Search

ስብከቶች፤

Tema 6: Herejía

[6-7] ¿Cómo salva Dios a los herejes? (1 Reyes 19, 1-21)

¿Cómo salva Dios a los herejes? (1 Reyes 19, 1-21)
«Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había hecho, y de cómo había matado a espada a todos los profetas. Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos. Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios. Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida. El le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías? El respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida. Y le dijo Jehová: Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria. A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar. Y el que escapare de la espada de Hazael, Jehú lo matará; y el que escapare de la espada de Jehú, Eliseo lo matará. Y yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal, y cuyas bocas no lo besaron. Partiendo él de allí, halló a Eliseo hijo de Safat, que araba con doce yuntas delante de sí, y él tenía la última. Y pasando Elías por delante de él, echó sobre él su manto. Entonces dejando él los bueyes, vino corriendo en pos de Elías, y dijo: Te ruego que me dejes besar a mi padre y a mi madre, y luego te seguiré. Y él le dijo: Ve, vuelve; ¿qué te he hecho yo? Y se volvió, y tomó un par de bueyes y los mató, y con el arado de los bueyes coció la carne, y la dio al pueblo para que comiesen. Después se levantó y fue tras Elías, y le servía». 
 

Elías («Mi Dios es Jehová») era un profeta de Israel, que nació en el siglo IX en Tisbé, Galaad. Su ministerio tuvo un gran impacto en sus días, pero también en la era del Nuevo Testamento.
 

I. La vida y ministerio de Elías

A. Los comienzos del ministerio de Elías: Elías era un testigo de la fe que creyó en Dios Jehová. Durante el reinado del rey Acab, cuando Elías comenzó su ministerio, la adoración a Baal era muy común debido a la influencia de la reina Jezabel (1 Reyes 16, 29-33). Así que el profeta Elías declaró al rey Acab que Israel sufriría una grave sequía (1 Reyes 17, 1). Esto reflejaba la voluntad de Dios de hacer que Su pueblo volviera a Él y se diera cuenta que Baal, el dios de la prosperidad y la lluvia, era un ídolo que no servía para nada. 
Después de profetizar esta sequía, Elías se escondió cerca de un arroyo, y vivió allí comiendo lo que los cuervos traían. La sequía duró tres años y seis meses (1 Reyes 18, 1). Cuando incluso el arroyo de Querit se secó, Dios le dijo a Elías que fuese a Sarepta. Allí Elías hizo dos milagros, uno de ellos fue hacer que la tinaja de harina y el tarro de aceite de una viuda estuviesen siempre llenos, y el otro consistió en resucitar al hijo de una viuda (1 Reyes 17, 7-24).
Mientras que el reino del norte de Israel sufría una hambruna, Elías se presentó ante Obadías, un oficial que estaba a cargo de la casa de Acab, y le dijo que fuese al rey y le dijese que había llegado. Elías le propuso al rey Acab un concurso ante el pueblo de Israel en el que se enfrentaría a 850 profetas de Baal y Asera, para determinar quién era el verdadero Dios.
El rey Acab aceptó su propuesta. Entonces Elías les dijo a los profetas de Baal, que eran los enemigos de Dios, que orasen a su dios primero. Peo sus oraciones fueron en vano. El ídolo Baal en el que creían no pudo responder a sus oraciones porque no era más que una ilusión creada por sus pensamientos humanos.
Entonces le tocó a Elías, y él oró a Jehová Dios y le pidió que enviase fuego desde el Cielo para que quemase el sacrificio y la madera que había en el altar y consumiese incluso el agua que había allí (1 Reyes 18, 20-38). Dios contestó a su oración con fuego y poder. Y así el pueblo de Israel e despertó de su sueño espiritual y volvió a Jehová Dios. Elías le pidió al pueblo de Israel que se llevase a todos los profetas de Baal al arroyo de Cisón y los ejecutasen (1 Reyes 18, 39-40). Ahora que los idólatras habían sido destruidos, Elías le dijo al rey Acab que llovería, y entonces oró siete veces a Dios para que trajese lluvia. Cuando por fin llegó la lluvia, Elías corrió contento desde el monte Carmelo hasta el palacio del rey Acab, que estaba a 27 km de distancia, e incluso adelantó al carro de Acab.
B. Los últimos ministerios de Elías: Cuando Jezabel escuchó la noticia de que los profetas de Baal y Asera habían sido ejecutados en el monte Carmelo, se enojó tanto que amenazó de muerte a Elías (1 Reyes 19, 2-3). Y Elías, como tenía miedo de que Jezabel lo matase, huyó hacia el Sur, y le pidió a Dios que le quitase la vida (1 Reyes 19, 3-4). Sin embargo, un ángel le trajo comida a Elías y cuando se sintió con fuerzas caminó al monte Horeb sin parar a descansar. En aquel lugar Moisés había recibido hacia siglos (1 Reyes 19, 5-8). Dentro de una cueva en Horeb, Elías se quejo de que los israelitas no se interesaban por Jehová, y le hizo saber a Dios que su vida estaba en peligro (1 Reyes 19, 9-10). Después se escuchó una voz aguda y experimentó la presencia de Jehová Dios (1 Reyes 19, 11-13)
Con esta voz aguda, Jehová Dios le confió a Elías tres tareas. Estas consistían en ungir a Hazael como rey de Siria, a Jehú como rey del reino de Israel del norte, y a Eliseo como profeta de Dios (1 Reyes 19, 15-16). En cuanto Elías bajó del monte, ungió a Eliseo como profeta (1 Reyes 19, 19-21). Pero las otras dos tareas las llevó a cabo Eliseo más tarde (2 Reyes 8, 7-15; 9, 1-10).
 

II. La importancia del ministerio de Elías

A. En el Antiguo Testamento: Elías, uno de los mayores profetas del Antiguo Testamento, obró sobre todo en el reino del norte de Israel, e intentó que su pueblo se diera cuenta de que Jehová Dios era el verdadero Dios vivo, y para que restaurase su fe espiritual y adorase y alabase sólo a este Dios. El profeta Malaquías mencionó el ministerio espiritual de Elías para el fin de los tiempos, y Jesús testificó que Elías era Juan el Bautista. Así que debemos recordar su ministerio como una parte indispensable de la obra de salvación. El profeta Malaquías habló del papel de Elías en el final de los tiempos. Profetizó que antes del día temible de Jehová, Elías vendría al mundo una vez más y volvería los corazones de los hijos a Dios Padre (Malaquías 4, 5-6).
B. Durante el período entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Para complementar la misteriosa ascensión de Elías y la promesa de su retorno, La sabiduría de Ben Sirá (48, 10), uno de los libros apócrifos, habla de Elías como pacificador de la ira de Dios y reunificador de las 12 tribus de Israel. Y en 1 Enoc, está escrito que Elías se convertiría en el Sumo Sacerdote que predicaría la segunda venida del Mesías y traería paz y salvación en el fin de los tiempos. 
C. En el Nuevo Testamento. Los judíos todavía estaban deseando que volviese Elías y su ministerio apocalíptico. Por tanto, según Mateo (27, 47; 49) y Marcos (15, 35-36), los judíos interpretaron el grito de sufrimiento de Jesús en la Cruz como una llamada a Elías. Algunos judíos identificaron a Juan el Bautista como Elías, ya que gritaba en el desierto para que se arrepintiesen; y otros judíos pensaron que Jesús era Elías (Mateo 16, 14; Marcos 6, 15). Aunque Juan el Bautista rechazó el honor de ser llamada Elías, Jesús dio testimonio de que el Elías que estaba por venir era Juan el Bautista. Nosotros, los que creemos en el Evangelio del agua y el Espíritu, ahora estamos predicando esta Verdad por todas partes, para que todo el mundo la conozca (Mateo 11, 14; 17, 10-13).
Según la narración de los hechos que sucedieron en la montaña de la transfiguración, que aparece en todos los evangelios sinópticos, Jesús les contó a Moisés y Elías lo que sucedería al morir en Jerusalén. En otras palabras, el Señor habló con Elías y Moisés sobre el sufrimiento y la muerte en la Cruz que estaba a punto de ocurrir (Lucas 9, 30-31).
Podemos ver que el ministerio de Elías, quien intentó cambiar los corazones depravados del pueblo de Israel, se completó con el ministerio de Juan el Bautista en el Nuevo Testamento. Después de bautizar a Jesucristo para pasarle todos los pecados del mundo, Juan el Bautista completó su obra como mensajero de Dios y volvió a Él (Mateo 3, 13-17; 11, 14; 17, 12; Marcos 9, 12). Como conocemos el ministerio que Jesús llevó a cabo para salvar a todos los pecadores, y el ministerio de Juan el Bautista que bautizó a Jesús, ahora estamos inmensamente agradecidos a Dios.
El Apóstol Pablo testificó, mediante una cita del Antiguo Testamento, que en esta era hay 7000 siervos de Dios que no se han arrodillado ante Baal (Romanos 11, 4; 1 Reyes 19, 18). Debemos recordar que este pasaje se refiere a los siervos de Dios que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu y que ahora están predicando en estos momentos.
El Antiguo y el Nuevo Testamento testifican que Juan el Bautista cumplió el ministerio de Elías. La Verdad del bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista es el cumplimiento de la salvación de la justicia de Dios. Y la verdad del Evangelio del agua y el Espíritu está llegando a los corazones de la gente a través de los siervos de Dios. Ahora deben entender que los siervos de Dios que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu llevan a cabo el mismo ministerio que Juan el Bautista.
Podemos pensar que hubiera sido más glorioso que Elías no hubiese huido, sino que hubiese sido un mártir cuando Jezabel, la esposa del rey Acab, intentó matarle después de que Elías ejecutase a 850 profetas que servían a Baal y Asera Sin embargo este no es un pensamiento espiritual de Dios, sino un pensamiento carnal. Aunque Dios conocía las debilidades de Elías, quiso utilizarle como Su siervo. Dios quería utilizar a Elías en este mundo durante mucho más tiempo. Al utilizar a Elías en el Antiguo Testamento y a Juan el Bautista en el Nuevo Testamento, Dios cumplió Su voluntad a través del plan que diseñó para hacer que el pueblo de Israel y toda la raza humana volviese a Él.
 


Jesús dio testimonio de Juan el Bautista en Mateo 11: «Él es el Elías que está por venir» 


La Biblia dice que Juan el Bautista era el último siervo de Dios en el Antiguo Testamento, y que volvería a mucha gente a los brazos de Dios. Así que gracias al ministerio de Juan el Bautista ahora, en la era del Nuevo Testamento, se abrió un camino para que los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, volviesen a Jesucristo y recibiesen la remisión de los pecados. En la época del Nuevo Testamento, Juan el Bautista cumplió el mismo ministerio que Elías en el Antiguo Testamento. Si Elías predicó al pueblo de Israel en el Antiguo testamento para que volviese a Dios, en el Nuevo Testamento, fue Juan el Bautista quien predicó a toda la raza humana para que volviese a Dios y fuese salvada. Como representante de la humanidad que devolvió a toda la raza humana a Jesucristo, Juan el Bautista pasó todos nuestros pecados a Jesucristo a través de Su bautismo, y así hizo posible que los que creen en Él den gracias a Dios y le glorifiquen.
Dicho de otra manera, Juan el Bautista es un siervo de Dios indispensable para que todos los cristianos se den cuenta de la relación entre la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu y el bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista. El bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista en el río Jordán pasó todos nuestros pecados a Jesús para siempre. En otras palabras, ocurrió un hito en el río Jordán, mediante el que Jesucristo aceptó todos los pecados de la humanidad para siempre a través del bautismo de Juan el Bautista. Por eso Jesús fue crucificado y derramó Su sangre hasta morir y después se levantó de entre los muertos. Y por eso desde entonces quien come de la carne de Jesús y bebe Su sangre por fe puede ser salvado de sus pecados para siempre. Así es como Jesucristo puedo salvar a toda la raza humana a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Al bautizar a Jesucristo, Juan el Bautista cumplió el ministerio de pasar los pecados del mundo a Jesús de una vez por todas.
El bautismo que Jesús recibió de Juan el Bautista cumplió el plan de salvación de la humanidad. Como Dios amó tanto al pueblo espiritual de Israel, es decir los que buscan a Dios, y se compadeció de él, esperó a que volviesen a Sus brazos para siempre. Del mismo modo, en el Nuevo Testamento Dios quiere que todo el mundo esté sin pecado al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, en vez de seguir teniendo pecados y ser condenados. En vez de vivir en confusión, Dios quiere que creamos en el Evangelio del agua y el Espíritu y que vivamos una vida recta. Y Dios no quiere que nadie esté maldito por sus pecados, sino que prefiere darnos Sus bendiciones a todo el mundo.
Como el pueblo de Israel se había convertido en una nación idólatra desde los tiempos del rey Salomón, su sufrimiento y sus maldiciones están más que justificadas. Pero aún así, Dios les envió a Sus siervos para pedirles que volvieran a Sus brazos, para que Él les pudiera revestir de Su amor y salvación. Los israelitas eran una nación escogida, que debería haber recibido las bendiciones de Dios en vez de las maldiciones, pero como no creyeron en las palabras de Sus siervos, acabaron sufriendo a manos de Satanás. Por eso los siervos de Dios les gritaban: «¡Deshaceos de los ídolos y volved a Dios! Entonces recibiréis la vida eterna».
Elías era un valioso siervo de Dios que se enfrentó a 850 profetas paganos que servían a los ídolos Baal y Asera, y les enseñó quién era el verdadero Dios. Después de esta batalla espiritual, Elías necesitaba descansar. Pero en ese momento, escuchó las palabras de Jezabel: «Mañana a esta hora te quitaré la vida». Entonces Elías se asustó. Después de haber librado una batalla tan grande, quería descansar, pero después de ser amenazado, confió su cuerpo y su corazón a Dios. Oró bajo un árbol diciendo: «Señor, prefiero que Tú me quites la vida a que me la quite Jezabel».
Entonces Dios envió un ángel a Elías y le dio pan y agua para comer y beber, y cuando Elías no podía levantarse, Dios le tocó a través de este ángel y le dijo que siguiera comiendo hasta que tuviera fuerzas. Así que cuando comió y bebió y recibió fuerzas de Dios, llegó al monte Horeb en 40 días y 40 noches. Al final llegó a una cueva en el monte Horeb y allí escuchó el mandamiento de Dios.
 

¿Cómo obra Dios?

Dios le habló a Elías en la cueva: «¿Qué haces aquí?». Así que Elías dijo: «He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida». Dios le dijo: «Sal fuera de la cueva». Entonces «un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado». Aquí hay que prestar especial atención a la expresión «y tras el fuego un silbo apacible y delicado».
Ayer noche jugué al fútbol con mis compañeros en Inje. El Pastor Sang-chan Lee jugó muy bien. Metió muchos goles fáciles y todos nuestros compañeros comentaban lo bien que estaba jugando. Pero mientras jugábamos, escuchamos un ruido. Y era el ruido de unas raíces que se estaban rompiendo, y que provenía de un pino blanco coreano que estaba a punto de caerse.
Pero no lo sabían entonces, y estábamos concentrados en el partido y en perseguir la pelota por todo el campo. De repente, el pino se cayó encima de la valla del campo de fútbol. Yo lo vi desde lejos, pero la parte de arriba del árbol cayó donde el Pastor Lee había estado unos segundos antes de marcar un gol. El árbol cayó con tanta fuerza que rompió la valla y levantó el viento. Si le hubiera caído encima al Pastor Lee, le hubiera roto todos los huesos del cuerpo.
Está escrito en el pasaje de las Escrituras de hoy que se levantó un viento ante Elías, pero era un viento muy fuerte porque partió las montañas y rompió las rocas. Sin embargo, Jehová no estaba en este viento, y cuando hubo un terremoto y un incendio, Jehová tampoco estaba allí. Pero después del incendio se escuchó una voz apacible y delicada. Esta voz le preguntó a Elías: «¿Qué estás haciendo aquí?». Entones Elías contestó: «He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida» (1 Reyes 19, 14).
Dios le preguntó a Elías dos veces: «¿Qué haces aquí?». Entonces le dijo: «Vuelve a Damasco y cuando llegues, unge a Hazael como rey de Siria y a Jehú, hijo de Nimsi, como rey de Israel». Esto significa que el rey Acab tenía que ser derrocado, porque Dios le había dicho a Elías que ungiera a Jehú como rey de Israel aunque el rey Acab todavía estaba vivo. Dios también le dijo a Elías que ungiera a Eliseo, hijo de de Safat, como su sucesor. 
Así que Elías siguió llevando a cabo la obra de Dios. Después de que Elías fuera arrebatado al Cielo en un carro de fuego, Eliseo le sucedió en la obra de Dios. Sin embargo, este Elías apareció de nuevo en la era del Nuevo Testamento en Juan el Bautista. Por supuesto, esto no significa que Elías tuviera el mismo cuerpo, ni que su alma se reencarnara, sino que significa que Juan el Bautista vino para abrir la era del Nuevo Testamento como el hombre responsable de llevar a cabo el ministerio de Elías. 
Dios no estaba ni en el viento ni en el fuego, sino que se reveló en una voz delicada, y así le dijo a Elías lo que tenía que hacer. Lo que podemos ver aquí es que Dios no se manifestó en un viento poderoso. Aunque los cristianos de hoy en día creen en Dios, siempre están buscando experiencias espirituales y místicas como fuego, pensando que es así como el Espíritu Santo obra. Sin embargo, cuando Dios viene a nuestros corazones, no lo hace con fuego, ni con temblores, ni con vientos huracanados.
 


Esta Palabra maravillosa de Dios nos permite distinguir la obra de Satanás que tiene lugar en el cristianismo de hoy en día 


Muchos cristianos piensan que cuando el Espíritu Santo desciende sobre ellos, hace que sus cuerpos tiemblen, se caigan al suelo inconscientes, tengan alucinaciones, y digan cosas raras con sus labios. Piensan que estas son las obras del Espíritu Santo, es decir, piensan que están profetizando, hablando en lenguas y viendo visiones. Pero en realidad Dios se manifiesta en un susurro delicado. Debemos darnos cuenta de lo que la Palabra de Dios nos dice. 
La gente recibe la remisión de los pecados y el don del Espíritu Santo sólo cuando le explicamos la Palabra de Dios en detalle y la predicamos a través del Evangelio del agua y el Espíritu. Mientras predicamos la Palabra de Dios en detalle, Él desciende y obra para borrar los pecados de los corazones de la gente, entra en sus corazones, y nos hace hijos de Dios. Así es como tiene lugar la obra de Dios. De hecho Dios obra en la mente de la gente cuando les explicamos las Escrituras. Echemos un vistazo a Hechos de los Apóstoles 8, 26-40. Felipe, el Diácono, conoció a un eunuco de Etiopía, y le explicó el pasaje de las Escrituras que estaba leyendo en su carro. Felipe le explicó todo al eunuco hasta que este entendió el Evangelio del agua y el Espíritu, y así tuvo fe en el bautismo de Jesús. Y por eso tenemos que explicar la Palabra de Dios a las almas confundidas. 
Muchos creyentes cristianos creen que Dios desciende con fuego, con temblores y con vientos huracanados o sueños misteriosos y visiones, pero no es cierto. Dios siempre nos habla y obra en nuestras vidas a través de Su Palabra pura. A través de Su Palabra Dios se nos ha revelado, y cuando los que se denominan siervos de Dios, se inventan todo tipo de trucos y hablan en lenguas o profetizan, no están haciendo la obra de Dios. Una vez leí un libro en el que su autor decía que cuando experimentaba la presencia del Espíritu Santo, su cuerpo entero temblaba y tiritaba. Pero aunque el cuerpo de esta persona temblase, esto no significa que su espíritu hubiese nacido de nuevo al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu. Después de todo, yo también he tenido visiones de Jesús mientras mis ojos estaban abiertos. Pero esas obras provenían del demonio y se debían a que todavía tenía pecados en mi corazón, porque no conocía el Evangelio del agua y el Espíritu. Y Dios obra entre nosotros cuando predicamos la Palabra de Dios a la gente para que la gente reciba la remisión de sus pecados. En otras palabras, a través de la Verdad de Su Palabra Dios obra para darnos la remisión de nuestros pecados. 
Así que en las comunidades cristianas de todo el mundo, sobre todo en las iglesias pentecostales, las prácticas de hablar en lenguas, profetizar, y exponer los pecados de alguien mediante el don del discernimiento, son todas prácticas demoníacas. Dios no obra de esa manera. Obra con Su Palabra, y nos hace creer en Su gracia a través de la Palabra. 
 

¿Qué significa «un silbo apacible y delicado»?

Cuando el Señor salva almas, ¿lo hace a través de fuego, terremotos o vientos huracanados? No, por supuesto que no. Dios obra en nuestros corazones a través de Su Palabra. Dios escribió en Su Palabra que nuestro Señor Jesús nos ha salvado de todos los pecados del mundo al venir a este mundo, tomar nuestros pecados al ser bautizado por Juan el Bautista, morir en la Cruz y levantarse de entre los muertos. Con esta Palabra Dios obra en todas las almas. Por tanto nosotros predicamos la Palabra de Dios de manera discreta a través de nuestro ministerio literario. Y gracias a este ministerio muchas personas se han dado cuenta de que Dios les habla a sus mentes y a sus corazones; que viene a buscarlas a través de Su Palabra y de que obra en sus vidas sin falta a través de esa Palabra pura.
En cuanto a la predicación del Evangelio del agua y el Espíritu a todo el mundo, Dios nos ha ordenado que lo enseñemos paso a paso a través de nuestro ministerio literario o a través de los labios de Sus siervos, para que la gente lo pueda entender. Sólo cuando predicamos el Evangelio con mucho detalle, podemos librarnos de la trampa de los herejes, recibir la remisión de los pecados y alcanzar la salvación. Así es como Dios obra. Dios cuida a Sus siervos, les da fuerzas para predicar Su Palabra en todo detalle, y para salvar almas que están llenas de pecados a través de estos siervos. 
Dios quiere que salvemos a los cristianos de todo el mundo que están atrapados en la herejía. ¿Cómo podemos conseguir esta obra? Todo lo que tenemos que hacer es predicar la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu. Dios quiere que salvemos a la gente del pecado al enseñarles el Evangelio del agua y el Espíritu paso a paso basándonos en la Palabra de Dios escrita. Incluso ahora, Dios está obrando continuamente por la salvación de las almas a través de Sus siervos que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Echen un vistazo al pasaje de las Escrituras de hoy de nuevo. ¿Acaso Dios no mantuvo y utilizó a Elías? Dios cumple Su obra a través de Sus siervos. A través de Sus siervos Dios lleva a cabo Su obra. Y a través de Sus siervos Dios habla de cómo la historia del mundo tendrá lugar.
El Señor Dios le pidió a Elías que ungiese a Hazael como rey de Siria, a Jehú como rey de Israel, y a Eliseo como profeta en su lugar. En Israel, durante la era del Antiguo Testamento, cuando un rey subía al trono, se traía aceite en un cuerno y con él se ungía la cabeza del nuevo rey. Los profetas y los sumos sacerdotes también eran ungidos. 
Cristo es el nombre de Jesús que significa ungido. Así que el nombre Jesucristo significa que el Señor Jesús es el Salvador, Rey, Profeta y Sumo Sacerdote. En otras palabras, Dios le confió a Jesucristo estos tres cargos. El nombre Jesús significa el Salvador y el nombre Cristo significa que Dios le confió tres cargos, por tanto Jesucristo significa que el Salvador que nos ha salvado de todos los pecados cumplió estos tres cargos en el mundo.
En los días del ministerio de Elías, Acab era el rey del reino del norte, Israel. Pero Dios le derrocó y dijo: «Matadle. Que los perros laman la sangre de su cadáver. Que los pájaros se coman su carne». Y según la maldición del Señor, Acab fue impactado por una flecha en el campo de batalla y murió como resultado de esa herida, y los perros lamieron su sangre (1 Reyes 21, 19; 22, 38). Todo esto se debe a que Acab siguió los pasos de Jeroboam y adoró a ídolos ante Dios. Lo mismo le pasó al cuerpo de Jezabel; cuando cayó por un balcón, los perros le lamieron la sangre y los pájaros se comieron su carne. Su cuerpo estaba completamente destrozado, y según la profecía de la Palabra de Dios, los perros se comieron su cuerpo (1 Reyes 21, 23). Dios dejó caer Su ira sobre ellos. Esta mujer llamada Jezabel, parecía una mujer poderosa, pero Dios la maldijo completamente. Dios también maldijo al rey Jeroboam, al rey Baasa, y a todo el que siguió los pasos de Jeroboam. Los que siguieron los pecados de Jeroboam, fueron malditos por Dios y sus cuerpos fueron devorados por los perros. El pueblo de Israel cometió muchos pecados por su ignorancia, pero los líderes de la nación deberían haber sido más astutos; así que Dios mató a los líderes que llevaban al pueblo a la idolatría. 
 

Dios todavía está obrando a través de Sus siervos 

Dios obra a través de Sus siervos. A través de ellos obra para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por todo el mundo. Aunque Dios ama a todo el mundo, muchos cristianos están atrapados en la herejía, aunque afirmen creer en Dios. ¿A través de quien devuelve Dios a esta gente a Sus brazos? A través de Sus siervos y trabajadores. Todos los santos que viven en Su Iglesia y sirven al Evangelio son siervos de Dios.
Así, Dios obra a través de Sus siervos y a través de ellos cumple Su voluntad. ¿Por qué obra Dios a través de Sus siervos? Porque saben lo que Dios quiere y obedecen Su voluntad. En otras palabras, como obedecen la voluntad de Dios, se llaman siervos de Dios y como obran obedeciendo esta voluntad, Dios quiere obrar a través de ellos. A través de nosotros, los que vivimos en la Iglesia, Dios obra para difundir el Evangelio por todo el mundo. Incluso hasta este mismo momento, Dios está llevando a cabo la salvación del mundo. Con una voz muy delicada, con la Palabra de la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, Dios devuelve a la gente a Sus brazos. Él está obrando sin descanso para que todo el mundo vuelva a Sus brazos y reciba Sus bendiciones. El hecho de que estemos llevando a cabo este ministerio literarios la prueba de que Dios nos utiliza como instrumentos para su obra. 
Dios le pidió a Elías que ungiese a Elías como profeta para que le sucediese. Así Dios no abandonó a Elías, sino que le hizo completar todas sus tareas. Más tarde, Elías fue arrebatado en un carro de fuego. Como Enoc, Elías fue a Dios sin probar la muerte. Esto es una pista de los últimos días. Nos demuestra que cuando el Señor vuelva, los nacidos de nuevo que crean en el Evangelio del agua y el Espíritu serán arrebatados de esta manera. 
Ustedes y yo estamos predicando el Evangelio del agua y el Espíritu al mundo entero. ¿Cuántos herejes hay en el cristianismo de hoy en día? ¿En qué creen estos cristianos? ¿Creen en becerros de oro y sustituyen a Jesús con ellos? El objetivo por el que los pastores de hoy en día predican es explotar a la congregación por dinero. Invocan el nombre de Jesucristo y sacan dinero a la congregación haciendo hincapié en los bienes materiales y la salud física. Esta es una prueba de que han sustituido a Dios con becerros de oro y los adoran. 
¿Y los laicos? ¿Qué le piden al Señor cuando van a la iglesia? Sobre todo cosas de la carne. Por ejemplo, oran por sus hijos e hijas, para que saquen buenas notas y entren en buenas universidades. Junto con sus líderes, sólo quieren conseguir las cosas de la carne. En otras palabras, en vez de orar por la remisión de los pecados de sus hijos, y por llevar a cabo la obra de Dios, oran para que sus hijos vayan a buenas universidades, para ser ricos, para tener éxito en sus negocios, para que su carne prospere y vivan una vida con lujos en este mundo. Estas son pruebas de que los cristianos adoran a becerros de oro.
Jeroboam reemplazó a Dios con becerros de oro y los adoró como dioses. Si hubiese reconocido a Jehová y le hubiese adorado como el único Dios, hubiese vivido por fe a pesar de sus insuficiencias e intentado seguir al Señor, entonces Dios habría hecho a Israel la nación más poderosa del mundo y más bendecida. Pero como Jeroboam sustituyó a Dios por becerros de oro y los adoró, Dios se enfadó. Así los líderes cristianos de hoy en día y los creyentes tienen como dioses a los becerros de oro y los adoran. Sólo le piden a Dios cosas carnales. Como los cristianos de hoy en día sirven a becerros de oro como dioses como hizo el pueblo de Israel, Dios está enfadado, y todos serán destruidos al final. Han caído en una herejía. Los pastores que adoran al dios mamón, han llevado a su congregación a creer en becerros de oro como su salvador, en vez de creer en Jesús. Creen en Jesús como un dios más y su único objetivo es tener éxito en el mundo al creer en Jesús. Hoy en día, los cristianos sólo quieren bendiciones materiales.
 

Los becerros de oro no son sus dioses 

¿Cómo pueden ser sus dioses los becerros de oro? Si sirven a becerros de oro como sus dioses, se convierten en sus dioses. Cuando examinamos las oraciones de los cristianos de hoy en día, vemos que están sirviendo a becerros de oro. Escriben todo tipo de peticiones en sus sobres y piden tener éxito en sus negocios o que sus hijos entren en una buena universidad, o piden por su salud. Y cuando estos sobres llegan al púlpito, el pastor los lee uno a uno. Así que al final, no creen en Jesús como su Dios, sino que creen en becerros de oro, en la prosperidad material, como sus dioses. En vez de adorar a Dios, adoran a mamón como su dios. 
Por eso se han convertido en herejes. Y por eso son herejes colectivos. Escribo esto para avisar a los herejes de esta era. Les quiero explicar por qué tanta gente en las comunidades cristianas de hoy en día se ha convertido en hereje, y por qué ha ocurrido. No quiero decir solamente que haya un puñado de herejes entre los cristianos, sino que casi todos ellos son herejes. Así que les digo: «Os habéis convertido en herejes colectivos porque estáis adorando a becerros de oro en vez de adorar a Dios. Aunque digáis que creéis en Jesús como vuestro Salvador, sólo creéis en Él de palabra. ¿Acaso no os habéis inventado doctrinas falsas y adoráis a becerros de oro? Creéis en becerros de oro, pero ¿han desaparecido vuestros pecados? ¿De verdad os habéis convertido en el pueblo de Dios?». Aunque estos cristianos no se han convertido en el pueblo de Dios, buscan la prosperidad de la carne, y por eso al final se han convertido en herejes que adoran a ídolos ante Dios.
Para salvar a estos herejes del pecado de adorar a becerros de oro, debemos orar por ellos y dar testimonio. No importa cuál que sea su reacción, ya se enfaden conmigo o no, porque yo voy a hacer lo que tengo que hacer. Debemos dar testimonio y explicar por qué son herejes. Esto lo hacemos para salvarles del pecado de adorar a becerros de oro. Por eso estoy predicando el Evangelio del agua y el Espíritu a los cristianos de todo el mundo. Si somos siervos de Dios, debemos salvar a todos los cristianos que están atrapados en la herejía colectiva de sus pecados. El pueblo de Israel y toda la nación adoró a ídolos. Sirvieron a becerros de oro en vez de a Jehová Dios. En el reino del norte de Israel, las diez tribus se arrodillaron ante becerros de oro, quemaban incienso ante ellos y les ofrecían holocaustos. ¿De verdad estaban adorando a Jehová Dios como su único Dios?
Entonces ¿cómo era posible que sirviesen a ídolos? Porque sus ojos no podían ver a Jehová Dios, pero sí podían ver a los becerros de oro. Dicho de otra manera, como lo que podían ver eran estos becerros de oro, era más fácil para ellos creer. Lo mismo está ocurriendo con los cristianos de hoy en día. Adoran a becerros de oro porque en vez de escuchar el Evangelio y seguir al Dios invisible, ven como muchos se han hecho ricos supuestamente por creer en Jesús, y cuyos hijos han entrado en una buena universidad, y cuyos negocios han prosperado. Todo lo que ven y oyen son ancianos, que cuando reciben su puesto de ancianos, están tan bendecidos por Dios que tienen mucho éxito en el mundo.
Por eso, para los cristianos de hoy en día, lo que sus ojos ven son becerros de oro y el don de la curación. En otras palabras, siguen a becerros de oro que les prometen prosperidad visible. Pero los becerros de oro no son seres divinos. No son dioses. Y a pesar de esto, el cristianismo de hoy en día también adora a becerros de oro. En vez de creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, los cristianos de hoy en día son esclavos del materialismo. Sirven a mamón como su dios.
 

El cristianismo de hoy en día se ha convertido en una herejía ante Dios 

¿Qué pruebas hay de que los cristianos de hoy en día no son herejes ante Dios? Los herejes son los cristianos que no siguen al Evangelio del agua y el Espíritu, que es la Verdad de Dios, y que adoran a becerros de oro como sus dioses, contra la voluntad de Dios. Incluso los nacidos de nuevo que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, si no conocen la voluntad del Señor de propagar el Evangelio por todo el mundo y viven sólo por su carne, se convierten en herejes ante Dios. Dicho de una manera más simple, cualquier cristiano que adore a ídolos es un hereje. Muchas personas piensan que hay determinadas sectas que son herejes, pero en realidad, hay muchos herejes en las denominaciones ortodoxas cristianas. Los que todavía no creen en Jesús como su Salvador no son cristianos, pero no son herejes ante Dios. Sin embargo, entre los que dicen creer en Jesús hay muchos herejes.
Cuando miren el mundo desde este punto de vista, podrán ver que hay demasiados herejes. Yo me pregunto lo que dirá la gente después de leer este libro. Quizás algunas personas se enfadarán tanto que me querrán apedrear. Pero no les tengo miedo. No me importa la reacción de la gente siempre y cuando se den cuenta de que son herejes al leer este libro, y entonces se arrepientan y crean en el Evangelio del agua y el Espíritu y así vuelvan a Dios. Si no ocurre esto, pueden atacarme todo lo que quieran por haberles llamado herejes. Eso no me importa; lo que importa es si tienen alguna prueba para demostrar que me equivoco, o para demostrar que sirven a Dios y no a becerros de oro. Esta es mi intención al escribir este libro.
Mis queridos hermanos, nuestro Dios obra a través de la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, con una voz delicada. Algunos cristianos dicen que sienten temblores por todo el cuerpo y que ven a gente hablando en lenguas y cayéndose en éxtasis, y todo tipo de milagros. Pero estas cosas no son la obra de Dios. Algunos pastores dicen que cuando están en sus habitaciones, sienten una presencia extraña y sus cuerpos empiezan a vibrar al tiempo en que perciben un aroma refrescante. Pero todo eso no es del Espíritu Santo. Es obra del Diablo. Si esta gente no ha recibido la remisión de los pecados al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿cómo pueden ser esas cosas la obra de Dios? En otras palabras, el Espíritu Santo nunca obra en los pecadores. No es la obra del Espíritu Santo, sino la obra del Diablo. La obra del Espíritu Santo surge cuando alguien cree en la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu, la Palabra de Dios.
Algunos se preguntarán: «Entonces ¿qué significa lo que ocurrió en Pentecostés cuando el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles y los discípulos de la Iglesia Primitiva? ¿Qué significa que los allí presentes tuvieran como lenguas de fuego encima de sus cabezas y que empezaran a hablar en diferentes lenguas?». Esto significa que, como los Apóstoles y los santos de la Iglesia Primitiva eran gente santa que creía en el Evangelio del agua y el Espíritu, Dios les dio poder para predicar el Evangelio. Esto no significa que el poder del Espíritu Santo descendiera incluso sobre los que no habían nacido de nuevo. Por tanto, si algún cristiano grita y tiembla de repente, lo que le ocurre es obra de Satanás. Estas cosas no son obras de Dios. 
La gente debe volver al Evangelio del agua y el Espíritu por fe y afirmar su salvación con la Palabra de Dios. La obra de Dios se hace cuando el Evangelio del agua y el Espíritu obra en los corazones humanos. La obra de Dios no consiste en adorar a becerros de oro. Pero aún así el cristianismo de hoy en día ha quedado reducido al nivel de superstición, ya que sus miembros creen que pueden ser ricos si creen en Jesús, y que han recibido el don de la curación y han sido curados instantáneamente de la tuberculosis cuando un pastor carismático les ha puesto las manos sobre la cabeza. Algunas personas testifican que nacieron con una deformidad en las piernas, pero cuando un pastor les puso las manos sobre la cabeza, sus piernas se curaron y pudieron andar bien. Pero estas obras son del Diablo. ¿De verdad se curan las piernas mediante la imposición de manos? Por supuesto que no. 
¿Conocen a un hombre llamado Uri Geller? Se hizo famoso por afirmar que podía doblar cucharas y llaves con sus poderes mentales supernaturales. Pero James Randi, un mago retirado, ofreció un millón de dólares a cualquiera que hiciera algo supernatural científicamente probado, y le propuso a Geller que demostrara su truco en televisión. James Randi expuso el truco de Geller, y desde entonces Randi recibió el sobrenombre de «cazador de poderes». Viajó por todo el mundo y organizó eventos con el nombre de «El reto de 1 millón de dólares», y mientras que muchos aceptaron el reto, hasta hoy nadie ha pasado la primera fase de la prueba. A todos los que decían tener poderes sobrenaturales, les decía: «Si de verdad tienes poderes, demuéstramelo. Hazlo delante del público. Si tienes ese poder, te doy un millón de dólares. Te daré suficiente dinero para vivir durante el resto de tu vida. Así que hagamos una apuesta. Veamos si de verdad tienes poderes o eres un impostor. Los pastores también pueden participar. ¿Han curado a alguien mediante la imposición de manos? ¿De verdad se han arreglado sus piernas? Si de verdad tienen este poder, les daré un millón de dólares».
Pero entre los pastores carismáticos de Corea, no hubo ninguno que aceptase el reto. Como Randi era un mago, sabía que esos supuestos poderes eran sólo trucos. Un pastor de Corea dijo una vez que resucitó a una persona mediante la imposición de manos. Sin embargo, cuando James Randi vino a Corea y retó a esa gente a aparecer en televisión, ningún pastor de Corea, que decía tener el poder de la curación, aceptó el reto. Esta es la prueba de que estas afirmaciones no son más que mentiras y trucos.
Por supuesto que Dios puede hacer milagros. Los que creen en el Evangelio del agua y el Espíritu, a veces son testigos de milagros cuando el Señor cura sus enfermedades si confían en el Señor y le oran para que les sane. Pero el Señor les cura de manera muy discreta, no mediante todo tipo de conmociones. Dios nunca obra así.
En la historia del cristianismo de todo el mundo, los siervos de Dios en la Iglesia Primitiva llevaron a cabo el ministerio de la curación. Sin embargo, lo hicieron únicamente para predicar el Evangelio del agua y el Espíritu. Piensen en esto. Podemos ver en el Libro de Hechos que los Apóstoles llevaron a cabo obras sobrenaturales como temblores y hablar en lenguas. Pero debemos entender el contexto histórico de aquella época. En aquellos días, como Israel estaba gobernada por el Imperio Romano, muchos israelitas vivían repartidos por todo el mundo. Pero tenían que visitar Jerusalén porque la Ley así lo establecía. Pero como vivían muy lejos, muchos de ellos no se podían comunicar entre sí porque hablaban idiomas diferentes. Habían perdido su lengua materna y la fe heredada de sus ancestros.
Por supuesto, había muchos gentiles que vivían en Jerusalén. Los gentiles de aquel tiempo no conocían el sistema de sacrificios del Día de la Expiación, y por supuesto no conocían a Jesús. Para que toda esta gente, tanto los judíos en la diáspora como los gentiles que vivían en Jerusalén, pudiera creer que Jesús era el Hijo de Dios y el Salvador, hacían falta milagros y señales para predicarles. También tienen que prestar atención al hecho de que las lenguas que los Apóstoles hablaban en el segundo capítulo de Hechos eran «las lenguas de varias legiones» que se podían entender por sus hablantes. Y el contenido era el mismo: el Evangelio del agua y el Espíritu. Por eso la gente que escuchaba a los Apóstoles hablando en lenguas decía: «Les escuchamos hablar en nuestras lenguas sobre las maravillosas obras de Dios». Por eso, en aquel entonces, Dios les dio a Sus siervos poderes sobrenaturales para que pudiesen predicar el Evangelio del agua y el Espíritu (Hechos 2, 28-35).
Sin embargo, cuando la Palabra de Dios que contiene el Evangelio del agua y el Espíritu fue completada desde el Génesis hasta el Apocalipsis, Dios nos hizo difundir el Evangelio a través de Su Palabra pero sin hacer milagros y señales. Si todavía necesitásemos esos milagros, entonces los haríamos. Pero para ser salvados, debemos conocer la Verdad del agua y el Espíritu. Y para hacer que todo el mundo conozca esta Verdad del agua y el Espíritu, debemos predicarla por completo basándonos en la Palabra. Si hablásemos en lenguas de repente mientras predicamos el Evangelio del agua y el Espíritu, ¿podría alguien entender el Evangelio? Si les decimos: «Creed en Jesús a ciegas», ¿podría alguien ser salvado de esta manera? ¿Es así cómo podemos ser salvados de los pecados?
Por eso esto diciendo que la historia del cristianismo por todo el mundo ha estado marcada por la herejía colectiva. Yo conozco un par de cosas sobre la historia del cristianismo en este mundo. Cuando escucho a un pastor predicar, puedo decir en qué ideología cree. Así que conozco a casi todos los pastores que no han nacido de nuevo. Estas personas que se hacen llamar pastores son ministros falsos y herejes, que no creen en el Evangelio del agua y el Espíritu. Estos son los verdaderos herejes. 
Debemos salvar a los herejes de las comunidades cristianas. Debemos cumplir este objetivo. Para ello debemos orar a Dios. Debemos pedirle en nuestras oraciones. « ¡Señor! Por favor salva a todos los herejes que viven en las comunidades cristianas de todo el mundo». No podemos hacer mucho por los que no son cristianos. Nuestra prioridad debería ser salvar a los cristianos que están destinados a ir al infierno a pesar de creer en Jesucristo. Debemos ayudar a los cristianos pecadores en primer lugar y hacer que descubran la Verdad del Evangelio del agua y el Espíritu, porque este Evangelio contiene la obra y la voluntad de Dios y en él se encuentra la salvación de Dios. 
Dios habló con una voz delicada y manifestó Su voluntad a Sus siervos, obró a través de ellos y les hizo trabajar para Él. Por eso, a través de Sus siervos, Dios nos habla a todos los cristianos del mundo mediante la Palabra del Evangelio del agua y el Espíritu: «¿Cómo aceptó Jesús los pecados del mundo? Jesucristo aceptó los pecados del mundo al ser bautizado por Juan el Bautista. Y Jesús cargó con los pecados del mundo hasta la Cruz, donde derramó Su sangre hasta morir, y después resucitó de entre los muertos para salvarnos. Nos ha salvado a través del agua, la sangre y el Espíritu». Al contarles esta Verdad, Dios salva a los pecadores. 
Sabemos que debemos participar en la obra de Dios de salvación al creer en el Evangelio del agua y el Espíritu, y debemos cumplir con la tarea de difundir el Evangelio. Por tanto, debemos trabajar y estar firmes, para que todo el mundo sea salvado de sus pecados, y para que los cristianos atrapados en la herejía puedan recibir la verdadera salvación. Debemos orar a Dios para que salve a los cristianos de todo el mundo. Y debemos predicar el Evangelio del agua y el Espíritu por fe. Todos los cristianos deben creer en este Evangelio del agua y el Espíritu. Sólo entonces podremos evitar convertirnos en herejes ante Dios.