Search

ስብከቶች፤

Tema 16: Evangelio de Juan

[Capítulo 17-1] La oración del Señor, Su última voluntad (Juan 17:1-8)

La oración del Señor, Su última voluntad(Juan 17:1-8)
«Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese. He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti; porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste».
 
 

Las últimas palabras del Señor a Sus discípulos

 
¡Saludos cordiales, santos de Dios! Como ya saben, la Pascua está cerca, y por eso, desde la semana pasada he estado predicando acerca de la pasión de Jesús. Así que hoy me gustaría seguir predicando Juan 17.
Jesús dijo en el capítulo anterior: «He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16:32-33). Esto es lo que Jesús les dijo a Sus discípulos antes de Su muerte inminente en la Cruz. Debemos darnos cuenta de que Jesús sabía que iba a ser arrestado y ejecutado el Día de la Pascua, el festival más importante para Israel, y que mencionó todas estas cosas a Sus discípulos antes de morir para sembrar paz y fe en ellos.
Mis queridos hermanos, cuando se encuentran con una tragedia repentina es normal estar afectados. Jesús había guiado a Sus discípulos y obrado con ellos, así que se pueden imaginar lo devastados que debieron estar los discípulos cuando lo vieron ser arrestado por los judíos y crucificado por los soldados romanos. También pueden imaginar lo derrotados que se sintieron, cómo pudieron haber perdido su fe y haber caído en la desesperación total. Pero Jesús sabía que esto ocurriría, y por eso avisó a Sus discípulos: «He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16:32-33). Con Su muerte inminente en la Cruz, Jesús les dio a los discípulos suficiente antelación para que supiesen lo que iba a ocurrir, y de hecho fue crucificado. Después de ser crucificado y morir, se levantó de entre los muertos y dio testimonio durante 40 días antes de ascender al Cielo.
Pero, aunque los discípulos siguieron a Jesús durante un mínimo de tres años, cuando estos sucesos ocurrieron, se atemorizaron. Esto ocurrió a pesar del hecho de que Jesús les había enseñado lo que les ocurriría y de que les había dado suficiente información. Pero a pesar de todo, nuestro Señor nos dijo claramente: «En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo». Mediante estas palabras el Señor nos está avisando de que, de la misma manera en que el superó al mundo, nosotros debemos superar nuestras tribulaciones confiando en Él. No debemos abandonar y ceder a este mundo. Los santos que confiamos en el Señor podemos vencer al mundo porque tenemos fe en el Señor y así superamos todas las dificultades y vencemos nuestras victorias al final.
Hoy, tomando esta fe en el Señor como ejemplo, me gustaría predicarles este pasaje en Juan 17. Después de orar en el Monte de los Olivos, el Señor fue arrestado por los soldados romanos y tomado por Judas Iscariote y los judíos, y al final fue llevado a juicio. Aunque nuestro Señor estaba sin pecados, cargó con todos los pecados de la humanidad al ser bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán, y recibió el castigo de la crucifixión para pagar el precio de estos pecados. Después de morir en la Cruz, se levantó de entre los muertos al tercer día como lo había profetizado, y a través de esto se convirtió en nuestro verdadero Salvador. Lo que Jesús dijo en Juan 16 y 17, antes de Su crucifixión, puede caracterizarse como Sus últimas palabras. Era lo mismo que un testamento que la gente deja a sus hijos después de morir diciéndoles: «Mis queridos hijos e hijas, escuchad con cuidado. He escrito mi testamento para distribuir mis posesiones entre vosotros». De la misma manera nuestro Señor también reunió a Sus discípulos y les dijo: «Si sabéis que he venido del Padre, oraréis en Mi nombre de ahora en adelante. Si hacéis esto, recibiréis todo lo que pidáis. Soy vuestro verdadero Salvador e Intercesor». De esta manera, el Señor hizo conocer a la humanidad Su divinidad aunque no creyesen en Él, y les explicó a todos los humanos cómo pueden obtener la vida eterna. Entonces se preparó para morir y le pidió a Dios que no le dejase ser cobarde.
Así que consideramos este pasaje de Juan 17 como las últimas palabras del Señor. Él se lo explicó todo a Sus discípulos y a todo el mundo. Pero debemos saber que Su corazón estaba pesado cuando dijo Sus últimas palabras.
Pasemos a Juan 17:1-3: «Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado».
Jesús oró en Juan 17:1: «Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti». Esto significa que el Señor sabía que Judas le iba a traicionar y a quién iba ser vendido para Su ejecución. También sabía que se levantaría de entre los muertos para salvar a toda la raza humana de los pecados y sabía quién creería en Él.
 
 

¿Quién puede recibir todas las bendiciones celestiales de Dios?

 
Cuando leemos Génesis en el Antiguo Testamento, vemos a Dios hablando con Rebeca cuando concibió a Jacob y Esaú: «Dos naciones hay en tu seno, Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, Y el mayor servirá al menor» (Génesis 25:23). Cuando Dios habla, lo sabe todo de antemano. Sabe quién creerá en Él entre la multitud de personas que hay en este mundo. Esto no significa que Dios haya escogido a ciertas personas y rechazado a otras arbitrariamente. Aunque algunos teólogos formulan estas teorías falsas, sus enseñanzas no son más que conjeturas irracionales que se burlan de la justicia de Dios. Esto se debe a que no entienden la Biblia correctamente.
Lo que Dios dijo acerca de Jacob y Esaú, que Jacob sería el señor de Esaú, se cumplió exactamente como Dios lo predijo. ¿Entonces por qué sirvió Esaú a Jacob mientras que Jacob recibió todas las bendiciones de Dios? Porque Esaú confió en su propio poder en vez de confiar completamente en Dios. Así que Dios sabía de antemano que Esaú rechazaría Su ayuda y amor y moriría sin ser salvado, tal y como Dios se lo había dicho a su madre. Lo que es obvio es que Dios es un Dios justo, así que vemos aquí que estar bendecido depende de nuestras propias decisiones.
Incluso entre la gente de hoy en día hay muchas personas que confían en sus propias fuerzas y en el poder de la carne en vez de aceptar a Jesucristo, quien vino por el Evangelio del agua y el Espíritu, como su Salvador. Normalmente los que niegan el Evangelio de Jesús son tercos y dicen que no lo necesitan por mucho que se les predique.
¿Quiénes son los que aceptan este amor y estas bendiciones de Dios y viven felices y agradecidos para siempre por estas bendiciones, y por eso consiguen la salvación y la vida eterna para entrar en el Cielo? Los que son como Jacob. Pero sabemos que Jacob era un hombre débil. Pero a pesar de esto era bastante inteligente. En su tiempo, la caza y la agricultura eran las ocupaciones principales, pero Jacob era tan débil que no sabía cazar ni labrar la tierra bien. Así que por eso creyó en Dios (en quien creyeron también sus padres) y confió en este Dios para que le ayudase. Como quería recibir las bendiciones de Dios fue bendecido al final. Por su fe en las bendiciones de Dios al final las recibió. Tal y como Dios había predicho acerca de Jacob y Esaú, nuestro Señor les habló a los discípulos acerca de Su muerte, porque sabía que moriría en unos días.
 
 

El ministerio de Jesús fue cumplido para nuestra salvación

 
Desde que nació en este mundo hasta que cumplió los 30 años, Jesús creció bajo la dirección de sus padres carnales. Entonces cumplió los 30 años y aceptó todos los pecados de la humanidad para siempre al ser bautizado por Juan el Bautista; y en obediencia a la voluntad de Dios Padre nos salvó a todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Como aceptó todos los pecados de la humanidad a través de Su bautismo en el río Jordán, pudo recibir el castigo de la crucifixión. Así que vemos que fue castigado por este motivo.
Gracias a los tres años que duró Su ministerio, desde Su bautismo hasta Su crucifixión, nuestro Señor cumplió la voluntad de Dios Padre. Lo primero que Jesús hizo en Su ministerio de salvación fue cargar con todos los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Entonces llamó a los doce discípulos y les enseñó personalmente. Los entrenó bien. Les enseñó acerca de Sí mismo, que era Dios con el Padre y les habló de la salvación. Jesús les enseñó todo lo que tenían que saber y que no era simplemente un fundador de una religión nueva, sino Dios mismo, el Creador y Salvador. Y hacia el final de Su ministerio les dijo a Sus discípulos que iba a ser crucificado hasta morir, tal y como leemos en este pasaje que dice que la hora llegó. Lo que Jesús quería decir es que el momento de Su crucifixión había llegado.
Está escrito en Juan 17:1: «Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti». Este pasaje significa que como Jesús había sido bautizado por Juan el Bautista como Salvador de la humanidad, había llegado la hora de morir en la Cruz y de cargar con la condena de los pecados por toda la humanidad. Pero también necesitamos saber que, como Jesús vino al mundo como un hombre durante poco tiempo, estaba preocupado por Su muerte física. Tenía miedo de llorar o ser cobarde por no poder soportar el dolor de esta terrible crucifixión, y por eso oró al Padre: «Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti». Esto significa: «Padre, déjame cumplir la obra que me confiaste para salvar a la humanidad completamente. Déjame cargar con todos los pecados de la raza humana a través de Mi bautismo que recibí de Juan el Bautista y después morir en la Cruz. Y déjame pagar la condena del pecado en la Cruz y después levantarme de entre los muertos al tercer día. Déjame glorificarte de esta manera». Si fuésemos crucificados o si llega el momento de la Gran Tribulación en el último día, nosotros podremos orar así: «Padre, ha llegado la hora de ser martirizado. Ayúdame a no ser cobarde y a defender mi fe en el Señor. Dame fe para proclamar Tu nombre con valor a todo el mundo». Si este era el deseo de nuestro Señor, nosotros también debemos glorificar a Dios.
La Palabra de fe que el Señor nos dijo aquí está en una dimensión de fe completamente diferente a la fe de los cristianos que creen en el cristianismo como una religión. Los cristianos que creen en Jesús como una religión solo piden bendiciones carnales y la paz mundial cuando oran. Su fe en Jesús se limita a creer por la prosperidad de sus familias y ellos mismos. Pero esta no es la razón por la que nuestro Señor vino al mundo. Jesús vino al mundo como nuestro Salvador para librar a la humanidad de sus pecados. Jesús oró a Dios Padre para que borrase todos los pecados de la humanidad, para que nos salvase perfectamente, nos hiciese el pueblo perfecto de Dios y así cumpliese la obra de la salvación. Es decir, Jesús no oró por Sí mismo, sino por la salvación y la paz de toda la raza humana.
En el último capítulo de Marcos, Jesús les dijo a Sus discípulos que ciertas señales seguirían a los que creen en Él. Una de estas bendiciones es que no morirían cuando fuesen mordidos por una serpiente o bebiesen veneno (Marcos 16:18). Esto implica que los nacidos de nuevo son inmunes al veneno de Satanás ya que poseen la Verdad que les protege del Diablo. Pero a pesar de esto vemos que durante la Iglesia Primitiva algunos cristianos equivocados utilizaban serpientes para saber si alguien creía en Jesús o no. Hacían que las serpientes mordiesen a una persona, y si esta persona no moría se consideraba seguidora de Jesús. Por culpa de esta enseñanza falsa muchas personas tomaron veneno y alardearon: «Como creo en Jesús y mi fe es tan grande no moriré», pero morían al final. Muchos cristianos murieron por esta mentira. Pero nosotros sabemos que esta fe no es correcta.
El capítulo 4 de Mateo cuenta la tentación que nuestro Señor se encontró cuando ayunó en el desierto durante 40 días después de ser bautizado. Satanás le dijo: «Arrójate desde lo alto del Templo y los ángeles Te tomarán. ¿Acaso no está escrito en las Escrituras?». Pero Jesús le reprendió diciendo: el Evangelio del agua y el Espíritu: «Está escrito: “No tentarás al Señor Tu Dios”». Dios lo cumple todo en Su Palabra.
Por supuesto Dios nos protege, pero la Palabra también nos enseña que no debemos tentarle. Solo los que tienen una fe débil intentan tentar a Dios pensando: «El Señor me protegerá haga lo que haga». Así que si dicen: «Bueno, como creo en el Señor, puedo hacer lo que quiera», estarán tentando a Dios.
Les voy a dar el ejemplo de un conductor. ¿Creen que una persona puede manejar un vehículo como quiera solo porque cree en Dios? Por supuesto que no. Lo correcto es obedecer todas las normas de tránsito y manejar con cuidado, es decir, hay que hacer todo lo posible por proteger la seguridad propia y de los demás en la carretera y orar a Dios para recibir Su protección. Si una persona maneja peligrosamente y tiene un accidente con un camión grande, en vez de intentar evitarlo pensando que no morirá porque cree en Dios, no escapará a la muerte. Esa persona seguramente no entenderá su propia muerte y se preguntará hasta el último momento: «¿Acaso no tengo suficiente fe? ¿Por qué estoy muriendo si creo en Dios?». Queridos hermanos, ¿es esta la verdadera fe en Dios? Por supuesto que no.
Aunque no cabe duda de que Dios nos ha dado la salvación, pensar que siempre nos protege, aunque no hagamos todo lo posible para estar seguros, es tentar a Dios. Los accidentes ocurren incluso cuando se tiene cuidado y se toman las precauciones necesarias, así que ¿cómo podemos esperar que Dios venga a rescatarnos cuando no hacemos lo que debemos?
Por tanto, cuando le pedimos algo a Dios, primero debemos hacer todo lo que podamos para conseguirlo y después pedirle ayuda a Dios cuando no podamos conseguirlo por nuestros medios. Si una persona muere por no tener cuidados, no es Dios quien está quitándole la vida, sino que es un problema humano. Aunque Dios acepta a las almas que mueren por un error humano, no está contento con estos accidentes innecesarios.
Nuestro Señor oró a Dios Padre después de terminar la obra que se le encomendó. Entonces oró al Padre antes de Su crucifixión para no ser débil. Y cuando fue crucificado soportó el sufrimiento tremendo como se esperaba. Mientras estaba colgado en la Cruz, Jesús dijo que tenía sed ya que estaba deshidratado porque había perdido mucha sangre. Después de que le diesen vino agrio, Jesús murió en la Cruz diciendo: «Está terminado».
En una película reciente se muestra la vida de Jesús y en una escena Jesús baja de la Cruz, vive con una mujer, y después vuelve a ser crucificado. Pero esta película es simplemente la imaginación del productor. Aunque los artistas no deben ser censurados, hay cosas que están mal. Pero nosotros debemos creer en lo que dice la Biblia, que Jesús, nuestro Salvador, para pagar por todos estos pecados tuvo que aceptar todos estos pecados a través de Su bautismo, ser crucificado y derramar Su sangre tal y como se había profetizado.
Antes de ser crucificado nuestro Señor oró a Dios Padre para que le ayudase a cumplir la obra del Padre. También oró por que, de la misma manera en que Dios Padre había crucificado al Hijo, el Hijo hiciese la obra que se le había confiado. Jesús dijo en Juan 17, 2: «Le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste». Este pasaje significa que cuando Jesús fue crucificado y resucitó, completó la obra de la salvación de la humanidad perfectamente y por eso tiene la autoridad de gobernar todo el universo.
Cuando leemos el Libro del Apocalipsis, vemos que Jesucristo está sentado en un trono blanco como el Juez. El capítulo 5 del Apocalipsis nos dice que habrá un rollo sellado con siete sellos. ¿Quién abrirá este sello y juzgará a la humanidad según lo que está escrito en él, y salvará a unos y condenará a otros? Es Jesucristo, el Cordero de Dios, quien fue crucificado. Cristo tiene derecho a aceptar el rollo de la mano del Padre, romper el sello, abrir el rollo y juzgar a todo el mundo.
Pero hasta que Jesucristo, nuestro Salvador, completó nuestra salvación al venir al mundo, y al ser bautizado, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos, no tenía la autoridad de gobernar a todo el mundo. Esto se debe a que Dios Padre no le había dado la autoridad todavía. Para salvar a la humanidad Dios padre envió a Su Hijo encarnado en un hombre, hizo que cargase con todos los pecados de la humanidad al ser bautizado, y que muriese en la Cruz. Después de hacerle resucitar, el Padre lo sentó a la derecha de Su trono. Después de completar nuestra salvación, Dios Padre le dio a Su Hijo la autoridad de gobernar sobre toda la carne. Por eso Jesús dijo: «Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste» (Juan 17:1-2).
Jesucristo ha conseguido toda la autoridad para gobernar sobre todo el mundo, y es el verdadero Hijo de Dios y nuestro Salvador. Al aceptar todos nuestros pecados en el río Jordán a través de Su bautismo, tomó todos los pecados que cometemos durante nuestras vidas para siempre. No solo cargó con nuestros pecados, sino también con los pecados de sus antecesores y descendientes, y al morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos, nos ha salvado perfectamente. Si creen que Jesucristo es Su Salvador, serán salvados de sus pecados y recibirán la vida eterna.
¿Quién nos concede la vida eterna? Jesucristo nos la concede. Dios Padre nos ha dado la vida eterna, y por eso quien cree en Jesucristo será salvado de los pecados, recibirá la vida eterna y se convertirá en hijo de Dios. En otras palabras, Jesús nos da el derecho a conceder la vida eterna a cualquier creyente verdadero. Dios nos ha dado el pasaje de las Escrituras de Dios para que nos demos cuenta de estas cosas.
 
 
¿Han pensado en la vida eterna que Dios nos da?
 
La vida eterna que Dios nos ha dado es la vida inmortal. Esto nos da esperanza a los que creemos en la Palabra de Dios. Mis queridos hermanos, ¿qué mayor bendición hay que creer en Jesucristo, recibir la remisión de los pecados y obtener la vida eterna? Si creemos que nunca moriremos cuando el Señor vuelva, veremos que no hay mayor bendición ni paz en este mundo. El Señor dijo que venció a este mundo para darnos paz. Les pido que recuerden que al creen en el Evangelio del agua y el Espíritu que el Señor cumplió al vencer al mundo, recibimos la vida eterna.
Cuando una persona muere abandona este mundo por completo. Por muy rica u opulenta que haya sido esa persona en este mundo, ya no le queda nada cuando muere. Por eso el Señor nos dijo que no trabajásemos por la comida que perece, sino por la salvación de las almas. Nos dijo que trabajásemos para llevar a las almas a la remisión de los pecados y permitirles convertirse en el pueblo de Dios y recibir la vida eterna.
Estamos demasiado preocupados con nuestros asuntos carnales ahora y por eso quizás sea difícil entender qué significa la obra de salvar almas. ¿Qué dijo nuestro Señor acerca de este asunto? Pasemos a Juan 17:3: «Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado». La Biblia nos dice aquí que la manera de recibir la vida eterna es conocer al verdadero Dios y a Jesucristo, a quien Dios Padre envió. La frase el único Dios verdadero significa que no hay otro ser divino a parte de nuestro Dios. Aunque la gente cree en diferentes divinidades solo Dios Padre es el verdadero Dios. Por eso los Apóstoles dijeron que la única manera de recibir la vida eterna es darse cuenta de quién es el Dios verdadero y conocer a Jesucristo, el único Hijo de Dios.
Jesucristo vino al mundo con tres cargos, el de Rey, Sumo Sacerdote y Profeta, y lo sabía todo acerca de nosotros como Dios, y como Sumo Sacerdote del Reino de los Cielos y el Profeta. En otras palabras, el Señor sabía que la humanidad había nacido con pecados y estaba destinad a ir al infierno. Por eso Jesús tuvo que cargar con todos nuestros pecados en Su cuerpo y ser condenado a morir en la Cruz en nuestro lugar. Debemos tomar en serio esta Verdad de cómo Jesús nos salvó. Debemos darnos cuenta de que Jesús es el Sumo Sacerdote del Reino de los Cielos y el Profeta que lo sabe todo acerca de nosotros.
Por eso la Biblia dice que la vida eterna consiste en conocer al único Dios y a Jesucristo, que fue enviado por Él. La manera de recibir la vida eterna es conocer a Dios, conocer a Jesucristo, quien fue enviado por Dios Padre, y saber que cuando Jesucristo vino al mundo fue bautizado para cargar con todos nuestros pecados, murió en la Cruz y se levantó de entre los muertos. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu recibimos la remisión de los pecados de Jesús y recibimos una vida eterna bendita.
 
 
Los que tienen la vida eterna
 
La Biblia dice que Dios ha determinado que todo el mundo nazca y muera una vez y que después haya un juicio. Así que vemos que los seres humanos son tan débiles que su existencia es insignificante. Pero aunque somos seres tan débiles, si queremos conocer a Dios y a Jesucristo mientras vivimos en este mundo, y queremos recibir la remisión de los pecados, recibiremos la vida eterna bendita. Todas las riquezas, gloria y felicidad del Cielo serán nuestras. Esto no es una historia ficticia o un cuento de hadas o una película, sino un hecho bíblico.
De la misma manera en que el Antiguo Testamento nos dice que todo el mundo ha sido creado a la imagen de Dios, esto implica que es posible que los seres humanos vivan con Dios. Aunque el hombre es una criatura, es diferente a los animales o a cualquier cosa de este mundo. Todo ser humano puede vivir para siempre disfrutando de la gloria y esplendor con Dios, y todo el mundo es un ser valioso que puede gobernar sobre todas las criaturas de Dios. Por tanto, debemos pensar si tenemos la vida eterna o no, y si no la tenemos debemos buscarla creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Y qué piensan ustedes? ¿Han recibido la vida eterna a través del Evangelio del agua y el Espíritu? Si su respuesta es positiva, lo siguiente será pensar en cómo vivir de ahora en adelante. Al haber recibido la vida eterna, debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo para que los demás también reciban la vida eterna. Debemos saber que todos nuestros esfuerzos humanos por intentar vivir con rectitud en este mundo son esfuerzos carnales. Vivir con rectitud es lo básico. Si han recibido la remisión de los pecados, deben predicar el Evangelio del agua y el Espíritu para que otras personas reciban la remisión de los pecados. Esta es la mejor obra. Nosotros nacimos de nuevo para hacer esta buena obra (Efesios 2:10). Nosotros debemos llevar a cabo esta obra sin falta. Dar testimonio del Evangelio del agua y el Espíritu es enseñar a los demás lo que Jesús ha hecho por nosotros. Hemos sido escogidos para dedicar todas nuestras vidas a hacer la obra de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo.
Fuera se pueden oír los sonidos de la primavera que se acerca. Las flores están en flor, mostrando orgullosas su belleza. Una de las cosas que hacen que la ciudad de Chuncheon sea un lugar tan atractivo es que todas las casas tienen rosas y que se pueden ver flores por todas partes, desde magnolias hasta azaleas. Cuando llega la primavera a la ciudad, que está rodeada de árboles en flor, todas las calles están llenas de aromas dulces. A mí me gustan sobretodo las lilas, ya que se dice que su aroma se puede percibir desde muy lejos. Me encantan las lilas y cada vez que paso por un jardín me acuerdo de cómo solía ir a los jardines de otras personas y cortar algunas lilas para llevarme a casa. Pero toda flor es bella. La maravillosa primavera que nos trae las flores bellas ha llegado. Por eso les pido que abran sus corazones y sus ojos y se sumerjan en la belleza de la naturaleza que Dios nos ha dado.
Mis queridos creyentes, además de darnos un paisaje tan natural y bello, el Señor nos ha dado la vida eterna. Así que hasta el día en que vuelva el Señor, seguiremos viviendo con la vida eterna en nuestros corazones. La naturaleza humana es impaciente y por eso a veces no nos gusta lo que tenemos ante nuestros ojos, pero si queremos conseguir cosas grandes debemos mirar hacia el futuro y actuar con nuestras metas a largo plazo en mente. ¿Qué ocurriría si un corredor de maratón corriese rápido y furioso como si estuviese corriendo los 100 metros? Que desfallecería en medio de la carrera y no llegaría a la meta.
La vida es como una maratón. Si se empieza corriendo como un maratonista, se llega a la meta aunque se llegue en último lugar. Como este ejemplo de la maratón, los que hemos conseguido la vida eterna debemos cumplir la obra de predicar el Evangelio del agua y el Espíritu hasta el final para que otras personas también reciban la vida eterna.