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ስብከቶች፤

Tema 21: Evangelio de Marcos

[Capítulo 12-2] Dios no es el Dios de los muertos, sino el Dios de los vivos (Marcos 12, 18-27)

Dios no es el Dios de los muertos, sino el Dios de los vivos(Marcos 12, 18-27)
«Entonces vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo: Maestro, Moisés nos escribió que si el hermano de alguno muriere y dejare esposa, pero no dejare hijos, que su hermano se case con ella, y levante descendencia a su hermano. Hubo siete hermanos; el primero tomó esposa, y murió sin dejar descendencia. Y el segundo se casó con ella, y murió, y tampoco dejó descendencia; y el tercero, de la misma manera. Y así los siete, y no dejaron descendencia; y después de todos murió también la mujer. En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer? Entonces respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erráis por esto, porque ignoráis las Escrituras, y el poder de Dios? Porque cuando resuciten de los muertos, ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles que están en los cielos. Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis».
 
 

¿De quién es el verdadero Dios?

 
Los saduceos no creen en la resurrección. Como está escrito en Marcos 12, 18-23 algunos de los saduceos fueron a probar a Jesús con una pregunta complicada. Pero este no es el tema principal del sermón de hoy. 
Pasemos a leer los versículos 26 y 27: «Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis». Me gustaría centrarme en este pasaje. 
El contexto del pasaje de las Escrituras de hoy es el debate entre los saduceos y los fariseos sobre la resurrección. Los saduceos negaban la resurrección y los fariseos creían que sí había resurrección. Cuando defendían la resurrección los fariseos argumentaban que todo el mundo resucitaría después de la muerte; pero los saduceos rechazaban esta afirmación y negaban la resurrección. El debate se complicaba más cuando se tenía en cuenta la costumbre judía que requería que el hermano menor de un hombre tomase como esposa a su mujer si moría sin hijos. Esta práctica se repetía si no había sucesión, es decir, que si moría el hermano menor sin hijos, el siguiente de los hermanos debía tomar como esposa a esta mujer. 
¿Por qué habla la Biblia de esta costumbre? ¿Por qué dio Dios un estatuto que parecía tan inmoral? Intentaré explicarles la voluntad de Dios en este mandato aunque no me dará tiempo de explicarla en profundidad. 
Para entender esta costumbre mejor debemos pensar en nuestras propias familias. Imaginen que su hermano mayor muere sin hijos. Entonces tendrían que casarse con su cuñada. ¿Qué pasaría si muriesen sin descendencia? Que su hermano menor tendría que casarse con esta misma mujer. Aunque este mandato es contrario a las normas sociales de la actualidad, la Biblia nos dice que era una práctica requerida en los tiempos del Antiguo Testamento. Ahora deben imaginar que todos sus hermanos mueren sin descendencia. En la resurrección, ¿de quién será esposa esta mujer?
Volvamos a lo que los saduceos estaban diciendo en el pasaje de las Escrituras de hoy: «Hubo siete hermanos; el primero tomó esposa, y murió sin dejar descendencia. Y el segundo se casó con ella, y murió, y tampoco dejó descendencia; y el tercero, de la misma manera. Y así los siete, y no dejaron descendencia; y después de todos murió también la mujer. En la resurrección, pues, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será ella mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?» (Marcos 12, 20-23). Esto es lo que los saduceos le preguntaron al Señor. Desde el punto de vista de los que no son creyentes, esta pregunta era normal. Como todos los hermanos se habían casado con la misma mujer en algún momento, todos ellos tendrían derecho a ser sus maridos en la resurrección. El mayor de todos la reclamaría como esposa legítima y los otros seis también, y así discutirían sobre quién era el esposo de verdad. 
Los saduceos consideraron que este era un buen argumento contra la resurrección. Pero, ¿qué les dijo Jesús? Les dijo: «No entendéis la resurrección. Cuando la gente resucite no se casará porque será como los ángeles del Cielo». Cuando resucitemos no tendremos restricciones físicas ni obstáculos. Nuestros cuerpos serán espirituales y podremos incluso traspasar paredes. Y no habrá matrimonio en la resurrección. ¿Acaso está casado Dios? No, por supuesto que no. En otras palabras, serán resucitados en un cuerpo perfecto. 
Así que nuestro Señor les dijo a los saduceos que no tenían razón. Y dijo en los versículos 26 y 27: «Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis». 
 
 

¿Cómo interpretan este pasaje?

 
Por supuesto Jesucristo es quién habla en este pasaje y por tanto todos debemos aceptarlo. Dios no es el Dios de los muertos. Jesús está diciendo a los saduceos que Dios es el Dios de los vivos, pero aún más importante es la manera en la que pensamos en Dios. 
El Señor mencionó un pasaje del Antiguo Testamento que dice: «Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob» (Éxodo 3, 6). Entonces el Señor dedujo de este pasaje la verdad de que Dios no es el Dios de los muertos, sino el Dios de los vivos. Dios es el Dios de los vivos. 
¿Quiénes son los vivos entonces? Cuando Dios distingue a los vivos de los muertos, los muertos se refieren a los que no tienen fe. Los descendientes pecadores de Adán están muertos espiritualmente. Pero los que tienen fe en Dios están vivos. Los vivos se refieren a los que tienen fe en Dios. El Señor está diciendo a los que tienen fe en Dios: «Dios es el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob». 
Podemos entender mejor lo que el Señor nos está diciendo cuando pasamos a Éxodo 3, 1-6, donde Jesús cita el llamamiento de Moisés: «Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios. Y se le apareció el Angel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema. Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios».
Aquí Dios mencionó a tres de los antecesores de la fe diciendo que era el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Jesús también dijo en el pasaje de las Escrituras de hoy que Dios no es el Dios de los muertos, sino el Dios de los vivos. Dios era el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Abraham era un hombre de fe que creyó en la Palabra de Dios. Esto significa que Dios es el Dios de la gente de fe. Hablando espiritualmente nuestro Señor es el Dios de los nacidos de nuevo. 
Cuando hablo de Dios me refiero al Dios de la Trinidad: Dios Padre, el Hijo Jesucristo, que es nuestro Salvador, y el Espíritu Santo, nuestro ayudante. ¿Por qué llaman los nacidos de nuevo Padre a Dios? Debemos prestar particular atención a lo que Dios dijo aquí: «No soy el Dios de los muertos, sino el Dios de los vivos». Esto significa que Dios Padre es el Dios de los nacidos de nuevo que han recibido la remisión de los pecados. 
Dios Padre es el Padre de Jesucristo, ¿verdad? Como Jesucristo llama a Dios su Padre, ¿acaso no es nuestro Padre también? Dios es nuestro Padre, ya que Jesucristo nos ha salvado y Dios nos ha hecho hijos suyos; y el Espíritu de Jesucristo es el Espíritu Santo que vive en nosotros. Cuando Jesús llamó Padre a Dios, dijo que era el Dios de los vivos y no de los muertos, y lo llamó el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. 
Como Jesucristo llamó a Dios su Padre, quien haya sido salvado puede llamar a Dios su Padre. ¿No es verdad? Después de todo, ¿no llamamos Padre a Dios cuando oramos? No solo lo hacemos cuando oramos, sino siempre, ya que Dios es nuestro Padre. Jesucristo es el Hijo de Dios. Y nosotros hemos sido salvados y hemos recibido la remisión de nuestros pecados a través de Jesucristo y por eso podemos convertirnos en hijos de Dios. Como hemos recibido la remisión de nuestros pecados por el sacrificio del Hijo de Dios, hemos heredado la vida del Hijo. Por eso podemos llamar a Dios Padre. Quizás algunos no entiendan esto, pero la razón por la que podemos llamar a Dios Padre en nuestras oraciones es que Jesucristo llama a Dios su Padre. Y como hemos recibido la remisión de nuestros pecados a través de Jesucristo podemos llamar a Dios Padre. 
Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el mismo Dios y Dios Padre es nuestro Padre. ¿Por qué? Porque hemos recibido la remisión de los pecados, ¿verdad? Y Jesucristo es Dios también. Es nuestro Salvador. Es nuestro Señor, ¿verdad? Entonces el Espíritu Santo se refiere al Espíritu de Dios, y Dios el Espíritu está con nosotros ahora. La Biblia dice que quien tiene el Espíritu de Dios es hijo de Dios. Todos los nacidos de nuevo tienen el Espíritu Santo en sus corazones. El Espíritu Santo entra en los corazones que no tienen pecados y por tanto vive siempre en nuestros corazones. Por eso el único Dios verdadero es el Dios Trinitario. Como el pasaje de las Escrituras de hoy habla de Dios es necesario explicar la Santa Trinidad.
Aunque todas estas tres Personas de la Trinidad son el mismo Dios, todas ellas tienen un papel diferente como Padre, Hijo y Espíritu Santo, el Ayudante. Dicho de otra manera, aunque las tres Personas de la Trinidad tienen un papel distinto, son el mismo Dios y este Dios es nuestro Padre, Salvador y Ayuda. Dios está encapsulado en esta Trinidad. Aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el mismo Dios, cada uno tiene un papel distinto. Esto es lo que creemos y este es el verdadero entendimiento de la Santa Trinidad. Jesucristo llamó a Dios su Padre y podemos llamar a Dios nuestro Padre porque hemos recibido la remisión de los pecados a través de Jesucristo, y Dios nos ha salvado a través de Él. Por esta razón podemos llamar a Dios Padre. Seguiré tratando este tema en el sermón de hoy. 
Cuando el pueblo de Israel estuvo en la esclavitud de Egipto durante 400 años Dios no los dejó solos, sino que estuvo con ellos todo el tiempo. Cuando Moisés se fue al desierto después de matar al egipcio, llegó a la tierra de los medianitas y se asentó allí. Mientras atendía el rebaño, vio un arbusto que ardía pero que no se consumía. Entonces Moisés se acercó a este arbusto y allí escuchó la voz del Señor diciendo: «Quítate las sandalias porque el suelo que pisas es suelo sagrado». Entonces oyó la voz de Dios que decía: «Soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob». Este era el Dios de la Alianza.
 
 

¿Por qué se reveló Dios en el arbusto ardiente?

 
El que Dios se revelase en el arbusto ardiente implica que estuvo con el pueblo de Israel durante todo su sufrimiento y aflicción durante 400 años. Dios había estado con los israelitas durante los 400 años de esclavitud antes de entrar en la tierra de Canaán. Se profetizó en las Escrituras que los descendientes de Abraham sufrirían antes de entrar en la tierra de Canaán. Después de esta profecía los israelitas vivieron sufriendo durante 400 años, pero pocos de ellos tendrían fe en Dios y esperaron ser librados. 
Sin embargo, muchos israelitas perdieron a Dios. Durante su sufrimiento oraron al Dios de Abraham, Isaac y Jacob para que los librase pero no vieron ninguna señal de que Dios estuviese con ellos. Su sufrimiento en Egipto se hizo peor. En aquel entonces Dios se manifestó a Moisés y le dijo que había escuchado las súplicas de los israelitas, que era el Dios de los justos y que los israelitas eran los descendientes de la fe y Él era su Dios. En otras palabras, Dios le dijo a Moisés que no era el Dios de los muertos, sino el Dios de los vivos. Hablando de manera espiritual esto significa que Dios es el Dios de los nacidos de nuevo. 
 
 

Dios distingue al Dios de los muertos y al Dios de los vivos

 
Muchas personas de este planeta creen en Dios. Hay muchos dioses aparte del Dios verdadero, pero su divinidad no es igual. Pensemos qué es lo que diferencia a Dios de los demás dioses. Todos los cristianos creen en el mismo Dios aunque no crean en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero hay una diferencia fundamental. Cuando los nacidos de nuevo llaman a Dios lo hacen con un significado especial. Lo consideramos nuestro Padre y Salvador, y nos ayuda y está con nosotros cuando pasamos por dificultades. Llamamos a Dios porque creemos que está con nosotros todos los días. Por eso los nacidos de nuevo llamamos a Dios y así es como creemos. Este Dios es nuestro Dios y es el Dios de los nacidos de nuevo. 
Dios no es el Dios de todo el mundo. ¿Qué dijo nuestro Señor? Dijo: «No soy el Dios de los muertos, sino el Dios de los vivos». Para hacerlo más fácil esto significa que aunque Dios existe para los que no han nacido de nuevo, no es su Dios. Dios no puede ser ni su Padre ni su Señor, ni tampoco les ayuda. Es decir, Dios es completamente irrelevante para ellos. 
Cuando Dios se identifica como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, está diciendo que solo los nacidos de nuevo son su pueblo y sus hijos. Abraham nació de nuevo de la Palabra, ¿no es cierto? E Isaac heredó la fe de Abraham, ¿no? Jacob también heredó la Palabra intacta y se convirtió en hijo de Dios por su gracia. 
Examinémonos según esta Palabra. ¿Cómo es nuestro Dios? ¿No es nuestro Dios diferente al Dios en que creen los que no han nacido de nuevo? El Dios al que llamamos está vivo y se ha convertido en el Dios de los nacidos de nuevo, su Padre y su Salvador. Es el Dios vivo que está con nosotros y nos ayuda siempre. ¿No creen en esta Verdad? 
A menudo llamamos el nombre de Dios durante nuestras vidas de fe. Y nos presentamos ante Él. Al llamar el nombre del Señor hemos recibido la remisión de los pecados en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. De hecho, gracias a lo que Jesucristo ha hecho por nosotros en este mundo hemos recibido la remisión de los pecados. Y gracias a esta obra de salvación cumplida por Jesucristo, todos los pecados cometidos por nosotros en nuestras vidas han sido borrados de nuestros corazones. Ahora podemos llamar a Dios Padre nuestro Padre gracias al Señor Jesucristo. Por supuesto habrá tentaciones, tenemos muchas debilidades y cometemos pecados y tropezamos, pero al final estamos sin pecados y podemos llamar Padre a Dios. No tenemos pecados en nuestros pecados porque Jesucristo se ha convertido en nuestro Dios. Estamos sin pecados y solo nosotros, los santos, pueden convertirse en hijos de Dios. 
Aunque hayamos nacido de nuevo seguimos teniendo problemas en este mundo. Incluso los que han nacido de nuevo siguen teniendo aflicciones. El autor de Salmos dice que los justos tienen muchas aflicciones (Salmos 34, 19). El Apóstol Pablo sufrió más por haber nacido de nuevo. Sabemos por la Biblia que Abraham que no tuvo más remedio que dejar su país porque había encontrado a Dios. De hecho, hay muchas personas que han sido maltratadas y perseguidas por seguir a Dios. 
Los que no son creyentes no se dan cuenta de que Dios está vivo y se ha convertido en el Padre de los nacidos de nuevo, su Señor y su ayudante. Pero los nacidos de nuevo deben recordar que Dios es nuestro Dios, Salvador y nuestro Señor que nos ha librado de nuestros pecados. Y nos damos cuenta aquí que Dios está siempre con nosotros y nos ayuda todo el tiempo mientras estamos viviendo en este mundo. Él está con nosotros y trabaja con nosotros. Cuando no nos quedan fuerzas para hacer su obra, el Señor trabaja con nosotros y nos ayuda para que cumplamos esta obra. El Dios en el que creemos los nacidos de nuevo es el Dios de los vivos. Es el Dios que vive en nosotros. Este Dios trabaja con los nacidos de nuevo y les ayuda en cada paso de sus vidas. ¿Creen en esta Verdad?
 
 

¿Quién es Dios?

 
Dios está vivo. Es nuestra Ayuda. ¿A quién ayuda Dios? Ayuda solamente a los nacidos de nuevo. Aunque Dios es omnipresente siempre nos mira a los nacidos de nuevo y nunca nos deja de mirar; su corazón está con nosotros y escucha nuestras oraciones. Dios está interesado en todos los nacidos de nuevo siempre y escucha sus deseos, los protege y no deja que se vayan por el mal camino. Y Dios no solo nos mira, sino que desciende del Cielo para trabajar con nosotros, ayudarnos, protegernos del peligro e intervenir en nuestras vidas. 
Dios no es el Dios de los muertos, sino el Dios de los vivos. Es el Dios de los siervos nacidos de nuevo, y es el Dios de los santos. Esto es lo que quiere decir que Dios es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob.
¿Por qué mencionó Dios a Abraham, Isaac y Jacob para decirnos que es el Dios de los vivos? ¿Saben la razón? Porque ellos son los predecesores de la fe. Después de todo, ¿no somos los descendientes de la fe? Nosotros somos los descendientes de la fe. Estamos aquí porque hemos heredado la fe de Abraham, Isaac y Jacob y por eso somos sus descendientes. Somos la descendencia de Dios. Dios es el Dios de los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob. Es el Dios de los que obedecen su Palabra. Esto significa que Dios es el Dios de los que creen en su Palabra. 
No estamos viviendo solos en este mundo. Cuando pasamos por problemas, no lo hacemos solos. Ni estamos solos en momentos de agonía. Dios está dentro de nosotros como el Espíritu Santo. ¿Lo sienten en sus vidas diarias? ¿Saben por experiencia que el Espíritu Santo está con ustedes? ¿Lo sienten dentro? Algunos cristianos pecadores creen que el Espíritu Santo entra en sus corazones y sale cuando quiere. Pero esto no es verdad. Cuando el Espíritu Santo entra en sus corazones vive en ellos para siempre. El Señor les dijo a sus discípulos: «Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Juan 14, 26). Por tanto, cuando los que han recibido la remisión de los pecados escuchan la Palabra de Dios, entienden lo que dice. 
Mis queridos hermanos, Dios está con nosotros. Además, Dios no solo está aquí con nosotros, sino que está en los corazones de cada nacido de nuevo y en cada iglesia nacida de nuevo en el mundo. No piensen que Dios solo está en nuestra iglesia. 
Todos conocen a Aarón, ¿no? Aarón era el Sumo Sacerdote. Como Sumo Sacerdote pudo cuidar de todo su pueblo. Tenía que escuchar todos los pecados de cada israelita. Solo entonces podía tomar un sacrificio para Dios y le confesaba todos los pecados cometidos por el pueblo de Israel. Así es como Aarón pudo eliminar todos los pecados de su pueblo al entrar en la presencia y pasarle los pecados al animal del sacrificio. 
La Iglesia tiene un papel así. Jesucristo es Dios mismo y el Sumo Sacerdote del Reino de los Cielos, y la Iglesia de Dios es el Sumo Sacerdote del mundo. Deben tener una mente abierta. Deben ser ambiciosos y tener una mente abierta. Es importante obedecer la Palabra. 
¿Qué tipo de Dios es nuestro Dios? ¿Es su Dios diferente al mío? Si hemos nacido de nuevo de verdad, entonces tenemos el mismo Dios. De hecho, Dios es el mismo en todos sitios y la única diferencia es si se cree en un Dios vivo o muerto. Si creen en el Dios vivo, pasarán por muchas dificultades. Pero aún así deben pasar estas dificultades por fe, porque entonces sabrán la voluntad de Dios. Entonces Dios obrará en sus vidas y les ayudará. Como Dios es su Padre les ayudará como si fueran un hijo. ¿Les ignorará el Padre cuando intenten vivir según su voluntad como Hijo? ¿No les ayudará sin pensarlo? Trabajará sin duda en sus vidas y les ayudará en todo. 
Dios es nuestro Dios, el Dios de los nacidos de nuevo. Incluso antes de nacer de nuevo creía en este Dios, convencido de todo corazón de que era bueno y el Dios del amor, pero solamente después de nacer de nuevo pude experimentarlo de verdad. Antes de nacer de nuevo, no pude experimentar el amor de Dios a pesar de creer en Él con fervor. De hecho, cuanto más creía, más fe tenía en vano. Todos los días me sentía frustrado. 
Sin embargo, cuando nací de nuevo y empecé a seguir al Señor nunca me arrepentí de hacerlo, ni una vez. El Señor nunca me ha defraudado. Sean cuales sean mis circunstancias, siempre que crea en el Señor y le siga, Él será mi ayuda siempre. Esto se debe a que el Dios de la Trinidad se convirtió en mi Dios cuando nací de nuevo. Pero antes de nacer no era mi Dios, sino que adoraba a otra deidad. 
Estoy tan feliz que no tengo palabras para expresarlo. A veces veo que nuestros santos sufren, pero en esos momentos recuerden que Dios se ha convertido en su Dios y está con ustedes. Recuerden esto siempre. Dios les ayudará. Mientras vivimos en este mundo no debemos pensar en Dios como un Ser separado de nosotros. Dios es nuestro Dios y Ayuda. 
Debemos darnos cuenta de lo maravilloso que es nuestro Señor y debemos darle gracias a nuestro Dios. Debemos darle gracias por estar con nosotros, dándonos cuenta de que es el Dios de los fieles, y debemos alabarle, llamarle nuestro Padre y glorificarle por su salvación. Espero y oro que caminen por fe todos los días. Todos nosotros debemos apreciar lo bendito que es poder llamar Padre a Dios el resto de nuestras vidas, y el privilegio que es que se haya convertido en nuestro Dios. Y debemos creer en estas bendiciones maravillosas. 
Mis queridos hermanos, les pido que crean sin falta que el Dios vivo es nuestro Dios. El Dios al que llamamos no es el Dios de cualquiera. Es el Dios vivo de todos los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu. Él escucha nuestras oraciones y está con nosotros. Además es nuestro Padre y Salvador, y está siempre con nosotros en todo momento. No se olviden que es un cuerpo y una familia con nosotros. 
Como Dios está con nosotros nos hemos vestido de una gracia abundante y hemos recibido muchas bendiciones. Les pido que aprecien esto y le den gracias. Aunque muchas personas están buscando a Dios constantemente, la mayoría no sabe quién es.
Pero cuando nosotros buscamos la ayuda de Dios, sabemos que es nuestro Padre, Jesucristo es nuestro Salvador y el Espíritu Santo está en nuestros corazones. Al darnos cuenta de que este Dios vivo nos ayuda debemos hacer su obra con acción de gracias, alabarle en nuestras vidas diarias, trabajar en casa y servir a la Iglesia diligentemente. Y a través de la Iglesia debemos darnos cuenta de la gloria de Dios y su voluntad y estimarlas en nuestros corazones.