecados de la raza humana al ser bautizado por Juan el Bautista, el representante de la humanidad. Debemos alcanzar la salvación de todos nuestros pecados al darnos cuenta y creer aquí que el bautismo que el Señor recibió de Juan el Bautista es el bautismo a través del cual Él llevó tus pecados y los míos de una vez por todas, y debemos entender que esta es la voluntad de Dios. Jesús tomó los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, fue a la Cruz y fue crucificado una vez, y resucitó de entre los muertos por nosotros. Por tanto, de ahora en adelante, la salvación llegará a quien confiesa sus pecados ante el Señor y cree que el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz constituyen el camino de salvación para que el Señor se convierta en nuestra propiciación. Entonces, sabiendo que esta es la voluntad del Señor, todos deben ser salvos por la fe.
Necesitamos darnos cuenta de que el plan de salvación de Dios para nosotros es este: si creemos con nuestro corazón que Jesús ha lavado todos los pecados de este mundo de una vez por todas al ser bautizados por Juan el Bautista, podemos ser salvos de todos nuestros pecados de una vez por todas. Si, por el contrario, no creemos de todo corazón en la salvación de la remisión de los pecados que Jesús nos ha dado a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y de Su sangre, entonces seremos incapaces de ser salvos para siempre de todos nuestros pecados. 
 

¿Crees que Puedes Convertirte en la Novia de Jesucristo por Tu Fe Actual?

Si tus pecados aún no han sido pasados al Jesús bautizado de una vez por todas, entonces esto solo puede significar que tus pecados aún permanecen intactos en tu corazón. Tales personas desean ser liberadas y lavadas de todos sus pecados, pero el problema es que con la fe que tienen, no tienen poder para escapar de los pecados que cometen todos los días. Entonces, cuando pecas de nuevo, este pecado permanece en tu corazón para atormentarte. Todo esto se debe a que no comprendes el significado del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista, y por lo tanto no sabes ni crees que Jesús, quien cargó con todos tus pecados de una vez por todas, se ha convertido en tu propiciación. Entonces, incluso en este mismo momento, debes creer en el Jesús que cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, y debes ser salvado de todos tus pecados por esta fe.
Se estima que hay alrededor de mil millones de Cristianos en todo el mundo que creen que Jesús fue crucificado y derramó Su sangre en la Cruz. Sin embargo, estos Cristianos entienden mal y no creen en Jesús, porque no saben que Él se ha convertido en nuestra propiciación al ser bautizado por Juan el Bautista y así llevar los pecados de este mundo de una vez por todas. Tales personas no pueden decir que ahora no tienen pecado en sus corazones. ¿Por qué no pueden evitar confesar que son pecadores cuyos corazones siguen siendo pecaminosos? Es porque los Cristianos de hoy piensan que solo el Jesús crucificado que derramó Su sangre en la Cruz es su Salvador. Debido a que creen solo en el Credo de Nicea, que eliminó el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista para cargar con los pecados de este mundo, es inevitable que digan que son pecadores con un corazón pecaminoso. Debido a que no conocen el verdadero evangelio que proclama que Jesús llevó y lavó los pecados de este mundo de una vez por todas con el bautismo que recibió de Juan el Bautista, sus pecados permanecen completamente intactos en sus corazones. 
Solo hay una manera de creer en el Señor Jesús como el Salvador, quien llevó los pecados de la humanidad a través de Su bautismo y llevó los pecados de este mundo a la Cruz. En el Antiguo Testamento, para que el Sumo Sacerdote ofreciera el sacrificio de expiación por sus pecados y los pecados de su pueblo, primero tenía que pasarlos al animal del sacrificio poniendo sus manos sobre su cabeza. De la misma manera, en la era del Nuevo Testamento, Jesús pudo lavar los pecados de la humanidad al aceptar los pecados de este mundo de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista.
Buscando sacrificarse a sí mismo como ofrenda de expiación, Jesús llevó nuestros pecados del mundo sobre Su cuerpo al ser bautizado por Juan el Bautista, derramó Su sangre en la Cruz, sufrió y murió; y fue sólo entonces que Él pudo ser nuestra propiciación por todos nuestros pecados. Al lavar los pecados de la humanidad con el bautismo que Jesús Su Hijo recibió y haciéndolo cargar con su condenación, Dios Padre ha hecho posible que los creyentes sean salvos de sus pecados. Dios nos ha permitido ser salvos al creer en Jesús como nuestro Salvador, quien se sacrificó como nuestra propiciación para llevar nuestros pecados y borrarlos. 
Para nosotros que vivimos en el siglo XXI también, Jesús mismo llevó nuestros pecados a través de Su bautismo y, por lo tanto, nosotros también podemos ser salvos de todos nuestros pecados si solo tenemos fe en que el Señor se ha convertido en nuestra propiciación. Aunque no sabemos cuándo Jesús regresará a este mundo, debemos recibir la remisión de todos nuestros pecados al creer en el bautismo que Jesús recibió y la sangre que Él derramó para convertirse en nuestra propiciación, y así preparar la fe para recibir al Señor que regresa.
Este mundo es cada vez más deprimente. Debemos creer ahora que Jesús llevó los pecados de este mundo a través de la Palabra del bautismo que recibió de Juan el Bautista, que Él derramó Su sangre y murió en la Cruz, y que estas fueron las obras que Él llevó a cabo para convertirse en nuestra propia propiciación. En particular, a aquellos que están tratando de ser salvos de sus pecados al creer solo en Su Cruz, Jesús les está exhortando a ser lavados de sus pecados al creer en la Palabra del bautismo que Él recibió de Juan el Bautista.
 

Hay Alrededor de Mil Millones de Cristianos en Este Planeta Tierra

En estos días, mi corazón se siente atraído por un billón de Cristianos en todo el mundo que dicen que sus corazones son pecaminosos a pesar de creer en Jesús. Todavía ignoran el hecho de que Jesús cargó con los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Mi corazón anhela predicar la Palabra del evangelio del bautismo también a estas personas. Eso es porque si creen en la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista, pueden creer que todos sus pecados fueron pasados a Jesús, y por lo tanto podrán encontrar paz para sus corazones. Habiendo heredado la fe del Credo de Nicea, ahora viven como pecadores. Todavía no entienden bien que Jesucristo llevó los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista y se convirtió en nuestra propiciación al ser condenado por los pecados de este mundo en la Cruz; y como no saben, tampoco pueden creer.
El Señor me ha ordenado: “Todo este tiempo has estado predicando el evangelio del agua y el Espíritu a los no creyentes, pero de ahora en adelante, acércate también a los cristianos que afirman haber sido salvos al creer solo en la Cruz, señálales su problema, y predícales la fe en el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y Su sangre en la Cruz.” Quiero obedecer esta Palabra del Señor.
Creo que el Señor me ha dicho: “Yo cargué con los pecados de la gente de este mundo de una vez por todas a través del bautismo que recibí de Juan el Bautista, fui a la Cruz y fui condenado por sus pecados derramando mi preciosa sangre como su propiciación. Dad testimonio de esta obra Mía a la gente y mostrádsela por la fe”. El Señor nos está cargando ahora a los nacidos de nuevo con esta tarea espiritual de difundir el evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Ahora estoy predicando a este mundo que Jesús ofreció el sacrificio de expiación al ser bautizado por Juan el Bautista y crucificado, creyendo que es la voluntad del Señor Dios que lo haga por fe. 
Veo que todavía hay muchas personas en este mundo que intentan ser salvadas de sus pecados al creer solo en la Cruz de Jesús. Todavía viven con dolor, atormentados por los pecados que cometen todos los días. Necesitamos pensar en el dolor que están sufriendo a causa de sus pecados. Hoy en día, dado que tantos Cristianos que profesan creer en Jesús creen únicamente en el evangelio de la Cruz, ¿cuándo podrán vivir como personas sin pecado ante Jesucristo? Todavía están esperando el día en que puedan ser completamente lavados de sus pecados a través de Jesús. Esto se debe a que, aunque están tratando de ser librados de sus pecados de una vez por todas creyendo solo en la Palabra de la Cruz, sin conocer el misterio de la Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista, es imposible que sean limpiados de sus pecados.
Aunque ahora están diciendo que creen en Jesús como su Salvador, no hay forma de que puedan corregir sus pecados solo con su fe en la Cruz. Eso es porque la Cruz a la que Jesús fue clavado no es el lugar donde se lavaron los pecados de la humanidad, sino que es el lugar donde estos pecados fueron condenados. Esto es así porque solo al ser bautizado por Juan el Bautista, Jesús cargó con los pecados de la humanidad. La sangre que Jesús derramó en la Cruz para ser condenado por los pecados de la humanidad es el resultado del hecho de que Él fue bautizado por Juan el Bautista.
Al ser bautizado por Juan el Bautista y derramar Su sangre preciosa en la Cruz, Jesús ofreció el sacrificio de expiación por la humanidad y se convirtió en nuestro Salvador. Mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista en el río Jordán, cargó con tus pecados y los míos de una vez por todas, y para ofrecer el sacrificio de expiación por nuestros pecados, derramó Su sangre en la Cruz por nosotros. Sin el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista, tampoco habría habido derramamiento de sangre. Debemos darnos cuenta aquí de que podemos ser salvos solo si creemos que Jesús se convirtió en la propiciación por nuestros pecados a través de Su bautismo. Solo entonces podemos ser salvos de todos nuestros pecados por fe. 
Cuando creemos en la obra de expiación de Jesús, que Él llevó tus pecados y los míos de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y derramó Su sangre en la Cruz, entonces podemos ser salvos de todos nuestros pecados. Por eso el Señor dijo a todos que “hay que nacer de nuevo del agua y del Espíritu”. ¡No olvidemos que Jesús podría convertirse en la propiciación por nuestros pecados solo si llevó los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista! Y creamos en el bautismo de Jesús y Su sacrificio de expiación. Cuando creemos en el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista, también podemos creer que todos los pecados de nuestro corazón fueron pasados a Jesús. A menos que tengas esta fe, nunca podrás ser librado de todos tus pecados.
Si tu corazón no cree que Jesús llevó y quitó los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista, entonces serás esclavizado por tus pecados solo para ser condenado por ellos. Si pudieras salvarte de tus pecados creyendo sólo en Jesús crucificado, harías vano el bautismo que el Señor recibió para quitar tus pecados, y por lo tanto sufrirás por este pecado.
Parece que el Emperador Constantino convocó deliberadamente el Primer Concilio de Nicea, decidido desde el principio a eliminar la Palabra del bautismo de Jesús. Eso es porque si todos en el mundo supieran el hecho de que Jesús cargó con los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, todos podrían salvarse al creer que Jesús se había convertido en la propiciación por sus pecados. Constantino eliminó la Verdad del Bautismo de Jesús del Credo de Nicea intencionalmente, para evitar que las personas alcancen la salvación de sus pecados al creer en el bautismo de Jesús y el derramamiento de Su sangre como propiciación. Fue para perseguir sus intereses políticos que eliminó el bautismo de Jesús por su cuenta. 
De hecho, personas de todo el mundo siguen siendo pecadores y sufren por sus pecados porque no saben y, por lo tanto, no pueden creer en la Palabra de que Jesús cargó con sus pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. ¿Quién podría estar más arrepentido que esas víctimas del engaño? No tengo más que compasión por ellos. Peor aún, cada cristiano en el siglo XXI que cree en Jesús vive hoy sin siquiera darse cuenta de que su fe es defectuosa, todo debido al Credo de Nicea que fue formulado erróneamente. 
 


Debemos Creer En La Palabra Del Bautismo Que El Señor Recibió De Juan El Bautista Exactamente Como Está Escrito En La Biblia


En la lectura de las Escrituras de hoy del capítulo 2 de Juan, ¿qué les dijo María a los sirvientes cuando escuchó que se estaba acabando el vino en el banquete de bodas? Ella les dijo: “Hagan exactamente lo que dice Jesús”. De hecho, los sirvientes echaron agua en las tinajas de piedra como les dijo Jesús. Y cuando sirvieron esta agua a los invitados como Jesús les ordenó, se convirtió en vino milagrosamente. Es cuando los sirvientes obedecieron lo que Jesús les dijo que se desarrolló un milagro para convertir el agua en vino. La Biblia dice que este milagro sucedió porque los sirvientes obedecieron a Jesús cuando les dijo: “Saquen el agua y llévensela a los invitados”. Nosotros también podemos experimentar el milagro de convertirnos en novias de Jesucristo al creer en la Palabra exactamente como dice, que sus pecados y los míos pueden ser lavados porque Jesús llevó y quitó los pecados de este mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Por supuesto, esto es cierto cuando también creemos en la Palabra de que Jesús se convirtió en nuestra propiciación en la Cruz.
Para explicar esta Palabra nuevamente en términos espirituales, para que ahora experimentemos el milagro de ser hechos justos con la desaparición de los pecados de nuestro corazón, debemos aceptar y creer en Jesús como nuestro Salvador, que el Señor llevó los pecados de este mundo a través del bautismo. Él recibió de Juan el Bautista, derramó Su sangre en la Cruz y resucitó de entre los muertos; y si hacemos esto, podemos ser salvados de todos nuestros pecados y convertirnos en las novias de Jesucristo. Si creemos en Jesús como nuestro Salvador, quien aceptó todos nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, derramó Su sangre en la Cruz y murió en ella, seremos bendecidos para recibir la remisión eterna de los pecados.
Cada pecado de la humanidad es tal que uno puede ser liberado de sus pecados solo si se paga el costo correspondiente. Por eso Dios Padre hizo que Su Hijo cargara con los pecados de este mundo al ser bautizado; al permitir que Su Hijo fuera crucificado, derramando Su sangre y soportando terribles sufrimientos y humillaciones en la Cruz hasta la muerte, Dios Padre también obtuvo suficiente reparación por la paga de nuestros pecados a través del sacrificio de Su Hijo; y debido a esto, hemos podido ser salvos de todos nuestros pecados. La fe en esta Verdad, es decir, creer en el bautismo de Jesús y el derramamiento de Su sangre como nuestra propiciación, es la fe que nos permite ser perdonados de todos nuestros pecados. ¿Lo entiendes? Como tal, debemos ser salvos al creer en Jesús como nuestro Salvador, quien cargó con nuestros pecados de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y los llevó a la Cruz, y debemos alabarlo y agradecerle, porque podemos alcanzar la salvación creyendo en la justicia de Jesucristo. ¡Aleluya! 
Para que seamos salvos de todos los pecados de este mundo, necesitamos la fe pura de que Jesús llevó nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y fue condenado por ellos en la Cruz. A los ojos de Dios, la remisión de los pecados de nuestro corazón no depende de nuestro propio trabajo, ni depende de nuestra propia devoción. En cambio, depende enteramente de la ley sacrificial de salvación cumplida con la justicia de Jesús, quien fue bautizado por Juan el Bautista.
Nuestra salvación ahora está a nuestro alcance si aceptamos la Verdad de la salvación de que Jesús cargó con los pecados de este mundo de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, fue crucificado y derramó Su sangre hasta la muerte. La Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan Bautista es la Palabra por la cual Él aceptó todos los pecados de la humanidad, y creer que la sangre que Jesús derramó en la Cruz es nuestra propiciación es creer en la Palabra que nos puede salvar de todos nuestros pecados. Si abrimos nuestros corazones y creemos en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu que nuestro Señor nos ha dado, nuestra fe en esta Palabra de Verdad nos traerá la verdadera salvación.
Para salvarnos de los pecados de este mundo, Jesús vino como un Hombre como nosotros, y debido a que tomó todos los pecados de este mundo de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista, fue crucificado, derramó Su sangre, y murió en la Cruz como nuestra propiciación. Al hacerlo, Jesús ha traído la verdadera salvación a todos los que creemos que Él es nuestro Salvador, quien fue bautizado por Juan el Bautista y ofreció el sacrificio de expiación en la Cruz. 
Cuando aceptamos en nuestros corazones la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu que Jesús nos ha dado, nuestros pecados son pasados a Su cuerpo y condenados, y por lo tanto todos nuestros pecados son borrados. Así es como nosotros, los creyentes en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu, hemos sido salvados de los pecados de este mundo y venimos a alabar al Señor en nuestras vidas. Es a causa de nuestra fe en el hecho de que Jesús cargó con nuestros pecados a través de Su bautismo, y nuestra fe en el castigo de los pecados en la Cruz, que nuestros pecados son lavados de una vez por todas. Por lo tanto, el conocimiento y la fe en el bautismo que el Señor recibió por nosotros es lo que nos trae la verdadera salvación.
Cuando creemos en el hecho de que los pecados de este mundo fueron pasados al cuerpo de Jesús a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, somos bendecidos para ser transformados de pecadores en justos. 
 


Hemos Sido Lavados de Nuestros Pecados Cotidianos También


Así como Jesucristo llevó los pecados de este mundo de una vez por todas a través del bautismo que recibió en el río Jordán y Su sangre en la Cruz, Él nos ha salvado de una vez por todas de todos los pecados que cometemos en nuestra vida diaria. Entonces, a través de nuestra fe en el bautismo y la sangre que constituyen la justicia de Jesucristo, podemos ser lavados de todos nuestros pecados. El evangelio del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado es “εὐαγγέλιον” en griego, y es poderoso como “dinamita”. Así como un cartucho de dinamita encendido y arrojado a una casa la volará en pedazos sin dejar rastro, nuestro Señor ha dado el don de la remisión de los pecados que se cumple de una vez a todos los que creemos en el bautismo que recibió de Juan el Bautista para llevar nuestros pecados del mundo, Su muerte en la Cruz y Su resurrección.
Aunque tú y yo estemos faltos de carne, todavía podemos ser salvos si creemos que Jesús aceptó tus pecados y los míos de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, fue a la Cruz, derramó Su sangre, pagó de una vez por todas la paga de nuestros pecados con Su muerte, y así nos ha salvado. La Palabra del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista es la Palabra poderosa que nos permite ser lavados de nuestros pecados. Debemos agradecer al Señor por esto, creyendo que Él ha limpiado nuestros pecados con esta Palabra. Nacido en esta tierra hace unos 2000 años, Jesús aceptó todos los pecados de este mundo de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista a la edad de 30 años, derramó Su sangre en la Cruz, resucitó de entre los muertos y nos ha librado para siempre de nuestros pecados de una vez por todas como nuestro Salvador.
En un futuro no muy lejano, el Anticristo hará su aparición en este mundo. Exigirá a los creyentes en el bautismo de Jesús, Su muerte en la Cruz y Su resurrección que demuestren que realmente no tienen pecado. En ese momento, no tendremos más remedio que dar testimonio de nuestra salvación por nuestra fe en la justicia de Jesús, testificando que nuestro Señor Salvador tomó todos los pecados de este mundo de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y se sacrificó en la Cruz como nuestra propiciación. 
Así como nuestro Señor dijo: “Yo soy el Alfa y la Omega”, mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista, el Señor cargó y lavó todos los pecados de este mundo de una vez por todas desde su principio hasta su fin, y con la sangre preciosa que derramó en la Cruz, ofreció el sacrificio de expiación por nosotros. Jesucristo, que fue bautizado por Juan el Bautista y resucitó de entre los muertos, es nuestro Dios Todopoderoso. En cambio, los seres humanos viven sólo una media de unos 80 años, y no más de 130 años incluso en los casos más extremos. Conociendo bastante bien nuestra duración de vida, el Señor se ha convertido para siempre en nuestro Salvador para todos nosotros Sus creyentes al llevar los pecados de la humanidad de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, derramando Su sangre en la Cruz para ser condenado por nuestros pecados de una vez por todas, y resucitar de entre los muertos. Al hacerlo, Jesús nos ha salvado y limpiado de vuestros pecados y los míos, e incluso a nuestra descendencia de sus pecados, con la Palabra del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Y los que creen en esto deben dar gracias al Señor por concederles la Palabra del bautismo que puede lavarlos de una vez por todas de todos los pecados de este mundo.
Con el bautismo que recibió de Juan el Bautista y Su sangre, Jesús cargó con nuestros pecados de una vez por todas y los lavó para siempre, desde los pecados de la gente del pasado hasta tus pecados actuales y los míos presentes y los pecados del pueblo venidero. ¿Qué hay de ti entonces? ¿Crees que tus pecados han sido lavados de una vez por todas con el bautismo de Jesús y Su sangre? Creo que todos mis pecados han sido lavados de una vez por todas con el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó. Al ser bautizado por Juan el Bautista y así llevar nuestros pecados de una vez por todas, y al derramar Su sangre en la Cruz y así pagar la paga de nuestros pecados, Jesús ha lavado todos nuestros pecados de una vez por todas.
Creo en esto porque es verdadero y real. De hecho, no tengo pecado porque creo en el hecho de que Jesús es mi propiciación, porque Él llevó y lavó los pecados de este mundo de una vez por todas al ser bautizado por Juan el Bautista. Y por eso estoy predicando en esta hora que Jesús ha lavado vuestros pecados y los míos con el bautismo que recibió de Juan el Bautista, y por eso os exhorto a creer en el hecho de que el Señor es vuestra propiciación. 
 


Jesús te ha librado de tus pecados al ser bautizado por Juan el Bautista y derramar Su sangre en la Cruz. Cree en esta salvación exactamente como es


En la lectura de las Escrituras de hoy, María les dijo a los sirvientes: “Hagan lo que dice Jesús”. María había aceptado la Palabra de Dios antes que los sirvientes. Ella era una hermana que había experimentado personalmente la Palabra de Dios. Ella había concebido al Salvador y lo había dado a luz, creyendo en la Palabra de Dios que le transmitió un ángel. María sabía que Jesús era Dios mismo, y que tenía el poder de Dios y su divinidad. Entonces, ella era una mujer de fe capaz de decirles a los sirvientes en la fiesta de bodas que hicieran lo que Jesús les dijo.
Así como María pudo concebir y dar a luz al Niño Jesús porque acogió en su corazón la Palabra de Dios tal como se la trajo el ángel, hoy, también, nosotros podemos convertirnos en hijos de Dios creyendo en Jesús como nuestro Salvador, quien llevó los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y pagó su salario. María estaba con Jesús aquí, y estaba viviendo su fe para testificar el bendito evangelio al creer en su Salvador Jesucristo.
Para pecadores como nosotros, el Señor cargó con todos nuestros pecados y los lavó de una vez por todas con el bautismo que recibió de Juan el Bautista y Su sangre, y nos ha dado este evangelio de salvación. Al salvarnos a todos los que creemos en el bautismo y la sangre de Jesús de los pecados de este mundo, el Señor nos ha hecho justos sin ningún pecado en nuestro corazón. Ahora es posible que seamos salvos de todos nuestros pecados al creer en el bautismo y la sangre de Jesús que constituyen la Verdad de esta salvación. ¿No es el sacrificio de expiación que Jesús hizo la Verdad de nuestra salvación? La obra del bautismo de Jesús y Su sangre te ha hecho a ti, pecador, en una persona justa y sin pecado, y esta es la mayor bendición de salvación entre todos los benditos milagros. ¡Qué milagroso regalo de salvación nos ha dado el Señor!
Como seres humanos, nunca podremos liberarnos de nuestros pecados sin importar cuánto lo intentemos. No hace falta decir que para alguien como yo, es absolutamente imposible convertirse en un hombre justo sin ningún pecado ante Dios confiando en mis propias fuerzas. Si Jesús no hubiera llevado tus pecados y los míos de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, y si no hubiera derramado Su sangre en la Cruz, entonces nuestros pecados aún permanecerían intactos en nuestros corazones. Y enfrentaríamos la condenación de nuestros pecados al final. Sin embargo, nuestro Señor se ofreció a sí mismo como nuestra propiciación con el bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre preciosa que derramó en la Cruz, y esta obra del Señor constituye el evangelio de salvación que es más que suficiente para limpiar nuestros corazones. 
Debido a que ahora hemos aceptado en nuestros corazones el sacrificio de expiación que Jesús hizo al llevar sus pecados y los míos de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y ser condenado por estos pecados de una vez por todas, nos hemos vuelto sin pecado en la vista de Dios. ¿De qué otra manera podríamos haber llegado a ser justos? Mirando nuestros propios actos, sabemos que incluso si de alguna manera estuviéramos viviendo sin pecado una mañana, no tendríamos más remedio que vivir como pecadores por la tarde. Somos de tal manera que es simplemente imposible que seamos liberados de nuestros pecados por nuestros propios actos, y por lo tanto podemos ser salvos de cada pecado solo si sabemos y creemos que Jesús es el Señor que se ofreció a sí mismo como nuestra propiciación a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz.
Al llevar nuestros pecados a través de Su bautismo, ser condenado en la Cruz por ellos y resucitar de entre los muertos, Jesús ahora nos ha dado a Sus creyentes una vida nueva y eterna. A menos que creamos en Jesucristo como nuestro Salvador, quien vino a esta tierra por el agua y el Espíritu, es imposible que nos libremos del pecado y, por lo tanto, debemos creer que Jesús es nuestra propiciación.
Todos deben darse cuenta y creer que nadie puede guardar ni una jota ni una tilde de la Ley de Dios. Si quebrantamos la Ley de Dios, debemos ser condenados por este pecado, y debemos enfrentar el castigo del infierno según la justicia de Dios. Digamos que ibas a vivir 85 años en este mundo. Si quebrantas la Ley de Dios en la mañana de tu último día, solo media hora antes de morir, entonces eres un pecador que debe ser castigado por este pecado, incluso si no cometiste ningún pecado durante toda tu vida hasta este momento. Si haces o piensas algo que se desvía del propósito de Dios, eres un pecador. Todos éramos pecadores quebrantando la Ley de Dios y sus estatutos. Si quebrantamos incluso un solo estatuto de los 613 estatutos de Dios, debemos presentarnos ante Dios como pecadores culpables.
Por lo tanto, si Dios fuera a juzgar nuestros pecados de acuerdo con los estatutos de Su Ley, seríamos condenados como pecadores a Sus ojos y, en última instancia, no tendríamos más remedio que enfrentar el castigo del infierno. La Ley de Dios dice: “La paga del pecado es muerte”. Esto significa que, si alguien tiene algún pecado en su corazón, el castigo por este pecado es el infierno. “Más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Habiendo venido a esta tierra como nuestra propiciación, el Señor Jesús cargó con los pecados de este mundo de una vez por todas mediante Su bautismo, derramó Su sangre y padeció en la Cruz, resucitó de entre los muertos y, por lo tanto, se convirtió en el Salvador que ha librado aquellos que creen en esta Palabra de salvación de todos sus pecados. Nunca debemos olvidar que podemos recibir la remisión de los pecados creyendo en el bautismo y la sangre de Jesucristo nuestra propiciación como nuestra salvación. 
Aunque éramos pecadores, para personas como nosotros, el Señor cargó con nuestros pecados y los lavó de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, pagó la paga de nuestros pecados con la sangre que derramó en la Cruz, y así ha salvado a sus creyentes. Cuando creemos en esta verdadera Palabra del evangelio del agua y el Espíritu, el Señor nos hará Sus creyentes justos y nos aceptará como hijos de Dios. Este es el amor del Señor nuestro Salvador.
 


Es a Través de Jesús que Podemos Ver a Dios


Nadie ha visto a Dios, como dice la Biblia en Juan 1:18, “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.” ¿Quién es, pues, el Hijo unigénito en el seno del Padre? Él es Jesucristo el Salvador, quien es el Dios de la Palabra. Aunque no hemos visto a Dios, Jesús se nos reveló como nuestro Salvador al nacer en esta tierra, al llevar los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista como el Salvador de la humanidad, y al ser crucificado.
Si el Señor no se nos hubiera revelado así, nos habría sido absolutamente imposible saber quién era Jesucristo. Sin embargo, aunque no hemos visto a Jesús en persona, quien vino por el agua y el Espíritu, a través de la Palabra escrita de la Biblia, podemos conocer a Jesús nuestro Salvador, quien cargó con los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y derramó Su sangre preciosa en la Cruz. Esta es la Palabra de Dios escrita por miles de años, y esta Palabra ahora nos está revelando al Jesús que vino a esta tierra por el agua y el Espíritu.
Cuando los discípulos de Jesús lo vieron convertir el agua en vino en las bodas de Caná, pudieron darse cuenta de que Él era el Mesías que el Antiguo Testamento había profetizado que les enviaría. Al ver el milagro de Jesús que convirtió el agua en vino, nosotros también podemos ser salvos creyendo en Jesucristo como nuestro Salvador quien, como las ofrendas de sacrificio del Antiguo Testamento, cargó con los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. ¿Hay alguien aquí que pueda convertir el agua en vino? Incluso si pudiéramos hacer esto, no podemos ser bautizados por Juan el Bautista, ser crucificados o resucitar de entre los muertos para salvar a la humanidad del pecado. Sin embargo, Jesús es Dios mismo que creó los cielos y la tierra con Su Palabra, y al llevar tus pecados y los míos a través de la ofrenda sacrificial del bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó cuando vino a esta tierra, Él ha lavado nuestros pecados de una vez por todas y se ha convertido en nuestro verdadero Salvador. El hecho de que el agua se convirtiera en vino en la lectura bíblica de hoy revela que el Señor cargó con tus pecados y los míos de una vez por todas mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la cruz, y que así ha dado la salvación del lavado de los pecados de una vez por todas para aquellos de nosotros que ahora creemos en esta Verdad. Al ser bautizado por Juan el Bautista, Jesucristo tomó nuestros pecados para siempre y los lavó de una vez por todas, y se ha convertido en el Novio eterno de aquellos que verdaderamente han sido lavados de sus pecados al creer en Él. Y Jesucristo ha aceptado como esposas a todas aquellas que creen en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu que Él les ha dado.
Este es el significado de la boda del novio y la novia en Caná. Jesucristo es el Novio, y las novias somos tu y yo que creemos en el bautismo que el Señor recibió y en la sangre que derramó. Allí sólo resplandece la justicia de Jesucristo nuestro Novio. Lo que el Señor nos está diciendo en la lectura bíblica de hoy es esto: aunque éramos pecadores, el Señor cargó con los pecados de este mundo, que son vuestros pecados y los míos, y fue condenado por ellos con el bautismo que recibió de Juan el Bautista y el sacrificio de expiación que Él hizo con Su sangre; y Jesucristo nos ha hecho Sus novias a los que creemos en esta Palabra. 
No es sólo con la Palabra de la Cruz que el Señor nos ha salvado de los pecados del mundo, sino que ha traído la salvación a aquellos de nosotros que creemos que el Señor cargó con nuestros pecados y los lavó de una vez por todas con el bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó para librarnos de los pecados del mundo. Jesús es nuestro Dios. Él es el Creador y el Salvador de los pecadores. Creemos en el Jesús que llevó los pecados de este mundo a través de Su bautismo como nuestro Salvador y nuestro Novio. Jesucristo es nuestro Salvador que vino a salvar de todos los pecados del mundo a los que creen que la Palabra del bautismo que recibió de Juan el Bautista y la Cruz constituye su salvación. Aquellos que ahora se han convertido en las novias de nuestro Señor Jesucristo al creer en esta Verdad de salvación son sin pecado en sus corazones, justos, trabajadores de Dios y Sus hijos.
El Señor se ha convertido en el Salvador de Sus creyentes al llevar todos los pecados de la humanidad de una vez por todas mediante el bautismo que recibió, soportando el sufrimiento de la Cruz y resucitando de entre los muertos. Él es el Salvador que llevó tus pecados y los míos y lavó los pecados de este mundo con el bautismo que recibió de Juan el Bautista. Si ahora quieren volverse sin pecado al creer en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu que el Señor le ha dado, entonces pueden ser lavados de sus pecados al creer en esta Palabra tal como es, y esas personas se convertirán en las novias de Jesucristo.
Mi corazón es pesado. ¿Por qué? Es porque mil millones de Cristianos siguen siendo pecadores a pesar de profesar creer en Jesús, sin conocer este evangelio del bautismo y la Cruz. Mi corazón está afligido porque también debo predicarles la Palabra de que Jesús cargó con los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista. Y también debo difundir la Palabra de salvación a los 8 mil millones de personas que viven en este planeta tierra, predicándoles que los pecados de este mundo fueron pasados a Jesús de una vez por todas a través del bautismo que Él recibió de Juan el Bautista. Además, debo enseñarles acerca de sus errores teológicos, y esto lo hace aún más difícil.
Hoy, solo porque alguien sea pastor, no significa que este pastor sea alguien que cree en Jesús como su Salvador, quien cargó con nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y la sangre que derramó en la Cruz. Sabemos que tales pastores son muy pocos. Hace mucho tiempo, cuando residía en el campo junto al mar, conocí a un pastor que dirigía un grupo de estudiantes de cierta universidad. Era el pastor principal de una iglesia y también ministraba a los estudiantes de esta universidad. Un día, visitó a uno de mis conocidos misioneros y quiso debatir con él sobre teología. Así que le dije: “¿Qué tal si lo discutes conmigo? Este misionero no estudió teología, pero yo sí, así que discutamos”. Después de tener algunas conversaciones, de repente me preguntó: “Tú dices que Jesús nació del cuerpo de la Virgen María, pero ¿cómo es biológicamente posible que Jesús naciera de alguien que no conoció a ningún hombre?” Me dijo que si podía explicárselo científicamente, creería en Jesús. 
Entonces, le dije: “¿No es usted ya pastor? ¿Cómo puedes decir esas cosas si eres pastor? ¿Quieres que te lo explique ahora? Puedo explicarlo científicamente y también puedo explicarlo espiritualmente. En la Biblia, Dios hizo el universo, los cielos y la tierra, y envió a Su Hijo a este mundo, porque tenía un plan de salvación para la humanidad. Para salvar a la humanidad de los pecados del mundo, Jesús, el Hijo de Dios, los llevó a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, sufrió en la Cruz y resucitó de entre los muertos. Y ahora, al creer en este Jesucristo, podemos ser salvos de todos nuestros pecados. Para nosotros que ahora creemos en la Palabra del evangelio del agua y el Espíritu, el Señor se ha convertido en nuestro Salvador. Jesucristo es el Señor que cargó con nuestros pecados y los borró de una vez por todas con el bautismo que recibió de Juan el Bautista, y podemos ser salvos de todos nuestros pecados al creer en este Señor como nuestro Salvador. Es Dios Padre quien hizo nacer a Su Hijo Jesús en esta tierra del cuerpo de María. Como Dios es el Dios de la Palabra, para nosotros que creemos en la Palabra de salvación que Él profetizó y cumplió en esta tierra, pudo obrar en nosotros como nuestro Salvador”. Entonces le expliqué a este pastor, diciendo: “Ya que eres un ser humano, naciste de un ser humano. Así como Dios trajo a la existencia todas las cosas del universo al ordenarles que existieran con Su Palabra, Dios Padre envió a Su Hijo a esta tierra a través del cuerpo de María”.
Así, hay muy pocas personas en este mundo que dan testimonio del bautismo y la sangre de Jesús para testificar cómo los pecadores son lavados de sus pecados ante Dios. El Señor Jesús cargó con los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, fue a la cruz, derramó Su sangre, resucitó de entre los muertos y, por lo tanto, ha convertido a aquellos que ahora creen en esta Verdad de salvación en Su pueblo. Si no fuera por la gran gracia de Dios, absolutamente no sería fácil predicar la Palabra de que Jesús cargó con los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista.
Aquellos de nosotros que ahora creemos en el hecho de que nuestros pecados fueron pasados a Jesús a través del bautismo que Él recibió de Juan el Bautista, nos hemos convertido en las novias de Jesucristo. Ya que el Señor nos ha salvado a ti y a mí de nuestros pecados de una vez por todas, cargándolos mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista y derramando Su sangre en la Cruz, por nuestra fe en esta Palabra de salvación del evangelio, ahora hemos sido salvados de nuestros pecados. Si nos damos cuenta de que Jesús lavó todos tus pecados y los míos con el bautismo que recibió de Juan el Bautista, y aceptamos esta Palabra del evangelio en nuestros corazones, nuestros pecados serán pasados a Jesús, y Jesús nos dará a los creyentes una nueva vida, porque Él derramó Su sangre en la Cruz mientras cargaba con nuestros pecados y resucitó de entre los muertos.
Mis queridos hermanos, ¿entienden ahora cómo el evangelio del agua y el Espíritu hace posible que seamos lavados de todos nuestros pecados? Dios el Creador de este universo se encarnó en la carne del hombre, cargó con los pecados de este mundo de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista a la edad de 30 años y sufrió en la Cruz. Jesucristo se ha convertido así en nuestro Salvador ahora, y si crees en Él con tu corazón, serás salvo de una vez por todas. En resumen, la salvación de todos nuestros pecados se alcanza cuando nos apoyamos en la Palabra del bautismo y la sangre y creemos en esta Palabra de Dios con nuestro corazón. 
Los orígenes etimológicos de la palabra “fe” son “confiar en” y “apoyarse en”. Cuando decimos que creemos en alguien, significa que confiamos en esa persona. Cuánta fe tengamos en alguien depende de cuánto podamos confiar en él. La fe que nos salva de nuestros pecados es creer que Jesucristo, quien cargó con nuestros pecados mediante el bautismo que recibió de Juan el Bautista, es nuestro Salvador. Venimos a confiar y apoyarnos en el Señor, convencidos de que Él es nuestro Salvador confiable. Esto es lo que significa tener fe en Dios y Su Palabra. Se trata de creer en la verdadera Palabra del bautismo del Señor, que Jesús llevó los pecados de este mundo de una vez por todas a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y lavó todos nuestros pecados de una vez por todas.
Debido a que el Señor cargó con los pecados de este mundo a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista y derramó Su sangre en la Cruz, ahora creemos que nuestros pecados fueron pasados a Jesús así como condenados. Porque la Palabra dice que el Señor vino a esta tierra, fue bautizado por Juan el Bautista para tomar todos nuestros pecados, y llevó su condenación con la sangre que derramó en la Cruz, y porque esta Palabra es la Palabra de Dios, somos salvos por creer conforme a esta Palabra. Nuestros pecados fueron pasados a Jesús de una vez por todas a través de Su bautismo y sangre. Ya que está escrito en la Palabra de nuestra Biblia que Jesús cargó con nuestros pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, sufrió en la Cruz y resucitó de entre los muertos, debemos decirle al Señor: “Sí, Señor, ya que es la Palabra de Dios, puedo creer en ella con mi corazón. Si fuera solo la palabra de la humanidad, no podría creerlo, pero si es la Palabra escrita de Dios, puedo creer en cada Palabra con mi corazón. La Biblia escribe que Jesús llevó todos los pecados de este mundo y todos mis pecados a través del bautismo que recibió de Juan el Bautista, y yo creo en esta Palabra como mi salvación. He recibido la remisión de los pecados en mi corazón por mi fe en Tu Palabra escrita. Creo de todo corazón que soy uno de los redimidos de Jesús”. Así, cuando aceptamos en nuestro corazón la Verdad del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista, nuestros pecados le son pasados. Soy un obrero de Dios cuya tarea es diseccionar finamente Su Palabra y dársela de comer por fe.
Os estoy predicando la Palabra del evangelio del bautismo del Señor en Su lugar, para que no seáis pecadores en cuerpo y alma y seáis arrojados al infierno. Por mi cuenta, no hay mucho que pueda hacer por ti. Los que trabajan para salvar almas como yo son los trabajadores de Jesús. El obrero de Dios es alguien que hace lo que su Maestro le dice que haga de acuerdo con Su voluntad. Al creer en la Palabra del Señor de que Él ha lavado mis pecados con Su bautismo y Su sangre, he recibido la remisión de los pecados y me he convertido en un obrero de Dios, y las palabras no pueden expresar cuán agradecido estoy por esto. También os estoy agradecido, porque sois mis colaboradores sirviendo y predicando la Palabra del bautismo y la sangre junto conmigo. Junto a vosotros, predicaré esta Palabra del agua y el Espíritu por todo el mundo. Damos gracias a nuestro Señor resucitado. Damos gracias a Jesucristo por dar la remisión de los pecados a Sus creyentes a través del bautismo que el Señor recibió y la sangre que derramó. Damos gracias y gloria al Señor que nos ha hecho novias eternas de Jesucristo. ¡Aleluya! ¡Que Dios los bendiga a todos!