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ስብከቶች፤

Tema 18: Génesis

[Capítulo 4-6] Vivamos como pastores (Génesis 4, 1-5)

Vivamos como pastores(Génesis 4, 1-5)
«Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante».
 
 
Después de ser expulsados del Jardín del Edén, Adán concibió un hijo con Eva. Está escrito: «Su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: Por voluntad de Jehová he adquirido varón. Después dio a luz a su hermano Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra». ¿Qué dijo Eva después de dar a luz a Caín? Dijo: «He adquirido varón por voluntad del Señor». Eva estaba muy contenta de tener a Caín y ver lo sano que estaba. El nombre de Caín significa «posesión».
Entonces Eva concibió de nuevo y dio a luz al hermano pequeño de Caín, Abel, y su nombre significa «respiración», «vanidad» o «transitoriedad». El segundo hijo era el más débil. Pensaron que no llegaría a ser un hombre fuerte y que su vida sería corta. Así que lo llamaron Abel, porque pensaban que su vida sería breve, y que no llegaría a ser un hombre.
Los dos hijos crecieron, y cada uno tuvo un trabajo: Caín fue labrador, y Abel fue pastor. Después de un tiempo, estos dos hombres le presentaron a Dios sus sacrificios. Abel ofreció al primogénito de su rebaño y su grasa, mientras que Caín ofreció el fruto de la tierra. Sin embargo, Dios solo aceptó la ofrenda de Abel. Esta es la esencia del pasaje de las Escrituras de hoy.
A través del pasaje de las Escrituras de hoy, Dios nos está diciendo que todo el mundo tiene uno de estos dos trabajos. Es decir, que todos los seres humanos están divididos en dos grupos: los que hacen el trabajo espiritual, y los que hacen el trabajo carnal.
Abel era pastor, es decir, hacía la obra espiritual. Sin embargo, Caín labraba la tierra, que implica la obra carnal. Como profesión, está bien labrar la tierra o ser pastor. Pero el mensaje espiritual de hoy nos dice que hay dos tipos de obras. La obra de Dios y la obra de los hombres; es decir, la obra del Cielo y la obra del mundo.
Jesús reprendió a Pedro diciendo: «No pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres» (Mateo 16, 23). El Apóstol Pablo también dijo: «Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo» (Gálatas 1, 10). ¿Qué nos están diciendo estos pasajes de la Biblia? Nos están diciendo que hay dos tipos de vida que podemos escoger.
Todo el mundo está destinado a vivir haciendo uno de estos dos trabajos. Estas obras son la obra de Dios y la obra del Diablo, es decir, ser pastor o labrador. Abel era un pastor, y por tanto hacía la obra de Dios, la obra espiritual. Los que predican el Evangelio, llevan a otras almas a la remisión de los pecados, a través de la Palabra de Dios, y consideran que ayudar a los santos es la obra más valiosa, son pastores.
Caín, por el contrario, era labrador, es decir, que hacía la obra de Satanás. Quien no trabaja para Dios, está destinado a trabajar para el Diablo. ¿Creen que la obra de Satanás era llevar a la gente a matarse los unos a los otros y cometer actos sexuales perversos? Vivir por la carne, es hacer la obra del Diablo. ¿Por qué? Porque esto es lo que quiere Satanás. Quiere que la gente viva por su carne, hasta que se pudra. Por eso Jesús dijo: «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre» (Juan 6, 27).
¿Significa esto que todo pastor o misionero está haciendo la obra de Dios? No, no es así. Después de todo, ¿qué hacían los fariseos y los escribas en tiempos de Jesús? ¿Acaso no crucificaron al mismo Dios que vino al mundo, y lo hicieron en nombre de Dios? ¿Por qué quisieron los sacerdotes matar a Jesús cuando echó a los comerciantes fuera del Templo? Aunque decían creer en Dios, en realidad solo querían acumular poder y riquezas en el Templo. Incluso hoy en día, hay muchos pastores y misioneros que dicen hacer la obra de Dios, pero muchos de ellos hacen la obra de la tierra. En otras palabras, son codiciosos y quieren tener mucha gente en sus congregaciones para explotarla y vivir bien en este mundo, con fama y poder.
Hay dos trabajos en este mundo que podemos hacer, y de estos dos, debemos escoger el de pastor. Los que hemos recibido la remisión de los pecados debemos pensar en la obra de Dios y llevarla a cabo. Si no pensamos en la obra de Dios y solo pensamos en la obra de la humanidad, acabaremos siendo como Caín. Mientras que los labradores ofrecen el fruto de la tierra, que se consigue con sus propios esfuerzos y viven de ellos, los pastores dan vida. Pueden pensar que esto no es cierto y decir que Caín también trabajó por la vida, plantando semillas que daban vida, pero hablando espiritualmente, la vida de la carne está en la sangre (Levítico 17, 11). Así que el pastor cuida de las ovejas, que tienen sangre, y el pastor representa a alguien que salva vidas espirituales.
Aunque nuestra existencia en este mundo es temporal, y desapareceremos en poco tiempo, debemos seguir pensando en la obra de Dios que nos da vida eterna, y debemos hacer esta obra. Pase lo que pase, debemos pensar en la propagación del Evangelio, que es la obra de Dios, y debemos trabajar proclamando el Evangelio. Todo el que no ha nacido de nuevo es un labrador. No puede hacer la obra del Espíritu aunque quiera, porque no tiene vida. Sin embargo, una persona que ha nacido de nuevo, puede labrar la tierra y cuidar del rebaño. Los que no se centran en Dios, aunque hayan nacido de nuevo, tienen muchas posibilidades de volver a sus antiguas vidas y a vivir por sí mismos. En otras palabras, volverán a ser labradores.
Si dividiésemos los tipos de vida que vivimos los que hemos recibido la remisión de los pecados, tendríamos dos grupos: los pastores, que cuidan del rebaño, o los labradores, que labran la tierra. Los que cuidan del rebaño piensan en la obra de Dios y la llevan a cabo, mientras que los que labran la tierra piensan solo en ellos mismos y viven para sí mismos. Todos estamos divididos en estos dos tipos de personas. La pregunta que nos debemos hacer es cómo deben vivir los nacidos de nuevo. ¿Cómo debemos vivir después de haber recibido la remisión de los pecados? Debemos trabajar por una causa justa. La Biblia dice que Abel cuidaba de las ovejas y que Caín labraba la tierra, pero no deben pensar: «Esto se refiere solo a dos tipos de trabajos». El sacrificio que Abel y Caín ofrecieron dependió de la profesión que habían escogido. Abel, que era pastor, mató un cordero y se lo ofreció a Dios, mientras que Caín, que era labrador, le entregó a Dios el producto de la tierra (paratas, calabazas, maíz). En otras palabras, ofrecieron el fruto de su trabajo a Dios, según su profesión.
En otras palabras, debemos decidir si vamos a vivir pensando en la obra de Dios y trabajando para Él, o si vamos a seguir viviendo por las cosas temporales de este mundo, que al final se pudren. Quien haya recibido la remisión de los pecados, debe dibujar una línea divisoria clara en este asunto de cómo vivir, y debe elegir uno de los dos tipos de vida. Deben decidir para qué van a vivir.
El mismo principio se puede aplicar a nuestras vidas. Los que pensamos en la obra de Dios y la llevamos a cabo, después de recibir la remisión de los pecados, podemos ofrecer frutos espirituales a Dios. Pero los que no hacen la obra de Dios, no pueden evitar ofrecerle el fruto de la tierra. Como todos nosotros hemos recibido la remisión de los pecados, debemos decidir si queremos ser pastores como Abel, o labradores, como Caín.
Yo no puedo decir: «Voy a vivir una vida perfecta». Sin embargo, estoy convencido de una cosa: «Aunque no soy perfecto, voy a ser un pastor como Abel. Esto le agradará a Dios y será bueno para mí y para todo el mundo». Ustedes también pueden hacer lo mismo. No pueden decir que vivirán una vida recta con toda seguridad, ni pueden decir que lo han hecho antes. Sin embargo, deben desear vivir como un pastor. En vez de vivir como un labrador de la tierra como Caín, yo viviré con un pastor. ¿No creen que debo tener el mismo corazón que Abel? Ahora que Dios nos ha dado la remisión de los pecados y nos ha permitido vivir una vida nueva, ¿cómo debemos vivir el resto de nuestras vidas? ¿Cómo pastores que cuidan del rebaño, o como labradores? Si consideramos este asunto ante Dios y escogemos bien, seremos pastores.
Sin embargo, incluso cuando estamos convencidos en nuestras mentes, en nuestras acciones seguimos sin poder hacer la obra del Espíritu por completo. Sin embargo, por lo menos podemos estar decididos en nuestras mentes, y tanto psicológica como espiritualmente, lo correcto es creer en Dios y pensar: «Voy a vivir como un pastor que cuida del rebaño». Mis queridos hermanos, ¿cómo deben vivir? ¿Deben vivir como pastores o como labradores? ¿Cómo quieren vivir? Estoy seguro de que todos quieren vivir como pastores. Esta es la vida correcta y bendita. Esto es lo que creo. Aunque nos encontremos labrando la tierra de vez en cuando, nuestros corazones deben decidirse a vivir como pastores.
Hay dos tipos de personas en este mundo: los que cuidan del rebaño y los que labran la tierra. Los primeros hacen la obra de Dios, y los últimos hacen la obra de Satanás. Mucha gente labra la tierra como Caín. Pero los que cuidan del rebaño no son muchos. ¿Cuál es la proporción de personas que cuidan del rebaño en este mundo? Es muy pequeña. En otras palabras, son muy pocos los que hacen la obra de Dios.
Aunque la Biblia dice simplemente que Abel cuidaba de las ovejas, y que Dios aceptó su ofrenda cuando sacrificó al primogénito del rebaño junto con su grasa, hay un maravilloso misterio escondido en esta Palabra. Dios acepta a los que hacen la obra espiritual. Debemos ser pastores ante Dios. Debemos ser rancheros. Por eso nuestros antepasados de la fe, desde Abraham hasta Isaac y Jacob, todos eran pastores. No vivían en un sitio fijo, sino que se movían de un lado para otro, buscando pasto para el rebaño. En otras palabras, vivieron en este mundo como nómadas, dedicados a crear vida (Hebreos 11, 9-13).
Esta profesión complace a Dios, y es buena. Es mil veces mejor que labrar la tierra. Un labrador tiene que fertilizar el campo todos los días y solo come lo que produce la tierra. Pero, un pastor cría ovejas, las alimenta y las cuida. Muchas veces es testigo de los misterios del nacimiento de la nueva vida. Dicho de otra manera, este trabajo de cuidar el rebaño es un trabajo bendito. Es diferente al trabajo de labrar la tierra, porque da vida.
¿No creen que un corderito recién nacido es bonito? Cuando vivía en la isla Gadeok, durante mi juventud, vi muchos corderos y cabritos nacer. Los cachorritos de estos animales pueden mantenerse en pie poco después de nacer, y pueden incluso correr después de dar unos cuantos pasos. Se ponen de pie y dan saltitos poco después de nacer. Son tan maravillosos, tan bonitos, tan adorables. Todos los cachorros, ya sean perros o gatos, son adorables. Una vida que acaba de nacer es misteriosa, bonita y adorable.
Cuando recibimos la remisión de los pecados, debemos empezar a cuidar del rebaño. Nuestro trabajo debe ser cuidar de las ovejas. No tenemos otro trabajo que hacer cuando recibimos la remisión de los pecados. La agricultura no es un trabajo que de vida. ¿Para qué sirven los productos de la tierra? Para mantener a la familia del agricultor, como mucho. Los agricultores comen del fruto de su sudor, pero este desaparece después de ir al baño. Así que no hay nada que dure. Sin embargo, cuidar del rebaño es un trabajo que da nueva vida, la alimenta y multiplica. Un pastor cría a las ovejas, las cuida y hace que se reproduzcan. Debemos hacer esta obra.
Por eso, aunque no soy perfecto ante Dios, todavía quiero cuidar del rebaño durante el resto de mi vida. Así que oro de esta manera: «Señor, aunque soy insuficiente, quiero cuidar del rebaño. Debería predicar el Evangelio a la gente de mi país, pero también quiero predicarlo a otros países, hasta los fines de la tierra. Quiero convertir a los hermanos y hermanas de la Mission School en pastores. Por favor, ayúdame y permíteme vivir el resto de mi vida como un pastor, como Abel».
Deseo de todo corazón que todos ustedes trabajen como pastores cuando reciban la remisión de los pecados. En vez de vivir solo para labrar la tierra y llenarse, quiero que salven aunque sea una sola alma, que den a luz a nuevas vidas, y que alimenten a los que están salvos, para que ellos también cuiden del rebaño. Si estamos participando en la obra de predicar el Evangelio, después de recibir la remisión de los pecados, somos todos pastores. Vivir por el Evangelio, ofrecer nuestros recursos económicos al Evangelio, dedicar nuestro tiempo, y trabajar duro y orar, es cuidar del rebaño. Todo lo que tenemos que hacer es decidirnos a hacerlo. Si queremos vivir como pastores por fe, debemos vivir así, pues Dios nos dará Su gracia especial, sus bendiciones y su poder. Pero, labrar la tierra requiere mucho trabajo por nuestra parta. Aunque trabajemos duro, todo es en vano porque produciremos alimentos perecederos, que desaparecen cuando los comemos.
¿Creen que trabajan duro los labradores? Aunque los pastores también trabajan duro, su trabajo da vida. Ellos se unen a Jesucristo y dan a luz a hijos espirituales, no a través de su propia devoción, sino a través de la vida que Dios les ha dado. Esto es la generación espontánea. Esto no se consigue con el esfuerzo de las personas, sino por la gracia y la fuerza que Dios nos ha dado. Así que si seguimos haciendo esta obra por fe, tendremos muchos hijos espirituales.
Como Dios nos ha salvado al darnos el Evangelio, ahora lo estamos predicando. ¿Recibe la gente la remisión de los pecados cuando predicamos este Evangelio? El Evangelio que estamos predicando es muy poderoso. Predicamos lo que creemos y la gente recibe la remisión de los pecados al escuchar esta Palabra del Evangelio. Así que, cuando reunimos a los que no han nacido de nuevo, y predicamos la Palabra de Verdad, algunos reciben la remisión de los pecados. La obra de la nueva vida se realiza ante nosotros. Cuando le preguntamos a la gente sobre el verdadero Evangelio: «Por favor, levanten las manos si han recibido la remisión de los pecados por el Evangelio del agua y el Espíritu, que acaban de escuchar», se levantan algunas manos. Cuando les pedimos que den testimonio de salvación, dicen: «Antes tenía muchos pecados, pero ahora he escuchado el Evangelio del agua y el Espíritu y he creído en él, y por eso todos mis pecados han desaparecido. Ahora soy una persona justa, sin pecado».
En vez de dedicar todos nuestros esfuerzos a la tierra, a recoger el fruto de la tierra como Caín, estamos trabajando para predicar lo que Dios nos ha dado. Compartimos la Palabra de Verdad, damos a luz a hijos espirituales, los protegemos, los llevamos a la Iglesia, y les enseñamos la Palabra para que ellos también den a luz a hijos espirituales. Un pastor es una persona que cuida del rebaño. El pastor trabaja para asegurarse de que las ovejas procrean, y alimenta y protege a los recién nacidos par que crezcan y puedan tener hijos. Así que la vida de los justos está dedicada a crear vida. Mateo 1 empieza con la genealogía de Jesús, y todas las personas que hay en ella son nuestros antecesores de la fe, que cuidaron del rebaño.
Ustedes y yo debemos hacer esta obra. Sin excepción alguna, debemos dedicarnos a hacer esta obra. Mientras vivamos, debemos dedicarnos a esta obra. No hay otro trabajo que podamos hacer. Ahora que hemos recibido la remisión de los pecados, ¿qué debemos hacer? Debemos cuidar del rebaño. No debemos labrar la tierra como Caín.
Hermana Reva Choi, de Rusia, ¿va a volver a su país cuando termine su formación aquí? ¿Qué tiene que hacer cuando vuelva a su país? Debe cuidar del rebaño. En vez de buscar un trabajo secular en el mundo, debe dedicar su vida a cuidar del rebaño. Debe unirse a los siervos de Dios y cuidar del rebaño. Debe llevar a cabo las tareas de un pastor: reunirse con el pueblo de Dios, compartir la Palabra con ellos, dar testimonio de la Palabra, establecer las horas de adoración, proteger al rebaño de los lobos mentirosos, y enseñar al rebaño. Hermana Choi, debe vivir una vida espiritual como esta. Esta es la razón de su existencia, que cuide del rebaño.
El pasaje de las Escrituras de hoy dice: «Y Abel fue pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra». También dice que Abel trajo al primogénito de su rebaño junto con la grasa, como ofrenda a Dios. Cuando Abel sacrificó su ofrenda, no cogió un cordero y lo mató encima de una roca, sino que primero cortó su estómago, le sacó la grasa de los órganos internos, le quitó la piel, y le cortó las partes impuras. Entonces cortó la carne en pedazos, la puso sobre el altar, puso la grasa sobre el altar, y lo quemó todo para ofrecérselo a Dios.
¿Qué significa todo esto? Significa que Abel sacrificó su ofrenda a Dios según la ley de salvación, a través de la que Dios nos ha salvado, al creer en el mismo Evangelio que creyeron sus padres. En un holocausto, hay que poner las manos sobre la cabeza del animal antes de matarlo. Este es el proceso esencial para pasar todos los pecados al animal. Después hay que matarlo, sacarle la sangre, cortarlo en pedazos, y sacarle la grasa de los órganos internos, para después ponerla junto con la carne y quemarlo todo parar generar un aroma dulce para Dios. Este es el proceso indispensable para ofrecer un holocausto, según la Biblia. Abel tuvo que ofrecer el mismo holocausto con el primogénito de su rebaño y su grasa.
¿Qué significa la grasa? Simboliza a Dios, al Espíritu Santo. Dicho de otra manera, Abel creyó en lo que Dios había dicho. Así es como Abel adoró a Dios. Cuando adoró de esta manera, Dios le aceptó. Los padres de Abel, Adán y Eva, tenían el Evangelio de las túnicas de piel. Para preparar estas túnicas, había que sacrificar un cordero. Este Evangelio de las túnicas de piel implicaba la imposición de manos para pasar los pecados al animal, así como el derramamiento de sangre. Abel sacrificó su ofrenda a Dios con la misma fe.
Algunas personas pueden oponerse a mi interpretación diciendo: «¿Dónde se menciona la imposición de manos en el episodio de las túnicas de piel de Génesis 3?». Pero deben saber que la Biblia enseña la Verdad paso a paso. Por ejemplo Génesis 3, 15 dice: «Y pondré enemistad
entre ti y la mujer,
y entre tu simiente y la simiente suya;
ésta te herirá en la cabeza,
y tú le herirás en el calcañar». Este pasaje revela a Jesucristo como nuestro Salvador, pero no podemos encontrar ninguna palabra acerca de Su bautismo y derramamiento de sangre en este pasaje. La Biblia es la Palabra de la revelación. Solo podemos interpretarla mediante la inspiración del Espíritu Santo (Juan 16, 13).
En el libro de Levítico, vemos que, cuando el pueblo de Israel ofrecía el sacrificio de redención, tenía que ofrecer la grasa y la carne después de poner las manos sobre el animal. La gente recibía la remisión de los pecados cuando ofrecía este sacrificio. Cuando creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu que Jesús nos ha dado, todos nuestros pecados se borran. Estamos sin pecado. Cuando tenemos esta fe, Dios nos da el don del Espíritu Santo.
Cuando recibimos el Espíritu Santo, no lo percibimos con nuestros sentidos. ¿Creen que cuando se recibe el Espíritu Santo se siente un tipo de conmoción o fuego dentro? Si esto ocurre, significa que la persona ha recibido un espíritu malvado. Dios, el Espíritu Santo, es pacífico, como un paloma, y puro, por lo tanto desciende en los corazones de los que no tienen pecados y que han recibido la remisión de los pecados.
La adoración que debemos ofrecerle a Dios es la siguiente: «Señor, gracias por salvarme así. Gracias por borrar todos mis pecados con Tu agua y sangre». Solo cuando adoramos a Dios por fe, Él acepta nuestra adoración. Sin embargo, Caín ofreció el fruto de la tierra como su ofrenda a Dios, y Dios no la aceptó. ¿Por qué no aceptó Dios la ofrenda de Caín? Porque Caín solo vivió para sí mismo, sin tener en cuenta la voluntad de Dios, y también le ofreció solo lo que era bueno según sus pensamientos carnales. Esto se debe a que era un labrados, alguien que solo pensaba en las cosas carnales. Aunque Caín se ganaba la vida así ante Dios, hablando espiritualmente, debería haber sido pastor, y debería haber aceptado la Palabra de Dios y haber ofrecido un sacrificio de fe, pero no lo hizo. Por eso Dios no aceptó el sacrificio de Caín.
Dios dice: «No caminéis como Caín» (1 Juan 3, 12). Caín ofreció el fruto de la tierra. La profesión de Caín era la de labrador. Esto significa que ofreció el fruto de la tierra a Dios, y que esta fe se basaba en sus propios pensamientos. En otras palabras, creyó en Dios según sus propios deseos, de la manera que le apeteció. Creó sus propias doctrinas, y así adoró a dios. Pero ¿aceptó Dios su sacrificio? No.
La profesión de Caín no era la correcta. Después de recibir la remisión de los pecados, ¿qué tipo de profesión debemos tener en este mundo? Nuestro trabajo debe ser cuidar del rebaño. En otras palabras, nuestro trabajo debe ser dar vida. Como la Biblia dice: «Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Corintios 10, 31), dar vida predicando el Evangelio y alimentas y cuidar a los nacidos de nuevo, es cuidar del rebaño. Cuando llevamos a cabo la obra de predicar el Evangelio, debemos dejar de lado los asuntos del mundo y dedicarnos a la obra de Dios. Si, por el contrario, no hacemos la obra de predicar el Evangelio, debemos trabajar duro en nuestros trabajos seculares y financiar el ministerio, tanto económicamente como mediante nuestras oraciones y servicios. Si trabajamos por el Evangelio, unidos con la Iglesia, todos podremos hacer la obra de cuidar del rebaño.
A través del pasaje de las Escrituras de hoy, Dios nos ha dicho que nos dediquemos a la obra de cuidar el rebaño. Todos debemos vivir como buenos pastores.