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ስብከቶች፤

Tema 15: Gálatas

[Capítulo 4-2] ¿Tenemos ustedes y yo la misma fe que Abraham? (Gálatas 4, 12-31)

¿Tenemos ustedes y yo la misma fe que Abraham?(Gálatas 4, 12-31)
«Os ruego, hermanos, que os hagáis como yo, porque yo también me hice como vosotros. Ningún agravio me habéis hecho.
Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio;
y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo, antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús.
¿Dónde, pues, está esa satisfacción que experimentabais? Porque os doy testimonio de que si hubieseis podido, os hubierais sacado vuestros propios ojos para dármelos.
¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad?
Tienen celo por vosotros, pero no para bien, sino que quieren apartaros de nosotros para que vosotros tengáis celo por ellos.
Bueno es mostrar celo en lo bueno siempre, y no solamente cuando estoy presente con vosotros.
Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros,
quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar de tono, pues estoy perplejo en cuanto a vosotros.
Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley?
Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre.
Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa.
Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar.
Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud.
Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.
Porque está escrito:
Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz;
Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto;
Porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido.
Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa.
Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.
Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre.
De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre».
 

Términos como «indigenización del cristianismo» o «iglesia indígenizada» se han convertido en términos muy conocidos, sobre todo en las comunidades cristianas del Tercer Mundo. Éstas intentan cambiar el cristianismo occidental por uno que es más coherente con su propia cultura. Hacen mucho hincapié en la segunda parte del aforismo tradicional: «Unidad en lo esencial, libertad en lo no esencial y caridad en todas las cosas». Pero lo peor es que no saben lo que es lo esencial. 
Sin embargo el Evangelio del agua y el Espíritu que nosotros difundimos no puede manifestarse de formas diferentes según las circunstancias, sino que no cambia bajo ninguna circunstancia. Estoy eternamente agradecido a Dios por poder predicarles el Evangelio del agua y el Espíritu que les puede salvar de sus pecados en cualquier circunstancia. Así que estoy dispuesto a hacer esta obra justa hasta el día en que nuestro Señor vuelva. Creo que muchas almas se salvarán al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Sé que este libro será muy beneficioso para todos ustedes.
El pasaje de las Escrituras de hoy es Gálatas 4, 12-31 y nos pide que vivamos por fe en la Verdad del agua y el Espíritu que el Señor nos ha dado. El Apóstol Pablo no quería hacer nada que dañase a los santos. Por supuesto los santos en las iglesias de Galacia tampoco querían hacer ningún daño a Pablo. Sin embargo Pablo detectó una fe falsa en los santos de las iglesias de Galacia. Esta era la fe de los que estaban arraigados en las tradiciones antiguas y defendían la circuncisión física. El Apóstol Pablo empezó a dar testimonio a los santos de Galacia sobre la naturaleza de su fe falsa y sobre el verdadero Evangelio que él enseñaba. Les decía: «Sois muy devotos, pero en vano. Si seguís bajo la Ley, estaré obligado a dudar de vuestra salvación».
Durante el período en que Pablo predicó el Evangelio del agua y el Espíritu había falsos maestros que defendían la circuncisión física. También consideraban importante respetar el Sabbath y las festividades del Antiguo Testamento. Llegaron secretamente a la Iglesia de Dios diciendo creer en Jesús como su Salvador, pero en realidad sólo querían eliminar la libertad de los santos y hacerlos sus esclavos. Estos defensores de la circuncisión intentaron explotar a los santos en la Iglesia de Dios para cumplir sus deseos. Y lo peor es que había mucha gente en la Iglesia que se unió a ellos.
Esta creencia era un gran obstáculo para creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Este era el problema que había en las primeras iglesias de Galacia. Los que causaron este problema no conocían el Evangelio del agua y el Espíritu. Forzaron a los santos en la Iglesia de Dios para que se circuncidaran. Por su culpa los santos de Galacia cayeron en la confusión espiritual. Aunque era problemático que los que defendían la circuncisión física en las iglesias de Galacia, aún era más problemático que hubiera gente que aceptara estas falsas enseñanzas. El Apóstol Pablo sabía que la fe de los defensores de la circuncisión traerían la desastrosa consecuencia de la muerte espiritual y por eso intentó prevenir que estas falsas enseñanzas se difundieran. Por eso el Apóstol Pablo rechazó las creencias de los que defendían la circuncisión física.
Los santos de las iglesias de Galacia creían en que Jesús había borrado sus pecados con la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu. Pero aún así intentaban observar el Sabbath, desde la puesta del sol del viernes hasta que el sol se ponía el sábado, y no podían dejar atrás su antigua creencia de la circuncisión física. Esta falsa congregación llegó a la Iglesia de Dios en secreto y propagaron la necesidad de que los santos se circuncidasen. Por eso su fe se vio amenazada espiritualmente.
 

Hemos nacido de la mujer libre porque creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu

Volvamos a lo que el Apóstol Pablo dijo en Gálatas 4, 21-31: «Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley? Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre. Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa. Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar. Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre. Porque está escrito: Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz; Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto; Porque más son los hijos de las desolada, que de la que tiene marido. Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora. Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre. De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre». 
Este pasaje nos habla de la verdadera fe que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu y de la fe legalista. En otras palabras Pablo nos explica los dos tipos de fe representados por los dos hijos de Abraham. Para entender este pasaje debemos volver a la antigüedad, a los días de Abraham.
Cuando Abraham cumplió 75 años se fue de su tierra natal, donde estaba la casa de su padre, y siguió a Dios porque Él le guió. Un día Dios se le apareció a Abraham y le dijo: «te daré tantos descendientes como estrellas hay en el cielo». Abraham creyó en la Palabra de Dios. Creyó porque era la Palabra de Dios.
Dios no sólo le prometió a Abraham mucha descendencia, sino que también le prometió que quien se circuncidase sería aprobado como parte del pueblo de Dios. Así que Abraham y sus descendientes barones se circuncidaron. Cuando Dios le pidió a Abraham que se circuncidase lo hizo como garantía de Su promesa, porque Abraham creyó en la Palabra de Dios que prometía que tendría tanta descendencia como estrellas hay en el cielo. El hecho de que Dios dijera que quien se circuncidara sería aprobado como alguien que tiene la misma fe que Abraham se debe a que Abraham creyó en la Palabra de Dios. Por eso Dios le dijo a Abraham que los que se circuncidaran serían Su pueblo.
Así que Abraham esperó un hijo. Pero por más que creía y por más que esperaba no había hijos y Abraham y Sara se cansaron de creer en la promesa de Dios. Pasaron 20 años desde que Dios les prometió un hijo. Sara, la mujer de Abraham, cada vez se preocupaba más al ver que le salían canas y la promesa de Dios parecía más lejana. Así que ideó un plan. Llevó a su sierva Agar a su marido y le dijo a éste: «Dios te prometió un hijo, pero supongo que no será mío, sino de Agar».
Sara esperaba que Abraham tuviera un hijo con Agar y así sucedió. Sara pensó que era así como tenía que cumplirse la promesa de Dios, pero en realidad no era así. El hijo de Agar no era el de la promesa de Dios y no había manera de que Dios aprobara un niño nacido de un plan humano. Por tanto la promesa de Dios estaba todavía viva, porque le había prometido a Abraham que tendría un hijo con Sara.
Más tarde Abraham tuvo a Isaac con Sara, tal y como Dios se lo había prometido. Cuando el niño cumplió un año Abraham celebró una gran fiesta.
A través del ejemplo de los dos hijos de Abraham Dios nos está hablando de los dos tipos de fe; la fe legalista y la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Esta historia de los dos hijos de Abraham es una metáfora para entender las dos alianzas de Dios y los dos tipos de fe.
Dios nos está diciendo que Ismael, nacido de una esclava, es símbolo de fe legalista. Ismael era hijo de Abraham y de Agar y por eso es símbolo de fe legalista. Isaac, el otro hijo de Abraham, nació de la promesa de la Palabra de Dios, así que este hijo simboliza la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. La fe legalista de hoy es la fe carnal representada por Ismael. Por el contrario la fe en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu es la verdadera fe representada por el hijo nacido de la mujer libre, Isaac, el hijo de Sara. En este mundo la fe legalista y la verdadera fe que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu coexisten.
Ahora debemos examinar la relación entre la verdadera fe espiritual y la fe legalista desde una perspectiva más profunda. Debemos darnos cuenta de que Isaac, nacido de la fe en la Palabra de Dios, era diferente de Ismael, que simboliza la fe legalista recibida a través de los planes y esfuerzos humanos. En otras palabras, aunque Isaac e Ismael eran hijos de Abraham, desde el punto de vista espiritual, uno representa la fe legalista y el otro la verdadera fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Por tanto debemos darnos cuenta de que la fe legalista es una fe orientada hacia las acciones, mientras que la fe espiritual es la fe e el Evangelio del agua y el Espíritu. En otras palabras, nuestra fe está basada en la promesa de la Palabra de Dios. Sólo los hijos nacidos de la fe en la promesa de la Palabra de Dios son los verdaderos frutos de la fe, y así, en la Iglesia de Dios, no debe haber ningún otro tipo de fe. Del mismo modo en que Dios rechazó a Ismael, el hijo nacido de la fe legalista, nosotros debemos alejarnos de esa fe legalista. El Apóstol Pablo nos está preguntando si vamos a vivir con una fe legalista o espiritual.
El Apóstol Pablo dijo que Ismael persiguió a Isaac en aquel tiempo, que los hijos de las esclavas persiguieron a los hijos de las mujeres libres. Esto se refiere al incidente que ocurrió cuando que Sara estaba dando una fiesta para celebrar el primer cumpleaños de Isaac. Ismael, el hermano de Isaac, que tenía entonces 15 años, pegaba y atormentaba a Isaac y como era más mayor que él le resultaba fácil hacerlo.
Si comparamos esta situación con lo que ocurre hoy en día podemos decir que los que tienen una fe legalista persiguen a los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y seguirán persiguiendo a los santos nacidos de nuevo. Pero lo que en realidad están haciendo es ganarse la condena de Dios. Si Isaac hubiese nacido del mismo vientre que Ismael, ¿le hubiera hecho la vida imposible su hermano mayor? Ismael estaba enfadado porque Isaac, su hermano de padre, estaba bendecido y mimado por su padre. Ismael creció pensando que heredaría toda la fortuna de su padre, pero cuando nació su hermano todo cambió. Ismael se dio cuenta de que no heredaría la fortuna de su padre, ya que la madre de su hermano era la esposa legítima de su padre y su propia madre no era más que una esclava. Por eso perseguía a Isaac.
Sara, la madre de Isaac, vio lo que pasaba y se enfadó. Así que se lo contó a Abraham. Entonces Abraham se empezó a preocupar por este problema, pero Dios le pidió que echara a Ismael y a su madre de su casa. Así que Abraham envió a Ismael y a Agar al desierto con tan sólo una piel de cordero con agua y un poco de pan.
Ahora mismo, a través de la Palabra del Antiguo Testamento, Dios nos está diciendo qué fe es la verdadera: la fe legalista es falsa y la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu es la verdadera fe. Dios nos dijo que para ser salvados de todos nuestros pecados tenemos que creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, en vez de vivir bajo la Ley en vano. Si creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu heredaremos las bendiciones de Dios ya que es imposible que alcancemos nuestra salvación a través de una fe legalista. Como creemos en la Palabra de Dios de corazón podemos ser salvados de nuestros pecados, recibir la vida eterna y servirle poniendo nuestra fe en Su Palabra.
Sólo cuando nuestros corazones están limpios de pecado por la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, a través de la Palabra de Dios, podemos convertirnos en Hijos de Dios. Abraham tuvo a su hijo al creer en la promesa de la Palabra de Dios, así nosotros también debemos convertirnos en hijos de Dios al recibir la remisión de los pecados a través de nuestra fe en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu.
Dios también nos está diciendo el tipo de fe que debemos tener cuando recibimos la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Es completamente diferente vivir nuestra fe basada en creencias legalistas a poner nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. ¿En qué se diferencian los dos tipos de fe?
 

En primer lugar examinemos la fe legalista

Considero que los siervos de Dios y los hermanos y hermanas de nuestra misión son los que tienen fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu hemos recibido la remisión de los pecados en nuestros corazones y podemos seguir al Señor. Como creemos que todo sucederá según nuestra fe en la Palabra de Dios podemos servir al verdadero Evangelio y seguir al Señor con fe.
Por el contrario la fe legalista pertenece a la gente que tiene ambiciones carnales, a la gente que piensa: «Ahora puede que sea débil, pero si gano fuerzas y seguidores, me independizaré y seguirá la obra de Dios por mi propia cuenta». Esta gente tiene ambiciones carnales y se pregunta: «¿Debo vivir así ahora que he recibido la remisión de mis pecados?». Soy muy diferente de los siervos de Dios que creen en Su Palabra y que han decidido servir al Evangelio del agua y el Espíritu durante el resto de sus vidas.
 


Vidas de fe espiritual


Los que tienen fe espiritual creen que es justo invertir todas sus fuerzas sirviendo al Señor y difundiendo el Evangelio del agua y el Espíritu sean cuales sean las circunstancias. Sin embargo los que no tienen este tipo de fe e intentan conseguir objetivos carnales no pueden dejar de lado la gloria de su carne. Viven vidas de fe legalista ahora. Podemos ver que esta gente funda sectas en cuanto tienen la oportunidad y ganan tanto poder como los seguidores de la circuncisión de los tiempos de Pablo. Por tanto si los hermanos y hermanas que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu caen en la fe legalista de nuevo, cometerán un grave pecado ante Dios. Deben darse cuenta de que los que tienen una fe legalista se enfrentan al Evangelio del agua y el Espíritu ferozmente.
Ustedes y yo debemos vivir nuestra fe creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu. Debemos vivir nuestra fe sin basarnos en creencias legalistas, sino en nuestra fe en el verdadero Evangelio. Nuestro Señor dijo que el Evangelio del agua y el Espíritu debe difundirse por todo el mundo y nosotros debemos creer en esta Palabra y dedicarnos aún más a difundir el Evangelio de Verdad. Esta es la vida de fe que debemos vivir. Como el Señor dijo que volvería al mundo cuando termináramos de difundir el Evangelio del agua y el Espíritu a todas las naciones, debemos vivir, sin dudarlo, para Su Reino y Su justicia hasta que Él vuelva. 
A nosotros nos llena de alegría vivir por el Evangelio del agua y el Espíritu porque ahora somos justos. De hecho al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu hemos muerto en Jesucristo y hemos resucitado a una nueva vida a través de Jesucristo. Los justos pueden vivir de esa fe. Si hemos muerto en Cristo y hemos recibido vidas nuevas a través del Evangelio del agua y el Espíritu debemos pensar en cómo vivir. Entonces debemos decidirnos a vivir por fe. Debemos servir al Evangelio en todas las circunstancias sin tener en cuenta nuestra situación y a través de esta fe estaremos bendecidos enormemente.
Por tanto para vivir vidas espirituales cuando hemos nacido de nuevo del agua y el Espíritu, debemos dejar morir con Cristo nuestros deseos carnales y debemos vivir por la fe de la obra justa de Dios. El Apóstol Pablo dijo: «Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4, 12-13). Sabemos que podemos ser ricos un día y pobres al día siguiente, pero independientemente de nuestras circunstancias nuestra meta debe ser vivir por el Reino del Señor y por el Evangelio del agua y el Espíritu por fe. Debemos darnos cuenta de que la fe de los que hacen sus propias obras carnales, llevados por sus propios deseos y creencias legalistas, es muy diferente.
En realidad en los corazones de los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu las creencias legalistas siempre están presentes. Gracias a que estamos en la Iglesia de Dios nuestros deseos carnales son destruidos y así podemos vivir por fe en nuestro Señor. Si no fuera así y viviésemos con fe legalista nos dejaríamos llevar por nuestros deseos carnales. Así en vez de satisfacer nuestros deseos carnales debemos vivir en la justicia de Dios y seguirla con fe. No podemos dejar que nuestras creencias legalistas crezcan en nuestros corazones y nos empujen a vivir con deseos carnales. Mis queridos hermanos, si permitimos que las creencias legalistas nos atrapen, terminaremos viviendo para nuestros deseos carnales.
Los que han nacido de nuevo del agua y el Espíritu se darán cuenta de que estaban equivocados, corregirán sus errores, confiarán en el Señor y una vez más vivirán firmes por la fe. Sin embargo no debemos dejar que esto ocurra, sino que debemos hacer que nuestra fe sea firme, creer que hemos muerto con Cristo y hemos resucitado con Él. Ahora nos hemos convertido en criaturas nuevas que viven sólo por la fe sin que nos afecten las circunstancias. No olviden que no sólo hemos sido salvados de nuestros pecados gracias a la fe, sino que esa misma fe espiritual nos permite servir al Señor. Debemos creer firmemente en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Algunos de ustedes se sentirán superiores a otros, del mismo modo en que otros se sentirán humillados por la posición que ocupan en la Iglesia de Dios. Esta gente tiene un gran problema. No importa quiénes somos, ya seamos pastores o laicos; no importa la posición que tengamos porque todos somos iguales al servir al Señor. Todos hemos recibido el Evangelio del agua y el Espíritu y sólo es cuestión de tiempo que estemos con este verdadero Evangelio, sirvamos al Señor y estemos con la gloria de Dios.
En resumen: la fe legalista destruye las almas de los cristianos. Desafortunadamente esta fe legalista reina en toda la cristiandad. Antes de nacer de nuevo vivimos nuestras vidas de fe basándonos en creencias legalistas. ¿Cómo era nuestra fe entonces? Estábamos contentos siempre y cuando no hiciésemos nada malo, pero cuando cometíamos alguna transgresión, nos sentíamos culpables.
Sabemos que la fe correcta no es la que se basa en creencias legalistas, sino la que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu. La fe que nos permite morir con Jesucristo y vivir de nuevo con Él es la fe que se encuentra en el Evangelio del agua y el Espíritu. Con esta fe espiritual podemos ver con nuestros propios ojos cómo todo ocurre según nuestra fe en la Palabra de Dios, tal y como le pasó a Abraham. Vivir nuestra fe creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu es la verdadera fe. No tenemos nada de lo que alardear salvo Jesucristo y Su Evangelio del agua y el Espíritu. Una característica de la fe legalista es que exalta al hombre y sus obras. Muchos cristianos siguen alardeando de sí mismos, pero esto es malvado (Santiago 4, 16). No debemos vivir alardeando de nuestras propias obras.
Sin embargo cuando nacimos de nuevo del agua y el Espíritu se nos permitió vivir para la gloria de Dios. Ahora no podemos cambiar nuestra fe espiritual aunque las circunstancias nos obliguen. Si hay algo que esté mal en nuestra fe, deberíamos pensar en ellos poniéndonos delante de Su Palabra. Esto se debe a que hemos decidido vivir para Dios. Por eso sin fe en el Evangelio del agua y el Espíritu es imposible que sigamos al Señor. La gente de fe que cree en el Evangelio del agua y el Espíritu no puede confiar en sus propias fuerzas para dejar de ser esclavos de la carne
Por otro lado la fe legalista es una fe falsa porque aumenta y disminuye según las circunstancias. Así que los que viven con una fe legalista aparentan seguir al Señor lealmente pero no es verdad, ya que no creen en la Palabra de Dios con la verdadera fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. La fe legalista está orientada hacia los deseos carnales. Este es el tipo de fe que hace que uno siga al Señor cuando puede, pero que no permite dar un paso hacia delante cuando hay peligro.
Mis queridos hermanos, del mismo modo en que el hijo de Agar y el de Sara eran diferentes, vivir con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu y vivir nuestra fe basándonos en nuestras propias obras es diferente. Sara tuvo a Isaac porque creyó en la promesa de Dios, mientras que Agar tuvo a su hijo a través de un plan carnal. Sólo cuando queremos hacer el bien para la Iglesia de Dios podemos seguir a Dios y servir a Su Evangelio del agua y el Espíritu, obedecer Su Palabra y ser guiados por los predecesores en la fe. Todo esto es imposible si lo intentamos hacer mediante nuestras creencias carnales. Sin embargo los que tienen fe legalista siguen al Señor sólo cuando las circunstancias se lo permiten y no mediante su fe en la Palabra de Dios. Esta fe legalista puede cambiar en cualquier momento.
¿Con qué tipo de fe quieren vivir ahora? Debemos vivir con nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Deben reflexionar sobre la Palabra de Dios una vez más. Está escrito en Hebreos 11, 1: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve». Abraham creyó en la Palabra de Dios y esperó más de 20 años para tener a Isaac. Dios le prometió un hijo a Abraham y éste creyó en Su promesa y esperó durante mucho tiempo. Este es un ejemplo de fe verdadera en la Palabra de Dios. Si ponemos nuestra fe en la Palabra de Dios, debemos convertirnos en el tipo de gente que se une a la Iglesia, sigue al Señor y quiere conseguir el bien de la Iglesia de Dios. No debemos convertirnos en el tipo de gente que intenta servir al Señor con su propia fuerza, en vez de creer en la Palabra de Dios. En otras palabras el Señor nos ha ordenado que sirvamos al Evangelio y que vivamos por fe en la Palabra de Dios.
La fe legalista es como la fe del siervo al que su maestro entregó un talento (Mateo 25, 14-30). Debemos tener fe en Jesucristo y servir al Señor, pero hay gente que no puede hacerlo. Esta gente debe creer primero en el Evangelio del agua y el Espíritu.
Sin embargo esta gente cree pocas veces en el Evangelio del agua y el Espíritu a no ser que pasen por muchos problemas y tribulaciones. Entonces cuando están destrozados y no tienen nada en lo que confiar creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Pero aún así confiar en el Señor es una bendición tremenda para ellos, ya que cuando esto sucede sus mentes están firmemente unidas con la Iglesia de Dios y entonces la obra de Dios se convierte en su obra y las bendiciones Dios en sus bendiciones. Todo lo demás no tiene importancia cuando se han unido con Cristo.
«Esta es la obra de la Iglesia de Dios y también es mi obra. No me importa que la Iglesia esté pasando por dificultades, siempre y cuando esté seguro en el Señor». Esta gente vive con fe legalista y provocan problemas en la Iglesia. Además esta gente no confía en sus líderes y hacen caso omiso a las órdenes y a la autoridad de la Iglesia de Dios. Por eso los cristianos nacidos de nuevo no pueden vivir con fe en la Palabra de Dios, aunque hayan recibido la remisión de sus pecados a través de la fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto todos nosotros debemos creer que hemos muerto con Jesucristo y hemos resucitado y debemos poner nuestros corazones ante Dios. Como su pasado ha muerto y han vuelto a la vida, deben tener la fe que les permite seguir al Señor siempre dondequiera que Él les necesite. Esta es la fe que el Apóstol Pablo quiere que tengamos.
Como he mencionado anteriormente, la gente que tenía una fe legalista en las iglesias de Galacia intentaba pervertir el Evangelio del agua y el Espíritu de Dios. ¿Con qué intentaban pervertir el verdadero Evangelio? Con la fe en la circuncisión física. Convencieron a los miembros de la Iglesia de Dios de que había que circuncidarse.
En aquellos días había santos en la Iglesia de Dios que estaban circuncidados y también había algunos que no lo estaban. Los gentiles no conocían la circuncisión.
«¿Estás circuncidado? ¿Te quitaron el prepucio?».
«No, no estoy circuncidado».
«¿Qué? ¿No estás circuncidado? Tienes que circuncidarte ahora mismo. Los que no están circuncidados no son hijos de Dios». Los judíos intentaban corromper el verdadero Evangelio del agua y el Espíritu diciendo esto.
El Evangelio del Apóstol Pablo era el verdadero y por eso dijo: «Pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo» (Gálatas 1, 12). Pablo dijo que el Evangelio venía de Dios y por eso si predicamos un evangelio diferente, podemos estar malditos. Pablo dijo: «Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema» (Gálatas 1, 8).
Pero los santos de las iglesias de Galacia vivían con una fe basada en sus creencias legalistas. Tenemos que darnos cuenta de que si alardeamos de nuestras propias acciones de la fe legalista, al final se convertirán en un obstáculo para creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Tenemos que creer en la Palabra de Dios y seguirla y vivir para hacer prosperar la Iglesia de Dios. Sin embargo el problema es que algunas personas buscan sus intereses carnales, en vez de buscar lo que beneficia al Evangelio de Dios. Por tanto acaban pervirtiendo el verdadero Evangelio. Además los que tienen una fe legalista dentro de la Iglesia de Dios van tan lejos como para impedir que otros santos sirvan al Evangelio de Dios.
Galacia estaba situada en el noreste de la actual Turquía. En la parte oeste había 7 iglesias de Asia Menor que se mencionan en Apocalipsis 1, 11. El Apóstol Pablo viajó por toda la región Mediterránea, desde Asia Menor hasta el sur de Europa, para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Sin embargo, poco después de que el Apóstol Pablo predicara el Evangelio en esta región, las iglesias de Galacia junto con las otras 7 iglesias desaparecieron. Ahora es muy difícil encontrar creyentes como nosotros en esa región, ya que el 99,8% de la población es musulmana. Las iglesias de esa zona no resistieron porque el Evangelio del agua y el Espíritu fue pervertido y por eso se aliaron con el mundo.
El Apóstol Pablo escribió el Evangelio del agua y el Espíritu en la Biblia. Pero cuando Pablo estaba vivo los que tenían una fe legalista intentaban pervertir el Evangelio. ¿Con qué? Con sus propias obras basadas en la fe legalista. Mis queridos hermanos, los que intentan servir al Señor sin comprometerse a servir al Evangelio en primer lugar, estan corrompiendo el Evangelio del agua y el Espíritu. Estas personas se levantan contra la Iglesia de Dios, y como no tienen líderes que les guíen, pueden levantarse contra la Iglesia de Dios en cualquier momento.
Ustedes y yo debemos darnos cuenta de lo malvado que es vivir con una fe legalista. ¿Han decidido creer de corazón en la Palabra de Dios? ¿Están sirviendo al Evangelio de Dios, siguiendo al Señor y buscando el bien del Evangelio y de la Iglesia? ¿Reconocen a sus líderes? ¿Creen, siguen y obedecen las palabras de los siervos de Dios porque son la Palabra de Dios? ¿Aceptan o rechazan a sus líderes según sus propios criterios? ¿Quieren vivir con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu?
Estoy seguro de que ninguno de ustedes quiere estar en contra de Dios. Creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y por eso no pueden estar en contra de Dios. Aunque crean en el Evangelio del agua y el Espíritu, si no siguen al Señor con fe en la Palabra de Dios, estarán en contra del Evangelio del agua y el Espíritu. Como he dicho antes, cuando el Apóstol Pablo murió, las 7 iglesias de Asia Menor desaparecieron. ¿Acaso los santos de esas iglesias no creían en el Evangelio del agua y el Espíritu? Si creían, pero como no tenían líderes y como vivían con fe legalista, sus iglesias desaparecieron para siempre.
 

¿Les parece pesado tener líderes espirituales?

Mis queridos hermanos, ¿hay muchos de ustedes a los que no les guste seguir a los líderes de la Iglesia de Dios? Esa gente vive con una fe basada en creencias legalistas. ¿Y qué ocurrió con los israelitas cuando no creyeron en el liderazgo de Moisés? ¿Qué pasó cuando Moisés subió al Monte Sinaí y retrasó su vuelta? Que los israelitas se pusieron en contra de Dios porque construyeron un becerro de oro y lo adoraron como su dios, y como consecuencia murieron en el desierto.
¿Qué creen que pasaría si no hubiera líderes en la Iglesia de Dios? Que su fe en el Evangelio del agua y el Espíritu se destruiría. Algunos de ustedes pensarán: «¡De ninguna manera! Estoy seguro de que creeré hasta el final, pase lo que pase». Pues están muy equivocados. Sólo porque crean en el Evangelio del agua y el Espíritu en este momento no significa que vayan a defender su fe hasta el final. Aunque creamos en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu de corazón, si no vivimos con la fe correcta, nuestra fe puede corromperse. En la Iglesia de Dios los líderes y predecesores en la fe son necesarios y beneficiosos para todos los miembros. Deben reconocerlos y aceptarlos de corazón. No hay nadie que no sea necesario en la Iglesia de Dios.
¿Algunos de ustedes piensan que sería mejor no tener líderes? Si alguno lo piensa es mejor que haga las maletas y salga de la Iglesia de Dios. Los que no aceptan a sus líderes y desearían que desaparecieran lo hacen porque no les gusta que les dominen ya que les gustaría dominar a ellos. Los más malvados son los que intentan sacar a los creyentes de la Iglesia de Dios y hacerlos sus propios siervos. La verdadera fe no está basada en creencias legalistas, pero a pesar de ello algunos que tienen esta fe piensan que pueden predicar el Evangelio si ellos son líderes, y con sus propios deseos carnales se separan de la Iglesia y se llevan a algunos santos con ellos para hacerlos sus siervos.
Si no hubiera pastores, las ovejas se dispersarían (Zacarías 13, 7). Ahora mismo todos nosotros estamos en la Iglesia de Dios y servimos al Evangelio del agua y el Espíritu y por tanto no hay ningún problema. Sin embargo si lo siervos de Dios y Su Iglesia desaparecen, todos los santos también desaparecerán. Tienen que entender esto. Dios nos ha llamado a formar parte de Su Iglesia y ha establecido un orden en ella. Debemos reconocerlo y vivir unidos con los siervos de Dios. Esta es la verdadera fe.
Les pido que se den cuenta de que Dios les bendice con bienes materiales porque Su Iglesia está sirviendo al Evangelio del agua y el Espíritu. Por tanto no abandonen sus pensamientos de avaricia que les empujan hacia el mundo para ganar más dinero. Están en la Iglesia de Dios, sus necesidades están satisfechas y ustedes están bendecidos. Si la Iglesia de Dios fuera a desaparecer y todos ustedes fueran a vivir en la fe individualmente, todas estas bendiciones se acabarían pronto.
Sin embargo hay gente que no se arrepiente de su fe legalista y busca su propio interés incluso ahora mismo. A estas personas las podemos llamar «cristianos sinvergüenzas». Quien viva creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu nunca recibirá ese nombre. Quien no viva con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu escuchará a la gente llamarles sinvergüenzas.
Ya no somos hijos de una esclava, sino que somos los hijos espirituales de una mujer libre. Como somos hijos de una mujer libre, somos hijos de Dios. Podemos vivir con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. En el pasaje de las Escrituras de hoy el Apóstol Pablo citó Isaías 54, 1 en Gálatas 4, 27: «Porque está escrito: Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz; Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto; Porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido».
Cuando dice: «Porque son más los hijos de la desolada, que de la que tiene marido», quiere decir que hay muchos que han sido salvados de sus pecados y se han convertido en el pueblo de Dios al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. En otras palabras, los que sólo viven por fe en Dios y no por fe legalista tienen muchos hijos y viven llenos de las bendiciones de Dios. Una mujer casada puede tener 10 hijos como mucho, pero ¿qué pasa con los hijos de los que viven creyendo en nuestro Evangelio del agua y el Espíritu? Son tantos que no los podemos contar. Esto es maravilloso para nosotros.
Aunque el mundo sea como el desierto, los que viven unidos por su fe en la Palabra de Dios, en el Evangelio del agua y el Espíritu, en la Iglesia de Dios y en los líderes de Su Iglesia, serán instrumentos para salvar muchas almas. Y tendrán muchos hijos espirituales de Dios que creen que es correcto difundir el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Harán que sea posible que mucha gente se salve del pecado y serán bendecidos para disfrutar de la vida eterna. Los que viven con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu complacen a Dios por su fe y Dios los ama.
Mis queridos hermanos, ¿qué podemos ganar si vivimos con nuestros deseos carnales? Nada. Si vivimos así no podremos ni alimentarnos y cuando surjan problemas acabaremos perdiendo lo que teníamos; y cuando tengamos que ir hacia Dios, no tendremos dinero. ¿Acaso no hemos visto las vidas de nuestros padres biológicos? Sus padres trabajaron duro durante toda su vida para sustentar a sus familias, pero, ¿qué han conseguido de ustedes? Están demasiado ocupados con sus vidas, pero aun así son iguales que sus padres y trabajan muy duro para mantener a sus hijos. Viven del mismo modo en que vivieron sus padres e incluso peor que ellos. Por lo menos la generación de nuestros padres era diligente y conseguía lo que se proponía, pero muchas personas de esta generación ni siquiera son trabajadoras
Sin embargo los que viven en el Evangelio del agua y el Espíritu y lo difunden por todo el mundo viven de una manera distinta a la que viven la gente del mundo. Cuando nacemos como seres humanos debemos creer en el Evangelio del agua y el Espíritu y vivir para la justicia de Dios. Los que viven creyendo que han muerto en Cristo y que han resucitado con Él, no sólo salvarán a más gente de sus pecados, sino que también vivirán vidas benditas. Esta es la diferencia entre los que nacen de una mujer libre y los que nacen de una esclava.
Mientras vivo con fe no estoy atado a los asuntos carnales. Cuando necesito algo, hago lo que puedo retando mi fe y siempre consigo lo que me propongo. En los comienzos de nuestra misión, seguramente les parecería extraño oírme hablar de la fe. Para servir al Evangelio del agua y el Espíritu oré a Dios públicamente para que me ayudará a conseguir 25 millones de dólares. Quizá parecía más temerario que valiente a sus ojos. Pero aunque no sepa nada, lo que hago lo hago por fe. Y ahora hemos impreso más de un millón de copias de nuestros libros.
Si a Dios le complace que yo haga algo para servir al Evangelio del agua y el Espíritu y me dice que debo hacerlo, entonces lo hago por fe. «Dios, ayúdame a hacerlo. Ayúdame a conseguirlo». Mediante la fe consigo estos retos. Del mismo modo en que la fe es la esencia de las cosas que esperamos y la prueba de las cosas que no vemos, todo lo conseguimos mediante la fe. Puede que nunca vea con mis propios ojos aquellos que esperaba, pero cuando intento conseguirlo, lo imagino en mi mente y lo espero mediante la fe, es como si lo hubiera conseguido. En la fe todo se consigue exactamente como lo habíamos imaginado en nuestra mente.
No estoy diciendo esto para alardear, sino que les estoy hablando de la verdadera fe viva que funciona. Si tienen fe en sus corazones, ejercítenla en sus vidas. Cuando su fe se manifiesta los demás pueden verlo y darse cuenta de que son personas de fe. Y cuando ustedes pueden ver el fruto de su fe ésta crecerá más. Si su fe permanece dentro de sus corazones, no hay ningún progreso y a Dios no le complace.
Vivimos por fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Si algunos de los nacidos de nuevo no vive por el Evangelio del agua y el Espíritu, debería considerarse en contra de este verdadero Evangelio. Esta persona está en contra de Dios, en contra de la Iglesia de Dios y de sus líderes, en contra de sus predecesores de la fe y de los que le seguirán. En otras palabras en la Iglesia de Dios no hay otro enemigo de los santos y de Dios que el que vive con una fe legalista.
Está escrito: «Creí, por lo cual hablé» (2 Corintios 4, 13). Hablamos porque creemos en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu y aceptamos el reto porque creemos. Esta es la definición de nuestra fe. Si sólo actúan como si siguieran a Jesús pero no creen de verdad, están viviendo con una fe legalista. Les pido que vivan sus vidas cristianas con fe y lo sometan todo a la fe. Decídanse y digan: «Vivo así porque esta es la manera de vivir por el Evangelio y es la manera correcta». Háganlo todo con confianza en la Palabra de Dios. Esta es la verdad. La vida de fe es la que nos permite hablar y hacer todo porque creemos en la Palabra de Dios.
Mis queridos hermanos, como creemos en un mundo que no se ve, predicamos este Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Como creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu y creemos que la Palabra de Dios es la verdad, estamos difundiendo esta verdad del Evangelio por todo el mundo. Como estamos predicando el Evangelio por fe, la gente de todos los países, a la que nunca hemos visto antes, nos envía cartas. Cuando leemos estas cartas, en las que nos confiesan que sus corazones tenían pecados pero que ahora están limpios tras leer nuestros libros, nuestros corazones se llenan de alegría porque podemos ver lo grande que es su fe. Esta es la verdadera fe.
Debemos examinarnos a nosotros mismos. Debemos averiguar si tenemos fe, si estamos siguiendo al Señor porque creemos, si estamos sirviendo al Evangelio porque creemos o si estamos haciendo lo que hacemos porque las circunstancias no nos permiten hacer otra cosa. Debemos tener fe en el Evangelio del agua y el Espíritu cuanto antes posible. Tenemos que creer en la Palabra de Dios, aferrarnos a ella, y seguir al Señor de corazón. Nuestros hermanos y hermanas, nuestros trabajadores y todos los santos del mundo deben seguir al Señor porque creen; si le siguen por las circunstancias en las que se encuentras, acabarán estando en contra del Señor. Esta gente está contenta cuando las cosas van bien, pero cuando ocurre algo que no les gusta, se quejan de inmediato. He visto a este tipo de personas muchas veces. Me dan las gracias si hay algún beneficio para ellos, pero cuando ocurre el menor contratiempo o algo les molesta un poco, enseguida me echan la culpa. Me han perseguido tantas veces que me gustaría decirles que dejen de hacer lo que se les había pedido que hicieran.
Sea lo que sea lo que tengo en mi mente, lo digo sinceramente. Cuando nuestros compañeros se reúnen, les digo todo lo que pienso. «Estoy haciendo esto por vosotros. Si me quedo sentado sin hacer nada, algunos de vosotros moriréis. ¿Creéis que me alegraré cuando muráis? Puede que no lo entendáis ahora, pero esperad un poco más y entenderéis porque hice lo que hice». Es muy triste ver a gente que me persigue en vez de unir sus corazones con el mío, cuando ni siquiera saben lo que estoy haciendo.
Mis queridos hermanos, los que viven con fe legalista no tienen ningún líder que les guíe. ¿Tienen a alguien que les guíe? No les estoy pidiendo que me escojan como su líder. No tengo que ser yo, pero ante Dios, deben tener un líder. Un alma sin líder está destinada a morir. Si alguien escoge como líder a una persona cuya fe espiritual no está formada correctamente, morirá espiritualmente. ¿Qué pasaría si alguien siguiera a alguien que no es su padre pensando que es su padre? Que moriría.
Vivir con una fe legalista es tan peligroso que destruye la Iglesia, pervierte el Evangelio del agua y el Espíritu, se pone en contra de Dios y mata a los santos. Hay gente que, aunque ha recibido la remisión de los pecados, vive con fe legalista y son peores que los que no han nacido de nuevo.
 


Entonces, ¿cómo debemos vivir el resto de nuestras vidas tras haber nacido de nuevo?


Después de recibir la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, hay algunas cuestiones que se deben tener en consideración. ¿Cómo debo vivir? ¿Por qué debería vivir? ¿Qué debería tener en mi corazón? Estas son las primeras preguntas que vienen a la mente y que deben ser aclaradas.
Por supuesto que la respuesta correcta es que debemos decidirnos a servir al Evangelio con fe. Debemos ser fieles a Dios de corazón. Si son fieles sólo a su familia o a sí mismos, les parecerá un gran logro tener un pequeño edificio en la ciudad. La gente normal está satisfecha con sus propias casas en las que pasan años monótonamente, viviendo de pensiones. Otros ni siquiera llegan a eso. A estos últimos les sobra con sobrevivir día a día.
Sin embargo los que viven con fe en el Evangelio del agua y del Espíritu prosperan. Pueden comprobar ustedes mismo la prosperidad que viene de vivir en la Iglesia de Dios.
Cuando hemos sido salvados de todos nuestros pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu debemos seguir a nuestros líderes y confiar en ellos, poniendo nuestra fe en la Palabra de Dios. La Biblia dice: «El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no segará» (Eclesiastés 11, 4). Si no creemos de corazón y miramos la situación en la que estamos, no podemos vivir por fe y morimos. De hecho muchas personas ya han muerto de esta manera. Espero y rezo por que no les ocurra a ninguno de ustedes que viven en la Iglesia de Dios.
Lo mismo se puede decir de los niños. Ellos también deben vivir con fe en Dios. Lo mismo se puede decir a los adolescentes, jóvenes y adultos, ministros y todos los trabajadores. Todos debemos seguir al Señor por fe, servir al Evangelio por fe y vivir por fe, de lo contrario no habrá nada espiritualmente útil en nuestras vidas. Por lo menos, ¿no estaremos contentos de haber superado este día? La Iglesia debe ser su propio hogar, los santos deben ser su familia, Dios debe ser su Dios, los líderes deben ser sus líderes y todo lo que intente conseguir la Iglesia de Dios debe ser importante para ustedes.
En tiempos de Pablo, cuando éste murió, los que creían en el Evangelio del agua y el Espíritu desaparecieron. Como palabras escritas en la orilla y castillos de arena construidos en la playa desaparecen, una vez Pablo se hubo marchado, las 7 iglesias de Asia Menor desaparecieron de la faz de la Tierra. No dejaron ni rastro, ni a nadie que predicara el Evangelio del agua y el Espíritu.
¿Significa esto que todos murieron a la vez? No, estaban vivos pero no podían hablar del Evangelio del agua y el Espíritu. Mis queridos hermanos, sin la Iglesia los santos no podían ni hablar del Evangelio del agua y el Espíritu. Y aunque los santos no tengan pecados, no pueden mantener sus corazones limpios, ni vivir por fe. Por eso todos nosotros debemos darnos cuenta de que la Iglesia de Dios es una bendición que Dios nos ha dado. Es una gran bendición que Su Iglesia y Sus siervos existan y que ustedes vivan con sus hermanos y hermanas de fe, miembros de la Iglesia. Deben apreciar esta maravillosa bendición. Si no la aprecian, serán como pecadores aunque hayan recibido la remisión de los pecados.
Mis queridos hermanos, cuando venimos a la Iglesia de Dios, escuchamos la Palabra y cantamos alabanzas, podemos sentir que nuestros corazones estaban vacíos mientras vivimos en el mundo y ahora se llenan de vida y se llenan, como si hubieran sido engrasados. ¿No es verdad? Sin embargo, ¿qué ocurriría si la Iglesia de Dios no estuviera disponible para ustedes? Si hubiera una persona en este púlpito que predicara un sermón legalista, ustedes estarían comiendo levadura directamente. Si escuchan estos sermones legalistas, aunque sea 10 veces, morirán espiritualmente.
Por tanto debemos darnos cuenta de que es imprescindible vivir en la Iglesia de Dios poniendo nuestra fe en el Evangelio del agua y el Espíritu. Lo que el Apóstol Pablo repite continuamente en los 5 primeros capítulos de Gálatas es que debemos vivir creyendo en el Evangelio del agua y el Espíritu. De lo contrario estaríamos en contra de Dios. Quien vive sin decidirse a servir al Evangelio es enemigo de Dios.
Mis queridos hermanos, en esta época, moriríamos si no predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu de corazón. Ahora todos debemos vivir creyendo en la Palabra de Dios y dejar de vivir con una fe legalista.
Todo lo que hay bajo el cielo le pertenece a Dios. Todo esto no está para hacer alarde del poder de Dios, sino para que nosotros lo utilicemos. Todo lo que Dios ha creado puede ser utilizado para difundir el Evangelio y salvar almas. Dios nos dará todo lo que necesitemos a nosotros, los que salvamos almas a través del Evangelio del agua y el Espíritu.
Sin embargo, cuando la fe es demasiado frágil, los bienes materiales que Dios nos da pueden ser un gran problema. ¿Qué pasaría si Dios les diera grandes bienes materiales aunque no vivieran con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu? ¿Permaneceríamos en la Iglesia de Dios si tuviéramos muchos bienes materiales pero no tuviéramos fe en la Palabra de Dios? Nadie permanecería en la Iglesia de Dios en estas circunstancias. Si fuéramos tan ricos como para vivir como quisiéramos, ¿a quién le gustaría estar subordinado a quién? Vivir así llevaría nuestras almas a la muerte. Nuestra fe en Dios debe hacerse cada vez más grande antes de que podamos recibir Sus bendiciones. Si Dios nos bendice, debemos permanecer firmes, servir al Evangelio del agua y el Espíritu lealmente y hacer la obra de Dios.
Así debemos reforzar nuestra fe y confiar en la Palabra de Dios y en los líderes de la Iglesia, y debemos estar preparados para vivir por fe. No debemos dejar el buen camino por muchas bendiciones que Dios nos de. Es importante que sigamos amando el Evangelio y lo sirvamos por muy ricos que seamos. Debemos entender que nuestra meta es amar otras almas y que la manera de conseguirlo es alimentar nuestra fe con el Evangelio del agua y el Espíritu.
No debemos vivir con fe legalista y según nuestras circunstancias, sino que debemos vivir nuestras vidas cristianas con fe. Solo entonces podemos vivir nuestras vidas sirviendo a Dios y honrándolo, beneficiando a Su Iglesia, y entonces podemos vivir en el Reino del Señor brillando como el sol. Por eso el Señor dijo:
«Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad» (Daniel 12, 3).
Los que viven con fe en el Evangelio del agua y el Espíritu y lo predican diligentemente vivirán con gloria. Dios nos ha dado fe en el Evangelio del agua y el Espíritu, por eso le doy gracias.